Reconciliación y diálogo

03/05/2002
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  • Opinión
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Nosotros miembros de la Cátedra Mons. Romero animados por las enseñanzas de Jesús de Nazaret y por la vida de Monseñor Romero, en esta hora crítica que vive el país, queremos decir nuestra palabra rogando para que el Dios de la Vida acompañe a nuestro pueblo en su proceso de liberación. En nuestro país se ha descorrido el velo de los egoísmos y de los intereses enfrentados, que se expresa en actitudes de irrespeto, intolerancia y de agresión verbal por parte de distintos sectores y grupos sociales. Hay profundas rupturas en la sociedad venezolana arraigadas en nuestra historia, producidas por las situaciones de exclusión social (hambre, desempleo, enfermedades, déficits en servicios públicos), vinculadas al predominio de una economía no democrática y de un poder político elitista, que reproduce las situaciones de pecado, en medio una globalización generadora de desigualdades. El Presidente de la República, ministros y demás miembros del poder político no están exentos de haber cometido errores en la conducción del Estado. Los dueños de los medios de comunicación y creadores de opinión pública han generado un clima de exacerbación de la intolerancia social, y en nombre de la libertad de expresión han ocultado la verdad, han calumniado, insultado y han limitado el acceso de otras voces para decir su palabra. Nuestra iglesia ha tenido una débil sensibilidad ante las inquietudes, necesidades, y angustia del pueblo. Muchos cristianos nos hemos sentido huérfanos de acompañamiento, de dirección y ejemplo nuestros pastores. Máximas autoridades de nuestra iglesia católica no han fomentado la comunión (unión, participación, corresponsabilidad) entre el pueblo. Han sido parciales y no precisamente a favor de los pobres. Nos sentimos tristes cuando nuestro máximo pastor, el Cardenal Velasco, convalidó el golpe de Estado y porque no ha dado explicaciones, ni pedido perdón por el pecado cometido. Hay debilidades en la organización de los trabajadores y del pueblo pobre, por la elevada presencia del paternalismo, mesianismo y escasa conciencia de su propia fuerza social y de la necesidad de su auto-organización para alcanzar el bienestar colectivo, que es su propio bienestar. Mientras Washington habla de la libertad al mundo, aplican con mano de hierro la persecución y el exterminio de los gobiernos populares. En el caso venezolano el gobierno de Estados Unidos estaba interesado en apoyar un "cambio de gobierno", que no apareciera como "golpe de Estado". Incluso, medios de comunicación de los EEUU y de Europa (Newsweek, Washington Post, Le Monde Diplomatic, The Guardian y El País) revelan la connivencia norteamericana con los golpistas. Se impone una verdadera reconciliación para construir una nueva república democrática y participativa, que tome en cuenta nuestro carácter multiétnico y pluricultural. Venezuela toda debe asumir la convocatoria al diálogo realizada por el Presidente. Cierto es, que se trata de un esfuerzo complejo y difícil que requiere de una elevada dosis de humildad y de sinceridad para reconocer errores cometidos y una gran responsabilidad y compromiso ético para reparar los daños cometidos. Las bases de la reconciliación nacional están en el reconocimiento de la existencia del otro, que es mayoritariamente pueblo-pobre, cuya ciudadanía está disminuida por carecer de capacidades para ser persona y ser autónomo. La reconciliación y el diálogo supone una aceptación y defensa de las reglas del juego constitucional, Sería desastroso para el país que ocurriera el escenario del magnicidio o de un nuevo golpe de Estado o cualquiera otra salida no acorde con la verdad o con la recta administración de justicia. En el respecto a la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela están las bases para avanzar en la construcción de una sociedad donde haya paz, justicia, trabajo y libertad. El diálogo debe ser un proceso masivo, abierto, democrático, inundado de pueblo pobre, defendiendo responsablemente sus legítimos derechos. No debe ser sólo de ministros, obispos, académicos, de dirigentes empresariales y sindicales, sino un diálogo donde, por ejemplo, los pescadores artesanales defiendan sus derechos a un trabajo en un mar no sometido a depredación; los campesinos tengan tierra y capacidad de cultivarla. Donde los pobres de la ciudad tengan vivienda digna, los asalariados su derecho al trabajo digno y justamente remunerado. Un diálogo donde participen los propios sujetos, no sólo sus representantes, que incorpore a las nuevas organizaciones sociales. Donde no haya agendas ocultas, sino más bien trasparentes, que permita encontrar la verdad sobre los asesinatos y la violación a la Constitución Nacional por parte de los golpistas. Que propicie acuerdos para que los medios de comunicación social sean comunicadores de la verdad y el gobierno instrumente de forma eficiente políticas económicas y sociales conducentes al desarrollo nacional. Caracas, 4 de mayo 2002
https://www.alainet.org/de/node/105974?language=en
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