De pactos y protestas populares

11/01/2017
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Suscrito el Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y Protección de la Economía, queda mejor dibujado el concepto y la práctica presidenciales sobre la tan mencionada “unidad nacional”, como condición para afrontar con mejores posibilidades de éxito la compleja coyuntura política y económica que vive el país y que, con mucho, rebasa los incrementos a los precios de las gasolinas y los previsibles impactos en otros bienes y servicios, mismos que comenzaron en diciembre, antes de que entrara en vigor el por supuesto muy impopular gasolinazo.

 

Como hace 34 años, cuando Miguel de la Madrid despachaba en Los Pinos –padre del secretario de Turismo–, el México de las corporaciones patronales, sindicales, campesinas y demás, ahora sumamente desgastadas, suscribieron varias ediciones del Pacto de Solidaridad Económica y con Carlos Salinas otras tantas del Pacto para el Crecimiento Económico, surge ahora lo que en siglas ya no será PSE, PCE sino AFEPE.

 

Están por verse los verdaderos alcances del Acuerdo, aunque son muchas las voces partidistas, sociales y hasta empresariales, como la Confederación Patronal que se negó a firmarlo, mientras el gobernador de Morelos, Graco Ramírez criticó que la Conferencia Nacional de Gobernadores que preside, no fuera convocada para suscribirlo, lo que –dijo sin consultar– haría muy gustosa.

 

Razones diversas y sólidas arguyen los críticos del Acuerdo, como Cuauhtémoc Cárdenas quien hace propuestas alternativas y en el ámbito partidario sobresalen algunos dirigentes de Acción Nacional y de la Revolución Democrática que salieron a la calle sólo para “tomarse la foto”, mientras casi todos brillan por su ausencia en la protesta social que el lunes tuvo expresiones en ciudades de 13 estados con bloqueos y “tomas” de oficinas públicas que involucraron a “cientos de integrantes de organizaciones sociales, productores agrícolas y ciudadanos en general” (La Jornada, 10-I). En la Ciudad de México el oligopolio mediático, contra su costumbre, dio cuenta exacta y reiterativa de los “3,600” y hasta “4 mil manifestantes” que se concentraron en el Zócalo, con el objetivo de evidenciar la pequeñez de la protesta, que “hay demasiado ruido y pocas nueces”.

 

La indignación e incluso rechazo auspiciados por el gasolinazo es una y sobre todo en las redes sociales –con abundantes mentadas de madre y expresiones homofóbicas, lo que muestra que pasar de la irritación individual a la protesta y movilización colectivas es a todas luces algo muy distinto, pues implica un grado de compromiso comunitario, cívico, mucho mayor.

 

Sin embargo, el voluntarismo tiene variadas expresiones también. En publicaciones alternativas de América de Sur, México es reseñado como un país con sus trabajadores manuales e intelectuales en las calles de muchas ciudades. Aquí circula la valoración de que las actuales son las movilizaciones “más grandes” desde los sismos de 1985. Que llegó la hora de formar la “coordinadora nacional” de las luchas populares, de hacer a un lado a los partidos y dotar al movimiento de un “programa mínimo”.

 

Si el grupo gobernante muestra capacidad intelectual y política sólo para hacer frente a “los nuevos problemas con viejos enfoques” (Pablo Cabañas Díaz), sus contrapartes impugnadoras con sobradas razones y causas, tampoco evidencian aptitud para encauzar la irritación y el descontento que está a flor de piel en el muy destruido tejido social. Es un tema complejo y corresponde a muchos en la academia, los partidos, el movimiento social y la comunicación.

 

 

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