El nuevo orden mundial [del petróleo]

El petróleo y la guerra contra Irak

18/03/2003
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El petróleo, como todo el mundo sabe, es el motor de las economías modernas. Consiguientemente, su control es desde hace mucho tiempo un objetivo primario del Gobierno de los Estados Unidos. Y, ante los cambios en la marcha del mundo, se va haciendo de día en día más importante. Hasta el año 2020, el consumo de petróleo en el mundo aumentará en un 50%; y el de los EEUU., en un 33%. Paralelamente, las reservas mundiales van disminuyendo. Lo que significa para EEUU. -dado que sus reservas naturales se han agotado- que el año 2020, aproximadamente un 70% de sus necesidades habrán de cubrirse por importación; y por lo tanto, la “protección“ de las reservas extranjeras pasa a ser de decisiva importancia. Los miembros de la OPEP (Organización de países Exportadores de Petróleo) disponen de un 78% de las reservas de petróleo mundiales: la parte del león. Sólo ellos podrán saciar la creciente demanda de la economía mundial. “Por más vueltas que le queramos dar,” dice el semanario alemán Die Zeit “a los países de la región del Golfo, políticamente tan sensible, se les viene por sí solo a las manos un enorme incremento de poder”. La guerra de Washington contra Irak se dirige en primer término a poner barreras a ese aumento de poder. La cuestión es cómo. El crecimiento económico de EEUU, y el petróleo barato En su último World Economic Outlook, (sept. 2002), el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que un aumento duradero del precio del petróleo de cinco dólares por barril (d/b) haría disminuir el crecimiento económico de EEUU. en un 0,4%; un aumento de 10 d/b produciría según los analistas de Goldman&Sachs un retroceso del 1%. Con arreglo a estas previsiones, EEUU. considera el bajo precio del petróleo como una condición necesaria para el florecimiento de su economía. El plan económico del Vicepresidente Dick Cheney dice a este respecto: “El aumento de los precios del petróleo viene a ser un impuesto dictado por los exportadores extranjeros. La subida de los precios de la energía produce costos [...] que pueden poner en peligro el crecimiento económico”. A ese interés fundamental de EEUU por un petróleo barato se opone una institución: la OPEP. Caída y resurgimiento de la OPEP En la década setenta, los once países de la OPEP, casi todos de la región del Golfo, intentaron imponer una elevación duradera de los precios. Como ese mercado mundial se rige también por las leyes de oferta/demanda, el cártel intentó reducir su volumen total de extracción para hacer subir el precio. Pero en 1986 tuvo que renunciar a esa reducción. Occidente, es decir, los países no OPEP, habían reaccionado abriendo otros yacimientos -por ejemplo, en el Mar del Norte- que aportaron al mercado petrolero mundial grandes cantidades y compensaron así la reducción OPEP. En consecuencia, el precio medio del petróleo se mantuvo, con 17 d/b, muy bajo. Ahora bien, los yacimientos no OPEP se fueron poco a poco consumiendo, y hoy están casi agotados. Es decir, la hoja está a punto de volverse. Sólo los países OPEP disponen ahora de capacidades adicionales de extracción. Friedemann Müller, de la fundación Wissenschaft und Politik (Ciencia y Política, afín al Partido Socialdemócrata alemán), formula así las consecuencias: “En marzo de 1999, la OPEP percibió que los productores no-OPEP carecían ya de reservas adicionales, y por lo tanto no podían responder a una reducción de extracción por parte de la OPEP. La llave de la reducción agarraba de nuevo la tuerca. El año 2000, el precio subió a más de 30 d/b. La OPEP había recuperado el dominio del mercado petrolero que durante los años 80 y 90 había perdido. El cártel estima que mediante la reducción va a mantener en adelante el precio entre 22 y 28 d/b (con clara tendencia al máximo). Si actuara sólo la ley oferta/demanda, el precio se mantendría entre 15 y 16 d/b., opina David Kohl, economista jefe para Europa del Banco Julius Baer. Y un antiguo ministro del petróleo de Arabia Saudita, Ahmed Yarjiari, calcula que sin la reducción OPEP, el precio bajaría el año 2004 a unos 10 d/b. Lo que significa: partiendo de un PBI (producto interior bruto) estadounidense de aproximadamente un billón de dólares, el “impuesto” asignado por la OPEP ascendería anualmente a un volumen de tres cifras en millardos (millardo = mil millones). Frente a una suma así, los gastos por una sola vez de una guerra contra Irak -estimados por el gobierno EEUU. entre 100 a 200 millardos de dólares- resultan comparativamente modestos. Sobre todo si se tiene en cuenta que redundarán en beneficio de los buenos amigos de la Administración Bush en los sectores de petróleo y armamento. La guerra del Irak como torpedo contra la OPEP En este contexto se advierte en el acto la importancia del petróleo iraquí (con toda seguridad, el 12% de las existencias mundiales; con probabilidad, claramente más). A causa del embargo impuesto por la ONU, Bagdad sólo lanza actualmente al mercado mundial pequeñas cantidades. Por eso, un estudio del Center for Strategic and International Studies llega a la conclusión de que una guerra breve y eficaz contra Irak -base de la que parte el Gobierno EEUU- apenas tendría repercusiones negativas, ni en el precio del petróleo, ni en la coyuntura económica estadounidense. El objetivo de la Administración Bush es establecer en Irak un gobierno marioneta y volcar lo más pronto posible al mercado petrolero mundial esas gigantescas reservas; lo que convertiría al país en uno de los mayores abastecedores. Lo decisivo es que Washington obligará al nuevo gobierno a salir de la OPEP y a no atenerse a las reducciones de extracción. La oposición iraquí en el exilio se ha pronunciado ya de acuerdo. Lawrence Lyndsey, hasta hace poco íntimo consejero económico del Presidente Bush, estima: “Si se produce un cambio de régimen en Irak, se podrían añadir a la oferta mundial de tres a cinco millones de barriles por día (mb/d). Una guerra eficazmente llevada favorecería a la economía.” Y un antiguo funcionario iraquí en el sector del petróleo, Fadhil Chalabi, estima que Irak puede suministrar durante diez años hasta 12 mb/d. Si se tiene en cuenta que Arabia Saudita, el primer productor del mundo, extrae hoy 8 mb/d; y que, con su capacidad de reserva de 3 a 5 mb/d, ha conseguido hasta ahora dictar decisivamente el precio, las dramáticas consecuencias de esa inundación de petróleo iraquí sobre el escenario de los precios saltan a la vista. Esa previsible inundación no sólo haría bajar mucho el precio, sino que -según las previsiones del Gobierno EEUU.- desencadenaría un “efecto dominó”. Como Arabia Saudita necesita, para mantener de alguna manera su equilibrio presupuestario, fuertes ingresos por la venta de su petróleo, tendría que abrirse, como exige la política energética estadounidense, a las inversiones de EEUU., a fin de lanzar al mercado sus gigantescas intactas existencias y sus capacidad de reserva. Sólo así podría Arabia Saudita compensar las pérdidas de la baja del precio; pero a costa, naturalmente, de perder la capacidad de controlarlo. Lo que para EEUU. es muy importante, dadas sus crecientes tensiones con la OPEP, y en especial con Arabia Saudita, el país más importante del cártel. La sola reciente retirada de 250 millardos de dólares de los 850 de inversiones directas saudíes ha sido para Washington un fuerte golpe; y sólo un aviso de otros aún más fuertes. El petróleo iraquí como fianza La hegemonía internacional del dólar se basa esencialmente en el llamado “imperialismo del petrodólar”. Henry Liu ha escrito a este propósito en el periódico Asia Times: “La aceptación universal del dólar se debe a que con él se puede comprar petróleo. El reciclaje de los petrodólares es el precio que los EEUU. exigen a los países productores de petróleo por tolerar a la OPEP”. Hasta ahora, los dólares procedentes de compras de petróleo eran reinvertidos por los países-OPEP en EEUU., bien directamente (compra de armas), bien indirectamente (en divisas). Por eso, las intenciones de Arabia Saudita de cobrar en adelante su petróleo en Euros -ejemplo que sin duda alguna seguiría los demás países-OPEP- equivalen para EEUU. a una declaración de guerra: las consecuencias para el papel del dólar como divisa mundial -y consiguientemente para toda la regulación económica de la deuda de EEUU.- serían catastróficas. No es, pues, de extrañar la reciente “consulta” (Briefing en el texto original) del Defense Policy Board (consejo político que asesora al Pentágono) a Laurent Murawiec sobre la amenaza de ocupar los pozos de petróleo del país, en caso de que Arabia Saudita se resistiera a mantener el comportamiento amistoso para con EEUU. Para poder poner en práctica esa amenaza se necesita indispensablemente el petróleo iraquí. Porque “ese petróleo disminuiría la dependencia de EEUU. de las exportaciones saudíes; lo que permitiría confrontar a la Casa Real saudí con su apoyo al terrorismo” -así describe el International Herald Tribune la estrategia del Gobierno erstadounidense. De lo contrario, la falta de suministros saudíes derivados de tal confrontación haría subir el precio del petróleo a niveles insospechados. El ya citado Murawiec reconoce abiertamente de qué se está tratando: “Se acusa a América de hacer una guerra por el petróleo. Lo que es una buena razón”. Tampoco es pues de extrañar que Riad haya amenazado con el cierre de las bases militares americanas en su territorio. Como alternativa, el planeado estacionamiento de 75.000 hasta 100.000 soldados americanos en Irak producirá la necesaria presión para que los países de la región sigan suministrando petróleo y cobrándolo en dólares. En el caso de que esos países no se plegasen, el asesor del Gobierno EEUU., Richard Perle habla ya de un efecto dominó a la inversa que derribaría, después del Irak, a otros regímenes rebeldes. El órgano del partido gobernante en Washington, New Republic ha resumido muy bien la estrategia de los “halcones” que hoy dominan la política de EEUU.: “Las reservas petrolíferas iraquíes tienen que utilizarse para una reconfiguración del Oriente Medio conforme a nuestras ideas democrático-capitalistas, empleando la incrementada producción iraquí como palanca para acabar con el predominio saudí en la región, e incluso para la desintegración misma de la OPEP”. Las “ideas democrático-capitalistas” de los Estados Unidos no toleran, como se ve, ni cárteles, ni medidas que se opongan a la hegemonía del dólar, y con ello a sus intereses. * Juergen Wagner es Director de la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información (ALASEI). Traducción: Eduardo Espert, ALASEI-Bonn.
https://www.alainet.org/de/node/107228?language=es

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