Desafíos para el movimiento social ante la especulación con el hambre
- Opinión
De la especulación inmobiliaria a la especulación con el hambre
Este conjunto de aumentos especulativos recientes en los precios de los alimentos condujeron a una ola de hambre mundial que no tiene precedentes por su escala. La ausencia de medidas de regulación desencadena el hambre. Lo que desencadena el hambre es la ausencia de regulaciones en estos mercados especulativos. La volatilidad en los mercados alimentarios es debida sobre todo a la desregulación, la falta de control sobre los grandes agentes y la falta de la necesaria intervención estatal a nivel internacional y nacional para estabilizar los mercados. En el actual contexto, un congelamiento de la especulación en los mercados de alimentos de primera necesidad, tomado como una imperativa decisión política, contribuiría inmediatamente a bajar los precios de los alimentos. Nada impide hacerlo pero nada hace prever que se esté pensando en un prudente cuidadoso conjunto de medidas como este. Por lo que se ve esto no es lo que está siendo propuesto por el Banco Mundial y por el Fondo Monetario Internacional (Véase, Michel Chossudovsky,, “Hambre global”, Rebelión, 12 de mayo 2008).
La crisis alimentaria está ocurriendo mientras hay suficiente comida en el mundo para alimentar a la población global. El hambre no es la consecuencia de la escasez de alimentos sino al revés: en el pasado, los excedentes de alimentos en los países centrales fueron utilizados para desestabilizar las producciones de los países en desarrollo. Según la FAO, el mundo podría aún alimentar hasta 12 billones de personas en el futuro. La producción mundial de grano en 2007/2008 está estimada en 2108 millones de toneladas (un aumento de 4,7% comparado a la del 2006/2007). Esto supera bastante la media de crecimiento del 2% en la pasada década. Aunque la producción permanece a un nivel alto, los especuladores apuestan en la escasez esperada y aumentan artificialmente los precios. De acuerdo con la FAO el precio de los granos de primera necesidad se incrementó un 88% desde marzo de 2007 (Véase el art. de See Ian Angus, Food Crisis: "The greatest demonstration of the historical failure of the capitalist model", Global Research, April 2008).
Mientras los especuladores y comercios de gran escala se benefician de la crisis actual, la mayoría de los/as campesinos/as y agricultores no se benefician de los precios altos. La tierra se torna más cara. La especulación con la tierra agrícola va en aumento. Los desalojos a menudo forzados son la consecuencia. Los campesinos que se mantienen cultivan los alimentos, pero la cosecha a menudo ya está vendida al que presta el dinero, a la compañía de insumos agrícolas o directamente al comerciante o a la unidad de procesamiento. Aunque los precios que se pagan a los campesinos han subido para algunos cereales, ese aumento es muy poco comparado con los incrementos en el mercado mundial y a los aumentos que se han impuesto a los consumidores.
Durante los últimos años, las multinacionales y los poderes económicos mundiales, han desarrollado rápidamente la producción de agrocombustibles. Subsidios e inversiones masivas se están dirigiendo hacia este sector en auge. El resultado es que las tierras están pasando en poco tiempo masivamente de la producción de comida a la producción de agrocombustibles. Las multinacionales y los analistas convencionales predicen que la tierra se utilizará cada vez más para agrocombustibles (maíz, pero también aceite de palma, semilla de colza, caña de azúcar…). Una parte importante del maíz de EE.UU ha “desaparecido” repentinamente, pues fue comprada para la producción de etanol. Esta explosión incontrolada del sector de los bio-combustibles causó un gran impacto en los ya inestables mercados internacionales de granos básicos. La especulación, se aprovecha de la escasez relativa de los alimentos. Los vendedores mantienen sus reservas alejadas del mercado para estimular alzas de precio en el mercado nacional, creando enormes beneficios. Las multinacionales adquieren agresivamente enormes áreas de tierras agrícolas alrededor de las ciudades con fines especulativos, expulsando a los campesinos (Véase www.ecoportal.net, Henry SaragihCoordinador Internacional de La Vía Campesina).
En las últimas décadas el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), junto con la Organización Mundial del Comercio (OMC) han forzado a los países a disminuir su inversión en la producción alimentaria y su apoyo a los/as campesinos/as y pequeños agricultores, que son las claves de la producción alimentaria. Las reglas del juego cambiaron dramáticamente en 1995, cuando el acuerdo en la OMC sobre la agricultura entró en vigor. Las políticas neoliberales socavaron las producciones nacionales de alimentos, y obligaron a los campesinos/as a producir cultivos comerciales para compañías multinacionales y a comprar sus alimentos de las multinacionales en el mercado mundial.Los tratados de libre comercio han forzado a los países a “liberalizar” sus mercados agrícolas: reducir los aranceles a la importación y aceptar importaciones. Al mismo tiempo, las multinacionales han seguido haciendo dumping con los excedentes en sus mercados, utilizando todas las formas de subsidios directos e indirectos a la exportación. El resultado fue que Egipto, el antiguo granero de trigo del Imperio Romano se convirtió en el primer importador; Indonesia, una de las cunas del arroz, hoy importa arroz transgénico y; México, cuna de la cultura del maíz importa hoy maíz transgénico. EEUU, la Unión Europea, Canadá y Australia son los mayores exportadores.
Por lo anterior, los países periféricos se han convertido en adictos a las importaciones de alimentos baratos. Y ahora que los precios se están disparando, el hambre está creciendo. Muchos países que hasta entonces producían suficiente comida para su propia alimentación fueron obligados a abrir sus mercados a productos agrícolas del extranjero. Al mismo tiempo, la mayoría de las regulaciones estatales sobre existencias de reserva, precios, producciones o control de las importaciones y exportaciones fueron desmanteladas gradualmente. Como resultado, las pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas de todo el mundo no han sido capaces de competir en el mercado mundial y muchos se arruinaron. (Véase www.ecoportal.net, Henry Saragih Coordinador Internacional de La Vía Campesina)
Las políticas neoliberales de las últimas décadas han expulsado a millones de personas de las áreas rurales hacia las ciudades donde la mayoría de ellos acaban en barrios pobres, con una vida muy precaria. Los últimos son las primeras víctimas de la crisis actual, pues no tienen modo de producir su propio alimento. Su número ha aumentado dramáticamente y tienen que gastar una gran parte de sus ingresos en comida. De acuerdo con la FAO, en los países en vías de desarrollo la comida representa hasta el 60-80% del gasto de los/las consumidores/as. Un aumento brusco en los precios condena a grandes mayorías al hambre.
En todo el mundo están estallando disturbios por los precios de los alimentos. Ha habido protestas en Egipto, Camerún, Indonesia, Filipinas, Burkina Faso, Costa de Marfil, Mauritania y Senegal. Demostraciones similares, huelgas y enfrentamientos tuvieron lugar no solo en la mayor parte del África sub-Sahariana sino también en Bolivia, Perú, México y sobre todo en Haití. (Bill Van Auken, Amid mounting food crisis, governments fear revolution of the hungry, Global Research, April 2008).El precio de los alimentos en Haití subió un promedio de más 40% en 2007, con los de primera necesidad como el arroz, duplicándose en una semana a fines de marzo de 2008. Los disturbios por el alza de los precios de los alimentos en Haití han dejado muertos y cientos de heridos, y condujeron a la destitución del primer ministro Jacques-Edouard Alexis. El Programa Mundial de Alimentos calificó la actual crisis alimentaria como un “tsunami silencioso” que sumirá en el hambre a otras 100 millones de personas. (Véase, Amy Goodman, “La acciones bursátiles no son combustibles”, Rebelión).
Después de 14 años del NAFTA (Tratado de Libre Comercio de Norte América) México pasó por una gran crisis, llamada con frecuencia la “crisis de la tortilla”. De ser un país exportador, México pasó a ser dependiente de la importación de maíz de Estados Unidos. Actualmente México importa el 30% de su consumo de maíz. Durante el último medio año, crecientes cantidades de maíz de los EEUU fueron súbitamente derivadas a la producción de agrocombustibles. Las cantidades disponibles para los mercados mexicanos disminuyeron, provocando un aumento de precios y dejando al país sin ninguna seguridad alimentaria.
También en Centroamérica la seguridad alimentaria está en real peligro. Sobre todo afecta a El Salvador donde la dolarización de la economía arrasó con el sector agropecuario. El TLC junto con la dolarización desmanteló la agriculturacomo en ningún otro país. En cuanto a las importaciones se destaca que se está comprando de Estados Unidos para el 2007 el 71% de la producción nacional de maíz (que tanto para el 2006 como para el 2007 fue el tercer producto más importado de EEUU). Si se le agrega lo que se importa maíz blanco de México, se llega al 81% de la producción nacional de maíz del año 2005. Contrario al credo del libre juego de mercado, en El Salvador, los precios de los granos básicos tuvieron un sustancial incremento. El precio del maíz por quintal respecto al 2005 tuvo un incremento del 77% hasta Noviembre del 2007, en el mismo período el precio del maicillo por quintal se incrementó en 93%, el fríjol rojo de seda 39% y el arroz 1ª clase nacional en 33%. (Véase, Julian Ernesto Salinas, “Impactos del TLC a dos años de implementación”).
Mientras estallan los disturbios por hambre en todo el mundo, dirigentes mundiales como Pascal Lamy (Director General de la OMC), Dominique Strauss-Kahn, director del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Secretario General de la ONU Ban Ki-Moon están alertando de los peligros del proteccionismo. Según el señor Ban, “Más comercio, no menos nos sacará del agujero en el que estamos”. Bajo las reglas del comercio libre, la protección de los alimentos se ha convertido en un crimen. El proteccionismo se ha convertido en una palabra sucia. Cuanto contraste con la ayuda de miles de millones de dólares que reciben los grandes bancos y empresas financieras para evitar su quiebra ante los juegos especulativos.
El Banco Mundial y el FMI, así como algunos países centrales, están ahora abogando por más importaciones eliminando todos los aranceles para los países pobres importadores de alimentos y liberalizar más los mercados para que los países puedan mejorar sus ingresos mediante la exportación. Siguen promoviendo más acceso para sus multinacionales en la Ronda de Doha y condicionar el apoyo financiero extra a criterios políticos para aumentar la dependencia de esos países. Nada dicen sobre la necesidad de una mayor regulación y estabilización del mercado, ni mucho menos de la necesidad de la soberanía alimentaria. La pregunta es: ¿Y llegará la ayuda que tiene que ir a la producción agrícola basada en los campesinos? No, cuando el precio del trigo sube, la ayuda alimentaria se frena. La generosidad de los países del Norte se manifiesta cuando tienen excedentes. Durante el período 2005-2006 se despacharon 8,3 millones de toneladas de granos para la ayuda alimentaria contra apenas 7,4 millones en 2006-2007Baillard, ob. cit:6).
Robert Zoellick, actualmente presidente del Banco Mundial, anuncia que los precios seguirán altos por varios años, y que es necesario fortalecer la “ayuda alimentaria” para gestionar la crisis. Zoellick, que pasó a este cargo luego de ser jefe de negociaciones de Estados Unidos en la Organización Mundial de Comercio, sabe de lo que habla. Desde su puesto anterior hizo todo lo que pudo para romper la soberanía alimentaria de los países, en función de favorecer los intereses de las grandes trasnacionales de los agronegocios. Incluso ahora, la receta de la “ayuda alimentaria”, es otra vez un apoyo encubierto a las mismas transnacionales, que tradicionalmente son quienes venden al Programa Mundial de Alimentos los granos que “caritativamente” les entregan a los hambrientos, con la condición de que ellos mismos no produzcan los alimentos que necesitan (Véase, Silvia Ribeiro El hambre de los agronegocios, La Jornada, México, 10-5-08).Los grandes ganadores de la crisis alimentaria son también actores centrales y grandes ganadores en la promoción de los agrocombustibles: las trasnacionales que acaparan el comercio nacional e internacional de cereales, las empresas semilleras, los fabricantes de agrotóxicos. En estos dos últimos rubros son en muchos casos las mismas empresas: Monsanto, Bayer, Syngenta, Dupont, BASF y Dow. Estas seis empresas controlan el total de las semillas transgénicas en el mundo. Con la mayor casualidad del mundo, las semillas transgénicas y los agrotóxicos constituyen hoy la solución que proponen los poderosos a todos los nuevos problemas que las mismas transnacionales han generado. Cargill, ADM, ConAgra, Bunge, Dreyfus, juntos dominan más del 80 por ciento del comercio mundial de cereales. Un informe de Grain señala que las ganancias alcanzan para Dreyfus hasta un 77% en el último trimestre de 2007. El neoliberalismo ha permitido que los alimentos pasen a ser una mercancía más expuesta a la especulación y al juego del mercado” (Véase, Grain “El negocio de matar de hambre”, www.grain.org),
La respuesta social ante la crisis: Soberanía Alimentaria
Nos hallamos frente a un desmoronamiento estructural, resultado directo de tres décadas de globalización neoliberal. En otras palabras, el mercado de valores no da de comer a los hambrientos, sino los condena a muerte. El neoliberalismo en muchos países pobres, enfrenta hoy una crisis de grandes proporciones. Ello es así en virtud de sus manifestaciones las cuales dan muestras de ser las de una crisis sistémica en todo el sentido de la palabra. Detrás del hambre, detrás de los disturbios se encuentran los fracasos de los llamados acuerdos de libre comercio y de los brutales acuerdos de préstamos de emergencia impuestos a los países pobres por las instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional.
Jacques Diouf, secretario general de FAO, ha afirmado que los países en vías de desarrollo deben poder llegar a la autosuficiencia alimentaria. Urge una moratoria inmediata sobre los agrocombustibles para evitar un auténtico genocidio. La soberanía alimentaria es un derecho inalienable de los pueblos. La pobreza y el hambre no son fatalidades sino consecuencias directas de un sistema económico inhumano y destructor que viola el derecho a la vida. Por esta razón, es urgente establecer una moratoria inmediata sobre los biocombustibles., (Véase, ¡Ha llegado el momento de la soberanía alimentaria!, Vía Campesina 2 de mayo de 2008).
En cada país hay que establecer un sistema de intervención que pueda estabilizar los precios del mercado. Para conseguirlo, los controles a la importación, con tasas y cuotas, son necesarios con el fin de regular la importación y evitar el dumping o las importaciones baratas que destruyen la producción interna del país. Por lo anterior, la tierra debería distribuirse de forma igualitaria a las personas sin tierra y a las familias de los/las campesinos/as mediante una genuina reforma agraria y de la tierra. Esta debería incluir el control y el acceso al agua, las semillas, créditos y tecnología apropiada. Debe permitirse a nivel local producir su propio alimento y sustentar a sus propias comunidades. Hay que impedir que arrebaten y desalojen las tierras y que se expandan las tierras dedicadas a la agricultura de los grandes agro-negocios. Se necesitan medidas inmediatas para apoyar a los pequeños agriculturas y campesinos/as a aumentar su producción agro-ecológica de alimentos. Los gobiernos nacionales no deben repetir el error de promover que las grandes compañías agrícolas inviertan en unidades de producción masiva de alimentos. En resumidas cuentas: ¡Alto a los tratados de libre comercio!y sobre todo en economías tan abiertas como las centroamericanas.
De acuerdo a la Organización de Estados Iberoamericanos (OIE), el número de emigrantes internacionales se duplicó a nivel mundial entre 1960 y 2005. En 2005, alrededor de 190 millones de personas, es decir, el 3% de la población mundial vivía fuera de su país natal. Aunque a menudo se cree que la emigración es un fenómeno netamente masculino, las cifras revelan otro cuadro. De los emigrantes internacionales de todo el mundo, la mitad (95 millones) son mujeres. De haber alguna tendencia e las últimas décadas se observa una mayor equidad en esta materia. Entre 1960 y 2005, los mayores aumentos de migración femenina se observan en Oceanía (del 44% al 51%), en América Latina y el Caribe (del 45% al 50%) y la antigua Unión Soviética (del 48% al 58%). La única región donde se registró una disminución del porcentaje de mujeres emigrantes fue Asia (del 46% al 43%). Véase para mayor detalle, OEI, “The Internacional Migration of Women”, 2008).
Según el artículo “Dinámica reciente de las migraciones en América” (Véase, Boletín Nacional de Población, Año6, No 98, 2002), el porcentaje de mujeres entre los inmigrantes en EEUU es 46% para los mexicanos, 50% para los del Cono Sur, 52% para los Centroamericanos e incluso 54% para los inmigrantes procedentes del Caribe. De los emigrantes centroamericanos hacia EEUU, la gran mayoría proviene de zonas urbanas: más del 90% de los emigrantes de Nicaragua proviene de zonas urbanas, más del 60% de Honduras y El Salvador y solo la mitad de Guatemala (Véase, Eduardo Baumeister, “Migración internacional y desarrollo en Nicaragua”, CELADE, Santiago de Chile, 2006).
Naciones Unidas dio a conocer un informe, en el que se señala que los trabajadores inmigrantes en los países más ricos enviaron a sus familias la cifra récord de US$167.000 millones durante el año 2005. Inmigrantes latinoamericanos en EEUU enviaron un 30% de ello a sus países de origen en 2005 con un monto de US$53.000 millones. Lo anterior constituyó un nuevo récord en el envío de remesas. Según información del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, estas cifras representan un aumento del 17% respecto del año anterior. Sea porque aumenta la capacidad de registrarlas o porque su volumen es realmente mayor, las remesas parecían crecer a un ritmo asombroso. Según la CEPAL, en los últimos 25 años, las remesas recibidas en América Latina aumentaron de 1 mil 120 millones de dólares en 1980 a más de 40 mil millones en 2004. Con pequeñas fluctuaciones, las remesas se han duplicado cada cinco años. Los montos que reciben Guatemala, Honduras y El Salvador de sus emigrantes se multiplicaron más de diez veces en 1980-1990, al pasar de 55 a 649 millones de dólares, mostrando una fecundidad realmente asombrosa si consideramos que el número de ciudadanos que migraron en ese período desde esos países a los Estados Unidos sólo se multiplicó por cuatro. Es una válvula de escape muy visible ante los efectos nefastos de la política neoliberal que en vez de politizar, despolitiza. El futuro y la salvación son más que todo de carácter individual y la solución a los problemas se encuentra fuera del país.
Con la crisis financiera e hipotecaria, el monto total de remesas que hacen los emigrantes latinoamericanos desde el exterior a sus países de origen se desaceleró en el año 2007, según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo. Sólo el 50 por ciento de los inmigrantes consultados aseguró enviar dinero a casa, frente al 73 por ciento que lo hacía en 2006, lo que constituye una baja de más de 30%. Al cierre del 2007, México recibió 23 mil 979 millones de dólares en remesas, lo que representa un crecimiento de apenas uno por ciento respecto al 2006. En enero de 2008, los envíos tuvieron una caída de 5.87 por ciento, al sumar mil 757 millones de dólares, revelan cifras del Banco de México (Banxico). La crisis en EEUU afecta a los inmigrantes y con ello a los familiares en su país de origen. La válvula de escape comienza a cerrarse cada vez más. Aumenta la xenofobia y son cada vez más los inmigrantes deportados de EEUU. En el solo año 2003 fueron deportados 260.000 centroamericanos sin contar los costarricenses. Tratase de 94.000 Guatemaltecos, 76.000 Hondureños, 50.000 Nicaraguenses y 40.000 Salvadoreños (Baumeister, ob. cit).
Las remesas que los emigrantes centroamericanos enviaban a sus países -predominantemente desde los Estados Unidos, aunque a menudo desde otros países del istmo- alcanzaron en 2007, según estimaciones del BID, los 12 mil 160 millones de dólares, o sea, la mitad de lo que enviaron sus iguales mexicanos. Se enviaron 4,055 millones de dólares a Guatemala, 3,530 a El Salvador, 2,675 a Honduras, 990 a Nicaragua, 590 a Costa Rica y 320 a Panamá. Combinando las estimaciones del BID con las estadísticas de los bancos centrales centroamericanos podemos inferir que en 2006 las remesas superaron el valor de las exportaciones en El Salvador y Honduras, y casi llegaron a ese valor en Nicaragua; alcanzaron un valor equivalente al de la mitad de las importaciones en El Salvador; y representaron la cuarta parte del PIB en Honduras. Con las excepciones de Costa Rica y Panamá, las remesas se han colocado en un sillón de honor en las cuentas nacionales centroamericanas. Su peso ha sido impactante y así también será de fuerte el impacto de la crisis norteamericana en Centroamérica.
El valor de las remesas está entre el 9.4 y el 25.5% del PIB, va del 60 al 173.5% del valor de las exportaciones, del 30.3 al 51.6% del valor de las importaciones, del 55 al 67.6% del valor del déficit comercial y del 88.7 al 153.5% del valor del déficit comercial con Estados Unidos. En Guatemala y El Salvador las remesas superan más de seis y siete veces, respectivamente, la inversión extranjera directa. En Honduras y Nicaragua las remesas suman el triple y el doble del valor de esta inversión. Según estimaciones del sociólogo Eduardo Baumeister, en Honduras las familias receptoras de remesas sumaron “alrededor del 16%; en Nicaragua casi el 20%; en Guatemala el 24% y en El Salvador incluso el 28% de las familias del país (Véase, Eduardo Baumeister, Migración internacional y desarrollo en Nicaragua”, CELADE, Naciones Unidas, 2006).
La crisis de los migradólares será particularmente evidente en el caso de El Salvador. Hasta la fecha han sido un mecanismo de descompresión social. Una renuncia a la redistribución por la vía política. Una despolitización de la reducción de la pobreza. Y también tienen un efecto perverso sobre los mecanismos de movilidad social, porque las remesas separan el ingreso del empleo. Y así la posición como trabajador se desvincula crecientemente de la posición de clase, con lo cual se refuerza la despolitización y la evasión del conflicto. La mejora de la calidad de vida está puesta en un “más allá” terrenal, pero “más allá” al fin y al cabo. Nada de lo que se hace en el “aquí y ahora” repercute positivamente sobre el bienestar familiar, excepto el cultivo de frecuentes y amables relaciones con quienes lograron llegar al “más allá”.
La ruptura en la llegada de las remesas causará una recuperación ideológica forzosa: se acaba de golpe la renuncia de los migrantes a buscar el desarrollo en su propio país ya que se acaba el sueño de “cambiar de país” antes que “cambiar el país”. Se acabará la actual renuncia de los receptores de remesas a mantener las elementales conquistas de los trabajadores y trabajadoras (Véase, José Luis Rocha, ob. Cit.). Esta situación latentemente explosiva demandará soluciones dentro de los países latinoamericanos en general y los centroamericanos en particular. Ya no solo se trata de la soberanía agrícola, sino se demanda un proyecto país. Aquí fuerzas políticas como el FMLN de El Salvador tendrá mucha ventaja política sobre ARENA y se presenta una situación de volver de facto al proteccionismo aunque resuenan aún las ideologías neoliberales.
- Wim Dierckxsens, holandés de origen, radicado en Costa Rica. Coordinador del Foro Mundial de Alternativas para América Latina, miembro de la junta directiva de
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