Un primer acercamiento a los resultados preliminares de la jornada dominical que selló al país durante el primer semestre de 2015, obliga a percibirla en su conjunto, acaso en demérito de particularidades que se vivieron, por ejemplo, en los estados que renovaron gubernaturas y que podrían tener consecuencias significativas.

Para empezar resulta preciso decir que frente al clima político de pronunciado distanciamiento entre amplias franjas de los electores y los partidos, entre la ciudadanía y la clase política, lo que tiende a magnificarse, destaca la concurrencia a las urnas de 47 por ciento de los inscritos en el padrón, frente a 44.6 por ciento que lo hizo en las intermedias de 2009. Hacer frente a la apatía ciudadana, coloquialmente llamada importamadrismo, no es tarea sólo de los partidos, también de la sociedad civil si la apuesta es por cambios de largo aliento en la realidad mexicana.

Como bien advierte Roy Campos “Estructuralmente, lo más importante” es que el grupo gobernante logró armar una mayoría legislativa para el segundo trienio, lo que no se lograba desde 1991. Para ello fue indispensable la alianza con el Partido Verde Ecologista, el de las tres falsedades en su nombre, y Alianza Nacional cofundado y dirigido en realidad por Elba Esther Gordillo, hasta que Enrique Peña Nieto cometió el error de emitir la directriz de encarcelarla. Mayoría que, es necesario recordarlo, se da porque el sistema electoral permite la sobrerrepresentación si se es capaz de ganar distritos suficientes, como lo hizo el Revolucionario Institucional, no porque el ciudadano deseara o votara así.

A pesar de que las candidaturas independientes –que más bien son “sin partido”– lograron una bajísima votación, pero fue suficiente para colocar en el Palacio de Gobierno nada más y nada menos que en el importantísimo Nuevo León a Jaime Rodríguez (El Bronco. Hay tiempo para ver en que termina el apodo del se formó a la sombra de Alfonso Martínez Domínguez, hoy que se cumplen 44 años de la matanza de Luis Echeverría del Jueves de Corpus). Y a otros seis en alcaldías y diputaciones.

La muy activa campaña, sobre todo en las redes sociales, no logró inducir un incremento en los sufragios anulados: 5.41 por ciento en 2009 frente a 4.88 por ciento en este año. Rescato aquí la idea de José Antonio Crespo consistente en que si no rebasaba el 6 por ciento “será un fracaso”. Y lo dijo uno de sus más lúcidos promotores.

Como también fracasó el boicot electoral y no sólo por el despliegue de las fuerzas armadas en Oaxaca, Guerrero y Chiapas, lo que por lo demás era de preverse de parte de cualquier gobierno que se precie de serlo, sino porque los actos de vandalismo no son eficaces ya que no suscitan más y mejores adhesiones, aparte de los que en forma tenaz y hasta valiente bregan por lograr la chispa que incendie la pradera. Todavía el domingo, en medio de la derrota, anunciaron: “Le quedan seis días al presidente Peña Nieto para presentar su renuncia al cargo porque así se lo está pidiendo el pueblo mexicano de lo contrario las movilizaciones en su contra crecerán en todo el país”. Pueblo que votó mayoritariamente por el PRI para gobernar Guerrero, Iguala y Tixtla.

También sucumbió el modelo político del tripartidismo que operó con variaciones desde fines de los 80 y quedó consolidado con la derrota del tricolor en las legislativas de 1997. Dos partidos “grandes” y seis “pequeños” forman el nuevo panorama que algunos interpretan como la pulverización partidista y especialmente de las izquierdas, de donde emergió como alentador factor político el Movimiento Regeneración Nacional.

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