El Buen Gobierno

02/02/2012
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Los indios rebeldes zapatistas tienen una interesante teoría sobre el poder. La llaman el efecto digestor, porque o te digiere o te hace mierda. Es que la nueva comprensión del poder ha sido uno de los temas centrales dentro de la teoría y las nuevas prácticas de gobierno que reniegan de la imposición jerárquica, de la exclusión, de la homogeneización, y que al contrario se articulan en la búsqueda del consenso, la inclusión y el respeto al diferente.
 
Esto implica repensar la democracia y su institucionalidad, que en su forma paranoica siempre separó el mundo ideal del mundo real, y lo peor, siempre pensó que el mundo ideal era el verdadero mientras que el real, el que duele, era una mera fantasía.
 
Los discursos del cambio eran eso, discursos ideales. Jesús Martín-Barbero lo resume así: inclusión abstracta, exclusión concreta.
 
Es que lejos de la metafísica iluminista, el mundo real es el mundo real, y la democracia es la que vemos todos los días, la que efectivamente se nos presenta, no la que está en los libros, sino la que se expresa en sus prácticas y actitudes frente al poder.
 
Lo que en el fondo se juega con el esclarecimiento de la posición frente al poder es la posibilidad de dar nacimiento a una nueva institucionalidad, sobre todo una institucionalidad honesta, que no use al pueblo para legitimar la desigualdad política, mientras desprecia profundamente las prácticas populares.
 
 Mientras el pueblo sirva para alcanzar privilegios políticos somos pueblo, pero bajo la condición de librar al pueblo de su ignorancia, de su pobreza, de su estado infantil e insuficiente, de negarlo. Así concebido el pueblo no es un espacio acertado para el desarrollo sino que al contrario, necesita de una guianza, necesita de líderes que lo conduzcan, que le asignen modelos, que le nutran de fórmulas para alcanzar el tan ansiado desarrollo, porque el pueblo, de por sí, no puede realizar las cosas.
 
 El pueblo, en realidad está definido por aquello que no es, por lo que le falta, y sin embargo fundamenta el poder de la democracia tradicional bajo la figura de la voluntad general.
 
 Pero en esta lógica el que pierde es efectivamente el pueblo ¿Cuál es el sujeto histórico que permitirá el cambio del pueblo? Es el pueblo mismo, pero no como fundamento abstracto del poder y privilegio, sino como ejercicio concreto que da forma a un gobierno que responda por sus intereses, y esto en principio incluye el reconocimiento y la valorización real de sus prácticas y hábitos, de sus formas de pensar y de entender el mundo, de sus cosmovisiones y de su cultura.
 
 ¿Encontraremos una cultura pura en el pueblo? Pues esa es la pregunta que se hacen los estudios culturales, sobre todo ahora que tenemos una altísima interacción y transformación social a causa de la tecnología, pero podríamos empezar diciendo que la “libre organización popular” debiera ser el presupuesto cultural fundamental de todo buen gobierno.
https://www.alainet.org/pt/node/155620?language=en

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