Quien suelte el tigre que lo amarre

12/03/2018
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El pronunciamiento de Andrés Manuel López Obrador en la 81 Convención Bancaria es claro, no deja lugar a la menor duda, como por lo general acostumbra hablar y que le permite como a ningún político mexicano, de hoy y de ayer, incluido Cuauhtémoc Cárdenas, comunicarse y hacer conexión con millones de mexicanos de todos los estratos sociales y culturales:

 

“Después del 1º de julio yo me voy a Palacio Nacional o a Palenque, Chiapas. Si se atreven a un fraude me voy también a Palenque y a ver quién va a amarrar el tigre. Quien suelte el tigre que lo amarre. Yo no voy a estar deteniendo a la gente luego de un fraude electoral. Así de claro, aseguró. Por eso deseo con toda mi alma que las elecciones sean libres y limpias y que el pueblo decida.” (Roberto González Amador, La Jornada, 10-III-18).

 

Por supuesto que da y dará lugar a lecturas varias, en virtud no tanto del mensaje en sí mismo, claridoso como pocos en un país que es reino de la simulación y donde los simuladores son los que triunfan en el quehacer público y empresarial, sino por las filias y fobias que rayan en el dogmatismo hacia el precandidato de la Coalición Juntos Haremos Historia, los intereses y compromisos políticos, individuales, que se enarbolan y defienden por convicción y/o comisión, o una mezcla de ambos, que es lo que básicamente distingue a la política a la mexicana y a otras también.

 

Resultará incomprensible la advertencia del tabasqueño de Macuspana si no se asocia con los resultados oficiales (“haiga sido como haiga sido”, dijo Felipe Calderón en confesión de parte, pero sin relevo de pruebas) de julio de 2006, sobre los que todavía es muy amplia la percepción ciudadana del fraude electoral cometido para arrebatar el triunfo a AMLO. Incluso el equilibrado analista José Antonio Crespo publicó el libro 2006: Hablan las actas, en el que concluye que con documentos oficiales en la mano ninguno de los dos candidatos presidenciales obtuvo el triunfo.

 

Y como fruto de la extendida percepción del fraude cometido, el líder del obradorismo, agrupado entonces en el Partido de la Revolución Democrática, resistió. Mas una parte de la dirigencia perredista negociaba con Calderón Hinojosa a espaldas de AMLO, al punto de que los famosos Chuchos ya tenían la gubernatura de Nayarit en el bolsillo.

 

La resistencia hecha movimiento, a diferencia de 1988, implicó un largo plantón en Reforma, desde el Zócalo hasta la Fuente de Petróleos. Todavía paga AMLO la osadía de encabezar un movimiento ejemplarmente pacífico que, ciertamente, permitió quitarle presión a la olla exprés para que no estallara. Él lo explicó con la voz entrecortada, en el documental de Luis Mandoki Fraude México 2006. El vigoroso PRIAN, convertido por dos sexenios en ANPRI, no lo quiso entender, menos asumir, y se le fue con todo a la yugular, pero seis años después la votación de AMLO creció en 3 millones de sufragios pese a la brutal campaña del oligopolio mediático y los intelectuales liberales en su contra. Una suerte de verdad única en 2012 que convirtió a Enrique Peña en presidente, pese a que compró, dicen, varios millones de votos.

 

Sería sumamente recomendable que los dueños de México, foráneos (como las trasnacionales que controlan la banca) y locales no tiraran por el caño la advertencia de AMLO. Que reflexionaran antes de cerrar filas como bloque dominante para anteponer los estrechos intereses de la plutocracia azteca y global por encima de las necesidades y aspiraciones de las mayorías nacionales.

 

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