El avance de Qatar en Libia

24/08/2011
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El desplome de Gadafi viene siendo presentado como la tercera victoria consecutiva de la ola de revoluciones democratizadores que sacuden al mundo árabe. No obstante, llama la atención el hecho de que en la guerra libia no hayan participado grandes contingentes de Túnez y Egipto (los dos principales y muy poblados vecinos de este país norafricano), quienes echaron a sus dictaduras con masivas protestas populares.

Una de las características de toda ola regional de revoluciones es que los movimientos que van triunfando en un país apuntan a extenderse en su vecino. Esto es lo que ha pasado desde el proceso de las independencias latinoamericanas a las revoluciones europeas.
 
En Libia las principales fuerzas internacionales son las de la OTAN, cuyas más de 7,500 misiones de ataques aéreos han sido el motor de la derrota de Gadafi, mientras que solo hay 3 pequeños países árabes que han enviado aviones (todos ellos monarquías que nunca han tenido un solo jefe de estado que haya sido electo, pues todos ellos heredan el poder): Jordania, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Qatar.
 
Mientras el primero permite un parlamento con poco poder, los otros dos son emiratos autoritarios donde gran parte de la población que ha sido la mano de obra en el boom de la construcción que tienen carece de derechos. Los EAU son una federación de 7 emires, donde el de de Abu Dabi tiene la presidencia y el de Dubai el premierato, ambos cargos vitalicios y hereditarios. Qatar es un emirato independiente donde nunca ha habido elecciones generales y los partidos y sindicatos están proscritos.
 
Qatar es el principal país árabe y musulmán que integra la coalición contra Gadafi. Antes, cuando los rebeldes se quedaron en Bengazi sin petróleo y muchos productos, Qatar les llegó a proveer el 100% de sus combustibles además de mucho dinero y abastecimiento.
 
La bandera qatarí se ganó, por ello, el derecho a ser la del mundo mahometano que más ha flameado en el bastión del Consejo Nacional Transitorio de Bengazi junto a las de la monarquía libia (que hoy ésta enarbola como su estandarte) y a las de sus aliados de la OTAN. 
 
Mientras caía la residencia de Gadafi (donde, según algunos informes, actuaron comandos qatarís) en Qatar se reunieron los cancilleres árabes para apoyar a los rebeldes y pedir que las potencias occidentales entreguen cuentas congeladas de Libia por valor de $5,000 millones al nuevo gobierno transitorio. 
 
Al Yazeera (el canal de Qatar) ha asistido a los rebeldes con cobertura y asistiéndoles a tener su propia estación de TV.
 
Paradójicamente, la invasión a Libia se dio al mismo tiempo que las petro-monarquías de la península árabe entraban a Bahréin (la isla conectada por un puente a Qatar) para sofocar las protestas pro-democracia.
 
La intervención de Qatar, uno de las peores autocracias del mundo, en ambos procesos muestra cuán limitada o controversial es la democracia que se pretende imponer en la Libia post-Gadafi y en el nuevo Medio Oriente.
 
El Emir de Libia y de Qatar
 
Esta es la forma como se viene apodando al jeque Hamad bin Khalifa Al Thani, quien desde hace más de 16 años tiene el poder absoluto en su natal Qatar y quien se ha convertido en el líder mahometano más influyente sobre el nuevo gobierno nacional transitorio de Libia.
Dentro del mundo árabe Qatar es el tercer país más chico y Libia el tercero más grande. Estas dos naciones, que quedan en distintos continentes y sobre distintos mares, ahora se encuentran entrelazadas.
 
Hamad, el séptimo emir de Qatar, se ha jugado en Libia lo que puede ser la mayor apuesta que haya tenido nunca antes su mini-país. En Marzo Qatar se convirtió en el primer país árabe en reconocer al Consejo Nacional Transitorio de Bengazi y luego en enviarle aviones. Llegaron a ser el único surtidor de petróleo cuando estuvieron sin combustibles.
 
Además de haberles dado millones les han ofrecido la mayor red de propaganda en árabe (ya desde su canal Al Yazeera, como de las emisoras que les han colaborado para que creen).
 
Hoy Qatar paga directamente sus sueldos a muchos soldados rebeldes y a los suyos propios que han jugado un rol importante en desplomar a Gadafi.
 
Obama mismo ha reconocido el gran rol de Qatar en crear un puente entre la OTAN y el mundo árabe. Mientras la Organización de Estados Africanos ha tendido a avalar a Gadafi, la Liga Árabe ha buscado coordinar su salida. Su última reunión de cancilleres, centradas en la crisis libia, se dio en Qatar. 
 
Hamad no hace ello por amor a la democracia o a Libia.
 
Su familia, los Al Thani, son los dueños absolutos de la pequeña península de Qatar desde 1824 habiendo aceptado ser vasallos de los otomanos y los británicos.
 
Allí, si bien hay un edificio para un parlamento, nunca ha sido electo uno de éstos.
 
Hamad llegó a ser el autócrata real tras deponer militarmente a su padre Khalifa en junio 1995, quien, a su vez, llegó a ser el emir que más duró en su puesto tras haber derrocado a su primo Ahmad en 1972.
 
Despotismo y golpismo son la forma en la cual se llega al poder en este país cuyas únicas elecciones que permita son locales, y donde partidos y sindicatos están vetados.
 
Qatar se encuentra sobre una reserva que tiene la séptima parte del gas del planeta, pero que debe compartir con Irán, aunque el único país con quien tiene frontera terrestre es con Arabia Saudita. Qatar busca mantener buenas relaciones con ambos y tiene una base militar de EEUU que le protege.
 
Si Qatar se sigue transformando en el principal aliado árabe de la ‘nueva Libia’ Hamad espera valerse de ello para conseguir buenas contratos y relaciones que le permitan tener acciones petroleras en el Mediterráneo y acrecentar su voz dentro del concierto árabe, donde aparecen ya como negociadores de paz en Líbano, Sudán y Yemen y como propietarios de su principal canal noticiero (Al Yazeera). 
 
Isaac Bigio es analista internacional. Ha enseñado ciencias políticas en la London School of Economics & Political Sciences. www.bigio.org
 
https://www.alainet.org/pt/node/152070?language=es

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