Desde diversas perspectivas fue conjugado el verbo despenalizar durante las sesiones fundacionales de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas, celebrada en Ginebra y en la que participaron los expresidentes de Brasil (Fernando Henrique Cardoso), Colombia (César Gaviria), México (Ernesto Zedillo) y Suiza (Ruth Dreifuss), además del noruego Torvald Stoltenberg, otrora alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

 

Despenalizar el uso de las drogas fue la coincidencia más notable entre las seis figuras, pero el brasileño y el colombiano la rebasaron al exigir al gobierno de Estados Unidos que muestre que está reduciendo su consumo y que lucha para que ese negocio (gigantesco y también instrumento gubernamental de alienación ciudadana, agrego yo), sea de menor dimensión.

 

Colombia es considerada ejemplar en la obtención de resultados en la lucha contra el narcotráfico, por Felipe Calderón y hasta por analistas independientes que estiman que ello se debe a la intervención directa de Washington por medio del Plan Colombia y que, entonces, México debe hacer lo propio.

 

Para su desgracia Gaviria, exsecretario general de la Organización de Estados Americanos, lo desmiente: “Colombia ha recuperado su seguridad, pero el flujo de drogas ha seguido prácticamente igual y creo que es lo mismo que pasará en México”.

 

Aparte de lo polémico que resulta la recuperación colombiana de la “seguridad democrática”, con un golpeado pero vigoroso movimiento guerrillero, el mexicano Ricardo Ravelo documentó cómo tras el desmembramiento de los llamados cárteles colombianos, funcionan ahora cientos de “microempresas” que abastecen el creciente mercado local, estadunidense y europeo. Además de que la apuesta del gobierno de Calderón Hinojosa, al decir de Edgardo Buscaglia, es auspiciar la existencia de una sólida organización porque ello facilitaría la negociación y bajaría la confrontación entre los narcos y las fuerzas federales, que ya provocó 33 mil muertos, de ellos 111 ajenos a la otrora guerra y sólo en 2010.

 

Las últimas encuestas sobre adicciones revelan que los consumidores de drogas crecen en forma sostenida, de tal suerte que el pronóstico del colombiano ya es una realidad. Y las autoridades del sector salud hacen muy poco, determinadas como están a ignorar que centralmente es un problema de salud pública. Lo anterior porque acatan las políticas represivas y criminalizadoras del michoacano de Morelia, quien el 31 de enero de 2010 juzgó, desde la comodidad de Tokio, como delincuentes a los estudiantes asesinados en la colonia Villas de Salvárcar, de Ciudad Juárez, Chihuahua, pero ahora envió a Margarita Zavala a platicar a los afligidos padres sobre su gran amor a México.

 

Sin embargo, el colombiano justificó la estrategia policiaco-militar porque “México no se puede sentar a esperar que Estados Unidos cambie de política para recuperar su seguridad”. Mas conocedor del abogado, economista y administrador público y su proclividad a subordinarse a la Casa Blanca, dijo que Calderón “le tiene que decir al gobierno de Estados Unidos que tiene que repensar su política”.

 

Con enfoques totalizadores Cardoso, presidente de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas, fue tajante: “Hay que discriminalizar el uso de todas las drogas”. El narcodependiente es un enfermo y hay que ofrecerle salud.

 

Planteamientos que en México tienen voces propias como la de Carlos Fuentes, Eduardo López Betancourt, Juan Ramón de la Fuente y Joel Ortega Juárez, pero no encuentran los espacios adecuados para su divulgación porque Alejandro Poiré asegura que el debate es bienvenido, mientras desde Los Pinos se desalienta.

Utopía 926