Para una aproximación a la economía social
27/08/2002
- Opinión
A modo de Introducción
Este documento pretende sintetizar las ideas fundamentales del trabajo
"La nueva ratio productiva", elaborado por Roland Denis, quien
recientemente fue encargado por el ministro de Planificación y
Desarrollo, Felipe Pérez, para encabezar el equipo de la Coordinación
de Economía Social del Ministerio de Planificación y Desarrollo. Tal
como señala el autor, las propuestas aquí establecidas buscan
introducir el tema de la Economía Social o Solidaria al debate con
todos los actores sociales interesados en participar en la
construcción de un campo de desarrollo alternativo que nos permita
llevar hasta la esfera económica los ideales sobre los cuales ha
avanzado la revolución bolivariana.
Denis señala que si queremos ayudar a construir un mundo distinto, es
fundamental que se generen propuestas teóricas y experiencias reales
en el plano material y productivo de la vida, que involucren a un
inmenso contingente de la población excluida, y tal es la misión en la
cual pretende colaborar la Coordinación de Economía Social del
Ministerio de Planificación y Desarrollo.
Sobre la Economía Social como nuevo modelo de desarrollo "desde abajo"
Dada la dificultad inicial de establecer un concepto unívoco de
"economía social", empezaremos por señalar qué no es la economía
social: no constituye un modelo acabado que podría encerrarse dentro
de lo que tradicionalmente se ha definido como economía solidarias o
sociales, cuyas formas institucionales más conocidas son las
cooperativas, microempresas, empresas mutuales, etc. La noción de
economía social va más allá de esto, ampliándose a todas aquellas
prácticas sociales reales de producción, distribución y consumo de
bienes y servicios que en la práctica ya configuran un universo
productivo de distintas formas de economía de subsistencia, hasta
lugares de asociación y solidaridad entre individuos.
Así, en un primer intento de aproximación conceptual, podemos decir
que la economía social es una economía alternativa, en la que privan
las prácticas democráticas y autogestionarias, de trabajo asociado y
no asalariado, donde la propiedad sobre los medios de producción es
fundamentalmente colectiva, centrada en el reparto igualitario del
excedente, solidaria con el entorno social en que se desarrolla, y
aferrada a su propia autonomía frente a los centro monopólicos de
poder. El problema planteado es cómo viabilizar las potencialidades de
este esquema económico alternativo -hasta ahora excluido, marginado o
apropiado por los agentes estatales y privados gobernantes-, con la
finalidad de efectuar un profundo proceso de transformación de la
realidad económica nacional –cuyas consignas actuales son el
individualismo y la ganancia especulativa-, hasta lograr hacer de ella
un espacio para el desarrollo material y cultural de la democracia
participativa.
Ante el fracaso del esquema neoliberal de desarrollo, que no ha podido
ni podrá resolver problemas como la pobreza extrema y la marginalidad,
se impone la apertura de nuevos espacios y niveles de articulación, en
los cuales la economía social puede jugar un papel socialmente
equilibrante. Se trata de abrir paso a un modelo económico asociativo
y autogestionario de desarrollo "desde abajo", en el que la economía
social adoptaría un lugar prioritario, posibilitando la superación de
la pobreza a través de la creación de condiciones para que las grandes
mayorías excluídas se conviertan en agentes soberanos y protagónicos
del proceso productivo de la vida social.
La tensión entre el rol del Estado y la autonomía en la economía
social
Por mandato constitucional (artículos 70, 112, 118, 184 y 308 de la
Carta Magna), el Estado tiene la obligación de impulsar la economía
social mediante varios mecanismos, entre ellos los siguientes: la
facilitación de recursos de financiación, estableciendo puentes con
otros organismos de financiamiento nacional y mundial, estimulando la
utilización de la demanda del Estado y promoviendo nuevos mercados
nacionales e internacionales cónsonos a la naturaleza de la economía
social, con apoyo a nivel pedagógico, comunicacional e investigativo,
y definiendo el lugar estratégico que pueda jugar la economía social
dentro de los planes de desarrollo de la nación.
A pesar de ello, debe aclararse que la economía social es un sistema
autorreferencial y autónomo del Estado en tanto instancia de gobierno.
No hay aquí una contradicción, sino que en la nueva República
Bolivariana el Estado está emplazado a desconcentrar sus propias
funciones y delegarlas hacia los espacios de organización del poder
popular o ciudadano. Se trata de un proceso complejo –enmarcado en lo
que se ha caracterizado como proceso popular constituyente- en el cual
se van conformando, tanto en la sociedad como en el Estado, instancias
a través de las cuales el poder gubernamental es delegado y convertido
en una dimensión dinámica de cogobernabilidad o gobernabilidad social.
Ejemplos concretos de este proceso son las nacientes redes
pedagógicas, comités de tierra, asambleas populares, comités locales
de desarrollo, contralorías sociales, consejos de trabajadores y
campesinos, y un largo etcétera, al cual toca ahora agregar la
economía social y todas sus posibilidades.
En este sentido, se hace necesario construir instancias ligadas
directamente a la economía social que puedan jugar ese papel dual como
instancias de articulación entre sociedad y poder gubernamental
delegado, siendo al mismo tiempo espacios de poder ciudadano y
popular. Nuestra propuesta es que este papel, superior al de las
empresas de carácter asociativo que constituyen el tejido mismo de la
economía social, sea asumido por instancias de síntesis que
denominamos Comunidades Autogestionarias de Base (CAB), y que tienen
la posibilidad de masificar el espacio de la economía social,
articulándose en redes sociales de producción, distribución y consumo.
Comunidades Autogestionarias de Base y Redes de Economía Social y
Alternativa
Tentativamente, definimos en principio una Comunidad Autogestionaria
de Base (CAB) como una suma de experiencias e intereses colectivos que
tienen la posibilidad de desarrollar una realidad productiva,
distributiva y de consumo basada en la propiedad colectiva, la acción
económica solidaria y el interés social. Son comunidades de libre
participación cuya función de partida puede ser la de incentivar en
forma planificada y consensuada la pequeña iniciativa
microempresarial, asociativa o cooperativa, o la articulación de la
experiencia ya acumulada en cualquiera de estos campos que es
necesario potenciar, así como la reapropiación colectiva de medios de
producción ociosos en manos del gran capital. Sin embargo, esto sólo
se hará después de un debate respecto a las necesidades y
potencialidades de conjunto que existen dentro de la realidad social
de la cual nace una determinada CAB, pues de lo que se trata es que
exista un poder social participativo con capacidad de indicar el
camino para la multiplicación de experiencias solidarias estrechamente
articuladas.
Una CAB no debe confundirse con una suma de empresas asociativas, sino
que es una promotora de ellas, que cumple funciones de estímulo,
formación, investigación, comunicación, planificación y de
intermediación para la consecución y dotación de los recursos físicos
y financieros necesarios para el desarrollo de un espacio determinado
de economía social. Además, en tanto formada también por agentes de
consumo, ejerce la indelegable y fundamental función de control social
sobre esas empresas, cuyo ejercicio debe responder a las necesidades y
criterios establecidos colectivamente.
Las CAB se organizan fundamentalmente desde cuatro espacios: 1)
territorios locales, de los cuales se derivan tareas propias de toda
comunidad; 2) territorios transversales a distintas realidades locales
que las involucran a todas (economías de género, de jóvenes y niños,
de buhoneros, comunicacionales, etc.); 3) aquellas que se organizan
para facilitar la movilización de contingentes sociales hacia otros
territorios donde podrán desarrollar una experiencia de trabajo
solidario (saraos, etc.); 4) aquellas que se establecen sobre
territorios virtuales, destinadas a gestionar el uso de los bienes y
servicios inmateriales que hoy son fundamentales a toda economía,
principalmente conocimientos, sistemas informáticos e instrumentos de
comunicación.
Para que esta iniciativa pueda convertirse en postulado central del
proceso de transformación socio-económica del país, tenemos que forzar
la mirada hacia una realidad ampliada, en la que se articulen extensas
zonas de producción, distribución-mercadeo y consumo, que en suma
constituyan la base para la construcción de un amplio sistema de
economía social. Estaríamos hablando de un flujo de capital y mercado
estructurado en redes sociales de interacción y solidaridad, que
conceptualmente denominamos Redes de Economía Social y Alternativa
(RESA). Estas redes no están atadas a la sola racionalidad de
mercado, sino que constituyen el principio de una economía soberana y
con posibilidades de autogobernarse, generando las bases para el
desarrollo de un mercadeo asociativo y cooperante que ayudará a
derrotar la especulación y a promover una economía transparente.
La economía social y los nuevos criterios de rentabilidad
Para la evaluación de los éxitos o fracasos de este proyecto, no
podemos caer en la trampa de aceptar los parámetros de medición de
eficiencia y rentabilidad que impone el orden imperante actual. Las
estructuras globales de dominio han venido transformando el tema de la
eficiencia en nuevo principio inquisidor de la experiencia humana,
convirtiéndolo en un filtro por medio del cual se revientan millones
de iniciativas que guardan un extraordinario potencial transformador.
Es este un mundo en el cual sólo la gran empresa corporativa cumple
con estos parámetros, diseñados a su gusto y medida, pero en el cual
no se puede explicar, entonces, por qué esta reglamentación dominante
no ha conseguido aproximarnos aunque sea un poco a los ideales de
felicidad humana.
Entonces, desde el espacio de la economía social deben establecerse
nuevos parámetros frente a la racionalidad tecnológica, mediante los
cuales la relación entre recursos y esfuerzos invertidos y los frutos
concretos de determinada experiencia, puedan ser evaluados bajo
criterios universales de rentabilidad que permitan establecer un
equilibrio general de resultados que trascienda el conservadurismo
político, el productivismo ciego y la no-responsabilidad ante el
interés social, es decir, debe ser la rentabilidad la que se someta a
los máximos fines de bienestar humano y no al revés.
Como un primer intento de sistematización, se propone la adopción de
los siguientes criterios para evaluar la rentabilidad de una
determinada experiencia de economía social: 1) Productiva: su
capacidad de competir en el mercado y dejar un saldo de
redistribución, aceptando que tenemos que incentivar dentro de la
economía social modelos de eficiencia; 2) Societaria: su capacidad
para responder a las necesidades sociales reales de una comunidad o el
conjunto nacional, integrando el mayor número posible de ciudadanos a
su proceso y abriendo las compuertas para reproducir su experiencia
participativa. Este criterio remite a las posibilidades de ofrecer
nuevos índices de convivencia, de goce colectivo, de relación entre el
hombre y la naturaleza, de relaciones que indiquen nuevos caminos
societarios por dónde construir nuestro destino.
Estrategia y Constituyente Autogestionaria
Porque es necesario generar un espacio integrador de todos los agentes
interesados en promover este modelo alternativo de desarrollo, se
requiere un proceso constituyente organizado federalmente que pueda
dar cuenta de la magnitud de la tarea, debatiendo la pertinencia de
estas ideas y poniéndolas a prueba.
Tal estrategia, como proceso popular y en manos fundamentalmente de
todas las organizaciones de base y espacios cooperativos existentes y
abiertos a estas ideas, necesita de un esquema común de etapas
constitutivas que podrían ser evaluadas y procesadas en conjunto.
Entonces, proponemos las siguientes etapas para el Proceso
Constituyente Autogestionario:
1. Encuentro y diagnóstico concreto participativo: ¿Qué hacemos?
¿Qué sabemos? ¿Dónde estamos? ¿Qué buscamos?
2. Visualización del proyecto posible y apertura de nuevos
horizontes que fortalezcan y multipliquen los potenciales
económicos existentes.
3. Diseño de estrategias de desarrollo, solucionando los aspectos
socio-organizativos, de producción y mercadeo, institucionales,
financieros, etc.
4. Activación de la experiencia existente, potenciada dentro del
encuentro de comunidad.
5. Balance de primeros escalones alcanzados.
6. Paso a la integración de redes (RESA), clarificación de modelos
comunicacional y formativo, coordinación de experiencias, diseño
del flujo de financiamiento, investigación de mercados, etc.
(Venezuela - 28 Aug 2002)
https://www.alainet.org/de/node/106544
Del mismo autor
- Desactivar el fascismo 18/02/2014
- Tres hipótesis sobre el 4 de febrero 06/02/2014
- Para entender algo de este país entiéndase un poquito del problema del Perijá 06/11/2009
- Para una aproximación a la economía social 27/08/2002