Política de rehenes

18/01/2008
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  • Opinión
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Como no podía ser menos en nuestras sociedades, y sus medios de incomunicación de masas, empeñados en rastrear sangre para ventilar noticias, toda la peripecia de las dos rehenes de las FARC, –que inicialmente eran tres con el pequeñuelo a quien ya todos conocemos por su nombre Emmanuel–, finalmente liberadas, ha sido motivo de las más diversas especulaciones políticas.

La prensa conservadora ha puesto el acento en los presuntos papelones de Chávez o Kirchner y la progresista se ha dedicado a realzar el aspecto humanitario del emprendimiento por el cual finalmente se logró la liberación de estas dos mujeres, con la clara, y lógica, intención de obtener el retorno a la vida civil de otros rehenes.

El papel de los críticos a Uribe y al Plan Colombia y por lo tanto a EE.UU. ha quedado curiosamente retaceado, puesto que lógicamente siguen criticando la política militarista de Uribe, títere en la geopolítica del tío Sam para América Lapobre, pero a la vez han sido notoriamente indulgentes para con las FARC, algo que resulta elemental poniéndonos en el lugar de los rehenes y las liberadas, que pueden haber dejado vínculos en la guerrilla, tal vez el padre de Emmanuel y también otros rehenes, y que deben sentirse fácilmente victimizables.

Papel importante ha desempeñado una legisladora colombiana, lógicamente enfrentada a Uribe, Piedad Córdoba.

Hasta el mismísimo Chávez, aun recalcando el carácter humanitario de sus móviles, atreviéndose a “meterse en política” al definir a las FARC como organización insurgente con iguales títulos, por ejemplo, que gobiernos constituidos, y negando todo carácter terrorista a las FARC, no se ha visto obligado a referirse a la política sistemática de rehenes.

Chávez ha incursionado así en esa línea tan cara al imperio del “divide y vencerás” con que ya en 1903 lograron segregar a Panamá de Colombia, y ahora se quiere promover una Bolivia indígena y otra santacruceña (“blanca”, como si en Santa Cruz no hubiera etnias originarias…). Es un camino peligroso, pero en cierto sentido digno de tomar en cuenta frente al resurgir de naciones originarias, por ejemplo en el continente americano.

Llamativamente ni la prensa conservadora o neocon ni la progresista y revolucionaria se han tomado el trabajo de analizar el significado político, ideológico, filosófico, de la toma de rehenes.

En algunos casos, la ausencia resulta particularmente significativa, como en el análisis que en “Colombia hora cero” lleva adelante Stella Calloni, conocida periodista que tan lúcida y persistentemente ha denunciado el “Plan Cóndor”, por ejemplo. Tomamos ese caso porque Calloni aborda precisamente el papel de la prensa y sus escamoteos; “las miserias de un periodismo cautivo”, escribe, refiriéndose a un periodismo con agenda limitada, sin intenciones críticas. Y denuncia con buenas razones ese periodismo que “acepta, sin objeciones, convertirse en un arma de contrainsurgencia, en las nuevas y criminales guerras preventivas de un imperio en decadencia”.

Como dice Calloni, esos ejemplos abundan. Pero así como debemos criticar inclaudicablemente ese tipo de periodismo, que pulula, quienes procuramos llevar adelante un periodismo crítico, no podemos limitarnos a la crítica al imperio, con eje en los sectores claves de la economía y la política de EE.UU., que se ha constituido en el biocida por excelencia, asesino de la humanidad pero también del planeta.

Quienes queremos un mundo mejor, más justo y libre, tenemos qué preguntarnos por todo lo que está en juego.

Y qué significa que un grupo que se autodefine como vanguardia y que lucha para instaurar una sociedad mejor, socialista, igualitaria, adopte la política de rehenes. Que constituye un atroz abuso sobre seres humanos. ¿Cómo van a poder las FARC o quien sea, construir o ayudar a construir una sociedad con sujetos protagonistas si su acción política se basa (entre otras herramientas) en convertir a otra gente en objetos de su política?

 Si estando con escaso poder ya usan a tanta gente  —se estima que las FARC tienen cientos o miles de rehenes, por eso es que podemos hablar de una política— como objeto de diversas transacciones, ¿qué podríamos esperar si triunfaran y por lo tanto acumularan mucho más poder del que ahora disponen?

La política de rehenes no es cosa nueva. Está emparentada con el secuestro extorsivo, tan característico modo de conseguir plata mediante delito generalmente violento, pero es otra cosa.

La política de rehenes se ejerce desde el poder. Desde una concepción del poder. Por eso tiene tantos antecedentes desde el mundo-tal-cual-es. Desde una concepción política superadora, que sale a la búsqueda y construcción de un mundo más libre y más justo, tiene un historial afortunadamente más corto. Fue el poder bolchevique en Rusia el que en 1920 inaugura tal política, no ya para preservar el viejo mundo sino para construir el nuevo. [véase abajo anexo 1 ]

 
        Afortunadamente hay periodistas que se atreven a tomar el espinoso aspecto más allá de la espectacularidad y del circo mediático de las rehenes liberadas. Jorge Gómez Barata (en la revista Koeyú) contextualiza la política de rehenes dentro de la actividad de las FARC con estas sabias palabras: “En tanto años, con tanta sangre y violencia se introdujeron elementos como el paramilitarismo y la contrainsurgencia, el terrorismo de Estado y, como parte del mismo proceso, las tácticas de lucha de la guerrilla se degradaron, llegando a apelar a la toma de rehenes. En realidad se formó un nudo gordiano”.

          Gómez Barata confía en que Chávez pueda cortar ese nudo y algunos rasgos de Chávez podrían darle la razón: “[…] no sólo de hablar sino de hablar claro para, de una vez por todas, cortar el nudo y de ser consecuentes con la transparencia política, desterrar la diplomacia secreta y tener líderes que prefieran gobernar con las puertas abiertas” .

        Pero no deja de ser lastimoso que en medio de los ríos de tinta que han dedicado al tema tirios y troyanos, el sentido monstruoso de lo que significa tomar rehenes haya quedado tan al margen.

  
Anexo 1
 
      Kropotkin, octogenario, tuvo palabras que dirigió a Lenin en una carta para condenar semejante estilo de hacer política: ‘los diarios IzvestiayPravda dan a conocer la decisión del gobierno soviético de tomar como rehenes a algunos miembros del grupo de Savinkov y Cherkov’, socialrevolucionarios que a través de las disputas con el poder bolchevique encaran tratativas con los llamados “blancos”, zaristas y restauracionistas en general.

Las acciones de este tipo de opositores eran muy condenables y de entre ellos surgirá también Nora Kaplan que atentará contra Lenin poco después alojándole tres balas en el cuerpo (y de algún modo precipitando su muerte).

    Pero Kropotkin advierte sobre los “métodos de lucha”, no sobre la calidad política o moral de los adversarios: “tales medidas representan un retorno al peor período de la Edad Media y de las guerras religiosas y es totalmente decepcionante de gente que se ha echado a cuestas la creación de una sociedad en consonancia con los principios comunistas. […] ¿No se dan cuenta camaradas de que ustedes, comunistas, a pesar de los errores que hayan cometido están trabajando para el futuro y que por lo mismo no debían realizar su trabajo en forma tan cercana a lo que fue el terror primitivo?

   Kropotkin participaba de la fe del momento en Rusia, de la apuesta por lo futuro, y no pudo entonces darse cuenta que el poder bolchevique se estaba construyendo precisamente como una nueva iglesia. Apenas un año después, el poder bolchevique ejercerá otra vez la política de rehenes, ahora contra marineros sublevados en Kronstadt que no tenían las vidriosas relaciones de socialrevolucionarios y guardias blancos de Wrangel. No querían ninguna restauración; al contrario, apostaban a la Tercera Revolución. Esposas y familiares de los sublevados serán entonces rehenes. El poder bolchevique ya habìa entrado en un camino sin retorno. 50 000 muertos “como conejos” (L. Trotski).

- Luis E. Sabini Fernández es periodista, editor de Futuros, coordinador del seminario de Ecología y DD.HH. de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

https://www.alainet.org/pt/node/125223?language=es
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