Un gran vacío muy difícil de llenar

05/12/2016
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Un lustro antes de concluir su segundo periodo como gobernador del Banco de México por seis años, del 1 de enero de 2016 al 31 de diciembre de 2021, Agustín Carstens optó por su cuenta y riesgo, de manera unilateral y personalista, por aceptar la gerencia general del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), el banco de bancos que reúne a 60 instituciones centrales de los países que “aportan 95 por ciento del valor de la economía mundial” y es la “institución financiera internacional más antigua” de la aldea.

 

Sin embargo, sólo cinco tecnócratas fueron los que decidieron bajo la demagógica denominación de “con la asistencia de un comité de nominación”, presidido por el también gobernador del Banco Central de Alemania, además de los de Inglaterra, Japón, Francia e Italia, por supuesto que del Banco Central Europeo y la decisiva Reserva Federal de Estados Unidos. Parte de la dictadura financiera global que ningún valiente “liberal” se atreve a molestar ni con el pétalo de una palabra.

 

La mañana del 1 de diciembre, el doctor que auguró que a México no le daría “ni un catarrito” con la crisis financiera de 2008, recibió la invitación amos y señores de las finanzas, con las horas de diferencia del reloj suizo, y durante ese lapso presentó la renuncia a Enrique Peña Nieto, presumió por Twitter su nueva chamba que cobrará en euros, hizo lo propio con la Junta Central del Banco de México y compareció con los colegas de la fuente, todo como un recurso burocrático; es sabido que tales designaciones se negocian y procesan con anticipación.

 

¿Y el Senado que es el que nominalmente lo designó gobernador? Carstens Carstens ni siquiera recordó tales formalidades, justo cuando la economía mexicana está sellada por la incertidumbre.

 

Más allá de las involuntarias notas de humor que brindaron importantes declarantes, como que el Chicago Boy dejará, a partir del 1 de julio de 2017, “un gran vacío muy difícil de llenar”. Cómo olvidar lo que decía Andrés Manuel López Obrador hace una década, que el “itamita” se comía una vaca diaria. En tanto que el hoy director general de Condusef y en aquel entonces brazo derecho de AMLO, aclaraba es que “dice Andrés que Carstens recibe 5 mil pesos diarios para sus alimentos y los de sus invitados. Y una vaca costaba eso.

 

Chistes aparte sobre un gravísimo problema de salud pública, el hecho es que este doctor que aceptó una responsabilidad pública importantísima hasta 2021, lo hizo sólo mientras encontraba mejor chamba, y además le valió un comino el respeto a los procedimientos institucionales.

 

Eso de que es “una alegría”, “un honor” y un “reconocimiento” al Banco de México y el país, es un mal cuento. Allí está el acomodaticio salinista y luego zedillista José Ángel Gurría al frente de la OCDE, sólo para formular y también apuntalar las reformas que se impusieron en México por medio de un pacto de la muy corrupta y enriquecida elite partidocrática.

 

Y se da por sorprendido el señor: “De ninguna manera se debe leer mi salida como una reacción de mi parte a una situación coyuntural (de la economía) o algún supuesto desencuentro con Hacienda o con el gobierno federal. No hay nada de eso”.

 

El hecho es que al día siguiente el peso mexicano se depreció 1.05 por ciento frente al dólar en operaciones al mayoreo y la devaluación en cuatro años es de las más altas que sufren muchas monedas, pero con Agustín Carstens al frente de la política monetaria ya ronda el 50 por ciento.

 

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