¿Hasta cuándo seguiremos las mujeres dando tanto a cambio de tan poco?
02/10/2005
- Opinión
* Hay feminismos que ya no cuestionan el patriarcado.
* Advenimos sujetos desde y en el universal neutro masculino.
* El poder necesita mujeres empoderadas que hablen por todas para simular su
universalidad.
* La política correcta nos ha separado y jerarquizado.
Con afecto, pero con convicción, a todas las participantes en el próximo
Décimo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe a realizarse en Sao
Paulo,
Brasil, del 9 al 12 de octubre y al cual, esta vez, no asistiré.
El patriarcado no ha podido crear una propuesta válida y llevadera. Todas sus
utopías han fracasado, todas han pasado del breve momento del cambio
revolucionario al largo momento de la injusticia, la jerarquía y el poder sobre
otros. Del momento de la ilusión al de la corrupción y la traición.
Pero si alguna vez tuvo estas fracasadas ideas de cambio, el patriarcado tiene
hoy una crisis total, ni sus izquierdas tienen más propuesta que administrar el
sistema neoliberal, haciendo –en el mejor de los casos- que el llamado “chorreo”
(los excedentes de la riqueza acumulada por unos pocos) llegue un poquito más a
los más desfavorecidos y siempre como dádiva, como caridad, como un regalo.
La democracia ya no es ni siquiera pensar la sociedad o la economía que se
quiere sino tan sólo elegir representantes que no representan a nadie, o a muy
pocos. La organización para la democracia se ha limitado a una suerte de mercado
de libre competencia de proyectos preetiquetados desde las altas esferas para
recibir donativos. El aprendizaje de la política es el aprendizaje para que
estos proyectos sean competitivos y la política sólo la gestión de estos
paquetes preestablecidos. El diseño de mundo se lo reparten las transnacionales.
¿De veras no es posible cambiar el sistema?
La idea de que no es posible cambiar el sistema, que sólo hay que administrarlo
mejor, es algo que ha permeado a muchos feminismos. Sobre todo a aquellos
basados en la idea de que para que sea posible hacer un cambio de paradigma es
necesario terminar de construir las ideas de igualdad de la ilustración. Es
decir para aquellos feminismos que –por etapas- todavía siguen cobrándole a la
Revolución Francesa la guillotinada o el exilio de sus preclaras líderes mujeres
y siguen exigiéndole a esta etapa de la historia patriarcal que reivindique la
igualdad de Olimpia de Gouges con Dantón o Marat.
Esto significa que las mujeres se universalicen a través de la igualdad con el
varón en el universal neutro masculino, sin poner en cuestión ni a esa lógica ni
al poder ni al Estado patriarcal. Que advengamos sujetos desde ese universal
neutro masculino, sin importar que todas las mediaciones con las que eso tiene
que hacerse nieguen nuestros cuerpos de mujeres.
De allí que el objetivo sea empoderarse allí donde el poder está, el camino sea
el Estado (sus espacios e instituciones) y la práctica: alianzas de todas las
mujeres, no importa que ideología tengan, siempre que se acumule fuerza para
ganar estos espacios y demostrar que desde allí se pueden lograr algunas mejoras
para ciertas condiciones específicas generadas por la subordinación y la
dominación que el sistema ejerce sobre todas nosotras. El fin justifica los
medios.
De allí que muchos feminismos hayan de pronto olvidado el concepto de
patriarcado, sumándose a la idea de que el sujeto universal ha muerto y que sólo
quedan sujetos individuales y diversos. Las mujeres somos ahora ¡tantas! y ¡tan
diversas! y determinadas por ¡tantas identidades! que ya no existe más la
dominación universal sobre nosotras. Ya prácticamente no hay un nosotras. Sólo
mujeres organizadas por identidad y demandas específicas a través de las cuales
vamos a construir nuestra participación en el mundo... ¡el de ellos, por
supuesto!
De allí que se haya olvidado el cuestionamiento al poder, a los poderes. Ahora
el poder, como capacidad de dominación y representación -particularmente
masculino- es algo que desde esta lógica se desea y se siente como necesario, al
que hay que acceder. Parece que hubiera vuelto a ser neutro. Se necesitan
mujeres empoderadas que hablen por todas para poder simular esa universalidad.
De allí que se haya olvidado el hablar desde el YO, en primera persona ¿Para qué
voy a cultivar voz propia si ya vamos teniendo empoderadas que hablen por
nosotras?
Esto significa volver a regalarle a la masculinidad su fantasía de neutralidad
universal. Resulta que sólo con más mujeres en el Banco Mundial, en el Fondo
Monetario Internacional, en los gobiernos, en los parlamentos y hasta en los
ejércitos, parece que vamos a hacer un mundo mejor y cambiar la validez de las
mujeres y su legitimidad. Gracias al mundo masculinista ya no seremos lo otro,
el no-varón. Ya no hay que cuestionar la lógica patriarcal.
Esto es lo quería el Consenso de Washington cuando puso como una de sus
prioridades el trabajo con la sociedad civil. Esto es lo que quiere la guerra
para hacerla una experiencia sin género definido. Esto es lo que quieren los
grandes poderes para hacer ver que ellos abren su democracia y mostrar que sólo
la terquedad, la incomprensión o la falta de madurez de las demandantes impiden
los avances.
¡Es cosa de ya no ser contestataria! nos dicen, ¡hay que ser propositiva! nos
repiten y lo peor lo dicen feministas. ¡El feminismo debe pasar de la protesta a
la propuesta! decía Marta Lamas en un gran espacio que el diario Reforma le dio
a ella junto a una serie de connotados varones intelectuales -fíjense, a varones
no a mujeres- para hablar de feminismo, con motivo del aniversario de su revista
Debate Feminista y si no le haces propuestas al sistema es “inmadurez política”
agregaba Marta.
Se entiende como propuesta sólo la que se le hace al sistema, toda lo demás
queda en el rango de la inmadurez. El sistema –ahora por voz de sus empoderadas-
define no sólo lo que es o no es propuesta, además define mi madurez política.
La izquierda y los aportes del feminismo
Muchos de los aportes del feminismo acerca del debate sobre el poder, los ha
retomado lo que podríamos denominar como la izquierda más crítica y se los ha
apropiado, como siempre, sin darle crédito alguno a las mujeres. Esa izquierda
está planteando hoy que se debe cambiar el mundo sin tomar el poder. Está
elaborando toda una revisión del Estado y de la no participación en él, ya que
éste representa “la forma de relación social desarrollada históricamente para
suprimir la desobediencia, encerrar al imaginario y hacer sólo lo inmediatamente
posible. Espacios todos donde las maneras de hacer y de pensar sofocan a la
imaginación que florece en la rebeldía” (John Holloway).
Si la misma izquierda, nada feminista ni antipatriarcal, se da cuenta de esto.
¿Qué pasa con tantas feministas que se sienten obligadas a tomar los métodos y
los lenguajes del poder, reproduciendo ahora el masculinismo en nosotras y ya no
quieren ver que la única salida es buscar los caminos y las formas de cambiar la
lógica patriarcal e imaginar la sociedad que se quiere fuera de las lógicas
instaladas?
Reconozco que algunas acciones de carácter inmediato pueden dar alguna
posibilidad a una que otra mujer. Pero no tocan la lógica en que se funda la
miseria simbólica de las mujeres, y los cambios en la misma lógica terminan por
reinsertar los enormes esfuerzos en el mismo sistema sin crear mundo, ni
mediaciones, ni simbolizaciones de mujeres. Ese feminismo, con su política de lo
posible, ha tenido que cambiar el lenguaje, suavizarlo, hacerlo políticamente
correcto, establecer nuevas jerarquías entre mujeres e incluso separase de ellas
(Por ejemplo: las expertas y las demás), desmantelar lo más rebelde de nuestras
organizaciones para hacerse eficiente, en esa eficiencia que demanda la política
correcta que puede escuchar el poder, adecuar los ritmos y tiempos a los ritmos
de las estructuras patriarcales y minimizar sus sueños. Mientras llora que las
jóvenes ya no quieren ser feministas, va creando un discurso que ya no es
significativo para las mujeres y menos para el conjunto de la sociedad, máximo
resulta útil a políticos e intelectuales políticamente correctos o necesitados
del voto femenino.
No voy a hacer una reseña de las atrocidades que inauguran el siglo, las vivimos
cada día a 24 cuadros por segundo. Me parece que está más claro que nunca que lo
que está en cuestión hoy, es el modelo mismo de la cultura. A las mujeres no nos
pertenece esta crisis. Aunque la suframos y estemos inmersas en ella, es la
crisis de la masculinidad hecha cultura y sociedad, es autoría de esa lógica. Si
el desafío del feminismo es que nuestras democracias se parezcan más a Zapatero
que a Bush, yo digo ¡Qué desafío tan pobre ha generado una visión tan rica!
¡Ahora resulta que nuestro desafío es parecernos lo más posible a las formas
menos peores de la masculinidad!
Pensar que desde ahí se puede cambiar la realidad sólo muestra la realidad de
que el poder las cambia a ellas. Si hace unas décadas nos bajamos de los tacones
altos para cuidar nuestro cuerpo y romper un pedacito del imaginario masculino
que manejaba nuestros cuerpos a su antojo, la mayoría de las empoderadas de hoy
se han vuelto a subir a ellos y a los vestidos incómodos y nice para verse
¡inteligentes pero femeninas! según el patrón masculino (heterosexual y clasista,
por lo demás) de moderna feminidad. Hasta el Instituto Simone de Beauvoir
imparte clases sobre la apariencia para el “nuevo tipo de liderato femenino”
¿Puede alguien decirme que el poder tradicional y masculino no resulta peligroso
y nos vuelve a desencontrar de nuestros cuerpos cuando apenas los estábamos
retomando?
El fracaso de las cumbres globales exige replantear las cosas
Por otra parte, oímos a cada rato que las estrategias de empoderamiento y de
ganar espacios dentro del sistema no dan los frutos esperados. Últimamente no
hay conferencia o reunión de evaluación de esas de Beijing, Beijing más 5, más
10, Cairo más tres, más 7 (¿en qué número van, quién lleva la cuenta de cuántos
millones de dólares se han gastado en pasajes, hoteles, viáticos, shopping y
demás?), o cumbre de esto o de lo otro, donde no se plantee que los gobiernos no
hacen caso, que no se escuchó, que no cumplieron los acuerdos, que no hicieron
lo prometido, que no y que no y que no, que nada, casi nada, funciona ¿No habla
esto de la necesidad de replantear las cosas, que algo anda mal en la lógica de
esta estrategia? ¿O se va a hacer lo que hace unas semanas, en una de sus
cumbres de líderes empoderados decían las y los del mainstream indígena, esto es:
como la incorporación de indios en los grandes organismos internacionales no ha
logrado que se retomen nuestras demandas, tenemos que... poner más indios en
estos organismos?
La política de las demandas ha limitado la posibilidad de pensar el mundo entero,
ha adoptado la parcialización que tanto necesita el sistema, ha encerrado a las
mujeres en una suerte de sindicato reivindicativo y sectorial. Mientras el mundo
se cae a pedazos, la gente pierde el sentido de la vida y no encuentra
horizontes significativos, las empoderadas hacen partidos políticos sin poder ni
siquiera balbucear una idea medio completa de mundo, de futuro, nuevas
significaciones que abran horizontes a la vida plena que la humanidad busca
desesperada. Por el contrario, se declaran “realistas”, “maduras” y por lo tanto
antirradicales socialdemócratas. Para estar en el poder hay que caerle bien al
poder.
Mientras el imperio arma la guerra, las empoderadas feministas del norte
enmudecen y votan a favor de ella en patriótico acto de defensa de su paisito
imperial sin darse cuenta que acto seguido vendría la represora “Patriotic Act”,
mientras las empoderadas no feministas torturan a iraquíes en las cárceles de la
tierra donde nacieron las primeras diosas madres de la humanidad.
El patriarcado siempre se apodera de todo. Lo significativo para las mujeres es
que ahora son mujeres –incluso lesbianas- las que claman por la mirada masculina,
las que plantean que el desafío del feminismo es incorporar a los hombres, como
tan claramente y sin tapujos lo planteó también Marta Lamas en su artículo
escrito para el libro de los 20 años de La Jornada. Resulta ahora que las
discriminadoras (a los inteligentes varones) somos las mujeres y que nuestro
pensamiento no podrá ser ni tendrá estatuto de validez si no lo hacemos en
matrimonio heterosexual con los deseos e ideas de la masculinidad ¿Son ellos los
que legitimarán nuestra fortaleza?
Alguien dirá: “pero si es en el Banco Mundial donde están decidiendo mi destino
¿Por qué no voy yo a estar ahí, por qué no voy a tratar de incidir en ese
destino?” Otra me dirá: ¿Qué hacer ante, por ejemplo, los asesinatos de Ciudad
Juárez? ¡El gobierno tiene que resolverlos, tiene que pararlos!
Sí, todas queremos no sólo estar donde se resuelve mi destino, sino directamente
resolverlo desde mí, de eso se trata. Sin embargo sabemos, porque lo sabemos,
que ni aunque haya geniales mujeres ahí, el Banco Mundial (BM) va a cambiar sus
políticas vertebrales y que el gobierno no va a resolver de verdad los
feminicidios. Una va, máximo y con una enorme energía invertida de nuestra parte,
a etiquetar unos fonditos para que desde algún programa oficial lleguen unos
pesitos a una que otra señora y ésta se lo gaste -no en mejor vivir para sí
misma sino- en un menos hambrear -que no dejar de hambrear- de sus hijos;
mientras por otra parte el BM seguirá presionando a nuestros países para que
reduzcan el gasto público y malbaraten lo poco que queda en privatizaciones, es
decir para que haya otros millones de señoras como esa y tengamos que volver a
invertir más y más energías en que medio hambree y no hambree del todo.
El otro va a cambiar un par (y luego otro par) de funcionarios/as mientras
divide a las víctimas, esconde las verdades y protege a los grandes poderosos
que cometen esos crímenes. Resolución que no resuelve mientras los feminicidios
siguen y siguen.
¿Hasta cuando seguiremos dando tanto, a cambio de tan poco?
Si somos honestas, tenemos que aceptar que no es en el Banco Mundial donde se
resuelve mi destino, salvo por lo negativo, pero nunca, jamás, por donde yo lo
sueño y necesito, eso es como creer que el capital tiene la posibilidad de ya no
producir valor y sabemos, porque lo sabemos, que no es en el ministerio público
ni en los tribunales donde se hará justicia a las asesinadas de Juárez. Eso es
creer que el derecho patriarcal se va a deshacer a sí mismo haciendo justicia a
las mujeres ¿Es el feminicidio un acto sólo de delincuentes o un acto salido del
profundo inconsciente del patriarcado herido e inestable?
¿Hasta cuando seguiremos dando tanto, a cambio de tan poco?
Tenemos que replantearnos lo que es hacer política desde y para las mujeres. Una
verdadera otra política que nos dé valor y autoridad, en el sentido de autoría.
No podemos ya seguir jugando al poder neutro, al Estado neutro, a la política
neutra, porque sólo estaremos jugando al poder masculino, al Estado masculino, a
la política masculina. Para ello no tenemos que seguir haciéndonos las mismas
preguntas, hay que cambiarlas, urge cambiarlas y tenemos que hacerlas desde otro
lugar, desde otro espacio, desde otros imaginarios. Entonces una nueva
imaginación surgirá, porque dejaremos de oír los cantos del poder, su música,
sus sonidos, su ritmo. Las mujeres necesitamos oír nuestra propia voz, confiar
en nuestra propia experiencia y –conscientes de que no nacimos en una probeta-
complejizarla cada día, revisarla cada día. Entonces se nos van a ocurrir muchas
formas de evitar nuevos feminicidios. Muchas otras formas de otras posibles
economías. Otras ciudades, otras estéticas, otras formas de enseñar y aprender,
otras formas del derecho, otras relaciones y hasta otras formas del amor.
Necesitamos dejar de ser un sector de la masculinidad para ser humanas completas.
Salirnos de donde el patriarcado nos ha puesto y quiere seguir manteniéndonos
inventando para nosotras algo nuevo cada día, que es sin embargo más y más de lo
mismo. Necesitamos dejar este movimiento fundamentalmente identitario para pasar
a ser un movimiento con capacidad de generar propuestas completas para la vida
completa, capaz de leerlo todo, de revisarlo todo, de imaginar y proponer mundos
completos, no sólo saludes reproductivas (concepto de por sí cuestionable que
amarra nuevamente a mi sexualidad con la reproducción). Lo necesitamos las
mujeres, pero también lo necesita la humanidad entera.
Si no, ¿hasta cuando seguiremos dando tanto ¡tanto! a cambio de tan poco?
- Ximena Bedregal Sáez
Fuente: Diario La Jornada (México), 3-X-2005
www.jornada.unam.mx/2005/10/03/informacion/86_ximena.htm
https://www.alainet.org/de/node/113259?language=en
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