El chocolate de la vergüenza
- Opinión
Una compañía que no supera los cuarenta seguidores en su cuenta en Facebook ha puesto a circular una publicidad de golosinas que ha indignado a un país. Su campaña es uno de los pocos temas que he visto ha sido denunciada por articulistas de la derecha y de la izquierda pidiéndole al Estado, a través de CONATEL, que saque del aire esa publicidad en la cual un alumno, viendo que su destino era raspar un examen, decide sobornar a la maestra entregándole junto al defectuoso ejercicio, una golosina.
Hablamos de la publicidad de temporada del producto Señor Cacao Dott, en la cual se condensa todo el discurso que por meses hemos visto agudizarse según el cual la venezolana es una sociedad sin valores, compuesta de pequeños bribones de los cuales, diría Julio Borges, deben los Estados Unidos proteger a la región con alguna invasión humanitaria o algún otro tipo de acorralamiento.
La publicidad es un mecanismo que se utiliza para introducir en el imaginario nuevas necesidades, las de aquellos productos que quien la utiliza desea comerciar y en principio, debe originarse sobre mercancía que exista o que pronto fuera a existir y mostrar ese estado de bienestar que por efímero todos perseguimos como un hámster en una rueda.
Desde el punto de vista de su control jurídico en el presente Venezuela enfrenta una dificultad puesto que el medio por el que se transmite –en este caso- es competencia de CONATEL que debe garantizar el correcto uso del espacio radioeléctrico pero el contenido –todo lo referente a publicidad y promociones- es competencia de la SUNDDE, institución rectora en materia de comercialización de bienes y servicios. Un pequeño detalle jurídico que se traduce en una complejidad administrativa que favorece que ante la transgresión, para los mismos agentes del Estado sea difícil determinar quién debe accionar.
En estos tiempos donde estamos en medio de potentes operaciones psicológicas la publicidad en vez de servir para aumentar los deseos, es una correa por la que circula la frustración. Hace años, en algún otro espacio, yo me interrogaba porque el territorio de la República Bolivariana de Venezuela era el destino predilecto de tantas campañas que ofrecían productos que se comercializaban exclusivamente en Colombia, en Chile o Argentina.
Ahora, cuando tantas caretas han caído podríamos ver como estos son los países del capitalismo salvaje que nos han erigido en modelos del éxito y la prosperidad que aquí no puede alcanzarse. Algunos dirán que esto es una simple coincidencia.
Pero volvamos a nuestro asunto de hoy. Hablamos de una publicidad en horario estelar, en la televisión nacional de mayor ranking y en las cableras internacionales. Por ende, hablamos de una gran cantidad de dinero destinada a vender la idea que con el esfuerzo no se consigue nada, ni tan rápido ni tan bueno como con la trampa.
La publicidad termina con una nota que indica que se trata de un seriado. Como advirtiendo que en una próxima entrega la maestra decidirá qué hacer con sus dos estudiantes, el estereotipado protagonista que le da el chocolate y con el morenito que estudia y pasa su examen echándole pierna pero la historia abierta, al borde del pecado, con la picada de ojo, es la que queda en la memoria con el corte y la música.
Se trata de un mensaje que llega a una niñez y adolescencia que justo empieza a recibir de sus maestros las normas de conducta del año escolar, en el que se sembrará esa semilla del ciudadano futuro. Jurídicamente no existe la posibilidad de dudar que será difícil demostrar la compatibilidad del mensaje con el sistema de protección integral y de interés superior del niño que edifican la Lopnna.
Y si esto es difícil, también lo es dudar que es una transgresión a las normas que establecen para todos los sujetos que hacen uso de los medios la responsabilidad social de desarrollar mensajes positivo y que cuide en especial a los niños, niñas y adolescentes.
Es quizás esta una oportunidad propicia para abrir debates fundamentales ¿no ha de controlarse la publicidad de alimentos azucarados y grasosos? ¿no existe ninguna norma que limite usar los medios para promover la vergüenza nacional o los antivalores en horario estelar? ¿a la hora actual, qué es lo afirmativo venezolano? Seguramente este tema se lo tragaran los granes y espeluznantes titulares que colapsan las redacciones de los periódicos, esperemos que no mueran de la misma manera en las manos de quienes deben prevenir y al menos corregir que esto ocurra.
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