El primer gran historiador del siglo XXI
La obra de Peter Frankopan es de esas que reposicionan los horizontes de interpretación del mundo -pasado, presente y futuro- y por eso puede considerarse como radicalmente innovadora.
- Opinión
"Todos los caminos solían conducir a Roma. Hoy te llevan a Beijing". La provocadora afirmación del historiador inglés Peter Frankopan está estampada en la última portada de su libro "Las nuevas rutas de la seda" para expresar el carácter radicalmente nuevo de la obra de este autor, que puede ser considerado el primer gran historiador del siglo XXI.
¿Qué caracteriza su trabajo para ser considerado de esta manera? Dos de sus libros están en el corazón de sus teorías. El primero, El corazón del mundo, que está subtitulado: Una nueva historia universal de la Rueda de la Seda: el encuentro de Oriente y Occidente.
En su presentación, Frankpan ya expresa sus principales preocupaciones: "Hoy en día se está prestando mucha atención a evaluar el impacto probable del rápido crecimiento económico de China, donde se prevé que la demanda de artículos de lujo se cuadriplicará durante la próxima década o se mantendrá a la par del cambio social en la India, donde las personas que tienen acceso a teléfonos celulares superan en número a las que tienen inodoros con descarga de la cadena".
Desde los albores de los tiempos, dice, el centro de Asia es donde se crearon los imperios. El principal comercio de bienes de alto valor fue el de la seda. Debido a la serie de roles importantes que tuvo la seda, se convirtió en una moneda internacional y no solo en un producto de lujo.
Tras abordar el surgimiento de la Ruta de la Seda, las creencias religiosas, el Islam, la esclavitud, llega a "el nuevo amanecer, que ha llevado a Europa al centro del escenario", a pesar del terrible sufrimiento de los pueblos recién descubiertos. "La Era de los Imperios y el surgimiento de Occidente se basaron en la capacidad de infligir violencia a gran escala. La Ilustración y la Era de la Razón, la progresión hacia la democracia, las libertades civiles y los derechos humanos, no fueron el resultado de una cadena invisible que se remonta a la Antigua Atenas o un estado natural de las cosas en Europa: fueron el fruto del éxito político, militar y económico en continentes distantes". Por primera vez en la historia, Europa ocupó el corazón del mundo.
La transición del siglo XX al XXI representó una especie de desastre para Estados Unidos y Europa, que libraron la fatídica lucha por mantener sus posiciones en los territorios que unen Oriente y Occidente.
En su último libro --hasta el momento, cuando está escribiendo un gran trabajo sobre la trayectoria de la cuestión ecológica en el tiempo--, Frankopan repasa sus tesis clásicas y las actualiza, dibujando un mundo cuyo eje regresó a Asia, con la decadencia definitiva de Europa y eurocentrismo y el declive de la hegemonía norteamericana.
Su obra es de esas que reposicionan los horizontes de interpretación del mundo -pasado, presente y futuro- y por eso puede considerarse radicalmente innovadora. Por eso lo considero el primer gran historiador del siglo XXI. Uno que sigue y rescata las grandes transformaciones de las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI.
Los más grandes historiadores del siglo XX -entre los que Eric Hobsbawn fue sin duda el más sistemático y el más trascendente, aunque hubo una plétora de grandes historiadores, la mayoría de ellos británicos-, con todas las grandes interpretaciones que nos dieron de un siglo tan notable como ése eran prisioneros de las transformaciones promovidas por la Revolución Industrial -con toda la plétora de otros fenómenos que la acompañaron- y del eurocentrismo.
Lo que rescata a Frankopan es un mundo que reivindica trayectorias mucho más remotas y que nos proyecta al siglo XXI en una perspectiva mucho más amplia y que revela el futuro de una manera mucho más abierta que las perspectivas que el siglo pasado parecía presentarnos. No es solo Asia -y China en particular- los que se recuperan y rescatan a lo largo de su milenaria trayectoria. Es el mundo, en su conjunto, lo que se recupera en el subtítulo de su libro: Una nueva historia universal de la Ruta de la Seda: el encuentro de Oriente y Occidente.
Una de las grandes preguntas que tenemos que hacernos es cómo ubicar a América Latina en este nuevo marco. Siempre hemos sido un subproducto de Occidente, su expansión y colonización del mundo. Siempre fuimos la periferia de Europa y Estados Unidos. Nuestra relación con Asia siempre estuvo mediada por estos continentes, nunca directamente.
Incluso la idea de la revolución y sus líderes, siendo asiáticos, desde Lenin hasta Mao, nos llegó a través del movimiento comunista europeo o del maoísmo francés. No sabíamos de la revolución china, excepto a través de los debates de la izquierda europea. Nuestro universo académico siempre ha estado completamente permeado por las modas intelectuales europeas, sus autores, sus temas, sus escuelas de pensamiento.
Solo más recientemente, debido a la expansión del comercio internacional con China es que comenzamos a tener relaciones directas con ese país. Aun así, las relaciones comerciales, que no implican relaciones con la historia y la cultura de China y Asia en su conjunto. China e India --aunque juntas representan la mayoría de la población mundial-- eran, hasta hace poco y, de alguna manera, todavía lo son, mundos lejanos, con los que no tenemos relaciones estrechas y directas, ni siquiera por el conocimiento de cuáles son esos mundos, no por su cultura, música, literatura, su historia, sus costumbres. Solo nos llega su cocina, siempre intermediada por países europeos y Estados Unidos.
La primera expresión política de una relación directa con Asia, entre otras fuerzas, tuvo lugar en los Brics. Una eventual victoria de Lula permitirá la reincorporación de Brasil – y de América Latina- a los Brics con miras a consolidar una alianza estratégica entre América Latina con China y Rusia. Sería un elemento nuevo en la dirección que señala Frankopan como eje de su visión del mundo.
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