La sociedad del odio

15/08/2017
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A mi Yamila, que me ha enseñado tanto.

 

Hace aproximadamente un año escribí un artículo ironizando sobre como estábamos descubriendo, por lo menos en Venezuela, una nueva forma de gobierno. Una muy banal, donde todo se obtenía o se perdía con tener la foto precisa con el personaje correcto. Así, a un año de aquello algunos recuerdan mi definición de la fotocracia y se divierten señalando cuando ven aparecer a algún fotócrata en el escenario.  En el presente, dudo que la fotocracia ya no sea una forma de gobierno que logra, con algún éxito, instaurarse pero observo como en esa misma banalidad, donde todo es inmediato, emocional y aparente, se va produciendo un problema mayor, el de la sociedad del odio o para seguir jugando con las palabras la hatercracia.

 

Lucía Etxebarria, escritora española sobre la que hoy se habló por su denuncia de un robo en las famosas fiestas españolas, los sanfermines, dedica una columna a comparar el odio que produce y manifiestan, dos mujeres que saben que son los dos lados de una infidelidad. Al relatarlo, habla de una persona en esa situación hace par de años y dice “…entonces las redes sociales no eran cibernéticas sino reales. Ellas coincidían en bares y en fiestas. Se intercambiaban miradas gélidas y punto. Ella nunca se rebajó a demostrar que lo sabía y que le importaba, mucho menos a dar un espectáculo gratuito a terceros. “[1]

 

Ahora, por el contrario, cuenta como en las redes sociales existe un culto al odio en el que esos dos personajes se cruzan amenazas, descalificaciones e insinuaciones. Por un hecho, que, doloroso en cualquier época, antes ambas hubiesen matado porque se mantuviera en privado.

 

Un cuento tan trivial como este se ubica en mi cabeza poblada desde la mañana por la comparación –escalofriantemente sin diferencias- entre los crímenes de odio que han llenado las primeras planas. De Kiev a Charlotesville parece que el espanto hizo una escala en Caracas.

 

La gente entonces ahora odia y siente en ello un derecho legítimo, una proclama cualquiera. Odia a la gente, odia el trabajo, odia los perros, odia el calor, odia el ruido.  Ahora se festeja el odio, se publica, se difunde…

 

Pero resulta que el odio habla en inglés, hay toda una especie de tribu virtual llamada de los haters, o, al menos eso me cuenta Google cuando lo interrogo al respecto.  Su característica principal sería la exageración del rechazo o apatía a cosas, deberes o personas. Su publicación una especie de conformación de comunidad. Sus medios las redes sociales y toda esta nueva manera de comunicarse que son los memes.

 

El odio que se presenta así como esa actitud de rebeldía adolescente parece que no se acaba cuando se difunde sino que se viraliza y se va tornando en una espiral que permite jugar al suicidio, llamar al homicidio, celebrar el asesinato o promover una invasión. El rechazo a lo humano se va haciendo tan fuerte que comienzan a confundirse los escenarios de la realidad con los de la virtualidad.

 

Los hatercratas parecen unidos por una indiferencia manifiesta que los lleva a vivir en un mundo que no se conecta con sus países de habitación, que los hace vivir en la añoranza de cosas que nunca han sido y que, usando un poco a Bolívar, parecen ser piezas muy útiles para su propia destrucción.

 

Termino estas líneas convencida que el nuevo riesgo nuclear de esta humanidad, se llama odio y es tan o más peligroso en la medida que se vende en pantallas que miramos y abrazamos más que los humanos de los que nos rodeamos.

 

agosto 15, 2017

[1] http://www.elperiodico.com/es/opinion/20170520/si-con-todo-que-tienes-no-eres-feliz-por-lucia-etxebarria-6045245

 

 

https://www.alainet.org/pt/node/187427?language=en
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