Dignificar a las madres
- Opinión
De nuevo hemos celebrado el Día de la Madre. Y otra vez hemos recordado las virtudes universales exaltadas en la mujer-madre. El documento de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, Aparecida, al hablar de la dignidad y participación de las mujeres, plantea, entre otras cosas, la urgencia de valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres. Y a renglón seguido añade que “esto no se opone a su desarrollo profesional y al ejercicio de todas sus dimensiones”. Sostiene que la mujer es insustituible en el hogar, la educación de los hijos y la transmisión de la fe. Y de inmediato aclara que “esto no excluye la necesidad de su participación activa en la construcción de la sociedad”.
Este enfoque parte del supuesto de que la valoración de la maternidad no debe pasar por alto el peligro de su mitificación, esto es, designar el ser madre como un hecho natural, negando su identidad fuera de la función materna. De ahí que, culturalmente hablando, a las mujeres se les exige ser madres, con el amor incondicional que la sociedad demanda, y si no demuestran ese tipo de afecto, son calificadas de “malas madres”. De esta forma, el mito del instinto maternal predestina a las mujeres a ser madres para que, posteriormente, se dediquen con prioridad y abnegación al cuidado de sus hijos.
Ignacio Martín-Baró, uno de los mártires de la UCA e impulsor de la psicología de la liberación, sostiene que a la madre se le atribuye una serie de características idealizadas: buena, santa, abnegada, bella, acogedora, fiel; lo más sagrado e intocable. El mito de la madre, dice, idealiza y naturaliza el rol de la mujer como agente fundamental de transmisión de la misma ideología que la oprime y la deshumaniza. La imagen ideal de la madre suele encubrir la realidad triste de la maternidad, socialmente desamparada y fruto no pocas veces de la ignorancia, el apremio y la necesidad.
Esta realidad ha sido puesta a la luz en el informe anual de Save the Children, titulado “Estado mundial de las madres 2015: la desventaja urbana”. El documento analiza cinco características que impactan directamente en el modo de ser madre. En primer lugar, la salud materna. En este ámbito se evalúa el riesgo de muerte durante el parto, que se eleva en función del número de hijos que la mujer haya tenido, el espacio temporal entre ellos, las condiciones en las que se da a luz, así como la salud y alimentación. En segundo lugar, la salud de los menores. En este punto se señala que la salud de las madres está íntimamente relacionada con la de los niños. La tasa de muerte de niños menores de 5 años es un indicador esencial para medir la calidad del trato que las madres reciben antes, durante y después de la maternidad.
En tercer lugar, el nivel educativo. El informe recuerda que la educación es un derecho humano básico y un poderoso determinante de la calidad de vida. Y argumenta que existen numerosos estudios que muestran una fuerte relación entre los años de escolarización y el nivel de ingreso, la salud y la participación política. Observa que cuando una madre recibe una buena educación, sus hijos tienen más probabilidades de una enseñanza y salud de calidad. En cuarto lugar, se menciona el factor económico. Aquí se indica que la renta per cápita es la mejor variable para analizar el acceso de las madres a los recursos económicos y, por tanto, sus posibilidades de cuidar a sus hijos. Finalmente, se habla del nivel de participación política. Se considera que cuando las mujeres tienen voz en el ámbito político, los asuntos que son importantes para madres e hijos tienen más posibilidades de tener espacio en la agenda política y convertirse en prioridades nacionales.
Con estos criterios, el informe presenta el índice anual sobre maternidad, que clasifica a los países (179 en total) según el grado en que las mujeres pueden ejercer su derecho a ser madres. Los hallazgos son verdaderos retos para los Estados. Veamos. Se aplaude el progreso en la reducción de la mortalidad urbana de menores de 5 años alrededor del mundo; sin embargo, también es un hecho que la inequidad está empeorando en muchas ciudades. Los niños y niñas más pobres en casi todas las ciudades evaluadas enfrentan un alarmante y alto riesgo de morir antes de cumplir 5 años. Las madres y niños urbanos más pobres están frecuentemente privados de servicios esenciales de atención a la salud. Las altas tasas de mortalidad infantil en los asentamientos informales tienen sus raíces en las desventajas, la privación y la discriminación que sufren los niños en esas zonas. El hacinamiento, la poca higiene y la inseguridad alimentaria hacen que las madres y los niños pobres sean aún más vulnerables a las enfermedades y la mala salud.
Se reconoce que se dispone de la información, los conocimientos y las estrategias de lo que funciona para salvar a los niños pobres urbanos. Algunas de las medidas mencionadas son ampliar el acceso a servicios de impacto, fortalecer los servicios de salud, bajar sus costos, aumentar la conciencia sobre la salud y hacer que dichos servicios sean más accesibles para los residentes urbanos más pobres. Se revela, además, que la desnutrición es en la actualidad una causa subyacente de casi la mitad de todas las muertes de menores de 5 años a nivel mundial y que una creciente proporción de todas las muertes infantiles ocurren en el primer mes de vida. Estos datos indican que hay una necesidad urgente de mejorar la nutrición materna e infantil, y de dar cuidado prenatal.
La valoración justa de la maternidad, pues, pasa por la superación de la visión ideológica que termina identificando ser mujer con ser madre. Pasa por transformar los roles sexuales tradicionales de la mujer potenciando su incorporación al mundo público, al mercado laboral remunerado, a la educación y al liderazgo social, político y cultural. Y en el mundo empobrecido, esa valoración también pasa por la creación de condiciones dignas en las que una mujer pueda decidir libremente ser madre. En este sentido, el informe de Save the Children considera que los Gobiernos deben trabajar e invertir en políticas, estrategias y planes urbanos integrados que incluyan salud materna, infantil y neonatal, así como en un mejor acceso a agua limpia, saneamiento y educación primaria. En pocas palabras, se requiere propiciar políticas integrales de manera que las mujeres puedan desarrollarse en la familia y en la sociedad.
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