Director de orquesta, mediocre pianista y aplaudidores seriales
- Opinión
El gobierno veía caer su imagen por su empecinamiento en quitar conquistas laborales y previsionales. Encima arrastraba el descrédito por su pésimo manejo del asunto ARA San Juan. No encontró mejor recurso que la cacería humana.
Argentina tiene esos fines de año con crisis políticas, cuando faltan pocos días para los brindis y los mejores deseos para el que está a poco de comenzar. Suele haber crisis políticas o financieras, o estallidos sociales y fin de pésimos gobiernos, como en 2001 en medio de protestas bañadas en sangre desde el poder agonizante.
La historia no es igual ni se repite calcada. Este diciembre de 2017 no es similar al de dieciséis años atrás, pero puede ser un salto cualitativo para uno u otro lado, antes de la pausa del verano.
Mauricio Macri había ganado con claridad y amplitud las legislativas del 22 de octubre y la oposición política había quedado dividida, con internas que anticipaban más movimientos centrífugos.
El oficialismo se creyó más fuerte de lo que era y lanzó una ofensiva política-parlamentaria de una magnitud superior a lo que aconsejaba la correlación de fuerzas. Y aún con algunas de esas iniciativas semi aprobadas, puede quedar mal herido bajo la montaña de votos de octubre. Así de cambiante es la política argentina, sin importar el mes.
El macrismo cometió dos equívocos. Uno, sobreestimar su poderío político-electoral. El otro, centrar en la negociación “por arriba” con gobernadores, senadores, diputados y sindicalistas burocráticos, casi todos del palo peronista, sin tener en cuenta lo que podían opinar y hacer las bases sociales.
La diferencia quedó a la vista el 29 de noviembre, cuando más de 250.000 trabajadores y demás argentinos de a pie repudiaron la mal llamada “reforma laboral, previsional e impositiva” frente al Congreso. Puertas adentro de ese Legislativo, dos de esos tres engendros tuvieron el OK de las mayorías.
Esos acuerdos cupulares, siempre sospechados de Banelcos, pueden poner en marcha medidas antipopulares, pero a la corta o a la larga los perjudicados se unen frente a la quita de derechos adquiridos o por venir.
Como se dijo aquí y en diversos medios, incluso en algunos oficialistas, la reforma previsional implica un quite anual de 100.000 millones de pesos. Es un brutal ajuste contra los jubilados, para derivar ese monto a la caja manejada por la gobernadora de Buenos Aires.
Piedras en el camino
El acto del 29 de noviembre fue organizado por un espectro donde cohabitan las dos CTA, la Corriente Federal de Trabajadores y el gremio de Camioneros de la CGT de Azopardo, más un variado acompañamiento gremial, social y político.
Eso les movió el piso a los burócratas del Triunvirato, quienes habían puesto el gancho al ajuste laboral a pedido de Jorge Triaca, con beneplácito del senador Miguel Pichetto, del PJ-FpV acuerdista.
El masivo acto hizo que el tema laboral no fuera tratado en la Cámara Alta al mismo tiempo que los otros dos dispositivos antipopulares. Y el clima adverso que se gestó en amplios sectores de la población, a medida que iban calando la esencia de los proyectos, hizo que se demorara el cronograma original pese a la urgencia de Triaca y el presidente.
Incluso los plazos para lo previsional e impositivo-fiscal, que sí tuvieron media sanción en aquella lamentable jornada, se complicaron en Diputados. Se sumaron objeciones de los opositores y se anticipan votos en contra de aliados macristas como Diego Bossio, atrapado por su historia como ex titular de Anses. A duras penas puede explicar por qué es un renegado de CFK pero no podría justificar una traición a la actualización de haberes que sostuvo desde el fin de las AFJP.
Incluso si el PRO-Cambiemos lograra votar lo que vino del Senado, lo más probable es que deba introducir cambios, aún de maquillaje. Y regresará el proyecto a la cámara de origen, con debates y postergaciones no deseadas por el gobierno. Este quería año nuevo con ley nueva, pero deberá esperar para ver si los Reyes le traen ese regalito que daba por seguro.
La insensibilidad del presidente-empresario para con los jubilados se puede medir en que provocó un cortocircuito con su fan Susana Giménez, quien consideró una vergüenza que los jubilados ganen la mínima de 7.330 pesos. Macri se pelea con esa exvedetonga, así como antes con la momia Mirtha Legrand, porque sus políticas están chocando contra casi todo el mundo, incluso contra parte de sus bases.
Furia marinera
A los problemas derivados de sus proyectos laborales en línea con el empresariado y el FMI deben sumarse los desaguisados del presidente y su gabinete respecto a la desaparición del ARA San Juan.
Independientemente de cuál haya sido la causa que lo llevó al fondo del mar con sus 44 tripulantes –se afianza la hipótesis del accidente por ingreso de agua e incendio en contacto con las baterías, y posterior explosión interna- hubo y hay falta total de sensibilidad gubernamental.
Ni el presidente ni el desastroso ministro de Defensa –que a lo sumo ameritaba experiencia en dar órdenes de reprimir a la policía de Córdoba y de Corrientes- se pusieron a la cabeza de la búsqueda.
Tampoco acompañaron de cerca a los familiares ni dieron la cara ante el país, en vilo por esa tragedia. Deslizaron las culpas hacia la Armada, cuyos jefes deben tenerlas, pero en forma conjunta con el aparato macrista y no como “chivo expiatorio”.
Esta crítica está lejos de la demagogia política. Resulta muy fácil criticar al gobierno en una materia tan sensible. El cuestionamiento político está basado en hechos y palabras de un gobierno que ha querido barrer la mugre bajo la alfombra, como si los restos del submarino a mil metros de profundidad quedaran lejos del interés público y tapados por otros asuntos de consumo de los televidentes.
Tiren contra Cristina
Y ese operativo distracción de los dolores actuales y futuros, de los familiares de los 44 marineros y de los millones de trabajadores activos y jubilados, lo cumplió el juez Claudio Bonadío, de alguna manera hay que llamarlo, ordenando los procesamientos con prisión preventiva de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, los exfuncionarios Carlos Zannini y Héctor Timerman, y los militantes políticos y sociales Luis D´Elía, Fernando Esteche y Jorge Yussuf Khalil. A CFK no pudieron llevarla presa porque había jurado como senadora, cargo que asumirá el lunes. Primero deberán tramitar su desafuero. Timerman padece una grave enfermedad y tuvo el “beneficio” de la prisión domiciliaria y el resto fue derivado a las cárceles de Ezeiza y Marcos Paz.
Algunos, como Zannini, fueron apresados de madrugada en Río Gallegos, en procedimientos de nocturnidad propios de la dictadura militar-cívica y con cobertura de medios alertados por el poder para que contribuyeran al operativo.
El libreto del “juez de la servilleta” de Carlos Corach es muy elemental y falso: el grupo kirchnerista habría firmado en 2013 el Memorándum de Entendimiento con Irán como parte de un encubrimiento del atentado contra la AMIA a cambio de ventajas comerciales con los persas. Ese atentado fue catalogado por Bonadío como “acto de guerra”, por lo que aquella conducta habría configurado el delirante delito de “traición a la patria”.
Si estas acusaciones en boca del sionista y suicida Alberto Nisman fueron la versión de tragedia, su actualización por Bonadío supone la farsa o comedia, aunque para los detenidos y afectados sigue siendo tragedia.
Cristina hizo su descargo en la conferencia del jueves 7 y mucho mejor lo irán explicando los abogados de ella y demás detenidos, pero se pueden sintetizar las refutaciones a tantas sinrazones y arbitrariedad.
El Memorándum era una decisión de política exterior, no judiciable. Fue aprobado en 2013 por ambas cámaras del Congreso. No resultó convalidado por el parlamento ni el gobierno iraní, de modo que nunca entró en vigencia. Argentina no pidió a Interpol el levantamiento de las órdenes de detención contra los cinco iraníes sospechosos, como documentó el entonces jefe de Interpol, Ronald Noble. No aumentó el comercio entre los dos países, tras la firma del instrumento. El atentado en Pasteur 633 fue un acto terrorista, no una guerra de dos países. Etc.
En enero de 2015 las ridículas acusaciones de Nisman fueron una maniobra sionista, de los servicios de SIDE, la embajada de Israel a la que consultaba todo, y la ultraderecha estadounidense, para abortar el diálogo entre Buenos Aires y Teherán. El suicida, como expresión de esos intereses foráneos, defendía la alianza entre Benjamin Netanyahu y la derecha recalcitrante de EE UU (hoy representada por Donald Trump), para romper la negociación que Irán mantenía con el “G5 más Alemania” por la cuestión nuclear. En julio de ese año las dos partes llegaron a un acuerdo y nadie, fuera de Netanyahu y Trump, puede acusar a los 5 miembros del Consejo de Seguridad y Berlín de traición a sus patrias y encubrimiento de atentados terroristas que Irán no cometió.
La cacería humana de Bonadío está guionada por el gobierno para perseguir opositores y ocultar a la sociedad los dramas del ajuste. No importa el dolor humano ni las leyes. El circo sin pan busca entretener al medio pelo mientras meten la mano en sus alicaídas billeteras.
CFK dijo que el director de orquesta es Macri y Bonadío ejecuta la partitura judicial. Tal cual. Y los aplaudidores seriales de Clarín embellecen un espectáculo donde la libertad fue arrojada viva a la hoguera de Comodoro Py.
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