Francia: policía caza a padres inmigrantes en las escuelas

05/12/2011
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“Los policías a veces llegan a esperar en la puerta del colegio a que los padres de los niños inmigrantes los traigan para detenerlos y deportarlos”. Los ojos de Marie se abren y mira alternativamente al amigo que nos hace de traductor y a mí, con actitud de desahogo y expectante, como si informara a alguien que de verdad pudiera hacer algo al respecto. Ella es francesa en todo el sentido de la palabra, vive en el barrio de Belleville, en la zona de Repúblique, adyacente a la del centro de París, en cuya escuela pública su hijo, Jean, de siete años, tiene numerosos compañeritos inmigrantes, principalmente africanos, de las ex colonias de las cuales Francia extrajo largamente la riqueza en que sustentó su opulencia, pero para cuyos ciudadanos no tiene ahora espacio ni dignidad que ofrecer.
 
“Son gente que tenía papeles, pero el mismo gobierno cambia las leyes, los plazos y los requisitos y los deja irregulares”, agrega, Marie, enfatizando su tono de denuncia, se ve que desea trasmitirme claramente la indignación y el dolor en su mirada. Me cuenta que es una de las madres que no soportó el espanto de los niños inmigrantes y sus compañeritos franceses cuando se llevaban detenidos a sus padres, y se integró a un grupo voluntario de padres franceses que ofician de “exploradores” y celular en mano avisan todas las mañanas si “está despejado” para que los padres no europeos puedan dejar a sus niños en la escuela evitando la cacería policial. “Si está la policía –relata- algunos de los franceses recogemos al niño y lo llevamos a la escuela”. “Somos los mismos padres que estamos protestando contra los recortes de presupuesto para las escuelas y hospitales públicos”, agrega.
 
“Sebas”, el amable compañero latinoamericano que oficia de guía y traductor, me cuenta que a sus 27 años está haciendo un magíster de psicología adolescente y trabaja como voluntario en clínicas públicas de muchachos con problemas. En la estación Chatelet, una especie de corazón central del sistema de transporte público de París, me señala discretamente a policías que “piden papeles” a quienes “se ven sospechosos” de ser inmigrantes irregulares, para detenerlos si se confirma la sospecha. La imagen no puede dejar de recordarme escenas de películas de la ocupación nazi en Europa.
 
 ¿Y a ti no te ha afectado?, le pregunto. “Este año la Circular Guéant, emitida por el gobierno, obligó a rechazar 30 mil visas de estudiantes más que el año anterior, gente que cumplía todos los requisitos pero que igual fue rechazada, hasta ahora yo me he salvado, no sé si el año que viene”. Habla con total serenidad, pero en sus ojos se ve que contarme es para él un acto de dignidad. La Circular que menciona refiere al Ministro del interior francés, Claude Guéant, conocido por sus medidas que incluyen, además de la agresión de sus reiteradas declaraciones públicas xenófobas, la disminución de 30 a 15 actividades posibles de realizar para solicitar visas de trabajo, e incluso agredir el espacio de libre circulación europea, impidiendo que extra comunitarios pasen en tren desde Italia a Francia.
 
En 2009, una investigación, realizada y publicada por la Universidad de Lille, demostró que los inmigrantes, sumando y restando, dejaban un saldo neto de ganancias económicas a Francia por más de 12.000 millones de euros anuales, además de innumerables otras contribuciones sociales y culturales, llenando el vacío de población en áreas económicas vitales como la construcción, el comercio, los servicios de aseo y cuidado, e incluso los servicios médicos, donde más del 50% de médicos de los servicios hospitalarios públicos en las periferias son inmigrantes. No importa. A alguien hay que culpar de la crisis y descargársela, y qué mejor que los más vulnerables. Esa parece ser, de hecho,  la nueva consigna oficial europea. ¿Qué harán los Estados latinoamericanos al respecto?
https://www.alainet.org/pt/node/154450
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