Sin oposición a la vista, el madurismo cierra filas alrededor de la reelección
- Análisis
El chavismo modelo 2018 será un oficialismo casi sin oposición, con una disidencia interna que no encuentra su espacio (o a la que no le dejan espacio), con un gobierno que se va alejando de la figura e ideas de Hugo Chávez, en busca de poder responsabilizarlo de los desvaríos de las políticas económica y financiera y de la corrupción endémica y obscena.
Es una situación inmejorable para cualquier partido en el poder, pues las organizaciones rivales se encuentran en desbandada, mientras los rebeldes internos no logran cuajar, señala el analista Clodovaldo Hernández. Pero, ¿se basará en el olvido del chavismo para darle vigencia al madurismo? Eso es lo que proponen sus asesores europeos.
Por eso no sería extraño que el presidente Nicolás Maduro no piense en adelantar las elecciones presidenciales para garantizar la renovación de su mandato. Todo está listo, en los papeles, pero la situación económica, la inflación, el desabastecimiento y las tormentas que está desatando la campaña contra la corrupción, serán factores de perturbación.
En las elecciones municipales el triunfo oficialista fue rotundo: ganó 308 alcaidías (municipios) de las 335 puestas en juego (más que nunca en la historia del chavismo), con 71% de los votos emitidos. El gobierno sigue ganando elecciones y ahora espera lanzar las presidenciales en febrero, para sorprender a una oposición grogui, por los golpes recibidos, al seguir el plan de sus mandantes del Norte.
No es que la oposición no tenga estrategia: tiene demasiadas. Algunos decidieron participar en las elecciones municipales, otros apelaron al abstencionismo (incluso con llamados a la violencia para impedir los comicios); hubo malabaristas que dijeron que no iban a participar y luego se presentaron como candidatos en otras fuerzas.
El oficialismo tiene una aceitada maquinaria electoral, y se beneficia con la debacle opositora, que comenzó con la elección de la Asamblea Nacional Constituyente y aún no se ha detenido, tras pasar de la extrema violencia de abril-julio a un estado de desmovilización entre agosto y diciembre.
Las señales han sido por demás confusas: abstencionismo (con llamados a la violencia) en los comicios de la Constituyente; participación en el proceso para la elección de gobernadores; abandono de la gobernación del Zulia, uno de los cargos más importantes logrados; abstencionismo con raras excepciones en las municipales; y disposición a participar en las presidenciales.
Para el oficialismo, hasta aquí fue descorchar y festejo puro. Pero, incluso sin ir a un análisis profundo resulta claro que el pueblo la pasa mal; falta dinero o no hay cosas elementales, lo que tiene que ver con errores propios y el boicot del poder económico, de la mano de los estrategas estadounidenses y europeos.
La socióloga Maryclén Stelling señala que las victorias electorales y el clima triunfalista pueden generar una peligrosa tendencia en algunos factores políticos, quienes transformados en vigilantes del pensamiento único, y en aras de la democracia electoral, comiencen a reprimir el pensamiento a contracorriente, crítico, diferente. “Los pensadores “políticamente correctos” tienden a olvidar la necesidad de una oposición para la gestión democrática; se muestran prestos a impedir los debates, las críticas y discrepancias inherentes a la vida en democracia”, indica.
Sobre las elecciones de alcaldes, y más allá de los reconocimientos oficiales que hablan de 47,3% de asistencia, hay datos ciertos que indican que la abstención también fue récord y la participación real estuvo entre un 25 y 30% del electorado. Ante una oposición desconcertada ganó la maquinaria del partido oficialista que lo hizo apelando al núcleo duro de sus adictos, señala el analista Juan Guahán.
El otro aspecto a señalar es la cuestión de la corrupción, un cáncer que hizo metástasis en Pdvsa, la gigantesca empresa venezolana de energía. Rafael Ramírez, hombre fuerte de esa empresa y ministro de Energía durante el gobierno de Hugo Chávez (un funcionario inamovible por una década), y recientemente embajador en la ONU, aparece involucrado en esos hechos por el gobierno de Maduro.
Más de 60 exgerentes están presos por una estafa, que no es –obviamente- la única que afecta al erario público venezolano, superaría los cuatro mil millones de dólares. Habrá que ver cuál es la relación entre estas medidas y el hecho que una empresa china de petróleo (China Petroleum & Chemical Corp) a la que se vincula con el pago de coimas, haya presentado en la Corte de Houston, Texas una demanda contra Pdvsa, por facturas impagas.
Algunos analistas explican esta especie de desmovilización voluntaria como el preámbulo de la próxima jugada de la derecha hegemónica global: una intervención abierta en Venezuela o el lanzamiento de una candidatura extrapartidista, que en estos momentos pareciera ser la del empresario Lorenzo Mendoza, dueño de las empresas Polar. El outsider, el que viene de afuera de los partidos que no tienen credibilidad ni candidatos, pero que los financia y hace la guerra económica contra el gobierno. ¿Un Macri, un Piñera, un Kuczynski?
La dirigencia del partido manda
Todos en Venezuela esperaban que el año electoral presidencial sería ocasión para la necesaria discusión interna en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Pero los máximos dirigentes del partido estigmatizan cualquier discusión o disidencia, como una conducta que va en detrimento de la unidad. Todo aquel que se aparte de la línea dictada por la dirección nacional corre el riesgo de ser considerado desleal, divisionista, agente del imperialismo o quizá corrupto.
Existe una tergiversación de las palabras de Chávez: “unidad, lucha, batalla y victoria”, que es traducida (quizá por los asesores europeos del gobierno) como “votas lo que te digo o te trato como enemigo”. Hay muchos que discrepan de las decisiones de la cúpula partidista: quienes apenas exigen que haya más democracia interna, menos candidaturas impuestas desde arriba, pero muchos que cuestionan el rumbo económico asumido por Maduro o reclaman acciones más contundentes contra la corrupción en sus niveles más elevados, y no mero diversionismo para liberarse de adversarios internos o potenciales candidatos.
No es menos cierto que aquellos chavistas (entre ellos varios exministros de Chávez) que se alejaron de la línea de la dirección partidista no lograron crear un espacio intermedio, lejos de las desviaciones del Psuv (que denuncian) y de las torpezas y el cipayismo de una oposición que insiste en posiciones antinacionales y antipopulares.
Con críticas muchas veces más duras que la oposición, no han podido cimentarse como alternativa, desgastándose en controversias con el gobierno, que les impuso la contundencia de sus medios de comunicación. Varios candidatos chavistas se presentaron en las elecciones municipales, por fuera de los aceptados por la dirección del Psuv, y recibieron misiles permanentes del gobierno.
Y queda la andanada contra Rafael Ramírez. Curiosamente, algunos factores han considerado que este trance judicial puede ser el punto de partida para una posible presentación de Ramírez como opción en la contienda presidencial. Tenga esto base o no, lo cierto es que el ex hombre fuerte del petróleo será un factor en el juego político de 2018, dice Clodovaldo Hernández.
Los influenciadores
Para los vendedores de espejitos y de humo, un influencer es una persona que por sus niveles de credibilidad en algún tema (sea o no trascendental), que por su apariencia física y buen manejo de redes sociales, puede convertir un negocio o una idea en éxito puro. Obviamente son creados por el negocio del espectáculo, imponiendo para las naciones y para la política, los mismos patrones que para cualquier otro producto.
Los “influenciadores” se valen de la inmediatez del internet y las redes sociales para posicionar vertiginosamente sus contenidos. Acumulan seguidores y no tienen que ser famosos como estrellas de cine o deportistas, porque de eso se encargará oportunamente el sistema. En Venezuela hay varios de estos “especialistas” que llenan las computadoras, celulares y tablets con sus contenidos muy bien elaborados por equipos de guionistas que en muchos casos son expertos en conducta humana: sociólogos, periodistas, psicólogos y publicistas.
Obviamente, estos profesionales están detrás de “la estrella” escribiendo sus guiones, desarrollando ideas, conceptos y estrategias. Y si, por supuesto, también responden y están contratados específicamente por las figuras que mueven los hilos del establishment. Es parte de la guerra de Cuarta Generación, que trata de llegar a los sentimientos y no al raciocinio de la gente. Es una de las estrategias mejor utilizadas por el mercadeo politiquero para generar opinión favorable o desfavorable a la causa que defienden.
Los influenciadores venezolanos empiezan aparentemente de forma “aséptica” para luego meterse en el antichavismo más militante, con cifras que superan los 2 y 3 millones de seguidores en Instagram y más de 300 mil en Youtube, estos personajes logran sacar ganancias de la cotidianidad del venezolano y, en el interín, ayudan a posicionar matrices de la oposición política en el imaginario colectivo.
¿Y del lado del oficialismo? Pareciera que los formadores de opinión son demasiado analíticos, serios, críticos y engolados para eso. Y aunque varios de ellos tienen programas de televisión o son entrevistados con frecuencia, es difícil imaginar a alguno de ellos en un canal de Youtube desarrollando un tema con cortes rápidos, efectos de sonido, sarcasmos intercalados y montajes en las imágenes.
Si hay un espacio donde el chavismo cuenta con una fuerza notoria es en Twitter. Desde que Hugo Chávez entró en esta red en 2010, arrastró a un ejército de seguidores que empezaron a invadir este espacio tradicionalmente ocupado por la derecha. Y aunque usa (y abusa a veces) de los bots, el posicionamiento de etiquetas chavistas tienen dos características: suelen estar vacías de contenido, solo buscan reafirmar y son demasiado serios.
¿Tiene todo que ser un análisis político o sociológico de la realidad? ¿Tiene todo que ser una denuncia o una victimización sobre las arremetidas violentas de la derecha? ¿Ha perdido el sentido del humor nuestra izquierda?, se pregunta Simón Herrera en Supuesto Negado. ¿Tiene todo que ser denunciología y amenazas?
Álvaro Verzi Rangel
Sociólogo venezolano, codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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