El retorno ruso a Afganistán

29/10/2001
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Posiblemente la potencia que más provecho debe estar sacando de la captura de la capital afgana es Rusia. Hace doce años sus tropas se retiraron humilladas de dicho país y ello fue una de las causas del inicio de la desintegración de la Unión Soviética. Ahora los aliados de Moscú marchan sobre Kabul. Lo paradójico es que los actuales amigos afganos de Moscú sean quienes más guerrearon contra la ocupación soviética de 1979-89. En 1992-96 Rabbani llegó a ser el primer presidente post-socialista de Afganistán con la aureola de haber expulsado a los rusos. Ahora él está retornando a Kabul gracias al invaluable apoyo de las ex-repúblicas soviéticas. Uno podría pensar que Moscú pudiese haber preferido a los talibanes contra Rabbani, pues mientras las tropas de este último mataron a miles de soviéticos, el grueso de los talibanes no llegaron a combatir a los rusos. Mas, para el Kremlin lo que cuenta son sus propios intereses. Al haber renegado en 1991 a toda adhesión al socialismo las distancias con Rabbani se fueron acortando. Los talibanes representan un peligro mayor pues ellos fueron vistos como la carta de su rival pakistaní y como un centro de promoción de movimientos islamistas dentro de sus vecinos centro-asiáticos. La Guerra afgana le ha servido a Moscú no sólo para incrementar su presencia en Afganistán a un nivel nunca visto desde 1992, sino también para consolidar su influencia en la región y en su 'periferie cercana'. El Kremlin siempre ha querido que las 5 ex repúblicas soviéticas del Asia central no sean tan independientes de su control. El actual conflicto ha empujado a muchas de éstas a estar en mejores términos con Putin para hacer frente al común enemigo fundamentalista. Uzbekistán, Kazakistán, Tadjikistán, Turkmenistán y Kirguistán deberán sacrificar independencia por la seguridad que les brinde Moscú. Mientras tanto Rusia sigue chantajeando a esta región como el principal proveedor de gasoductos para que muchos de éstos puedan exportar su principal fuente de divisas. Desde el fin de la guerra fría en el cercano oriente se fueron tejiendo básicamente dos bloques: el pro norteamericano encabezado por Pakistán y Arabia Saudita, y el del eje Rusia-Irán-India. Los talibanes fueron promovidos por el primero mientras que el segundo daba cobijo a la entonces alicaída Alianza Norteña. Ahora el primer bloque está en crisis. Pakistán y Arabia Saudita se han visto forzados a romper con sus creaciones: los talibanes. La relación entre Washington y Riyad pasa por su peor momento. En Pakistán hay mucho resentimiento contra los EEUU. Washington hubiese preferido que la Alianza Norteña no ocupase Kabul hasta que se crease un gobierno amplio multi-étnico encabezado por el ex rey Zahir e integrado por pashtúes pro-pakistaníes. El dictador Pervez Musharaf quiere encontrar talibanes pasables para que co-gobiernen el nuevo Afganistán. Sin embargo, Rusia, Irán y la Alianza vetan la inclusión de cualquier talibán, y ambos se oponen a la restitución de la monarquía o a darle mayor peso al ex sha. Ahora Rabbani tiene la sartén en el mango y no quiere supeditarse al ex rey Zahid y muestra su hostilidad a Pakistán. Putin, además, ha ido logrando una luna de miel con Bush, la misma que le está conviniendo para conseguir inversiones, ir restringiendo armas nucleares y para cubrir su imagen. Ahora Moscú es vista como un honorable miembro de la coalición anti-terrorista cuando hasta hace no mucho se le acusaba de emplear el terrorismo de estado en el Cáucaso. Lo horrendo que ha sido para muchos ver como en unos minutos dos aviones secuestrados destruían las torres gemelas y asesinaban a más de 5,000 civiles, es algo pequeño en comparación al hecho que Rusia ha arrasado por completo la capital chechena y ha asesinado a decenas de miles de civiles en sus intervenciones caucásicas. Isaac Bigio, Investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences
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