Indígenas y campesinos movilizados irrumpen en las ciudades
- Opinión
En momentos cuando la indignación movilizada en las ciudades parecía decrecer, y el aún Presidente de la República, Otto Pérez Molina (infestado con la corrupción y el repudio público), celebraba anunciando: “Cada vez son menos los que exigen mi renuncia”, indígenas y campesinos, junto a universitarios y algunos sindicalistas, inundaron nuevamente las ciudades principales del país exigiendo la renuncia y cárcel para el actual Gobierno “corrupto y asesino”, expresando el apoyo a la Comisión Internacional Contra la Impunidad de Guatemala (CICIG), pidiendo la postergación de las próximas elecciones nacionales, y pregonando el inicio del proceso constituyente popular plurinacional desde el interior del país.
Hoy, amanecimos a cinco kilómetros de la histórica ciudad kaqchikel de Sololá, en las proximidades del sagrado y mágico lago maya Atitlán. Allí, se congregaron varones, mujeres y jóvenes indígenas quichés, organizados en CODECA-CNOC, para iniciar su caminata pacífica, e ingresar al centro de la ciudad maya kaqchikel. En tiempos prehispánicos (siglo XV), esta acción no hubiese sido posible puesto que ambos pueblos mayas, según datos de cronistas de la época, estaban enemistados militarmente.
Lo cierto es que, ahora, a estos dos pueblos mayas, al igual que a los otros 20, les une el fatal destino adverso del empobrecimiento, saqueo, destrucción, discriminación, etc., por parte del Estado ladino y de los gobiernos de turno. Por eso, frente al permanente saqueo neoliberal en sus territorios, y el descarado despilfarro y robo de las arcas estatales, hoy, salieron en multitudes a protestar en 18 ciudades principales del país.
En el caso de las y los quichés de Sololá, la multitud ingresó casi meditabunda, oyendo las consignas y los mensajes irradiados desde el único equipo de sonido improvisado, en el idioma quiché, y por momentos en castellano. Muchos de ellos/as, salieron muy de temprano desde sus aldeas caminando, costeando sus pasajes para los buses. Algunos de ellos/as llegaron sin desayunar, y volverán a sus comunidades a almorzar por la tarde, llevando consigo el mensaje de haberse encontrado con miles de manifestantes que padecen la misma suerte, y corren tras los mismo sueños.
Pancartas y mantas, escritas en castellano, y con estilo propio, anunciaban las razones de la protesta. Sin técnicos, ni defensores, ni locutores foráneos, organizaron y realizaron la caminata y el plantón frente a la sede de la gobernación departamental, resguardada por agentes de la Policía Nacional Civil (PNC).
Don Pascual Emilio, micrófono en mano, mirando a los ojos de los agentes de la PNC les dijo en quiché: “Aunque Uds. se pongan colorados. Uds., junto a los militares masacraron a nuestros hermanos en Alaska (masacre indígena en Totonicapán, 2012). Ahora, estamos nuevamente aquí. (…) Dios nos ha dado un pensamiento a cada uno para defender nuestros derechos. Ya no tenemos miedo. Ahora, vamos por un proceso de una Asamblea Constituyente Popular Plurinacional para hacer valer nuestros derechos”. Y, en el rostro indígena de los agentes uniformados de negro se dibujó una sonrisa que inmediatamente se diluyó ante el lente de las cámaras.
Dña. Catarina Tzaj, otra indígena maya, se dirigió a la multitud de los manifestantes: “Nosotros estamos debajo de los ladinos. Ellos nos tratan como si fuéramos animales. Nos llevan de un lado para otro. Protestamos, sufrimos, pero no nos hacen caso. Hace 500 años nos engañaron con espejitos. Ahora, no tenemos ni tierra, ni frijoles, pero nuestros hijos exigen comida. Por eso exigimos la renuncia y cárcel para el Gobierno corrupto y ladrón”. Y todas las y los oradores fueron coreados desde la multitud: “No a la corrupción. Sí a la refundación de la nación”
Así transcurrió la jornada de la caminata y el platón pacífico maya quiché en la ciudad kaqchikel de Sololá, al igual que en el resto de las 17 ciudades del país.
Desde el Gobierno central, y en los medios corporativos y proempresariales de las ciudades, desde días anteriores se intentó desprestigiar y estigmatizar a esta movilización (al igual que a cualquier otra movilización social) como “peligrosa”, “conflictiva”, “violenta”, etc. Quizás con la finalidad de evitar la complicidad emergente entre indignados citadinos y rurales. Quizás porque por la ignorancia aún creen en la mítica leyenda colonial de “indios salvajes bajando de las montañas para saquear las ciudades blancas”. O quizás porque aún nos creen idiotas creyentes de sus mentiras veladas. Quién sabe. Lo cierto es que el repudio al sistema político y económico neoliberal crece cada día, y el rechazo a la realización de las próximas elecciones generales también.
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