Por qué el ELN debe negociar

06/09/2014
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Una de las razones políticas que hicieron posible el surgimiento del Ejército de Liberación Nacional con la toma armada del municipio de Simacota (Santander) fue que todas las vías legales estaban negadas por el establecimiento, con el modelo de organización política conocido como el Frente Nacional. Efectivamente, con la esperanza de poner fin a la violencia partidista liberal-conservadora, que imperaba en Colombia en esos tiempos, se reunieron en Sitges y Benidorm -España- los jefes de estas dos colectividades que habían generado la aterradora violencia de los años 1946-1953 y que encarnaba, Laureano Gómez Castro por el Partido Conservador y Alberto Lleras Camargo por el Partido Liberal.
 
En el encuentro que sostuvieron los dirigentes enunciados anteriormente por el Partido Liberal y el Partido Conservador decidieron constituir un pacto político que se llamó el Frente Nacional y en el cual la base fundamental del acuerdo consistía en repartirse el poder cada cuatro años, procedimiento que llamaron de alternancia política. Solo podían existir dos colectividades políticas, autorizadas para llegar hasta la Presidencia de la República, el Partido Liberal y el Partido Conservador. Los demás partidos, incluido el Partido Comunista, que había jugado importante papel en las luchas; primero, contra la dictadura conservadora de Laureano Gómez y posteriormente, contra la dictadura militar de Rojas Pinilla, fue excluido como organización política y todos sus miembros y militancia quedaron en la clandestinidad.
 
La revolución cubana triunfa en enero de 1959, convirtiéndose este hecho en una gesta de profunda significación para los pueblos de América Latina, pues el movimiento 26 de julio que capitaneaba Fidel Castro había logrado unir la política a las masas cubanas y en un hecho heroico había desembarcado en la Isla y logrado estructurar un potente ejército revolucionario en la Sierra Maestra, que en un tiempo relativamente corto asestó golpes demoledores al ejército cubano, derrocando al dictador Fulgencio Batista. Este hecho vino a reforzar las ideas de muchos revolucionarios que vieron en este significativo acontecimiento el ejemplo que había que construir e implementar en los distintos países latinoamericanos, dado que suministraba elementos ideológicos que permitían derrotar en las discusiones la tesis política de que: Después de la Guerra de los Mil Días no era posible derrocar a las fuerzas de un Estado, que cada vez buscaba consolidarse más desde la perspectiva militar, política y burocrática.
 
Como la represión conservadora aumentaba en el país, de este modo surgió la respuesta armada liberal, con significativos grupos guerrilleros como el del Mocho Ropero en la serranía de Perijá entre norte de Santander y Cesar, el Capitán Franco en el noroeste antioqueño, Rafael Rangel en Santander y la más fuerte y poderosa reacción encabezada en los Llanos Orientales por Guadalupe Salcedo, Dumar Aljure y los hermanos Bautista. En esta forma se llegó a pensar que era posible intentar una nueva Guerra civil como respuesta al deterioro ético y moral que el partido conservador liderado por Laureano Gómez, había llevado a la nación colombiana.
 
La política de exterminio de los liberales generada por hordas conservadoras en compañía de la policía, había ahogado los esbozos de modernidad jalonados por la Revolución en Marcha en el primer periodo presidencia de Alfonso López Pumarejo y llevaron a los jefes liberales capitaneados por López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo a tomar serios contactos con los alzados en armas. Nuevamente, la idea de un levantamiento liberal armado comenzó a tomar forma. Sin embargo, una fracción conservadora consciente de las dificultades, liderada por el ex Presidente Mariano Ospina Pérez y sectores importantes del partido Liberal, presionaron una salida militar a la grave situación y esto obligó a llamar con carácter urgente al General Gustavo Rojas Pinilla, quien dio un golpe de estado a Laureano Gómez, en 1953, se posesionó como Presidente de Colombia y levantó inmediatamente las banderas de la Paz y la Reconciliación nacional. Los grupos guerrilleros fueron desmovilizados y las combativas guerrillas del Llano fueron pacificadas por el General Alfredo Duarte Blum, con quienes firmaron un armisticio que nunca se cumplió y más bien muy pronto comenzó el asesinato de sus dirigentes, comenzando por su jefe máximo Guadalupe Salcedo.
 
A los liberales radicales les quedó el sabor que se debió insistir en una guerra popular comandada desde los Llanos, pero de verdad, nunca hubo suficiente fuerza, ni hombres, ni pertrechos para asumir una tarea tan titánica como esta, la de enfrentar al partido político contrario, enclavado en el poder y con todas las prerrogativas que éste brinda.
 
Sin embargo, posteriormente estos hechos fueron retomados por sectores revolucionarios que andaban planteando la necesidad de la insurgencia y continuar así con el sueño libertario que había regado por toda América Latina el ejemplo cubano. Es necesario advertir que la Revolución de Fidel no había sido cuidadosamente estudiada y de la cual se sacaban conclusiones a la ligera, desconociendo la significativa y profunda lucha que había librado el valiente movimiento 26 de Julio.
 
El sueño de la toma del poder por las armas ha vuelto, pero a diferencia de los llamamientos liberales en la guerra de Los mil días, no la hacen connotados y curtidos dirigentes nacionales de la talla de Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera, dirigentes nacionales de un partido, como el liberal, que ha estado en el poder, sino jóvenes estudiantes y empleados, preparados en la isla libertaria, influidos por su ejemplo y por su ideología. La primera irrupción la hace Antonio Larrota con la experiencia del MOEC, (Movimiento Obrero Estudiantil Campesino) pero su vida termina abruptamente en manos de un peligroso bandolero de nombre Aguililla en las tierras del Cauca, donde trataba de crear infructuosamente un foco guerrillero. Posteriormente irrumpe el ELN, haciendo su presentación en sociedad con la toma militar del municipio de Simacota en Santander.
 
De este modo surge el ELN, con su consigna de “una guerra larga y prolongada” en contradicción conceptual con su concepción de foco guerrillero, que plantea una guerra rápida, metafóricamente definida como la “guerra de la pulga” asimilando el Estado a un perro que se debilita continuamente por las picadas de innumerables pulgas (focos guerrilleros) que golpean en una y otra parte, obligando al Ejercito a dispersarse en esta lucha, la que debía librar en el campo. El ejército debía resolver esta contradicción, si se concentraba ganaba poder de fuego pero perdía territorio de acción. Si se dispersaba ganaba territorio, pero perdía poder de fuego.
 
La teoría del foco guerrillero, conocida como el foquismo y sustentada por el escritor francés Regis Debray, en su famosa obra ¿Revolución en la Revolución? planteaba que un grupo guerrillero enclavado en la montaña y con buenas condiciones de supervivencia de sus combatientes podía hacer madurar las condiciones subjetivas (inherentes a la organización, dirección y liderazgo), si ya estaban dadas las condiciones objetivas de la revolución (inherentes a condiciones de pobreza y hambre de las masas). Esta teoría nacía de un análisis superficial de lo que había sido la profunda lucha del pueblo cubano, iniciada desde los tiempos de Martí y Maceo y continuada ejemplarmente por el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Estudiantil, que fueron capaces de aglutinar todas las masas cubanas a su favor y a través del Ejército Rebelde hacer triunfar la Revolución contra Batista el 1 de Enero de 1959.
 
La concepción del foco guerrillero excluía del proceso revolucionario al Partido, como organizador de las masas y al Frente Revolucionario, como la instancia organizativa donde confluían para la lucha todos los sectores de masas, sindicales, profesionales, amas de casa, estudiantes, trabajadores, campesinos etc. Establecía taxativamente que para el triunfo de la revolución solo era necesario crear en toda la geografía nacional múltiples focos guerrilleros que como en la teoría de Robert Taber, en la Guerra de la Pulga, la cantidad de ataques a lo largo y ancho del país, terminaría enloqueciendo al animal.
 
Esto fue un mal extracto de la valiosa experiencia cubana, que en la práctica si tuvo estas instancias revolucionarias pero bajo otras formas y nombres. La urgencia de llenar espacios presionados por lo inmediato llevó a un claro desconocimiento de formas organizativas que no pudieron generarse y fueron abortadas por una compleja lucha armada donde el contradictor principal que ya había asimilado este tipo de confrontaciones supo sacar la mejor parte.
 
Este planteamiento le permitió diferenciarse del movimiento armado también recién surgido de la transformación de las guerrillas liberales en Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC que surgieron al calor de las luchas revolucionarias del Partido Comunista de Colombia, caracterizado por sus jornadas definidas como de autodefensa, con la construcción paulatina de zonas liberadas y como expresión autentica de la población campesina.
 
Es necesario que transcurra un año para que la figura académica y carismática del sacerdote Camilo Torres Restrepo decida vincularse al ELN, donde muchos de sus compañeros ya lo estaban haciendo. Es Camilo, la figura nacional más significativa y ejemplar que muestra el ELN como referente a seguir en el escabroso camino de la lucha armada. Sin embargo, su muerte prematura en un combate, complejo difícil y enigmático, contra el ejército nacional, le quitó serias probabilidades al ELN de avanzar y consolidarse como fuerza realmente significativa, abriendo el debate interno sobre la necesidad de una organización política que aglutinara y convocara a los sectores populares, sentido fundamental del Frente Unido del Pueblo, fundado por Camilo.
 
Aunque hay que decir que nunca el ELN habría puesto en verdaderas dificultades al Estado, si es posible entrever que con la presencia arrolladora de Camilo y de su Frente Unido del Pueblo, si hubiera obligado al gobierno del Frente Nacionalista a buscar un camino, más efectivo de negociación, que hubiera permitido la llegada de nuevos dirigentes sociales al gobierno y haber continuado la famosa y ansiada Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo.
 
En conclusión, lo que ha mostrado estos cincuenta años de insurgencia armada es que de verdad, nunca la opción armada ha sido una posibilidad real de toma violenta del Estado por las fuerzas insurreccionales. Ha sido, lo que el juicioso investigador Jaime Patiño Santa ha llamado los periodos de “fascinación por las armas” donde, ese fondo romántico y levantisco de los colombianos y sobre todo los de algunas regiones de la nación, que ha primado más la vocación armada y las historias de caballería que el análisis serio y puntual del desarrollo de nuestras contradicciones y la forma serena y metódica de sacar el mejor partido en beneficio de las sentidas aspiraciones centenarias en lo social y político.
 
La vieja contradicción que se le planteó a la concepción del foco guerrillero, tiene hoy más vigencia que nunca. El foco guerrillero podía desarrollar algunas tareas en lo militar y en lo logístico de buena forma, pero no podía pretender ser el cerebro y el centro fundamental de la revolución por condiciones básicas, complejas del desarrollo de una lucha que se planteaba como una Guerra Popular Prolongada. Hay que reconocerle a Francisco Mosquera Sánchez fundador e ideólogo del MOIR, que ya desde esos tiempos de 1964-65 tenía clara noción de las ideas de Partido, de ejército y del frente de Liberación Nacional y algunas críticas, muy bien sustentada hizo llegar a la dirección del ELN, pero poco se le tuvo en cuenta.
 
El ELN siempre se opuso a dar esta vital y profunda discusión y siempre esta se cerraba con la célebre frase de uno de sus fundadores: “En el próximo filo compañero discutimos el tema, por ahora ocúpese de ser un buen campesino y de que la plaga (el ejército) no nos arrase, porque la tenemos a los talones”. Fue una verdadera lástima no haber asumido en esos tiempos esta inaplazable discusión que con seguridad hubiese abierto nuevos caminos al ELN, que le hubiera facilitado entender mejor la contradicción y prepararse para asumir con mayor bagaje político y cultural el inmenso desafío que le planteaban los nuevos tiempos.
 
El Replanteamiento del ELN, que fue ese estado de ánimo que batalló por todos los medios para buscar una mejor articulación del ELN con los movimientos y movilizaciones políticas del momento, apoyados conceptualmente en la nueva visión de Regis Debray en sus libros “Critica a las armas” y “Pruebas de fuego”, quien sobre la evaluación de los resultados del foquismo, incluyendo la lucha y muerte del Che Guevara, plantea la necesidad de corregir el camino, superando las falencias y errores en los que necesariamente se incurre al ser dirigida la revolución por un aparato militar, lo cual lleva al proceso a aislarse de las luchas políticas de la población, a perder la sensibilidad por las necesidades de esta, a supra valorar las acciones militares y a desestimar el aprovechamiento y potencial de las coyunturas políticas, de los espacios de lucha social, de las reivindicaciones económicas del pueblo, condenándose a un enfrentamiento desgastante con el ejército oficial quien se cualifica técnica y tecnológicamente más cada día, abriéndose una brecha que muestra la imposibilidad de vencerlo en este campo.
 
El grupo conocido como Replanteamiento del ELN no logró ser escuchado y menos comprendido. Perdió ese pulso con las visiones de corte guerrillero y tuvo que aceptar que serían nuevos tiempos los que pondrían la discusión nuevamente a nivel de Partido, Ejercito y Frente, como las formas políticas que le permitieran actuar más y mejor en beneficio de las masas colombianas.
 
Hoy hay nuevas y complejas realidades en la política colombiana. La reelección del presidente Juan Manuel Santos, con las banderas de la Paz y la reconciliación, opuesto a las bancadas derechistas del Centro Democrático que sigue pidiendo guerra contra la insurgencia, ha abierto un escenario vital, muy positivo para llegar a acuerdos políticos con las FARC y el ELN. Las primeras, con mucho sentido de realismo político aceptaron hace dos años la constitución de una mesa de diálogo en La Habana, Cuba, y las conversaciones marchan en forma esperanzadora acerca de la creación de nuevos escenarios políticos, económicos y sociales para la sociedad colombiana que disminuyan las desigualdades y favorezcan la solución de los problemas de los sectores más desfavorecidos del país.
 
El ELN no ha podido articularse en forma dinámica y efectiva a los diálogos y esta situación crea verdadera preocupación porque estaría perdiendo la oportunidad histórica de corregir el camino y dar respuesta a las exigencias políticas que le han pedido siempre los amplios sectores sociales, urgidos de su avance y de sus directrices.
 
Así las cosas el ELN deben disponer sus mejores cuadros para iniciar, más temprano que tarde, las conversaciones con el gobierno de Santos. En un verdadero realismo político, debe entender que la Constitución Política del 91 abrió las compuertas que permite la creación de nuevos partidos y movimientos, así como la creación de novedosas herramientas populares para adelantar, bajo el respaldo de la Constitución, nuevas y contundentes acciones que permitan un accionar más enérgico y sereno de las masas planteando las nuevas y estructurales reformas por las que clama la sociedad colombiana.
 
Cuba la hermana nación caribeña, siempre solidaria ha hecho saber, a través de múltiples señales, que ya se agotó el tiempo y el espacio de la lucha armada y que toca asumir los nuevos y desafiantes retos que plantea la actual confrontación política, entroncada con las decisivas luchas electorales. Por otro lado, los nuevos y fraternales gobiernos de los países de América Latina, hacen esfuerzo para que se dé por terminado el accionar militar y se pase los más rápido a las nuevas luchas que exigen los nuevos tiempos.
 
Podría ser el momento para discutir en el pos-acuerdo, al interior del ELN, si todavía tiene vigencia la construcción de un Partido Revolucionario y de un Frente que asuman la legendaria organización de lo que Camilo, llamó con claros destellos visionarios, la “Organización de la clase Popular”.
 
Por eso lo decimos en voz alta, sin riesgos a equivocarnos, que el ELN debe aceptar la formación de una mesa de diálogo con el gobierno del presidente Santos y discutir un Acuerdo que ponga fin al uso de las armas en la construcción de nuevas y desafiantes formas de organización política.
 
- Alonso Ojeda Awad, ex embajador de Colombia, director de Programa Paz U.P.N.
 
 
 
 
https://www.alainet.org/pt/node/103107

Del mismo autor

Subscrever America Latina en Movimiento - RSS