“Andan bien despistados todos”

27/11/2017
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El primer priista del país, Enrique Peña Nieto, reaccionó ante los desmedidos elogios expresados por Luis Videgaray para su amigo y precandidato presidencial José Antonio Meade al presentarlo a los embajadores extranjeros acreditados en México, en su reunión anual, con una cierta reedición del “No se hagan bolas” (27-I-94) de Carlos Salinas para convencer a los grillos y actores del oficialismo que el candidato era Luis Donaldo Colosio, frente a la pugna que sostenía con Víctor Manuel Camacho, o éste con el primero o ambos.

 

Ante los reporteros de la fuente que fueron convocados a escuchar una declaración de “banqueta” antes del inicio de un acto de la Armada en La Paz, Baja California Sur –presa del desbordado crimen organizado–, el titular del Ejecutivo corrigió a los intérpretes de su amigo y asesor principal Videgaray Caso, al responder una pregunta hecha a modo: ¿Qué opinión le merece el destape de Videgaray?

 

“A ver, no. Yo creo que andan bien despistados todos. Porque yo creo que el PRI no habrá de elegir a su candidato, y seguro estoy, a partir de aplausos y elogios. Yo creo que son muchos los servidores públicos, los cuadros que han sido mencionados, que tienen trayectoria, que tienen reconocimiento, que tienen méritos, y creo que dentro de ellos, el PRI, como lo ha hecho siempre, con un gran compromiso con México, habrá de seleccionar a quien tenga las mejores condiciones para la competencia que habrá de enfrentar”.

 

Como si los actores políticos, los agentes económicos y sociales no conocieran por experiencia propia a lo largo de 88 años que la respuesta con el reiterativo “yo creo”, es para eludir que Peña Nieto y su dedazo, por supuesto que previa consulta con los factores políticos y los poderes fácticos, incluso allende el río Bravo, es el quien dirá la última palabra sobre quién será el candidato del Revolucionario Institucional, y hasta 1994 prácticamente el “elegido para conducir los destinos de México”.

 

Mas el tricolor y su jefe, no el que cobra como presidente, acumula más de un centenar de taxis y con desparpajo y rijosidad acusa de corruptos a Andrés López Obrador y a Ricardo Anaya –al que los priistas llamaban en San Lázaro El Niño Maravilla–, optaron por tratar a la ciudadanía como menor de edad, ahora que los analistas autodenominados liberales descubren que todos los partidos designarán a sus candidatos por dedazo. O bien apoyarán al de Morena, el Frente por México que nada tiene de ciudadano o el PRI que sigue lejos de remontar la tercera posición en las encuestas, pese a las dificultades de Alejandra Barrales, Dante Delgado y Anaya Cortés para acordar un método de selección.

 

Según esto quedó superado el monopolio tricolor del dedazo, así como gana espacio la idea de que todos (los partidos) son iguales. Además de ser respetable la percepción de amplias franjas ciudadanas, es un ejercicio de simplificación y hasta de pereza, porque omite que la política sin matices no es tal. Pero cada quien su apuesta, sólo que emitido el sufragio cada uno se haga cargo de su decisión, y no se repita la antigua película de cada cuarto y quinto año de gobierno, cuando los que aplaudían y defendían al presidente, hoy el mexiquense de Atlacomulco, son los más tenaces impugnadores.

 

En el país de la simulación hecha práctica ordinaria por las elites de la pirámide socioeconómica y política, pero también por su ancha base social, es harto complejo superar prácticas y hábitos que sellan por generaciones la cultura (¿subcultura?) cívica mexicana.

 

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