Serie: Una mirada al retrovisor para comprender el presente (4ª parte)
El impetuoso retorno de la ideología liberal en los años setenta
21/09/2009
- Opinión
El retorno con toda su fuerza de la ideología neoliberal[1] acompañó la crisis económica de los principales países capitalistas industrializados a partir de los años setenta[2], como acompañó a la crisis de la deuda de los países del Tercer Mundo en los años ochenta y a la implosión de los regímenes burocráticos del Este europeo, a fines de la misma década, y la restauración del capitalismo en el ex bloque soviético y en China.
La ola (neo) liberal implicaba y justificaba la potente ofensiva del Capital contra el Trabajo a escala planetaria iniciada:
1) en la segunda mitad de los años setenta en los países capitalistas industrializados;
2) a través de la restauración progresiva del capitalismo provocada por la caída de los regímenes burocráticos del Este, a fines de los años ochenta;
3) por la crisis de los modelos «desarrollistas» del Sur, amplificada por la crisis de la deuda externa, que desembocó en un nuevo ciclo de fuerte dependencia en países que habían conocido una industrialización parcialmente autónoma, como México, Argentina, Brasil, India, Argelia... En cuanto a los países más dependientes y menos industrializados —América Central, el Caribe excepto Cuba, África subsahariana, Asia del sur excepto India...—, no salieron jamás de la dependencia de las potencias capitalistas del Norte, y en la actualidad se encuentran bajo los dictados de las instituciones financieras internacionales (incluidos Nicaragua y Vietnam, que conocieron auténticas revoluciones).
Instituciones como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (CNUCED) entonaron progresivamente, aunque con bemoles, el canto de sirena neoliberal, lo que no excluyó algunos sobresaltos. El Movimiento de los No Alineados no sobrevivió a la implosión yugoslava, a la crisis de la deuda del Tercer Mundo, al viraje pro Washington del gobierno indio y a la ofensiva neoliberal en general.
La ideología neoliberal se vio reforzada por la crisis
La ideología (neo)liberal no fue un producto de la crisis de los años setenta y comienzos de los ochenta, ya existía. Economistas y políticos habían continuado reivindicando los postulados liberales a pesar de la difusión masiva de las políticas keynesianas o «socializantes». Algunos de ellos bruñeron durante largo tiempo sus armas teóricas, entablaron una batalla ideológica de gran amplitud contra las posiciones keynesianas del Norte, así como contra las posiciones «desarrollistas» del Sur (representadas fundamentalmente por Raúl Prebisch, que dirigió la CEPAL durante varias décadas), y contra las posiciones socialistas y/o marxistas, en sus diferentes variantes, en distintos puntos del planeta.
Los fundamentos teóricos de las diferentes corrientes neoliberales
Debemos hacer una advertencia sobre el método: no es fácil delimitar claramente el pensamiento neoliberal y encontramos la misma dificultad cuando tratamos el pensamiento keynesiano o el pensamiento marxista, ya que numerosas corrientes atraviesan estas escuelas de pensamiento. Las corrientes liberales presentan profundas diferencias entre ellas, al igual que las keynesianas y las marxistas. Es más, existen intentos de síntesis entre liberales y post-keynesianos, por ejemplo, y también entre liberales y post-marxistas.
De una manera general, la escuela (neo) liberal se apoya en un vasto y ecléctico cuerpo teórico que comprende la teoría neoclásica, la cual se basa a su vez en la teoría cuantitativa de la moneda, la ley de Say y la teoría de la determinación de los precios por la interacción de la oferta y la demanda, la teoría de las ventajas comparativas...
La teoría neoliberal encontró su inspiración en las tesis económicas, políticas y filosóficas que remontan a David Hume (1711-1776), Adam Smith (1723-1790), Jean-Baptiste Say (1767-1823), e incluso a Emmanuel Kant (1724-1804).
Como ejemplos de la dificultad de delimitar la escuela (neo) liberal: Friedrich von Hayek (1899-1992), que ejerció una gran influencia a fines del siglo XX, rechazaba muchas hipótesis fundamentales del pensamiento neoclásico, a pesar de defender el ultraliberalismo; Paul Samuelson (1915), que no pertenece a la escuela liberal, hizo un llamamiento en los años cincuenta para la elaboración de una síntesis neoclásica.
Los predecesores de los neoliberales
A) Adam Smith
Adam Smith (Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, 1776) realizó una síntesis de los aportes de varias escuelas económicas, entre las que se hallaba la de los fisiócratas franceses. Se oponía al mercantilismo, que durante dos siglos defendió el proteccionismo y el intervencionismo de los Estados-nación (en especial la política de Colbert en Francia, el bullionismo en España, la política de Cromwell y Petty en Inglaterra). De Adam Smith se retiene comúnmente la alegoría de la «mano invisible». Según Smith, cada capitalista (y no cada individuo como la vulgata pretende) cumple «un fin que nunca tuvo parte en su intención [...] las miras de su interés propio promueven el de común con más eficacia, a veces, que cuando de intento piensa fomentarlo directamente ...» [3]
He aquí el párrafo donde se encuentra la cita de Adam Smith sobre la mano invisible:
«Pero la renta anual de toda una sociedad en común es precisamente igual al valor permutable del producto anual de su industria o, mejor dicho, el mismo valor permutable, y como cualquier individuo procura particularmente poner todo el empeño en emplear su capital para sostener la industria doméstica, así como en elegir y dirigir aquel ramo que ha de dejar productos de más valor, cada uno de por sí viene a esforzarse, sin intentarlo directamente, en conseguir el máximo de renta anual de la sociedad en común. Ninguno por lo general se propone originariamente promover el interés público, y acaso ni aun conoce cómo lo fomenta cuando no abriga tal propósito. Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera, sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su producto sea del mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este y en otros muchos casos es conducido, como por una mano invisible, a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención. No es contra la sociedad el hecho de que este laudable fin deje por todos de ser premeditado, porque, siguiendo cada particular por un camino justo y bien dirigido, las miras de su interés propio promueve el de común con más eficacia, a veces, que cuando de intento piensa fomentarlo directamente. No son muchas las cosas buenas que vemos ejecutadas por aquellos que presumen de obrar solamente por el bien público, porque aparte de la lisonja, es necesario en quienes realmente actúen con este solo fin un patriotismo del cual se dan en el mundo muy pocos ejemplos. Lo corriente es afectarlo; pero esta afectación no es muy común en los comerciantes, porque con muy pocas palabras y menos discursos cualquiera resultaría convencido de su ficción-»[4]
La mano invisible se opone en el discurso de Smith a la mano tangible del gobierno que pretende reglamentar el comercio, la industria, etc. Trata de demostrar que la intervención de la mano tangible del Estado produce en general efectos nefastos. Para él, los gastos públicos se deben limitar a la defensa, la justicia y los trabajos públicos en el caso de que los empresarios no estén dispuestos a hacerse cargo de ellos, «entendiendo que para ellos el beneficio no compensaría los gastos».[5] Los conceptos de Adam Smith corresponden al pujante desarrollo del capitalismo británico del siglo xviii y constituyen en parte los fundamentos del «liberalismo económico».
Destaquemos que Smith no es una fuente de inspiración sólo para los (neo) liberales; ciertos aspectos de su análisis (como el de los mercantilistas que lo combatían) fueron integrado por Marx en su crítica de la economía política. En efecto, para Smith «... el trabajo es la medida real del valor permutable de todas las mercaderías...)».[6] David Ricardo desarrollaría este concepto y Marx aportó una definición específica, sin dejar de reconocer el aporte de Smith y de Ricardo. Por lo demás, Marx, a diferencia de Smith, retomaría por su cuenta ciertos aportes de los mercantilistas.[7]
B) Jean-Baptiste Say
Jean-Baptiste Say enunció en 1803 la siguiente ley, de acuerdo con el postulado de que la moneda tiene una función neutra en la economía: la oferta global crea su propia demanda, por lo tanto, no podría haber crisis de superproducción en una economía de mercado libre.
Sin embargo, la ley de Say, que constituye uno de los referentes esenciales de los economistas (neo) liberales, ha sido desmentida en los hechos desde la época de su enunciado, y así lo remarcaron economistas tan diferentes como Malthus (1820), Los principios de economía política, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 2008; Sismondi (1819), Nouveaux principes d’économie politique ou de la richesse dans ses rapports avec la population,Calman-Lévy, París, 1971 y Marx.
C) David Ricardo
En su teoría de las ventajas comparativas, David Ricardo (Ricardo, 1817, cap. VII sobre el Comercio Exterior) retoma de manera crítica, y desarrollándola a su manera, la posición de Smith favorable al librecambio y a la división internacional del trabajo. Para Ricardo, un país tiene interés en especializarse en las producciones donde los costos relativos son los más bajos, o sea en las que sus ventajas comparativas son más grandes. Ricardo agrega, a diferencia de Smith, que un país que disponga de ventajas comparativas en todas las producciones tendría sin embargo interés en especializarse. «En un ejemplo famoso, Ricardo muestra que si Portugal es más eficaz que Inglaterra tanto en la producción de vino como en la de paño, no tendrá menos interés de abandonar esta última si su ventaja en los costes es mayor en la producción de vino. Inversamente, Inglaterra tendrá interés en especializarse en la producción de paño, en la que su desventaja relativa es menor»[8]
D) Aportes de otros economistas
Más allá de Smith, Say y Ricardo, los neoliberales actuales adoptan las aportaciones de otros economistas, tales como: William S. Jevons (La teoría de la economía política, 1871), Carl Menger (Principios de economía política, 1871) y Léon Walras (Elementos de economía política pura, 1874-1877).
Estos economistas cuestionan tanto el análisis del valor de Smith, Ricardo y Marx, como el de la distribución de Ricardo. Desarrollan una teoría de los precios fundada en el principio de la utilidad marginal decreciente que el pensamiento económico dominante llama la «revolución marginalista».
Walras desarrolló también una teoría sobre el sistema de equilibrio general que fue retomada por los neoliberales actuales. Según este sistema, la sociedad es definida como un mecanismo natural (tal como un organismo biológico o incluso el sistema solar) en el seno del cual los individuos asegurarían libremente la mejor asignación de los recursos y alcanzarían resultados económicos óptimos.
Para completar las referencias de los economistas neoliberales contemporáneos, es preciso agregar la teoría cuantitativa de la moneda, planteada ya por Smith y Ricardo, que explica la variación de los precios por la cantidad de moneda puesta en circulación. Esta teoría se remonta, al menos, al siglo xvi.
El conjunto de estos referentes constituye, según algunos economistas, la síntesis «neoclásica». Como lo han remarcado Michel Beaud y Gilles Dostaler: «Durante la elaboración de todas estas teorías, la realidad no ha cesado de contradecir la visión, compartida por numerosos economistas clásicos y neoclásicos, según la cual el funcionamiento libre de los mercados es suficiente para asegurar el pleno empleo de los recursos y su distribución óptima»[9]
Los diferentes elementos de este conjunto teórico bastante heteróclito han sido refutados por los autores marxistas, comenzando por Marx y Engels, que influyeron en un ala muy importante del movimiento obrero internacional.
Tres cuartos de siglo más tarde, Keynes, tras haberse adherido a los precitados fundamentos neoclásicos y de haberlos profesado, como él mismo explicó, elaboró una crítica radical de algunos de los fundadores de la economía clásica (liberal), especialmente de Smith y Say.[10] Empero, conservó ciertos elementos, sobre todo al considerar que el salario real es igual a la productividad marginal del trabajo.[11]
Traducido por Griselda Pinero y Raul Quiroz.
Bibliografía:
Adda, Jacques. La globalización de la economía: orígenes y desafíos, Ediciones Sequitur, S.L., Madrid, 1998.
Beaud, Michel y Dostaler, Gilles. La Pensée économique depuis Keynes, Editions du Seuil, París, 1996.
Dewey, John. «The Future of Liberalism», The Journal of Philosophy, XXII, Nº 9, pp. 225-230.
Hayek, Friedrich August von, Camino de servidumbre, Alianza Editorial, S.A. Madrid, 2008.
Keynes, John Maynard. Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Fondo de Cultura Económica de España, S.L., Madrid, 1980.
Labica, Georges yBensussan, Gérard. 1982. Dictionnaire critique du marxisme, P.U.F., 1985, 1240 p.
Malthus, Thomas Robert. Ensayo sobre el principio de la población, Ediciones Akal, S.A., Madrid, 1990.
Marx Karl. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), 1857-1858, Siglo Veintiuno Editores, México, volumen 1 (2007), volumen 2 (2007), volumen 3 (1998).
Marx, Karl. El Capital, obra completa, Ediciones Akal, Madrid, 2000.
Prebisch, Raúl. Capitalismo periférico. Crisis y transformación, Fondo de Cultura Económica, México, 1987.
Ricardo, David. Principios de economía política y tributación, Ediciones Pirámide, Madrid, 2003.
Smith, Adam. Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Ediciones Orbis, S.A., Barcelona 1983. (El mismo libro en Editorial Bosch, S.A., Barcelona, 1983).
[1] Se trata de la ideología de las corrientes liberales que existen en el continente europeo y que se colocan claramente a la derecha en el abanico político. En Estados Unidos, la utilización del término liberal no tiene exactamente el mismo significado. En este país, los liberales están más bien asociados al centro izquierda o a la derecha moderada. Una de las figuras liberales y progresistas en Estados Unidos es John Dewey (1859-1952). En especial consultar John Dewey, «The future of liberalism», The Journal of Philosophy, XXII, Nº 9, pp. 225-230, in Howard Zinn, 1966, New Deal Thought, Hackett Publishing Company, 2003, 431 pp.
[2] Durante los años setenta, la economía mundial entró en una onda larga de expansión lenta que cortó con los casi treinta años de expansión económica rápida que le precedieron, conocidos como los «treinta gloriosos».
[3] Adam Smith, Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Ediciones Orbis, S.A., Barcelona, 1983, Libro IV, capítulo II, sección I.
[4] Idem.
[5] Op.cit., Libro I.
[6] Op.cit., Libro I, capítulo V. Adam Smith también escribió: «El trabajo no sólo mide el valor de aquella parte de precio que se resuelve en él, sino de las que se resuelven en ganancias del fondo y renta de la tierra.» (Op. cit., Libro I, capítulo VI). Alan Greenspan, que pretende comulgar con su pensamiento da, sin embargo, una definición particularmente estúpida del valor: «El valor es lo que perciben las personas», (Alan Greenspan, La era de las turbulencias, Ediciones Barcelona, 2008, capítulo 25, p. 548.) ¡Qué imbécil este Greenspan! Pobre Adam Smith.
[7] Sobre Marx y los mercantilistas, véase Labica-Bensussan, 1982, p. 740.
[8] Jacques Adda, La globalización de la economía: orígenes y desafíos, Ediciones Sequitur, S.L., Madrid, 1998.
[9] Michel Beaud y Gilles Dostaler, La Pensée économique depuis Keynes, Editions du Seuil, París, 1996, p. 32.
[10] John M. Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Fondo de Cultura Económica de España, S.L., Madrid, 1980.
[11] Michel Beaud y Gilles Dostaler, Op. cit, p. 54.
https://www.alainet.org/pt/node/136506?language=en
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