Revolución e identidad
04/10/2004
- Opinión
Tal vez uno de los mayores logros de la Revolución en Venezuela
es haber comenzado a construir una auténtica identidad nacional.
¿Por qué?
Antes de la Revolución, se decía que en el exterior los
venezolanos éramos conocidos por el petróleo y por las mujeres
hermosas. También se decía que, en tiempos de CAP, nos
reconocían por expresiones como "tabarato, dame dos". Es decir,
no nos conocían por nuestra historia, por nuestros valores, por
nuestros héroes nacionales. Asimismo, los venezolanos no nos
autorreconocíamos como tales. Las aspiraciones de los sectores
de clase media y alta eran parecerse cada vez más a los
estadounidenses, copiando patrones de conducta foráneos y
repitiendo valores de consumo. Durante años se nos vendió un
modelo según el cual éramos medidos y valorados por cuánto
teníamos en dinero y por las mercancías que exhibíamos. Los
símbolos de estatus estaban perfectamente definidos en revistas
importadas exclusivamente del norte como Times o Newsweek.
Con la Revolución, esto empezó a cambiar. Los venezolanos
iniciamos el rescate de nuestros héroes y de nuestra historia.
Comenzamos a reconocer en Bolívar y en el bolivarianismo un
elemento alrededor del cual podíamos identificarnos y
diferenciarnos en el concierto de naciones, a la vez que el
mismo bolivarianismo nos permitía integrarnos en nuestro entorno
latinoamericano. Así mismo, los venezolanos empezamos a
pronunciar palabras que estaban proscritas. Revolución,
antiimperialismo y bolivarianismo fueron términos que inundaron
los discursos oficiales y las conversaciones en las calles.
Personajes silenciados por la Historia Oficial (la que
escribieron los vencedores) empezaron a brillar. Los venezolanos
escuchamos ahora, con otro sentido, a Ezequiel Zamora, Simón
Rodríguez, Cipriano Castro y el "mocho" Hernández, por citar
algunos. Se reivindicaron figuras fuera de nuestras fronteras,
tales como Fidel Castro, Augusto César Sandino, el Che Guevara,
Mao Tse Tung y Farabun! do Martí, entre otros. Incluso en el
aspecto cultural, se comenzó a escuchar, en las emisoras y
televisoras del Estado la voz de Alí Primera, no siendo así, por
supuesto, en los medios privados.
No fue casual esa pérdida de identidad cultural de la IV
República. Un modelo de dominación capitalista intentó
convencernos de que la globalización era conveniente para todos
los pueblos. Nuestros acervo y bienes culturales intentaron ser
arrebatados, deformados y hasta privatizados. El informe 2004
del PNUD, "La Libertad Cultural en el Mundo Diverso de Hoy",
señala que los bienes culturales "transmiten ideas, símbolos y
modos de vida y son una parte intrínseca de la identidad de la
comunidad que los produce," en tal sentido, dejar en manos en
manos de las fuerzas de mercado la producción cultural reduciría
drásticamente la diversidad cultural. Eso sucedió en Venezuela,
se intentó que nuestra producción cultural se manejara como una
empresa que se regiría por las leyes del mercado y de la
competencia. Intentaron dominarnos deformando nuestra identidad
cultural "con modelos importados que no son la solución"
(Plástico, Rubén Blades).
La Revolución ha hecho énfasis en el factor cultural, no sólo
creando un Ministerio para la Cultura, sino sentando las bases
de una verdadera identidad que día a día se construye. Por eso
citamos a Daniel Mato, 1993. (Construcción de identidades
pannacionales y transnacionales en tiempos de globalización,
Fondo Editorial Tropikos) quien señala que la identidad cultural
implica una construcción y no un legado pasivamente heredado, es
decir, hoy en día, esa construcción es una recuperación del daño
que sufrimos en lo cultural como pueblo y un avance en el
desarrollo de nuestra identidad. También señala el mismo autor
que "históricamente, la identidad cultural ha jugado un papel
fundamental en la movilización de grupos étnicos, sectores
populares, estados nacionales, entre otros, asignando un sentido
y una fortaleza a procesos de transformación social y política".
He allí la importancia de dotarnos de una identidad nacional y
cultural que nos de la fuerza para los procesos de !
transformación, para la formación de la Nación y para la
Revolución.
En esta nueva identidad no tienen sentido los valores del
individualismo y la competencia, tan ampliamente difundidos por
los medios de comunicación y piedras angulares del
neoliberalismo. Estos principios tropezaron con conceptos
diferentes en la Revolución. Es así como hoy se habla de la
solidaridad y de la cooperación como ideas contrapuestas y
enfrentadas a los valores del capitalismo exacerbado. Se
enfrenta a un modelo de desarrollo importado del norte con un
modelo de desarrollo endógeno, sustentable y autogestionario. El
modelo de empresarios que se propone (los cooperativistas)
tienen como fin el bien común y el desarrollo social, y no el
enriquecimiento individual a costa del sufrimiento, la
explotación y la pobreza de otros.
Incluso, los valores de la belleza también empezaron a cambiar.
Hoy reconocemos la belleza en el rostro de los incluidos, en la
alegría de quienes cuentan con programas como Barrio Adentro, en
la esperanza de quienes sueñan progresar con la misión Vuelvan
Caras y quienes ven a sus hijos con la educación garantizada. La
belleza no está en el rostro anglosajón de los comerciales de
TV, ni en los patrones que a fuerza de cirugía construye Osmel
Sousa, ni en los implantes de las damas de la "high", ni mucho
menos en las mercancías occidentales. La belleza está en el
entusiasmo del pueblo que empieza a sentir la verdadera
venezolanidad, que disfruta por primera vez de la Libertad, que
asume y ejerce plenamente la libertad de expresión, y para quien
el recuerdo de la represión, las torturas y las muertes quedaron
para siempre en el pasado de la IV República.
Somos, tal como reza nuestra constitución, una sociedad
democrática, participativa y protagónica, multiétnica y
pluricultural que intenta construir un Estado verdaderamente
libre y soberano, que reconozca a esa inmensa mayoría que
durante siglos estuvo viviendo la exclusión social. En base a
ese Estado en que nos constituimos a partir de 1999, y
consustanciados con los valores de esta nueva identidad es que
nos dedicamos a la tarea de convertimos en Nación, entendida
como el pueblo que adquiere voluntad política (Heller, H.
(1.961). Teoría del Estado. México: Fondo de Cultura Económica).
Somos ese pueblo que en base a una voluntad política clara, ha
tomado conciencia de su papel en el mundo globalizado,
neoliberal y unipolar, construyendo una Nación con identidad
propia, enfrentado a ese mundo multiplicador de pobreza, y
armado principalmente de cooperación, solidaridad e
internacionalismo. Somos un pueblo con Revolución e Identidad.
(Caracas, 5 de octubre de 2004)
https://www.alainet.org/de/node/110673?language=en
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