Justicia y comunicación

14/04/2009
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Los medios de comunicación sin distinción celebraron la condenada que recibió Alberto Fujimori quien fuera Presidente del Perú desde 1990 hasta el 2000.  Para ese entonces  los escándalos en su gestión habían llegado a ser inocultables.

El Congreso decide destituirlo aduciendo su “permanente incapacidad moral”. Aprovechando una reunión en Brunei Fujimori resuelve continuar su viaje hasta Japón. Desde allí renuncia a su cargo y, amparado en su doble ciudadanía, opta por permanecer en ese país evitando su extradición. Pasarán siete largos años hasta que se logre en 2007 extraditarlo desde Chile para ser juzgado y justamente condenado.

El fallo ha sido considerado ejemplar y será imprescindible una profunda consideración no solo de lo que este fallo significa sino de factores y actores que proveyeron al crecimiento y desarrollo de este tipo de figuras. Será importante para la vida del Perú, pero también para otros países que se han visto envueltos en dolorosos procesos dictatoriales y que han decidido procurar el muchas veces largo y fatigoso camino del cumplimiento de la justicia.

Construyendo un líder

Es importante recordar como surge la figura de Fujimori porque la celebración de hoy no puede descuidar los diversos procesos que contribuyeron al encumbramiento de su persona.

¿Cómo se construye una figura tal que cautive las mayorías para que la consideren como una asombrosa revelación salvadora? ¿Cómo se alimenta esa imagen, se ocultan sus flaquezas y miserias, se disfrazan su despotismo y opresión? Los hombres providenciales no surgen de la nada. Es recordado que para su ascenso Fujimori  contó con el apoyo de grupos marginales de la sociedad, algunos grupos evangélicos que comenzaban a involucrarse en la vida política, pero también de varios grupos de izquierda y de quienes gobernaban  en aquel momento.

Un aparato inicial es importante pero, al mismo tiempo, necesita su consolidación con el empuje de un proceso de comunicación que permita conquistar sentimientos, sueños, búsquedas. Debe percibir añejadas frustraciones creando ilusiones de que puedan trastocarse en triunfos y, en lo posible, en humillante derrota para los enemigos.

Hoy hay, como nunca antes, recursos tecnológicos y económicos para montar estos escenarios. Los tentáculos de la concentración de medios han demostrado tener la enorme capacidad de diseñar modelos de horadación de todo buen propósito cuando perciben que podría afectar sus poderes y dominio. Los grandes medios, cuyos dueños- ocultos rostros y nombres que se mueven al ritmo de los intereses- se escudan detrás de la defensa de la declamada independencia y libertad de la información para generar la opinión que les conviene.

Las fronteras de la comunicación.

Las cadenas mediáticas asentadas sobre bases comerciales no pueden ni quieren  moverse sino al compás de las ganancias. Porque una sociedad basada en el lucro   reclama que la verdad sea más importante que el interés comercial, y que sea más importante quien más tiene. En este contexto, todo proyecto democrático de comunicación será dependiente de fuerzas que lo dejarán crecer mientras sus objetivos no interfieran con los suyos.

La década de 1990, en varios países de América Latina, fue una etapa de consolidación de profundos cambios en su vida institucional. Los reiterados mensajes buscaban demoler el lugar que debía ocupar el Estado en toda sociedad que procura desarrollarse democráticamente.

No era difícil recibir su aceptación dada la negativa experiencia que muchos habían venido experimentando por la corrupción e ineficiencia en el manejo de la cosa pública. Junto a la descalificación del Estado estaba la descalificación de los políticos y, por ende, de la misma política. Había llegado el tiempo de los técnicos y de los ejecutivos, porque había que aceptar que ellos saben como se manejan las empresas y como se obtienen resultados y, por supuesto, porque son eficientes y honrados.

Desafío a los comunicadores.

Los enormes beneficios que habrían de sobrevenir a una salvaje privatización de las riquezas nacionales, deslumbraron, por supuesto, al segmento de la población más pudiente y a los que ascendían vertiginosamente en la escala social.

Gobiernos corruptos acompañados por empresas nacionales y trasnacionales corruptas fueron sostenidos por medios que se esmeraron en hablar de las maravillas de un ficticio mundo que hoy vemos desmoronarse estrepitosamente, pero que se niega a reconocer la falacia de sus presupuestos. El ave Fénix sabe como reconstruirse de sus cenizas. 

Es hora que los comunicadores vuelvan a reiterar su compromiso por una comunicación que esté al servicio de la comunidad toda. Para ello hay que empezar por hacer un mea culpa de las veces que callamos, por temor o por vaya saber qué razón, y dejamos que esas figuras y todo lo que ellas representan se desarrollaran sin hacer oír nuestra voz.

Al mismo tiempo, se deberá trabajar para abrir espacios a una comunicación que cree el desarrollo de una comunidad solidaria, que denuncie la discriminación y la opresión y deje que los acallados sean oídos. Las poderosas armas de los medios podrían jugar un papel integrador de la comunidad toda, pero para ello la sociedad deberá velar con astucia y perseverancia e ir en búsqueda de estructuras más democráticas.

Los monstruos que hoy condenamos son también un espejo de una realidad que no puede seguir repitiéndose. Una realidad que, a su vez, reclama una firme determinación, que en Argentina, después de la condena a los responsables de la cruel dictadura, se resumió en dos palabras: “Nunca más”.+ (PE)

 

Nota. Este artículo también será publicado en la página de la Wacc www.waccglobal.org

Fuente: Agencia de Noticias Prensa Ecuménica

https://www.alainet.org/de/node/133292
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