En el cuarto aniversario de la invasión: La derrota de Estados Unidos en Irak
28/03/2007
- Opinión
Por primera vez hay un amplio consenso en que Estados Unidos está perdiendo la guerra en Irak, en que las estrategias militares y las políticas impuestas por medio de engaños y exhortos a la seguridad nacional—argumentando que se libraba una guerra global contra el terrorismo y que se estaba defendiendo a la patria—simplemente han fracasado. Este consenso se refleja en todos los ámbitos de la sociedad con excepción de la Casa Blanca, que se encuentra cada vez más aislada y sin rumbo.
Según varias encuestas, más del 60% de la población estadounidense está en contra de la guerra. En las elecciones de noviembre, que se interpretaron como un referéndum sobre la guerra, los demócratas obtuvieron el control del Senado y de la Cámara de Representantes por primera vez en más de una década. Altos mandos militares, incluyendo a varios generales (Colin Powell, Barry McCaffrey) y al Jefe del Comando Central, John Abizaid, han manifestado su oposición al plan de Bush de incrementar el número de tropas. Abizaid inclusive dijo ante el Senado que dicho plan sólo tendría un efecto momentáneo y que sería insostenible para las fuerzas armadas. La Cámara de Representantes aprobó además un resolutivo simbólico en contra del envío de tropas, y hay varias iniciativas estatales y federales, que van desde llamadas a la retirada inmediata de tropas (como en el caso del estado de Vermont) hasta legislación que incluye fechas límite, limites en el número máximos de tropas, etc.
Por otro lado, la votación en la Cámara y el Senado a favor de incluir una fecha límite de 2008 para el retiro de la mayoría de las tropas refleja la tensión en Washington. Los halcones republicanos denuncian la decisión del congreso por ser "fecha para la rendición" según pre-candidato a la presidencia John McCain, y el Presidente Bush ha amenazado con el veto. Sin embargo, el movimiento para la paz tampoco celebra la medida, ya que regala 100 mil millones de dólares y dos años más al gobierno para la guerra contra el pueblo de Irak.
Lo cierto es que todos estos acontecimientos son reacciones al cambio en la opinión pública respeto a la guerra. Frente a tantos indicadores del fracaso de su estrategia, la respuesta de Bush fue intensificarla. Diciendo que "hoy en Irak las fuerzas armadas de los Estados Unidos están involucradas en una lucha que determinará la dirección de la guerra global contra el terror", en su discurso del 10 de enero se comprometió a enviar 21,500 tropas adicionales a Irak.
La política de incremento de tropas es, por un lado, la señal más clara de la insensibilidad de la Casa Blanca y de su incapacidad o falta de voluntad para ver realidades políticas y militares. Con esto, se han profundizado las divisiones dentro del gobierno. A pesar de que los neoconservadores ganaron con el plan de enviar más tropas a Irak—ideado hace tiempo por Frederick Kagan y William Krystol—entre la derecha ha surgido una corriente que anuncia un "próximo conservadurismo", menos intervencionista, contrario a la idea de que Estados Unidos sea el policía del mundo, enfocado en intereses nacionales, en favor de "recuperar valores perdidos", y que exige la salida de Irak.
Por otra parte, en el gobierno se ha desatado el caos, y lo único claro es que no habrá soluciones diplomáticas, por falta de voluntad y de capacidad. La Secretaria de Estado Condoleezza Rice primero rechazó de plano invitar a Siria o Irán a pláticas sobre Irak, para después aceptarlas. Al mismo tiempo, Bush sigue empeñado en su política de no aceptar las recomendaciones de la comisión Baker-Hamilton sobre Irak.
Es difícil prever hacia donde irá el gobierno, porque como dijo hace poco Noam Chomsky, su gobierno "es profundamente irracional". En su discurso, Bush reconoció que "la situación en Irak es inaceptable para el pueblo estadounidense e inaceptable para mí. Las tropas han hecho todo lo que les hemos pedido. Donde haya habido errores, la responsabilidad es mía." Y enseguida decidió multiplicar los errores y el número de vidas perdidas, al mantener la misma estrategia que fracasó. Frente la derrota, su respuesta ha sido profundizar la guerra.
Una crisis en el discurso sobre la guerra
La serie de fracasos evidentes a la hora de lograr los objetivos que el mismo gobierno se había planteado ha derivado en una serie de fracasos a nivel discursivo. Tras cinco años de "guerra contra el terrorismo" en Irak, Al Qaida se ha fortalecido; la política que llevó a enfrentar a chiítas contra sunís ha profundizado la violencia en Irak y la desestabilización de la región. La idea de que los chiítas iraquíes iban a ser un contrapeso a los chiítas iraníes resultó ser un grave error, producto de la gran falta de conocimiento de la región, de su historia y de sus pueblos, y la soberbia de intentar a manipular un pueblo contra otro.
Cuando la violencia desatada por la ocupación desmintió el discurso de "la guerra contra el terrorismo", el gobierno de Bush empezó hablar de la "lucha por la libertad" en Irak, término central en el discurso de Bush de noviembre de 2003. Este intento de justificación también se mostró como insostenible después de las imágenes de Abu Ghraib, las medidas contra las libertades civiles en Estados Unidos y otros países, las violaciones a la Constitución y a las leyes internacionales, las cárceles secretas, etc.
Y finalmente el argumento de que no había que abandonar a las tropas está siendo desmentido por el creciente activismo de los soldados mismos, de sus familias y de los veteranos en el movimiento anti-guerra.
A Bush no le quedan más argumentos que el de no rendirse. El argumento de que "no podemos abandonar la región a los extremistas" es una mentira más, tomando en cuenta que todas las encuestas llevadas a cabo en Irak y los países vecinos, consistentemente identifican a Estados Unidos como la mayor amenaza a la vida y la paz en la región.
Por otro lado, la propuesta de envío de tropas adicionales ha abierto una oportunidad para unificar y fortalecer el movimiento anti-guerra en EEUU.
El movimiento contra la guerra
El cambio notable en la opinión pública estadounidense lamentablemente no se ha traducido en un movimiento amplio contra la guerra. En estos meses, hemos visto una serie de iniciativas muy interesantes pero muy limitadas, tanto en sus posibilidades para frenar la guerra, como en su propio análisis y arraigo en la población.
1. El Congreso y el Partido Demócrata
Todo el panorama político en EEUU ya está contaminado por las elecciones presidenciales de 2008. Si bien Irak será el tema principal, tal como fue en las elecciones de noviembre pasado, las ambiciones políticas de los aspirantes demócratas han encajonado el movimiento anti-guerra en gran medida dentro de la lógica del proceso electoral.
Justo después de llegar al Congreso, los demócratas tomaron la decisión de no llevar al presidente Bush y al vicepresidente Cheney a un juicio político y a un proceso de destitución—a pesar de contar con evidencia de sobra de su participación en actos ilegales y anti-constitucionales. El propósito fue no parecer demasiado radicales, evitar investigaciones que podrían implicarlos a ellos mismos (recordemos que la mayoría apoyó la guerra hasta hace relativamente poco y votó a favor de las leyes anticonstitucionales relacionadas con la guerra y la lucha contra el terrorismo) y para que sus posturas en contra de la guerra no fueran interpretadas como luchas partidarias.
En realidad, por los dos lados del pasillo (demócrata y republicano) las posturas sobre la guerra se parecen mucho a pesar de diferencias entre estrategias de guerra. Los dos en general toman por un hecho el derecho de Estados Unidos a intervenir en un país que se considera contrario a sus intereses (aunque los demócratas ahora protestan por la falsificación de los pretextos); los dos reclaman un control estadounidense en la región—contra el eje enemigo Irán-Siria-Hezbollah-Hamas. De hecho, la Cámara aprobó los ataques israelíes contra Líbano con 410 votos a favor y ocho en contra en julio del año pasado.
Los candidatos demócratas siguen atrapados en sus propias contradicciones y las contradicciones de la sociedad en general. Tienen que oponerse a la guerra porque es la opinión mayoritaria por mucho dentro de su partido. Sin embargo, no pueden parecer débiles frente al terrorismo, y la opción de la diplomacia no ha ganado fuerza dentro del imaginario estadounidense. Si bien están en contra de la guerra infinita en el Medio Oriente, tampoco aceptan que el multilateralismo y las relaciones horizontales de diálogo y cooperación, así como el apego a las leyes internacionales, podrían ser una vía hacia la paz mundial.
El "excepcionalismo americano" que pone a Estados Unidos por encima de los demás países y los organismos multilaterales—junto con el racismo anti-árabe y los ataques incesantes contra el "fundamentalismo islámico"—sigue envenenando el clima político en Washington. Los demócratas también aceptan y apoyan el paradigma de la lucha contra el terrorismo y las políticas justificadas bajo este paradigma, como muestra su apoyo a la militarización de la frontera con México.
Hillary Clinton es un ejemplo claro de estas contradicciones: Apoyó el uso de fuerza contra Irak en el Senado en 2002. A pesar de criticar la política hacia Irak ahora, decidió hace varios días no admitir un error en su voto de 2002 por miedo a dar una imagen débil y vacilante. En lugar de pedir disculpas o rectificar su posición, decidió hacer una declaración en el sentido de que "si hubiera sabido en aquel entonces lo que ahora sabemos, no hubiera votado como lo hice".
A pesar de las limitaciones del Partido Demócrata, una gran parte del movimiento ha optado por presionar el nuevo Congreso. La propuesta del envío de más tropas ayudó al movimiento a salir, aunque fuera sólo coyunturalmente, de las divisiones en su interior sobre cómo pedir el retiro de las tropas de Irak—salida inmediata, salida en etapas, fechas límites, qué presencia dejar en la región, qué responsabilidades asumir, etc. Fueron cuestiones que tenían al movimiento casi paralizado. Ahora el rechazo al envió de tropas se vincula a la demanda de finalizar la guerra , y la discusión sobre las implicaciones de la salida, como quién tendría que pagar el costo político de la guerra perdida en el mediano y largo plazo—todos asuntos muy complicados y debatidos—queda en suspenso.
En esta coyuntura, MoveOn.org, el Centro para el Progreso Americano, Win Without War, Vote Vets, y el sindicato de empleados de servicios se han reunido en una organización que se llama Americans Against Escalation of the War in Irak (Americanos contra la escalada de la guerra en Irak), que cuenta con aproximadamente 10 millones de dólares y ha estrenado spots televisivos y otros mecanismos de mucha eficacia propagandística para influir en la opinión pública. Un spot, por ejemplo, muestra a un veterano de la guerra en Irak diciendo: Por una mano, tenemos a Bush y Cheney, dos hombres que no fueron a la guerra cuando su país los llamó, dando órdenes en la Casa Blanca, enviándonos a la guerra. Por la otra, tenemos al pueblo y a las tropas perdiendo la vida en el campo de batalla. Cuando se aleja la toma, se muestra su brazo amputado. Entonces pregunta: "¿Y tú, en qué mano estás? Vota contra la escalada."
Otras iniciativas novedosas que están vinculadas a los espacios de la democracia representativa son los resolutivos en contra de la escalada—ya aprobados en Washington y Nuevo México y el senado de California—que están coordinadas y monitoreadas en el sitio web "Progressive States Network." La escalada afecta directamente a estos estados. Muchas de las tropas enviadas a Irak, debido a la falta de elementos del ejército formal, son miembros de la Guardia Nacional. Estos se supone que en tiempos normales están entrenados para servir al Estado en caso de desastres naturales u otro tipo de contingencia. Ahora están en Irak, y el costo para los estados es alto, además de que afecta a muchas familias pobres, cuyos hijos se enlistaron para tener un ingreso adicional, y que nunca esperaban que sus seres queridos fueran enviados a la guerra.
2. Los veteranos de la guerra y sus familias
Quizás el factor más novedoso y eficaz en esta etapa de la oposición a la guerra ha sido la creciente participación de los veteranos y sus familias. Empezó con el activismo de Cindy Sheehan, madre de un soldado muerto en la guerra, que se acampó frente a la casa de Bush. Desde entonces no ha cesado en sus actividades contra la guerra, lo que la ha llevado inclusive a ser detenida, amenazada y mundialmente famosa.
Otro ejemplo es Fernando Suárez de Solar, padre mexicano que perdió su hijo en Irak. Suárez de Solar ha seguido en su campaña para advertir a los jóvenes latinos en las escuelas sobre el costo real de enlistarse, sobre la injusticia de la guerra y las mentiras del ejército, que ha enfocado sus actividades de reclutamiento sobre los mexicano-americanos en áreas pobres del país. Recientemente, Agustín Aguayo, un médico del ejercito estadounidense se declaró "objetor por conciencia" en protesta por tener que volver a Irak y fue sentenciado a ocho meses de prisión; el juicio al teniente Ehren Watada por rehusarse a ir a Irak fue declarado un "mistrial", es decir, el juicio fue anulado por supuestos errores de procedimiento, presuntamente para evitar abrir un foro público para que el joven oficial presentara sus argumentos en contra de la guerra.
La participación activa de estas personas ha logrado sacar al movimiento anti-guerra de la trampa del gobierno, que decía que cualquier crítica a la guerra representa una falta de apoyo a las tropas y, por tanto, una traición a la patria. Ahora queda en evidencia que la sociedad puede estar a favor de las tropas, no enviándolas a una guerra injusta e inútil. Este discurso, en la voz de las familias que más han sacrificado, le ha dado al movimiento una autoridad moral que antes no tenía.
Hay veteranos, muchos sin brazos o piernas, haciendo cabildeo en el congreso, en la televisión, en la opinión pública, que han tenido un impacto innegable. La organización Vote Vets coordina campañas para presionar congresistas y candidatos entre esta comunidad, diciendo que "no somos anti-guerra, sólo queremos parar esta guerra que ha sido caracterizada como el error más grande de la política exterior desde Viet Nam."
Esta vertiente en la resistencia contra la guerra es particularmente interesante porque representa verdaderos desprendimientos del sistema y porque haber estado adentro posibilita que se realicen denuncias con información privilegiada sobre los escándalos de corrupción y violencia en el ejército. Debido al enorme costo personal y político de la denuncia, la autoridad moral del denunciante es innegable.
Y parecería trivial, pero en un país que vive en el espectáculo, las declaraciones y la presencia de las estrellas del cine han sido muy importantes. Sean Penn, Susan Sarandon, Jane Fonda—que no había participado desde la guerra de Viet Nam—han prestado su nombre y su fama a la causa. Su acceso a los medios ha ayudado a dar presencia al movimiento, notablemente en la gran movilización de 27 de enero. Más sindicatos también están participando, junto a grupos religiosos y ciudadanos.
Y ahora, ¿hacia dónde?
Es innegable que en EEUU ha habido un cambio palpable en la actitud hacia la guerra y un desmoronamiento de las estrategias militares y políticas del actual gobierno. ¿Pero hacia dónde nos lleva?
El movimiento sigue sin consenso sobre la manera de salir, sobre qué hacer en la región, cómo lograr mínimamente controlarla o evitar que siga la violencia que su presencia ha desatado.
Tampoco existe una crítica a fondo de la política exterior que apunte hacia una reivindicación de los valores del multilateralismo y la cooperación. A veces el movimiento contra la guerra en Irak vincula su lucha con otros temas, pero no sistemáticamente y no en su estructura organizativa. Además, hay mucha gente que aún cree que el único problema con la guerra en Irak es que no ha sido efectivo en lograr sus objetivos.
Surgen algunas dudas respecto al nuevo estilo de organización del movimiento contra la guerra. ¿Enviar dinero a un sitio de Internet para pagar un spot ayuda a democratizar la sociedad? ¿Escribir cartas a los congresistas para votar en contra de una pequeña escalada de una guerra fundamentalmente inmoral moviliza o desmoviliza a la ciudadanía? ¿Cómo ser eficaz pero a la vez desarrollar una crítica integrada de la política exterior del país?
Son preguntas aún sin repuesta. Lo cierto es que para frenar la guerra contra Irak desde la sociedad estadounidense, sería necesario profundizar la crítica de la política de Estados Unidos en la región y en general.
A pesar de algunos pequeños avances, la verdad es que han pasado varios momentos en los que se pensaba que el horror de la guerra y la descarada actitud del gobierno hacia el pueblo llevarían a cambios más profundos. Y no ha sido así. No ha habido un seguimiento sostenido de los casos de tortura o de corrupción en la contratación de servicios en Irak, ni de los vuelos secretos de la CIA, ni de las violaciones a la Constitución. En efecto, los escándalos han llevado a una complacencia de facto, sin reformas de leyes y con muy pocos juicios contra homicidios probados o multimillonarios robos en los contratos a las empresas trasnacionales. Parecería que la sociedad estadounidense tiene una gran capacidad para tolerar lo intolerable.
En este contexto, ampliar el movimiento a base de una extraña mezcla de pragmatismo (\'no estamos ganando, así que nos retiramos\'), lobby en el congreso, y política partidaria no llevaría a frenar la guerra—ni mucho menos a cambiar la política exterior desde abajo. Sólo un análisis profundo, que tome en cuenta la visión de todos los pueblos, que reconozca la legitimidad de la resistencia iraquí a la ocupación, y que dé cuenta de la enorme complejidad del problema podría llevar a definiciones más claras.
Construir este análisis amplio y multicultural es un reto impostergable.
- Laura Carlsen es directora del Programa de las Américas en la ciudad de México, donde trabaja como analista en política exterior para el International Relations Center. Este artículo es una versión escrita de una presentación en el Centro Cultural Casa Lamm de la Ciudad de México, el 19 de febrero del 2007, en el marco del evento "Implicaciones de la Derrota de Estados Unidos en Irak".
Fuente: Programa de las Américas del International Relations Center (IRC) www.ircamericas.org
Según varias encuestas, más del 60% de la población estadounidense está en contra de la guerra. En las elecciones de noviembre, que se interpretaron como un referéndum sobre la guerra, los demócratas obtuvieron el control del Senado y de la Cámara de Representantes por primera vez en más de una década. Altos mandos militares, incluyendo a varios generales (Colin Powell, Barry McCaffrey) y al Jefe del Comando Central, John Abizaid, han manifestado su oposición al plan de Bush de incrementar el número de tropas. Abizaid inclusive dijo ante el Senado que dicho plan sólo tendría un efecto momentáneo y que sería insostenible para las fuerzas armadas. La Cámara de Representantes aprobó además un resolutivo simbólico en contra del envío de tropas, y hay varias iniciativas estatales y federales, que van desde llamadas a la retirada inmediata de tropas (como en el caso del estado de Vermont) hasta legislación que incluye fechas límite, limites en el número máximos de tropas, etc.
Por otro lado, la votación en la Cámara y el Senado a favor de incluir una fecha límite de 2008 para el retiro de la mayoría de las tropas refleja la tensión en Washington. Los halcones republicanos denuncian la decisión del congreso por ser "fecha para la rendición" según pre-candidato a la presidencia John McCain, y el Presidente Bush ha amenazado con el veto. Sin embargo, el movimiento para la paz tampoco celebra la medida, ya que regala 100 mil millones de dólares y dos años más al gobierno para la guerra contra el pueblo de Irak.
Lo cierto es que todos estos acontecimientos son reacciones al cambio en la opinión pública respeto a la guerra. Frente a tantos indicadores del fracaso de su estrategia, la respuesta de Bush fue intensificarla. Diciendo que "hoy en Irak las fuerzas armadas de los Estados Unidos están involucradas en una lucha que determinará la dirección de la guerra global contra el terror", en su discurso del 10 de enero se comprometió a enviar 21,500 tropas adicionales a Irak.
La política de incremento de tropas es, por un lado, la señal más clara de la insensibilidad de la Casa Blanca y de su incapacidad o falta de voluntad para ver realidades políticas y militares. Con esto, se han profundizado las divisiones dentro del gobierno. A pesar de que los neoconservadores ganaron con el plan de enviar más tropas a Irak—ideado hace tiempo por Frederick Kagan y William Krystol—entre la derecha ha surgido una corriente que anuncia un "próximo conservadurismo", menos intervencionista, contrario a la idea de que Estados Unidos sea el policía del mundo, enfocado en intereses nacionales, en favor de "recuperar valores perdidos", y que exige la salida de Irak.
Por otra parte, en el gobierno se ha desatado el caos, y lo único claro es que no habrá soluciones diplomáticas, por falta de voluntad y de capacidad. La Secretaria de Estado Condoleezza Rice primero rechazó de plano invitar a Siria o Irán a pláticas sobre Irak, para después aceptarlas. Al mismo tiempo, Bush sigue empeñado en su política de no aceptar las recomendaciones de la comisión Baker-Hamilton sobre Irak.
Es difícil prever hacia donde irá el gobierno, porque como dijo hace poco Noam Chomsky, su gobierno "es profundamente irracional". En su discurso, Bush reconoció que "la situación en Irak es inaceptable para el pueblo estadounidense e inaceptable para mí. Las tropas han hecho todo lo que les hemos pedido. Donde haya habido errores, la responsabilidad es mía." Y enseguida decidió multiplicar los errores y el número de vidas perdidas, al mantener la misma estrategia que fracasó. Frente la derrota, su respuesta ha sido profundizar la guerra.
Una crisis en el discurso sobre la guerra
La serie de fracasos evidentes a la hora de lograr los objetivos que el mismo gobierno se había planteado ha derivado en una serie de fracasos a nivel discursivo. Tras cinco años de "guerra contra el terrorismo" en Irak, Al Qaida se ha fortalecido; la política que llevó a enfrentar a chiítas contra sunís ha profundizado la violencia en Irak y la desestabilización de la región. La idea de que los chiítas iraquíes iban a ser un contrapeso a los chiítas iraníes resultó ser un grave error, producto de la gran falta de conocimiento de la región, de su historia y de sus pueblos, y la soberbia de intentar a manipular un pueblo contra otro.
Cuando la violencia desatada por la ocupación desmintió el discurso de "la guerra contra el terrorismo", el gobierno de Bush empezó hablar de la "lucha por la libertad" en Irak, término central en el discurso de Bush de noviembre de 2003. Este intento de justificación también se mostró como insostenible después de las imágenes de Abu Ghraib, las medidas contra las libertades civiles en Estados Unidos y otros países, las violaciones a la Constitución y a las leyes internacionales, las cárceles secretas, etc.
Y finalmente el argumento de que no había que abandonar a las tropas está siendo desmentido por el creciente activismo de los soldados mismos, de sus familias y de los veteranos en el movimiento anti-guerra.
A Bush no le quedan más argumentos que el de no rendirse. El argumento de que "no podemos abandonar la región a los extremistas" es una mentira más, tomando en cuenta que todas las encuestas llevadas a cabo en Irak y los países vecinos, consistentemente identifican a Estados Unidos como la mayor amenaza a la vida y la paz en la región.
Por otro lado, la propuesta de envío de tropas adicionales ha abierto una oportunidad para unificar y fortalecer el movimiento anti-guerra en EEUU.
El movimiento contra la guerra
El cambio notable en la opinión pública estadounidense lamentablemente no se ha traducido en un movimiento amplio contra la guerra. En estos meses, hemos visto una serie de iniciativas muy interesantes pero muy limitadas, tanto en sus posibilidades para frenar la guerra, como en su propio análisis y arraigo en la población.
1. El Congreso y el Partido Demócrata
Todo el panorama político en EEUU ya está contaminado por las elecciones presidenciales de 2008. Si bien Irak será el tema principal, tal como fue en las elecciones de noviembre pasado, las ambiciones políticas de los aspirantes demócratas han encajonado el movimiento anti-guerra en gran medida dentro de la lógica del proceso electoral.
Justo después de llegar al Congreso, los demócratas tomaron la decisión de no llevar al presidente Bush y al vicepresidente Cheney a un juicio político y a un proceso de destitución—a pesar de contar con evidencia de sobra de su participación en actos ilegales y anti-constitucionales. El propósito fue no parecer demasiado radicales, evitar investigaciones que podrían implicarlos a ellos mismos (recordemos que la mayoría apoyó la guerra hasta hace relativamente poco y votó a favor de las leyes anticonstitucionales relacionadas con la guerra y la lucha contra el terrorismo) y para que sus posturas en contra de la guerra no fueran interpretadas como luchas partidarias.
En realidad, por los dos lados del pasillo (demócrata y republicano) las posturas sobre la guerra se parecen mucho a pesar de diferencias entre estrategias de guerra. Los dos en general toman por un hecho el derecho de Estados Unidos a intervenir en un país que se considera contrario a sus intereses (aunque los demócratas ahora protestan por la falsificación de los pretextos); los dos reclaman un control estadounidense en la región—contra el eje enemigo Irán-Siria-Hezbollah-Hamas. De hecho, la Cámara aprobó los ataques israelíes contra Líbano con 410 votos a favor y ocho en contra en julio del año pasado.
Los candidatos demócratas siguen atrapados en sus propias contradicciones y las contradicciones de la sociedad en general. Tienen que oponerse a la guerra porque es la opinión mayoritaria por mucho dentro de su partido. Sin embargo, no pueden parecer débiles frente al terrorismo, y la opción de la diplomacia no ha ganado fuerza dentro del imaginario estadounidense. Si bien están en contra de la guerra infinita en el Medio Oriente, tampoco aceptan que el multilateralismo y las relaciones horizontales de diálogo y cooperación, así como el apego a las leyes internacionales, podrían ser una vía hacia la paz mundial.
El "excepcionalismo americano" que pone a Estados Unidos por encima de los demás países y los organismos multilaterales—junto con el racismo anti-árabe y los ataques incesantes contra el "fundamentalismo islámico"—sigue envenenando el clima político en Washington. Los demócratas también aceptan y apoyan el paradigma de la lucha contra el terrorismo y las políticas justificadas bajo este paradigma, como muestra su apoyo a la militarización de la frontera con México.
Hillary Clinton es un ejemplo claro de estas contradicciones: Apoyó el uso de fuerza contra Irak en el Senado en 2002. A pesar de criticar la política hacia Irak ahora, decidió hace varios días no admitir un error en su voto de 2002 por miedo a dar una imagen débil y vacilante. En lugar de pedir disculpas o rectificar su posición, decidió hacer una declaración en el sentido de que "si hubiera sabido en aquel entonces lo que ahora sabemos, no hubiera votado como lo hice".
A pesar de las limitaciones del Partido Demócrata, una gran parte del movimiento ha optado por presionar el nuevo Congreso. La propuesta del envío de más tropas ayudó al movimiento a salir, aunque fuera sólo coyunturalmente, de las divisiones en su interior sobre cómo pedir el retiro de las tropas de Irak—salida inmediata, salida en etapas, fechas límites, qué presencia dejar en la región, qué responsabilidades asumir, etc. Fueron cuestiones que tenían al movimiento casi paralizado. Ahora el rechazo al envió de tropas se vincula a la demanda de finalizar la guerra , y la discusión sobre las implicaciones de la salida, como quién tendría que pagar el costo político de la guerra perdida en el mediano y largo plazo—todos asuntos muy complicados y debatidos—queda en suspenso.
En esta coyuntura, MoveOn.org, el Centro para el Progreso Americano, Win Without War, Vote Vets, y el sindicato de empleados de servicios se han reunido en una organización que se llama Americans Against Escalation of the War in Irak (Americanos contra la escalada de la guerra en Irak), que cuenta con aproximadamente 10 millones de dólares y ha estrenado spots televisivos y otros mecanismos de mucha eficacia propagandística para influir en la opinión pública. Un spot, por ejemplo, muestra a un veterano de la guerra en Irak diciendo: Por una mano, tenemos a Bush y Cheney, dos hombres que no fueron a la guerra cuando su país los llamó, dando órdenes en la Casa Blanca, enviándonos a la guerra. Por la otra, tenemos al pueblo y a las tropas perdiendo la vida en el campo de batalla. Cuando se aleja la toma, se muestra su brazo amputado. Entonces pregunta: "¿Y tú, en qué mano estás? Vota contra la escalada."
Otras iniciativas novedosas que están vinculadas a los espacios de la democracia representativa son los resolutivos en contra de la escalada—ya aprobados en Washington y Nuevo México y el senado de California—que están coordinadas y monitoreadas en el sitio web "Progressive States Network." La escalada afecta directamente a estos estados. Muchas de las tropas enviadas a Irak, debido a la falta de elementos del ejército formal, son miembros de la Guardia Nacional. Estos se supone que en tiempos normales están entrenados para servir al Estado en caso de desastres naturales u otro tipo de contingencia. Ahora están en Irak, y el costo para los estados es alto, además de que afecta a muchas familias pobres, cuyos hijos se enlistaron para tener un ingreso adicional, y que nunca esperaban que sus seres queridos fueran enviados a la guerra.
2. Los veteranos de la guerra y sus familias
Quizás el factor más novedoso y eficaz en esta etapa de la oposición a la guerra ha sido la creciente participación de los veteranos y sus familias. Empezó con el activismo de Cindy Sheehan, madre de un soldado muerto en la guerra, que se acampó frente a la casa de Bush. Desde entonces no ha cesado en sus actividades contra la guerra, lo que la ha llevado inclusive a ser detenida, amenazada y mundialmente famosa.
Otro ejemplo es Fernando Suárez de Solar, padre mexicano que perdió su hijo en Irak. Suárez de Solar ha seguido en su campaña para advertir a los jóvenes latinos en las escuelas sobre el costo real de enlistarse, sobre la injusticia de la guerra y las mentiras del ejército, que ha enfocado sus actividades de reclutamiento sobre los mexicano-americanos en áreas pobres del país. Recientemente, Agustín Aguayo, un médico del ejercito estadounidense se declaró "objetor por conciencia" en protesta por tener que volver a Irak y fue sentenciado a ocho meses de prisión; el juicio al teniente Ehren Watada por rehusarse a ir a Irak fue declarado un "mistrial", es decir, el juicio fue anulado por supuestos errores de procedimiento, presuntamente para evitar abrir un foro público para que el joven oficial presentara sus argumentos en contra de la guerra.
La participación activa de estas personas ha logrado sacar al movimiento anti-guerra de la trampa del gobierno, que decía que cualquier crítica a la guerra representa una falta de apoyo a las tropas y, por tanto, una traición a la patria. Ahora queda en evidencia que la sociedad puede estar a favor de las tropas, no enviándolas a una guerra injusta e inútil. Este discurso, en la voz de las familias que más han sacrificado, le ha dado al movimiento una autoridad moral que antes no tenía.
Hay veteranos, muchos sin brazos o piernas, haciendo cabildeo en el congreso, en la televisión, en la opinión pública, que han tenido un impacto innegable. La organización Vote Vets coordina campañas para presionar congresistas y candidatos entre esta comunidad, diciendo que "no somos anti-guerra, sólo queremos parar esta guerra que ha sido caracterizada como el error más grande de la política exterior desde Viet Nam."
Esta vertiente en la resistencia contra la guerra es particularmente interesante porque representa verdaderos desprendimientos del sistema y porque haber estado adentro posibilita que se realicen denuncias con información privilegiada sobre los escándalos de corrupción y violencia en el ejército. Debido al enorme costo personal y político de la denuncia, la autoridad moral del denunciante es innegable.
Y parecería trivial, pero en un país que vive en el espectáculo, las declaraciones y la presencia de las estrellas del cine han sido muy importantes. Sean Penn, Susan Sarandon, Jane Fonda—que no había participado desde la guerra de Viet Nam—han prestado su nombre y su fama a la causa. Su acceso a los medios ha ayudado a dar presencia al movimiento, notablemente en la gran movilización de 27 de enero. Más sindicatos también están participando, junto a grupos religiosos y ciudadanos.
Y ahora, ¿hacia dónde?
Es innegable que en EEUU ha habido un cambio palpable en la actitud hacia la guerra y un desmoronamiento de las estrategias militares y políticas del actual gobierno. ¿Pero hacia dónde nos lleva?
El movimiento sigue sin consenso sobre la manera de salir, sobre qué hacer en la región, cómo lograr mínimamente controlarla o evitar que siga la violencia que su presencia ha desatado.
Tampoco existe una crítica a fondo de la política exterior que apunte hacia una reivindicación de los valores del multilateralismo y la cooperación. A veces el movimiento contra la guerra en Irak vincula su lucha con otros temas, pero no sistemáticamente y no en su estructura organizativa. Además, hay mucha gente que aún cree que el único problema con la guerra en Irak es que no ha sido efectivo en lograr sus objetivos.
Surgen algunas dudas respecto al nuevo estilo de organización del movimiento contra la guerra. ¿Enviar dinero a un sitio de Internet para pagar un spot ayuda a democratizar la sociedad? ¿Escribir cartas a los congresistas para votar en contra de una pequeña escalada de una guerra fundamentalmente inmoral moviliza o desmoviliza a la ciudadanía? ¿Cómo ser eficaz pero a la vez desarrollar una crítica integrada de la política exterior del país?
Son preguntas aún sin repuesta. Lo cierto es que para frenar la guerra contra Irak desde la sociedad estadounidense, sería necesario profundizar la crítica de la política de Estados Unidos en la región y en general.
A pesar de algunos pequeños avances, la verdad es que han pasado varios momentos en los que se pensaba que el horror de la guerra y la descarada actitud del gobierno hacia el pueblo llevarían a cambios más profundos. Y no ha sido así. No ha habido un seguimiento sostenido de los casos de tortura o de corrupción en la contratación de servicios en Irak, ni de los vuelos secretos de la CIA, ni de las violaciones a la Constitución. En efecto, los escándalos han llevado a una complacencia de facto, sin reformas de leyes y con muy pocos juicios contra homicidios probados o multimillonarios robos en los contratos a las empresas trasnacionales. Parecería que la sociedad estadounidense tiene una gran capacidad para tolerar lo intolerable.
En este contexto, ampliar el movimiento a base de una extraña mezcla de pragmatismo (\'no estamos ganando, así que nos retiramos\'), lobby en el congreso, y política partidaria no llevaría a frenar la guerra—ni mucho menos a cambiar la política exterior desde abajo. Sólo un análisis profundo, que tome en cuenta la visión de todos los pueblos, que reconozca la legitimidad de la resistencia iraquí a la ocupación, y que dé cuenta de la enorme complejidad del problema podría llevar a definiciones más claras.
Construir este análisis amplio y multicultural es un reto impostergable.
- Laura Carlsen es directora del Programa de las Américas en la ciudad de México, donde trabaja como analista en política exterior para el International Relations Center. Este artículo es una versión escrita de una presentación en el Centro Cultural Casa Lamm de la Ciudad de México, el 19 de febrero del 2007, en el marco del evento "Implicaciones de la Derrota de Estados Unidos en Irak".
Fuente: Programa de las Américas del International Relations Center (IRC) www.ircamericas.org
https://www.alainet.org/pt/node/120307?language=es
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