Entrevista a Noam Chomsky: Lenguaje Colateral
01/09/2003
- Opinión
Noam Chomsky es profesor en el departamento de lingüística y
filosofía del Massachussets Institute of Technology (MIT). Es autor
de numerosos libros, sus últimos son "Power and Terror" y "Middle
East Illusions". Su libro 9-11 ha sido un bestseller internacional.
BARSAMIAN: En los últimos años el Pentágono y, más tarde los medios
de comunicación, han adoptado el término "daños colaterales" para
describir la muerte de civiles. Hábleme de la función del lenguaje a
la hora de constituir y dar forma a lo que la gente percibe de los
acontecimientos.
CHOMSKY: Bueno, es tan antiguo como la historia. En realidad no
tiene mucho que ver con el lenguaje. El lenguaje es el modo en que
interactuamos y nos comunicamos, así que, naturalmente, los medios
de comunicación y el trasfondo conceptual que hay tras el lenguaje,
que es más importante, son usados para tratar de dar forma a
actitudes y opiniones e inculcar conformismo y subordinación. No es
extraño que fuera creado en las sociedades más democráticas.
El primer ministerio de propaganda coordinado, llamado Ministerio de
Información, fue creado en Gran Bretaña durante la primera guerra
mundial. Su misión era, tal como fue descrita, controlar la mente
del mundo. Lo que más les preocupaba era la mente de Estados Unidos
y, más concretamente, la de los intelectuales estadounidenses.
Pensaban que si podían convencer a los intelectuales estadounidenses
de la nobleza del esfuerzo bélico británico, los intelectuales
podrían conseguir llevar a la población, básicamente pacifista de
EE.UU. -que, con razón, nada quería tener que ver con las guerras
europeas-, a un estado de fanatismo e histeria que les llevaría a
participar en la guerra. Gran Bretaña necesitaba el respaldo de
EE.UU., así que volcó su Ministerio de Información principalmente
hacia la opinión estadounidense y sus líderes. La administración
Wilson reaccionó constituyendo la primera agencia estatal de
propaganda en EE.UU., llamada Comité sobre Información Pública.
Tuvo mucho éxito, principalmente con intelectuales liberales
estadounidenses, gente del círculo de John Dewey, quienes de hecho
estaban orgullosos de haber creado, por primera vez en la historia
según ellos, un fanatismo de tiempos de guerra, y no por parte de
líderes militares ni políticos sino por los miembros más
responsables y serios de la comunidad, los reflexivos intelectuales.
Y organizaron una campaña de propaganda que consiguió en pocos meses
convertir a una población relativamente pacifista en fervientes
fanáticos anti alemanes que querían destruír todo lo alemán. Se
llegó a un punto en el que la Orquesta Sinfónica de Boston no podía
interpretar a Bach. El país fue llevado a la histeria.
Los miembros de la agencia de propaganda de Wilson incluían a gente
como Edward Bernays, quien se convirtió en el gurú de la industria
de relaciones públicas, y Walter Lippmann, el principal intelectual
público del siglo XX y la figura más respetada de los medios. Ellos
aprendieron mucho de aquella experiencia. Si se leen sus escritos de
los años 20, decían que habían aprendido de ella que se puede
controlar a la opinión pública, que se pueden controlar actitudes y
opiniones. Aquí es donde Lippman dijo: "podemos fabricar el consenso
mediante la propaganda". Bernays afirmó: "los miembros más
inteligentes de la comunidad pueden conducir a la población a donde
quieran" mediante lo que el llamaba la "ingeniería del consenso".
"Es la esencia de la democracia", dijo.
Esto también llevó al nacimiento de la industria de las relaciones
públicas. Es interesante observar el pensamiento en los años 20,
cuando esta surgió. Fue el periodo del Taylorismo en la industria,
cuando los trabajadores estaban siendo entrenados para convertirse
en robots, con todos los movimientos controlados. Esto creó una
industria muy eficiente, con seres humanos convertidos en autómatas.
Los bolcheviques quedaron también muy impresionados con ello.
Trataron de copiarlo. De hecho, lo intentaron por todo el mundo.
Pero los expertos del control del pensamiento se dieron cuenta de
que no sólo puedes tener lo que se llamó un control en el trabajo,
sino también fuera de él. Es su frase. Controlarles fuera del
trabajo induciéndoles una filosofía de la frivolidad, concentrando
la atención de la gente en cosas superficiales de la vida, como el
consumo de moda, para básicamente quitárnoslos de encima. Dejad que
la gente que se supone que debe llevar las riendas lo haga sin la
interferencia de las masas, que no han perdido nada en el foro
público. De aquí surgen enormes industrias, desde la publicidad
hasta las universidades, todas ellas conscientemente dedicadas a la
idea de que debemos controlar actitudes y opiniones porque la gente
es sencillamente demasiado peligrosa.
Es especialmente chocante que se desarrollara en las sociedades más
democráticas. Intentaron copiarlo en Alemania, la Rusia bolchevique,
Sudáfrica y otros sitios. Pero fue siempre un modelo claramente
estadounidense. Hay un buen motivo detrás de todo esto. Si puedes
controlar a la gente por la fuerza no es tan importante controlar lo
que piensan y sienten. Pero si pierdes la capacidad de controlar a
la gente por la fuerza, se hace más necesario controlar actitudes y
opiniones.
Esto nos lleva hasta la actualidad. Ahora la gente no está dispuesta
a aceptar agencias estatales de propaganda, así que la Oficina de
Diplomacia Pública de Reagan fue declarada ilegal y tuvo que
funcionar con métodos menos directos. Lo que ocupó su lugar fueron
los despotismos privados, básicamente corporaciones, que llevan a
cabo la función de controlar la opinión y las actitudes. No reciben
órdenes del gobierno pero por supuesto están muy vinculadas a éste.
Este es nuestro sistema actual. Muy seguro de sí mismo. No hace
falta que especulemos demasiado sobre lo que hacen, porque ellos son
lo bastante amables como para contárnoslo en publicaciones
industriales e incluso en la literatura académica.
Si retrocedemos, digamos a los años 30, encontramos probablemente
los orígenes de buena parte de la ciencia política moderna. En 1933,
un liberal wilsoniano, Harold Lasswell, escribió un artículo llamado
"Propaganda" en la Enciclopedia de Ciencias Sociales, una importante
publicación, cuyo mensaje era literalmente: "no debemos sucumbir a
los dogmatismos democráticos que hablan de los hombres como los
mejores jueces de sus propios intereses". No lo son, lo somos
nosotros. Y como la gente es demasiado estúpida e ignorante para
comprender cuáles son sus intereses, por su propio bien -ya que
somos grandes humanitarios- debemos mantenerlos al margen y
controlarles. La mejor manera de hacerlo es la propaganda. La
propaganda no tiene nada de negativo, dijo. Es tan neutral como el
asa de una cacerola. Puede ser usada para hacer el bien o el mal. Y
como somos personas nobles y maravillosas la usaremos para el bien,
para asegurar que las masas estúpidas e ignorantes se mantiene al
margen, lejos de cualquier capacidad de tomar decisiones.
Las doctrinas leninistas son aproximadamente las mismas. Existen
grandes similitudes. Los nazis también lo utilizaron. Si lee Mein
Kampf, observará que Hitler estaba muy impresionado por la
propaganda anglo-americana. Argumentaba, no sin razón, que eso fue
lo que ganó la primera guerra mundial y prometió que la próxima vez
los alemanes también estarían preparados y desarrollarían sus
propios sistemas de propaganda basados en las democracias. Los rusos
lo intentaron, pero era demasiado tosco para ser eficaz. Sudáfrica
lo usó, otros lo siguen haciendo hoy en día. Pero la verdadera
vanguardia son los Estados Unidos, porque es la sociedad más libre y
democrática y ahí es mucho más importante controlar actitudes y
opiniones.
Podemos leerlo en el New York Times. Publicaron un interesante
artículo sobre Karl Rove, el manager del presidente -básicamente su
cerebro, el que le enseña lo que debe decir y hacer-, describiendo
lo que Rove está haciendo ahora. No estuvo directamente implicado en
la planificación de la guerra, pero tampoco lo estuvo Bush. Eso
estuvo en manos de otras personas. Pero su objetivo, dice, es
presentar a Bush como un poderoso líder belicista, de cara a las
nuevas elecciones presidenciales, para que los republicanos puedan
sacar adelante su agenda doméstica -que es en lo que él se
concentra-. Esto significa recortes fiscales -ellos dicen para la
economía, queriendo decir para los ricos- y otros programas que no
se molesta ni en mencionar, pero que están diseñados para beneficiar
a un sector minúsculo de los muy adinerados y privilegiados y
tendrán un efecto nocivo para la gran masa de la población. Pero aún
más significativo que eso -aunque no se destaca en el artículo- es
el intento de destruir la base institucional de los sistemas de
servicios sociales, el intento de eliminar cosas como colegios, la
seguridad social o cualquier cosa basada en la idea de que la gente
se preocupe por los demás. Esta es una idea horrible que hay que
sacar de las cabezas de la gente. La idea de tener simpatía y
solidaridad, de preocuparse por que la viuda discapacitada del otro
extremo de la ciudad tenga algo que comer, es algo que hay que
eliminar de las cabezas de la gente.
Existe una clara brecha en la guerra de Irak entre la opinión
pública estadounidense y la del resto del mundo. ¿Atribuye esto a la
propaganda?
No cabe ninguna duda sobre ello. La campaña sobre Irak comenzó el
pasado septiembre. Esto es tan obvio que incluso es discutido en
publicaciones convencionales, como la United Press International
(UPI), cuyo principal analista político, Martin Sieff, escribió un
extenso artículo describiendo cómo se hizo. En septiembre, cuando
casualmente daba comienzo la campaña para el congreso, empezaron los
redobles de la propaganda de guerra. Tuvo un par de temas
constantes. Una de las grandes mentiras fue que Irak constituía una
amenaza inminente para la seguridad de los Estados Unidos. Tenemos
que detenerles ahora o ellos nos destruirán mañana. La segunda gran
mentira fue que Irak estaba detrás del 11 de Septiembre. Nadie lo
dice directamente, es de algún modo insinuado.
Mire las encuestas. Reflejan la propaganda muy directamente. La
propaganda es distribuida por los medios de comunicación. Ellos no
la inventan, simplemente la distribuyen. Se lo puede atribuir a
altos funcionarios del gobierno o a quien quiera. El hecho es que la
campaña de propaganda enseguida se reflejó en las encuestas. A
partir de septiembre prácticamente el 60 por ciento de la población,
con leves oscilaciones, cree que Irak es una amenaza a nuestra
seguridad. El congreso, si miramos la declaración de octubre -cuando
autorizaron al presidente a hacer uso de la fuerza-, dijo que Irak
era una amenaza a la seguridad de EE.UU. Para entonces
aproximadamente la mitad de la población, quizás ahora más, cree que
Irak fue el responsable del 11 de Septiembre, que iraquíes viajaban
en los aviones, que están planeando nuevos ataques.
No hay nadie más en el mundo que crea todo esto; no hay ningún país
en el que se considere a Irak como una amenaza a su seguridad.
Kuwait e Irán, que fueron ambos invadidos por Irak, no consideran a
Irak una amenaza. Irak es el país más débil de la región y como
resultado de las sanciones, que han asesinado a cientos de miles de
personas -unos dos tercios de la población están al borde de la
inanición- el país tiene la economía y la fuerza militar más débiles
de la región. Su economía y su gasto militar son aproximadamente la
tercera parte de los de Kuwait, que cuenta con el 10 por ciento de
su población, y muy por debajo de otros. Por supuesto, todo el mundo
en la región sabe que allí hay una superpotencia, la base militar
estadounidense en ultramar, Israel, que posee cientos de armas
nucleares y unas fuerzas armadas robustas que dominan completamente
todo.
Pero sólo en los Estados Unidos hay miedo por cualquiera de estas
creencias. Se puede atribuir el auge de estas creencias a la
propaganda. Es interesante que EE.UU. sea tan susceptible a ella.
Hay una base, un trasfondo cultural interesante. Por los motivos que
sea, el hecho es que EE.UU. es un país muy asustado en términos
comparativos. Aquí los niveles de miedo a casi todo; crimen,
extraterrestres, cualquier cosa, son mucho mayores de lo habitual.
Se podría argumentar e investigar sobre los motivos, pero ese
trasfondo está ahí.
¿Qué hace a Estados Unidos tan susceptible a la propaganda?
Esa es una buena pregunta. No digo que sea más susceptible a la
propaganda, es más susceptible al miedo. Es un país asustado. Los
motivos, francamente, no los comprendo pero están ahí y se remontan
muchos años en la historia de EE.UU. Probablemente tenga que ver con
la conquista del continente, cuando había que exterminar a la
población nativa; con la esclavitud, cuando había que controlar a
una población considerada como peligrosa, porque nunca se sabía
cuándo se iba a rebelar. Quizá sea un reflejo de la enorme seguridad
de Estados Unidos. Ésta es mucho mayor que la de cualquier otro
país. EE.UU. controla el hemisferio, controla ambos océanos y ambas
orillas de los dos océanos, nunca amenazadas. La última ocasión en
que EE.UU. estuvo amenazado fue en la guerra de 1812. Desde entonces
sólo conquista otros países. De cierta forma esto genera una
sensación de que alguien va a venir a por nosotros, de manera que el
país termina estando muy asustado.
Hay un motivo por el cual Carl Rove es la persona más importante de
la administración Bush. Es un experto en relaciones públicas
encargado de fabricar las imágenes. De esta manera consigue sacar
adelante la agenda doméstica, llevar a cabo la política
internacional asustando a la gente y crear la impresión de que un
líder poderoso nos va a salvar de la destrucción inminente. The
Times prácticamente lo dice porque es muy difícil mantenerlo oculto.
En eso consiste.
Una de las construcciones léxicas que me gustaría que comentara es
la de "periodistas empotrados" (" embedded journalists", en inglés).
Este es un término muy interesante. Es interesante que los
periodistas estén dispuestos a aceptarlo. A ningún periodista
honesto le gustaría describirse a sí mismo como "empotrado". Decir
"soy un periodista empotrado" es como decir " soy un propagandista
del gobierno". Pero es aceptado. Y esto ayuda a implantar la
concepción de que cualquier cosa que hagamos es correcta y justa;
por lo tanto, si te encuentras empotrado en una unidad
estadounidense, eres objetivo. De hecho, lo mismo ocurrió, en
algunos aspectos incluso de forma más dramática, en el caso de Peter
Arnett. Peter Arnett es un periodista experimentado y respetado, con
grandes logros a su crédito. Es odiado aquí precisamente por eso.
Por el mismo motivo por el que es odiado Robert Fisk.
...siendo Fisk británico y Arnett originario de Nueva Zelanda.
Fisk es con diferencia el periodista de Oriente Medio más
experimentado y respetado. Lleva allí una eternidad, ha hecho un
trabajo excelente, conoce bien la región y es un gran periodista. Es
despreciado aquí. Rara vez se puede leer una palabra suya. Si se le
menciona es para denunciarle de algún modo. La razón es que es
simplemente demasiado independiente. Nunca sería un periodista
empotrado. Peter Arnett es condenado porque ofreció una entrevista a
la televisión iraquí. ¿Se condena a alguien por conceder una
entrevista a la televisión estadounidense? No, eso es maravilloso.
El ataque a Afganistán en octubre de 2001 generó un par de estos
interesantes términos, que usted ha comentado. Uno fue la "Operación
Libertad Duradera" y otro "combatiente ilegal". Toda una innovación
en la jurisprudencia internacional.
Es una innovación desde el período de la posguerra. Después de la
segunda guerra mundial se estableció un marco legal internacional
relativamente nuevo, incluyendo las convenciones de Génova. Y éstas
no aceptan ningún concepto como "combatiente enemigo" en la manera
en que es usado aquí. Se pueden tener prisioneros de guerra pero no
existe una categoría nueva. De hecho es una categoría antigua,
anterior a la segunda guerra mundial, cuando se podía hacer
prácticamente todo. Pero bajo las convenciones de Génova, que fueron
establecidas para incriminar formalmente los crímenes de los nazis,
esto se cambió. Así que los prisioneros de guerra deben tener un
estatus especial. La administración Bush, con la ayuda de los medios
de comunicación y los tribunales, está retrocediendo al período
previo a la segunda guerra mundial, cuando no existía un marco legal
internacional serio que se hiciera cargo de los crímenes de guerra y
contra la humanidad, y ha decidido no sólo llevar a cabo una guerra
de agresión sino también clasificar a las personas que bombardea y
captura como una nueva categoría que no posee derecho alguno.
Han ido mucho más allá. La administración ahora reclama el derecho
de llevar allí a personas, incluidos ciudadanos estadounidenses,
para confinarlas indefinidamente sin acceso alguno a familiares o
abogados, y mantenerlas allí sin cargos hasta que el presidente
decida que ha terminado la guerra contra el terrorismo, o como lo
quiera llamar. Esto no tiene precedentes. Y ha sido, hasta cierto
punto, aceptado por los tribunales. De hecho están yendo aún más
lejos que el nuevo decreto, llamado también PATRIOT ACT 2, que aún
no ha sido ratificado. Está en poder del Departamento de Justicia
pero fue filtrado. Ya hay un par de artículos de profesores de
derecho y otros sobre ello en la prensa. Es asombroso. Reclaman el
derecho de retirar la ciudadanía, un derecho fundamental, si el
fiscal general sospecha - no tiene que tener ninguna evidencia-,
solamente si sospecha que la persona está involucrada de alguna
forma en hechos que puedan ser perjudiciales para Estados Unidos.
Hay que retroceder a estados totalitarios para encontrar algo
parecido a esto. Es el caso del combatiente enemigo. La forma de
tratar a las personas, lo que está ocurriendo en Guantánamo es una
violación gravísima de los principios más elementales de la
legalidad humanitaria internacional desde la segunda guerra
mundial, es decir, desde que estos crímenes se tipificaron
formalmente como reacción a los nazis.
¿Qué opinión le merecen las declaraciones del primer ministro
británico Tony Blair citadas en "Nightline" el 31 de marzo en que
afirmaba, "Esto no es una invasión"?
CHOMSKY: Tony Blair es un buen agente propagandístico para Estados
Unidos: se expresa bien, enlaza bien unas frases con otras, al
parecer a la gente le agrada su aspecto. Está siguiendo una postura
que Gran Bretaña ha adoptado, conscientemente, desde el final de la
segunda guerra mundial. Durante la guerra Gran Bretaña reconoció -
hay abundantes documentos internos sobre ello- lo que era obvio;
había sido la potencia mundial dominante y no lo iba a ser después
de la segunda guerra mundial, iba a serlo EE.UU. Gran Bretaña tuvo
que tomar una decisión: bien ser simplemente un país más, o ser lo
que ellos llamaban el compañero menor de Estados Unidos. Aceptó el
papel de compañero menor. Y eso es lo que ha sido desde entonces.
Gran Bretaña ha sido golpeada en la cara una y otra vez de la manera
más escandalosa y lo acepta sin moverse del sitio diciendo, "de
acuerdo, seremos el compañero menor. Aportaremos a la llamada
coalición nuestra experiencia de siglos de brutalidad y asesinato de
extranjeros. En eso somos buenos". Ese es el papel británico. Es
vergonzoso.
A menudo, en las charlas que da, surge siempre una pregunta, la de
"¿Qué puedo hacer?". Eso es lo que se oye en el público
estadounidense.
Tiene razón, eso ocurre en el público estadounidense. Nunca se oye
en el tercer mundo.
¿Porqué no?
Porque cuando viaja a Turquía o a Colombia o Brasil, o a otro lugar,
la gente no le pregunta "¿Qué puedo hacer?". Le cuentan lo que están
haciendo. Sólo en las culturas muy privilegiadas la gente pregunta
"¿Qué puedo hacer?". Tenemos todas las opciones abiertas ante
nosotros. No tenemos ninguno de los problemas que tienen que
afrontar los intelectuales en Turquía o los campesinos en Brasil, ni
nada parecido. Podemos hacer cualquier cosa. Pero la gente aquí está
educada para creer que tenemos que hacer algo que podamos y que sea
fácil, que funcione muy rápido, para después poder volver a nuestra
vida cotidiana. Y no es así como funciona. Si queremos hacer algo
debemos tener dedicación y compromiso con lo que hagamos día tras
día. Sabemos exactamente en qué consiste: en programas educativos,
en organizarse, en activismo. Así es como cambian las cosas.
¿Queremos algo que funcione como una llave mágica, que nos permita
volver a ver la televisión mañana? No existe.
Usted fue un temprano y activo disidente en los años sesenta,
oponiéndose a la intervención estadounidense en Indochina. Tiene la
perspectiva de lo que ocurría entonces y lo que ocurre ahora.
Describa cómo ha evolucionado la disidencia en EE.UU.
De hecho, hay otro artículo en el New York Times que describe cómo
los profesores son activistas contra la guerra, pero los estudiantes
no. No como era antes, cuando los estudiantes eran los activistas.
El artículo se refiere a en torno al año 1970, y en efecto hacia
1970 los estudiantes eran activos protestantes contra la guerra.
Pero esto fue ya después de ocho años de guerra de EE.UU. contra
Vietnam del Sur, que para entonces ya se había extendido a toda
Indochina, borrándola prácticamente del mapa. En los primeros años
de la guerra -fue anunciada en 1962- los aviones estadounidenses
estaban bombardeando Vietnam del Sur, el napalm fue autorizado y se
hacía la guerra química para destruir cosechas, se llevaron a cabo
programas para llevar a millones de personas a las "aldeas
estratégicas", que eran esencialmente campos de concentración. Todo
de manera pública. Sin protestas. Era imposible conseguir que la
gente hablara sobre ello. Durante años, incluso en un lugar como
Boston, una ciudad liberal, no podías reunirte en público contra la
guerra porque eras saboteado por estudiantes, con el apoyo de los
medios de comunicación. Habría sido necesario tener a cientos de
policías estatales alrededor para permitir a los conferenciantes
como yo salir de allí ilesos. Las protestas llegaron después de
años y años de guerra. Para entonces habían sido asesinados varios
cientos de miles de personas y gran parte de Vietnam había sido
destruida. Entonces empezó a haber protestas.
Pero todo esto ha sido borrado de la historia, porque dice demasiado
sobre la verdad. Hicieron falta muchos años de trabajo duro de
muchas personas, en su mayor parte jóvenes, para acabar teniendo un
movimiento de protesta. Ahora está mucho más avanzado. Pero la
periodista del New York Times no alcanza a comprenderlo. Estoy
seguro de que la periodista está siendo honesta. Está diciendo
exactamente lo que creo que le enseñaron -que hubo desde el
principio un enorme movimiento contra la guerra- porque la historia
real tiene que ser borrada de las conciencias. No podemos enterarnos
de que el esfuerzo comprometido y la dedicación pueden tener como
resultado cambios significativos en la conciencia y la forma de
entender las cosas. Esa es una idea demasiado peligrosa como para
permitir que la gente la tenga.
* David Barsamian es fundador y director de Alternative Radio. Es
autor de "Decline and Fall of Public Broadcasting" así como de un
gran número de libros, entre ellos "Propaganda and Public Mind" con
Noam Chomsky, "Confronting Empire" con Eqbal Ahmad y "Culture &
Resistance" con Edward Said. Es colaborador habitual de Z, The
Progressive y otras revistas.
Título original: Collateral Language Traducido por Juan Aballe y
revisado por Ricardo Jiménez ZNet en Español - Z Magazine,
Julio/Agosto 2003
https://www.alainet.org/de/node/108297
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