Trump y el “Cartel de Lima” quieren derrocar al gobierno de Maduro
- Opinión
Al gobierno bolivariano no le dan tregua. Quieren derrocarlo por dos motivos básicos: porque es un mal ejemplo en una región donde crecen regímenes serviles y porque Washington ambiciona las reservas petroleras venezolanas.
Venezuela viene siendo una gruesa espina atravesada en la tráquea del capital financiero estadounidense. Lo fue en tiempos de Hugo Chávez, entre 1999 y 2013, pero también lo sigue siendo bajo la presidencia de Nicolás Maduro, que ganó las elecciones de aquel año y aspira a triunfar en las convocadas para el 22 de abril de 2018, que le darían un nuevo mandato de seis años.
La contradicción entre la Casa Blanca y el Palacio de Miraflores llegó a su máxima expresión en abril de 2002. Un golpe de Estado secuestró a Chávez y estuvo a punto de asesinarlo. El complot militar-civil-oligárquico, entronizó por un par de días al golpista Pedro Carmona, de la empresaria Fedecámaras. Gracias a la reacción popular y de buena parte de las Fuerzas Armadas, el mandatario pudo recuperar la libertad, profundizando luego su gobierno de signo antiimperialista con medidas de fondo. Entre otras, con la nacionalización completa de Petróleos de Venezuela (PDVSA), cuya plana mayor había colaborado con el golpismo y continuaba un lockout bien funcional a Estados Unidos.
Eso explica el choque entre Chávez y los sucesivos presidentes norteamericanos, comenzando por el “pato rengo” Bill Clinton y luego con George W. Bush, a quien le arruinó su proyecto de hegemonía continental “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA). ¡Al carajo!, dijo el venezolano en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, en noviembre de 2005, formando un tridente ofensivo con Néstor Kirchner y Lula da Silva.
Como la diferencia no era cuestión de colores partidarios, Barack Obama continuó con las agresiones. Promediando su segundo mandato, en marzo de 2015, firmó una orden ejecutiva con sanciones contra Venezuela por juzgarla como una seria amenaza a la seguridad de EE UU.
Y desde enero de 2017 está Donald Trump en el poder, redoblando sus graves sanciones comerciales y financieras contra Venezuela. Afectan su comercio y el uso del dólar en sus transacciones petroleras, con lo que se afecta la economía del pueblo y no sólo los ingresos del fisco. En agosto el presidente norteamericano declaró que la invasión militar a Venezuela estaba dentro de las opciones válidas, en un lenguaje belicista que también empleó respecto a Corea del Norte e Irán.
Trump, peligro mayor
Si Clinton, Bush y Obama eran peligrosos por sus políticas injerencistas en Venezuela, con Trump la gravedad es aún mayor. No se puede pasar por alto su declaración de agosto pasado poniendo la intervención militar en Venezuela como una opción. Es el mismo imperio que invadió Panamá, Afganistán, Irak y Libia, en los dos últimos casos asesinando a sus presidentes.
En ese agosto de 2017 Trump fletó a su vicepresidente Mike Pence en gira latinoamericana (estuvo con Mauricio Macri en Buenos Aires) y el motivo central fue buscar aliados para un bloque contra Venezuela.
En el ínterin fueron adoptadas nuevas sanciones comerciales y financieras contra el gobierno bolivariano buscando agudizar las carencias económicas y sociales en un país altamente dependiente de la exportación y cobro en dólares del crudo del Orinoco.
Y del 1 al 7 de febrero el secretario de Estado Rex Tillerson anduvo por México, Argentina, Perú, Colombia y Jamaica, también con la lanza apuntada al corazón bolivariano. El 1 de febrero, en Texas, el ex titular de la Exxon Mobil devenido canciller planteó un golpe de Estado: “en la historia de Venezuela y de otros países sudamericanos, muchas veces el ejército es el agente de cambio cuando las cosas están mal y el liderazgo ya no puede servir a su gente”
Otra vez el coro de presidentes genuflexos le hizo la venia. Y cada uno fue declarando en sintonía con el libreto de Washington, sentando a Maduro en el banquillo de los acusados como si fuera “el peor dictador regional”.
¿Habrá invasión?
Por el momento el peligro mayor es la desestabilización política emprendida por EE UU y sus socios menores contra el gobierno legítimo de Venezuela.
Ese plan tiene dos arietes. El más importante y peligroso es el gobierno colombiano de Juan M. Santos, que hizo punta en desconocer las presidenciales de Venezuela el próximo 22 de abril. Santos favorece todo tipo de maniobras en las fronteras con su vecino, desde operaciones de sus paramilitares que pueden generar incidentes armados de “falsos positivos”, acusando de guerrilleros del ELN a quienes no lo son y atribuyendo esos atentados y muertos a Miraflores. Ya el ministro de Defensa colombiano Luis Carlos Villegas hizo cargos de ese tipo y tuvo una firme respuesta de su colega venezolano, Vladimir Padrino, quien lo invitó a una reunión para discutir los cargos, aclarando que Caracas tiene pruebas de esos planes criminales de “falsa bandera”.
La frontera venezolano-colombiana es la más peligrosa porque allí hay un éxodo de miles de personas por el desabastecimiento e inflación venezolana, pero también por el contrabando y bachaqueo de mercaderías que Maduro entrega a bajos precios y es revendida del otro lado, maniobras con divisas, etc. Esta hipótesis que puede ser central en un plan de invasión contra Venezuela desde Colombia: la crisis humanitaria. En los Balcanes y Libia fue la excusa perfecta para guerras de la OTAN y el Pentágono.
“Cartel de Lima”
La otra pinza del operativo político es el gobierno peruano y el llamado Grupo de Lima, alias “Cartel de Lima”, integrado por 14 miembros de la OEA y partidarias de la intervención humanitaria, política y militar. Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía formaron el año pasado ese grupo alineado con Washington, con Luis Almagro, secretario general de la OEA.
Lima adquirió mayor protagonismo porque el 13 y 14 de abril será sede de la VIII Cumbre de las Américas. En noviembre de 2017 Pedro Pablo Kuczynski invitó a Maduro y los otros presidentes, para asistir. El 13 de febrero la canciller peruana Cayetana Aljovín desinvitó a Maduro, con el aval expreso del “Cartel de Lima”, incluido el canciller argentino Jorge Faurie, temiendo que el bolivariano destroce a Trump en un debate.
“¿Me tienen miedo? ¿No me quieren ver en Lima? Me van a ver, porque llueva, truene o relampaguee, por aire, tierra o mar llegaré con la verdad de Venezuela”, advirtió Maduro.
El documento del grupo plantea que en Venezuela hay “una crisis humanitaria” y pide que “se abra un corredor humanitario para atender con alimentos y medicinas a la población”.
Por eso el cronista reitera su presunción de que la agresión vendrá desde Colombia, por designio norteamericano, con acompañamiento del “Cartel de Lima” y maquillada como “intervención humanitaria”, invento de la OTAN en 1999 para destruir Yugoslavia.
Más bases en Colombia
Desde 2009 EE UU dispone en Colombia de siete bases militares para combatir a la guerrilla de las FARC y apuntar a Venezuela y Ecuador. Son las de Tres Esquinas, Bahía Málaga, Apiay, Palanquero, Cartagena y Malambo, a las que se sumaron otras dos en Vichada y Leticia, en el departamento colombiano de Amazonas. El 1 de febrero 450 marines llegaron a Panamá para hacer maniobras de varios meses, en violación del estatuto de neutralidad de la zona del Canal.
El almirante Kurt W. Kidd, jefe del Comando Sur con sede en Key West, Florida, estuvo en agosto pasado en la “VII Conferencia Sudamericana de Defensa”, en Lima, Perú. Y bajo su jefatura, militares de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Estados Unidos, Paraguay, Perú y Uruguay, determinaron nuevas estrategias para "enfrentar amenazas militares" y "atender la crisis en Venezuela”.
Luego Kidd estuvo en Colombia reunido con su alto mando militar para planificar supuestamente acciones de lucha contra el narcotráfico y contra Venezuela.
Confianza en Venezuela
Es obvio que Venezuela enfrenta gravísimos ataques, incluso riesgo de agresión militar, pero está resistiendo muy bien y tiene muchas posibilidades de salir airosa otra vez.
Primero, porque para una mayoría de su pueblo está claro que vienen por su petróleo y conquistas logradas desde 1999. Segundo, porque Maduro apela a la movilización y a la democracia, como cuando el 31 de julio impulsó las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente, como poder supremo, y dejó sin argumentos a la oposición violenta de la derechista MUD que entre abril y ese julio había provocado 130 muertos. Tercero, porque el Consejo Nacional Electoral convocó a elecciones para el 22 de abril y Maduro será candidato. ¿Cómo acusarlo de dictador si gana esos comicios? Cuarto, porque las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB) son partícipes y reaseguros de la revolución, cosa que gobiernos progresistas en Brasil y Argentina no fueron capaces de construir. Quinto, porque Caracas firmó acuerdos económicos para la venta de petróleo sin pasar por el dólar, y también de seguridad, con Rusia, China, Cuba e Irán, lo que fortalece su defensa ante una agresión yanqui.
Venezuela no está aislada como Milosevic, Hussein y Khadafy. Si es invadida, una buena parte de la humanidad saldrá en su defensa, aún quienes tengan diferencias con Maduro.
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