La necesidad de un pensamiento radical latino-americano
- Opinión
En función de mi profesión, vengo teniendo la oportunidad de hacer una comparación de escenarios políticos en programas de medios abiertos dentro del estado donde vivo en Brasil, el Río Grande del Sur. Estamos en un momento donde los gobiernos de centro-izquierda o viven en crisis (caso de Brasil y Argentina), o adhieren parcialmente a las tesis del Imperio (caso de Chile y Perú) o están bajo una severa crisis institucional, tal es lo que ocurre en Venezuela. Vale observar que en estos países (Bolivia, Ecuador y el ya citado país de Bolívar) las instituciones no son sólidas y este es el laberinto. Cuando hay arreglo institucional fortalecido, el régimen se mantiene, pero las oportunidades de transformación son pequeñas. Ya, cuando no hay estructura fortificada y criba entre gobierno y Estado, hay la tendencia de que las élites dirigentes y sus socias mayoritarias transnacionales ejerzan un poder vertical y autoritario. Aun así, poca institucionalidad implica en mayor poder de la movilización popular.
Los compañeros de la ciencia política, acertadamente, acostumbran comparar países con menos instituciones consolidadas como caballos en correría pampa afuera; ya los países con gran estructura de Estado y estatuto de concurso para el empleo público, como elefantes, lentos y gigantescos. Las oportunidades reales de cambio son más próximas de los primeros tipos de países. Aunque la posibilidad de alteraciones rápidas en la vida cotidiana deje las masas en permanente estado de tensión y alerta, la no existencia de estructuras de dominación de clase plenamente consolidadas es casi siempre, nuestra única oportunidad.
Debatiendo con gente mucho más a la derecha, afirmé que el límite de la justicia social en el liberalismo latino-americano era el Palacio de La Moneda siendo bombardeado en el fatídico día 11 de septiembre de 1973, con el presidente electo Salvador Allende allá dentro. El médico chileno es un paradigma y ejemplo, pues creía en las instituciones liberales más que los propios liberales-conservadores que las crearon. Cuando los operadores políticos no aceptan los datos de realidad, terminan siendo convencidos de la peor forma imaginada.
Por un lado, Allende se rechazó a quebrar la jerarquía de tipo prusiana de las fuerzas armadas chilenas; luego, quedó expuesto a la acción de los reaccionarios que en tesis defendían su país. El fallo estratégico de la Unidad Popular dejó nítida la barrera concreta que los pueblos del Continente tienen cuando intentan un camino por dentro de la democracia liberal. No fue por falta de consejo de la inteligencia aliada la *Allende. Toda su asesoría de seguridad le orientó a ampliar la guardia técnica para 2000 personas a tiempo completo y con sueldo directamente vinculado a la Presidencia y no subordinada la cadena de mando de las fuerzas castrenses. Además del golpe de Estado, el atentado fatal contra el general Prats en Buenos Aires confirma la tesis arriba.
La enseñanza de la experiencia chilena nos dice que hay un límite concreto para la distribución de renta y poder para los países latino-americanos. ¿Considerando que los caminos de partido único y Estado autárquico están agotados, cual la vía latino-americana para la emancipación social, combinando desarrollo de las fuerzas productivas, democracia popular, justicia social y garantía de las libertades individuales y colectivas?
Después de las jornadas de los años `60 y `70 en América del Sur y de los `80 en Centro América, la base de orientación política cambió. Las ilusiones autoritarias dieron lugar al pragmatismo de la democracia liberal. Luego, la participación limitada en América Latina mostró sus límites y hoy ya vivimos la crisis de los gobiernos bolivarianos como plantilla de desarrollo autónomo, siendo que la más aguda de ellas es justamente de Venezuela post-Chávez.
En un periodo más reciente, el presidente electo de Paraguay Fernando Lugo, hube sufrido un proceso de impedimento en tiempo récord. Su virtud, a de comenzar la reforma agraria en el país; y su mayor error, no convocar las fuerzas sociales movilizadas para garantizar la continuidad del gobierno electo. Antes de Lugo, el oligarca travestido de nacionalista Manuel Zelaya Rosales, presidente electo de Honduras, fue derrumbado también por un golpe blanco, votado a las prisas y basado en una constitución redactada por militares entrenados en la Escuela de Américas.
Cincuenta y un años atrás, en la noche de 1º para 02 de abril de 1964, lo Brasil encontró con el límite del populismo nacionalista, cuando el presidente electo (en la elección de 1960 el vicepresidente fuera elegido en chapa separada del presidente) João Goulart se rechazó a resistir al golpe de Estado articulado por el embajador del Imperio Lincoln Gordon. La izquierda de la época, caminando la remolque de Goulart y Leonel Brizola (cuñado de Goulart y ex gobernador de Rio Grande do Sul), quedó esfacelada, no reclutando ni 5% del contingente popular movilizado en 1961 (más de 100.000 personas movilizadas en la Campaña de la Legalidad), para confrontar contra la dictadura a partir del Acto Institucional de número 5 (AI-5, decretado en el 13 de diciembre de 1968). No fue por falta de aviso o condiciones, pero sí falta de radicalidad.
Delante de la crisis de fin de ciclo y plantilla de desarrollo subordinado al capital rentista, es urgente que a América Latina encuentre su camino por dentro de la democracia radical y bien distante del paradigma liberal. La única certeza de los pueblos latino-americanos pasa por la afirmación de América Latina y la construcción de instrumentos de poder popular independiente de la traición de los gobiernos de turno.
- Bruno Lima Rocha es profesor de ciencia política y de relaciones internacionales
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