En el mundo de hoy y en este cambio de época no hay espacios en los que no existan conflictos. Los hechos que se multiplican, profundizan y acumulan indican que no hay marcha atrás y que ingresamos a un futuro planetario que, aunque incierto, se vislumbra diferente, apasionante. Se comienza a construir esa Aldea Global que pronosticara el filósofo y visionario canadiense MacLuhan, tarea principal que de hecho la están asumiendo los jóvenes, porque son ellos los que en definitiva tendrán que vivir en ella. Se abren caminos con nuevos paradigmas y los modelos innovadores de desarrollo que van surgiendo los cuales, a ciencia cierta, no sabemos en qué se irán convirtiendo como tampoco lo supieron los que fueron artífices de las grandes revoluciones y cambios en la historia de los pueblos. Están demostrando que sí se puede vivir en sociedades más justas en que el bienestar deje de ser privilegio de unos pocos. El mundo es hoy una escuela para todos que obliga a estar despiertos, prestos a la atención y al aprendizaje continuo. Argentina, atrapada durante tantos años en anquilosamientos y oscuros laberintos, erguida y pujante se libra hoy de ataduras y en un febril deseo de no regresar jamás a un tenebroso pasado invita a sus hijos reformatear sus cerebros y sus sistemas nerviosos.
Agradecidos por todo lo logrado en los últimos años, al margen de las circunstanciales discrepancias personales con algunas acciones gubernamentales, que son conscientes y reales y no inducidas por los bombardeos de los medios monopólicos sobre lo que nos pasa o nos afecta, quisiéramos compartir la siguiente reflexión en forma de preguntas: ¿Qué hace falta para que se despierte en muchos compatriotas la sensibilidad y esa capacidad de razonar que los lleve a apartarse de la irascibilidad y esas oposiciones recalcitrantes que les impide ver la realidad ? ¿Qué hace falta para que se superen los heredados e irracionales odios que obscurecen la inteligencia del corazón y de la mente y conducen a la obcecación, la falta de mesura y tolerancia y el permanente mal ánimo?
El surgimiento del actual modelo alternativo de desarrollo, a todas luces hasta el momento exitoso, es consecuencia del desastre al que condujo la aplicación de un modelo agotado, conocido como neoliberal, el que derrota tras derrota provocó tremendas confrontaciones y una bomba social que felizmente fue desactivada. ¿Por qué tanta mezquindad en reconocer que el mérito de ello se debe a la acertada gestión de los últimos gobiernos democráticamente escogidos por el pueblo argentino?
No dejan de sorprender ciertas conductas presentes en una parte de la ciudadanía principalmente la de edad más avanzada y de cierto nivel socio-económico que están siendo beneficiados con el actual rumbo que lleva el país. Mostrar inconformidad con la obra de un gobierno, de cualquier signo ideológico que este sea, no es nada reprochable en una democracia, todo lo contrario, es un acto plausible. Lo que realmente desconcierta es que estas personas, que reconocen estar mejor que antes, profieren todo tipo de improperios contra los gobernantes (algunos irrepetibles). No hablan sino vociferan sobre lo que se les ocurre es malo sin siquiera tan solo mencionar lo bueno; pronostican apocalípticos cataclismos y no le dan espacio a opiniones discrepantes, menos a la duda, porque las cosas son para ellos así y ¡basta! Se cierran al diálogo o lo que es peor se exasperan de tal forma al punto de romper incluso, una relación social o de trabajo.
Esto, si aceptamos que debe verse fuera de las pasiones deportivas, tendría que convertirse en tema de análisis serio, profundo y reposado, porque nada tiene que ver con inconformidades o simples malestares sociales. Es otra cosa. Podría atribuírselo a un duro pasado que ha conducido a la incredulidad, a la ausencia de mesura y tolerancia o tal vez, a algunos desequilibrios emocionales. Es además motivo de preocupación sobre todo por la influencia que, aunque poca, pudieran tener estas conductas en el ánimo de los jóvenes, de las nuevas generaciones en cuyos hombros descansan hoy las principales tareas de hacer surgir el Ave Fénix de la Patria. Son vulnerabilidades, dirán algunos, que bien la entienden y bien la explotan los “constructores” de noticias, quienes a diario desinforman o mal informan, y que valiéndose de baterías mediáticas bien orquestadas que otrora sirvieron para apuntalar dictaduras, cargan día tras día sus espacios con malas noticias. Para hacer esta reprochable faena - que bien podría calificarse de criminal y por esto ser juzgada - cuentan con el concurso de “eruditos” sabelotodo; adoradores del mercado y plumarios al servicio de obscenos intereses, que dicho sea de paso, la mitad del tiempo lo dedican a hacer predicciones y la otra mitad a explicar por qué estas no se cumplieron. Algunos pifian de todas, todas. Si fueran fanáticos religiosos, como bien dice un amigo con buen sentido del humor, tal vez nos jurarían que los huesos de los dinosaurios hallados en La Patagonia y estudiados por los científicos fueron puestos por Satanás con el fin de desacreditar la historia de Adán y Eva.
En Argentina los ciudadanos y ciudadanas pueden hoy manifestar sus discrepancias con libertad, salir a la calle a realizar sus protestas, aunque éstas sean inducidas por campañas mediáticas desestabilizadoras, criticar a sus gobernantes sin temor que nadie por ello les reprima. Este es un hecho irrefutable y una práctica digna de aplaudir y por supuesto de mantener. Bienvenidas las manifestaciones y las críticas y las propuestas serias de cambios en la conducción nacional si estas se presentan. Bienvenidas en general las diferencias en una democracia porque la enriquecen, siempre y cuando no se irrespeten sus civilizadas reglas como por ejemplo que un determinado grupo social se arrogue la representatividad del pueblo por sentirse “humillado”, “hastiado” u “ofendido”, y que otros así quieran difundirlo.
Es tiempo de abrir ventanas y dejar que, los nuevos vientos de cambios recorran y refresquen los espacios, eliminen las fetideces y todo aquello que ha conducido a inútiles y crueles enfrentamientos entre argentinos. Es tiempo de mirarse a los ojos y sentir ser simples seres humanos, ciudadanos ni mejores ni peores. Es tiempo de actuar con libertad, discutir y discutirse, escucharse más y también escuchar a otros de quienes hay mucho que aprender, en cuenta el ser más tolerantes, mesurados y educados políticamente. Es tiempo de pensar y sentir, con cabeza y corazón propio sin dejarse manipular; volver a creer y a soñar. Teniendo esperanzas y con alegría exigirse vivir unidos en las diferencias, nunca más separados en crueles enfrentamientos. En la actual coyuntura histórica es particularmente la juventud la que tiene que tomar estas banderas y aprovechar las oportunidades y los espacios que ofrece la democracia para curar a la Argentina de estos males, cicatrizar heridas y hablar de lo bueno que es hacer Patria en favor del bienestar, la felicidad y la paz de todo un pueblo.