El Sacramento de la biotecnología

15/06/2003
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El gobierno de Estados Unidos organiza del 23 al 25 de junio una reunión titulada Conferencia Ministerial y Exposición Internacional sobre Ciencia y Tecnología Agrícola, en Sacramento, California. Con los auspicios del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), el Departamento de Estado y la agencia gubernamental de ayuda al desarrollo (USAID) esperan recibir a 150 ministros de 100 países del Tercer Mundo. Según la USDA, esta conferencia es parte del compromiso de reducir el hambre en el mundo que salió de la segunda Cumbre de la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación celebrada el año pasado en Roma. La misma cumbre en la cual Estados Unidos saboteó activamente cualquier propuesta que pudiera llevar a la soberanía alimentaria de los países. Con dinero público de los contribuyentes de Estados Unidos, el gobierno está invitando, con gastos pagados, a ministros de agricultura, medioambiente y otros para discutir "cómo la ciencia y la tecnología, en un ambiente normativo de apoyo, pueden impulsar el aumento de la productividad agrícola y el crecimiento económico para así aliviar el hambre y la pobreza mundiales". Por las dudas, en caso de que los países del Tercer Mundo no tuvieran buen tino sobre qué ministros serían los que mejor aprovecharían esta oportunidad, las embajadas estadunidenses se reservaron el "derecho de admisión" a esta altruista conferencia, indicando quiénes de los ministros estaban invitados en cada país. El USAID las instruyó también para que reportaran qué países se negaban a recibir transgénicos como ayuda alimentaria. Los objetivos reales de la conferencia son claros: promover los transgénicos y otras tecnologías convergentes aplicadas a la producción agrícola (nanotecnología, agricultura de precisión mediante satélites, computadoras y otras vías, todas en manos de empresas trasnacionales), informar a los señores ministros del Tercer Mundo cómo deberán ser las leyes que tienen que elaborar en sus países para permitir que esas mismas empresas trabajen tranquilas (leyes de bioseguridad, leyes de propiedad intelectual y patentes, leyes ambientales, regulaciones sobre transferencia de ciencia y tecnología), y, frente a la traba de las negociaciones de agricultura en la Organización Mundial de Comercio (OMC), asegurarse el apoyo de países del Tercer Mundo en la próxima reunión ministerial de la OMC en Cancún, en septiembre de este año. Por si a algún ministro le quedaran dudas en los plenarios, la USDA informa que también se desarrollarán varias reuniones "bilaterales". Hablando en plata, si no hay "acuerdos", habrá chantajes o presiones directas, tal como Estados Unidos suele hacer en todas las negociaciones en Naciones Unidas y otros foros internacionales. La iniciativa responde a la creciente desesperación de la industria biotecnológica por legitimarse y abrirse mercados, ya que, pese a la propaganda que afirma lo contrario, no han logrado avanzar tan rápido como querían: sólo 14 países en el mundo tienen autorizada la producción comercial de transgénicos y tres de ellos tienen 96 por ciento de la producción mundial. Tampoco han dado resultado: los transgénicos en el mercado tienen menor volumen de producción, requieren más químicos y las semillas son más caras. Monsanto, el mayor productor de transgénicos, mostró por tercer año consecutivo una baja significativa en el valor de sus acciones. Subsidiando a las trasnacionales con dinero público, el gobierno estadunidense se apresta a usar también a los hambrientos y a los países del Tercer Mundo para que las corporaciones puedan aumentar sus ganancias en nombre y a costa de ellos. Seguramente, la USDA no presentará a los ministros invitados el informe que publicó en junio del 2002, titulado "Adopción de los cultivos biotecnológicos". En éste se lee entre las conclusiones: "Quizás, el tema pendiente más importante, es explicar por qué ha habido un ritmo de adopción tan acelerado mientras que los impactos económicos parecen ser variados o incluso negativos". Destaca que el cultivo más difundido en Estados Unidos y a escala mundial -la soya de Monsanto resistente a herbicidas- tuvo "un impacto económico no significativo". Probablemente tampoco mencionará que en Estados Unidos, el país con mayor producción de transgénicos en el mundo, el número de pobres es más alto que nunca. Existen grandes volúmenes de producción, pero según cifras de la propia USDA, 36 millones de sus pobladores sencillamente no tienen dinero para comprarla. Pero cientos de organizaciones de la sociedad civil y de agricultores de Estados Unidos se preparan para desenmascarar estas realidades y repudiar activamente esta conferencia, mostrando también las muchas alternativas que existen a estas tecnologías dañinas al ambiente y causantes de mayor dependencia con las trasnacionales (ver, por ejemplo, www.foodfirst.org y www.sacmobilization.org). Organizaciones internacionales como la red mundial Vía Campesina, la Red de Acción contra Plaguicidas y muchas otras del Tercer Mundo también llaman a manifestarse contra este nuevo intento de inundar los campos del sur con transgénicos y lo que consideran un asalto de Estados Unidos y sus multinacionales contra los campesinos y la soberanía alimentaria (www.viacampesina.org). * Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC
https://www.alainet.org/pt/node/107701?language=en
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