En Venezuela se juega la vida de Nuestramérica

30/01/2019
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Así lo sabe el imperio y por eso pone sus cartas para ganar. Ha roto el orden jurídico, el institucional, el estado de derecho y el orden democrático. Pone un presidente espurio, le quita el acceso a sus legítimos recursos económicos al Gobierno Constitucional, llama a la guerra a través de sus voceros directos encabezados por Mike Pompeo, los indirectos y obsecuentes a través del Grupo de Lima y los tambores de guerra a través de Duque o Bolsonaro, quien incluso cobija a militares israelitas bajo la excusa de ayuda humanitaria por la rotura de la represa de Brumadinho. Los reveses del Departamento de Estado de los EEUU en la OEA y en la ONU son estrepitosos y vergonzosos para los embajadores de carrera estadounidenses. Hemos escuchado con alegría al Canciller Venezolano dando clases de dignidad como hace poco oíamos al Vice Canciller de México en Lima, o a Denis Moncada de Nicaragua en la OEA.

 

Estas derrotas diplomáticas no hacen menos peligroso al enemigo. En esta guerra declarada contra Venezuela, los Estados Unidos juega todas las cartas y vendrá la presencia de mercenarios y paramilitares desde Colombia, el terrorismo desatado en las barriadas con el lumpen local dirigido por los expertos de la gusanería cubana; el sabotaje a redes eléctricas u oleoductos; la alcahuetería de los grandes medios de comunicación, de las redes sociales. Es decir todo el menú terrorista que utilizan los Estados Unidos, Israel y sus socios de la OTAN, cuando quieren derrocar gobiernos que no les son obsecuentes. Han perdido la vergüenza al punto de que Las Fuerzas Armadas Brasileñas permiten la presencia en la Amazonía de las tropas gringas o de que el Jefe del Comando Sur del Ejército EEUU da la receta de cómo sacar al Presidente Constitucional de Venezuela Nicolás Maduro o la Dirigencia Militar de ese país. Mucho y muy bien ya se ha escrito sobre este esquema. En Venezuela se juega la geopolítica del nuevo orden mundial y el reacomodo de las hegemonías o del multilateralismo.

 

Pero, y además, una guerra en Venezuela será una guerra en y contra Nuestramérica. Desde Túpac Amaru y Túpac Katari que enfrentaron al dominio colonial insurreccionando la América indígena desde Quito hasta Montevideo, hasta La Unidad Latinoamericana anunciada por Bolívar, Martí, Sandino, Perón, el Che, Fidel, Chávez y todos los presidentes de las Nuevas Democracias Populares del Siglo XXI se ha demostrado que podemos unirnos. Esta unidad tan necesaria evitaba el horror de la guerra y genera capacidad de negociación en términos de igualdad. Hoy tenemos una mayoría de Presidentes que ha renunciado a UNASUR y CELAC e incluso al MERCOSUR. Arrodillados, unos, e imperiales otros (Bolsonaro) propician la invasión y la guerra, de la que ninguno saldrá bien parado, salvo las empresas multinacionales promotoras del terror. Nos toca a los movimientos sociales, a los movimientos indígenas, a los partidos políticos a los intelectuales y a los militares patriotas evitar esta guerra de invasión. Solamente la permanente alerta, lucha y denuncia, pueden poner la conciencia en los pueblos, para hacer tambalear a estos presidentes genuflexos y volver a ganar los espacios democráticos por los que tanto hemos luchado. La solidaridad con Venezuela es un acto de defensa de la democracia en Nuestramérica. Los planes imperiales no se detienen allí. Irán inmediatamente contra Cuba, Nicaragua, el Salvador, Bolivia, Uruguay y México. No solamente estamos yendo hacia una nueva guerra fría. Estamos yendo hacia una confrontación que traerá desastres en Nuestramérica.

 

Cuidado, América Latina no es el Medio Oriente. No tenemos esas divisiones religiosas que generan grupos armados entre los países. Aquí seremos capaces de retomar guerras anticoloniales y antiimperialistas y también guerras de clases. Están yendo hacia una espiral bélica tremendamente peligrosa y los presidentes genuflexos tendrán esa responsabilidad histórica sobre sus hombros. La vergüenza guerrerista de los europeos como España, Francia, Inglaterra y Alemania los hace cómplices del asalto a mano armada que significa la política encabezada por Trump y compañía. La mascarada de que defienden la democracia no la cree nadie, ni los propios miembros de sus partidos. Trump se venga de las derrotas yanquis en Siria, Afganistán, y de los desastres de Irak y Libia. Hoy el territorio escogido es Venezuela y no por democracia sino por petróleo y agua y luego vendrá Bolivia para completar el oro, el coltán y el litio. No quieren negociar quieren rapiñar como buitres y piratas que son. No tienen otros nombres. Y estas clases dominantes traidoras verán también a sus hijos arrastrados en esta tragedia.

 

Es el tiempo urgente de la unidad del campo popular, no hay espacio para divisiones ni para antojos sobre si es el modelo que quiero o el que no quiero. Unidad alrededor de Venezuela, Cuba, Nicaragua, El Salvador, Bolivia, Uruguay y México. Este no es el tiempo de abstracciones y reflexiones inútiles. El enemigo está claro. Les puede parecer exagerado pero la esclavitud de nuestros pueblos es su objetivo o si no, qué son los salarios de miseria que nos impone el neoliberalismo. No puede haber dudas sobre los fines y objetivos del Imperio. Los que creen que se protegen sonriendo al virrey cuando los visita y les da unas palmaditas en la cabeza, conocerán su látigo apenas dejen de ser útiles. Esa derecha genuflexa es descartable, claro que tienen casa en Miami, pero la mayoría vivirá el horror de volver a ser colonia. Hoy en Ecuador el movimiento indígena se ha movilizado en contra de medidas económicas y se ha puesto a la vanguardia de las movilizaciones. En Bolivia sigue siendo el pilar fundamental de la lucha por su independencia con Evo Morales a la cabeza y con grandes éxitos de redistribución y de ganancias por lo tanto. Todos los procesos electorales deben ser ganados y la unidad es la única fórmula. Las ciudades y los campos deben ser el crisol y escenario de esta forja unitaria. Unirse o desaparecer, esa es la cuestión.

 

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