La alergia en cultura política de los revolucionarios “puros”.
01/06/2014
- Opinión
"Quien espere la revolución social “pura”, no la verá jamás. Será un revolucionario de palabra, que no comprende la verdadera revolución."
Lenin.
Se percibe un divorcio alérgico entre el grado pertinente de cultura política y la necesidad de cambio social radical; que debido a dicha alergia es constantemente “inteligido” como equivalente a la reclamación de reformas dentro del mismo orden sistémico capitalista.
Protestas sociales, levantamientos populares, toma del espacio público por parte de grupos de la población en pos de alcanzar condiciones de vida lo más humanamente sustentables posible, son encausados hacia demandas que no pretenden en principio, salir de la lógica política imperialista. El ejercicio hermenéutico del concepto revolución se zarandea en el discernimiento que mal intelige como imposible alcanzar una perspectiva “pura” para el cambio social.
La norma para la praxis política anticapitalista tiene que ser (es) el discernimiento crítico pertinente, la praxis política depende de la acumulación histórica en una sociedad; una interacción ineludible durante la reproducción social entre esa acumulación histórica, el nivel de cultura política (socialista por anticapitalista) pertinente y la función antes enunciada para la producción y distribución amplia, por democrática, del poder. Aumenta la implicación del grado de la cultura política como producto a largo plazo de la historia.i La cultura política es la consecuencia de acumulaciones históricas desde las que, por selectividad intersubjetiva se diseña y adquiere sentido un proyecto político, para el cambio radical o la continuidad no-teleológica del pasado en su interacción con el presente hacia futuridad. Debido a la deshistorización en el ejercicio de su poder, el sistema capitalista “reconfigura” sociedades mediante la dominación política indispensable. El grado pertinente de cultura política se actualiza a través de esa interacción (por selectividad intersubjetiva) entre acumulación histórica y modelo de sociedad. A partir de la apropiación consciente de una interacción desalienada dentro de la diversidad, principio bastante maltrecho desde la intensión política imperialista. Esa interacción resulta imprescindible para materializar una integración anticapitalista; y dicha integración, si se concreta, tendrá que ser desde abajo.
De ahí la importancia del grado de cultura política anticapitalista (socialista) pertinente, como resultado de un proceso histórico al margen de teleología posible. Los síntomas de esa alergia del “purismo revolucionario” emergen cuando éste se confronta con (contra) ese grado de cultura política socialista pertinente, en tanto resultado histórico. Si lo anterior muestra cierta complicación u “oscuridad”, deberá agradecérselo a los entuertos del ejercicio del poder deshistorizado capitalista, que constantemente evoca porcientos conveniente de amnesia a la reproducción social desde su autoproducción burguesa:
1. Lo primordial para la dominación imperialista es la atomización de los sectores sociales y de sus luchas. Enredado el capitalismo en una crisis que parece ser la peor tras el largo periodo de acumulación desde 1944 hasta finales de los 60’s principios de los 70’s del siglo veinte, le urge la dispersión de las luchas sociales, por una parte y la “insustentabilidad” de los procesos sociales que se confrontan contra ella; mientras reajusta el molotón de piezas inservibles que manifiesta su perspectiva neoliberal. La desindicalización de un proletariado que secuestró en el siglo anterior, para sí, el rol de avanzada en la lucha de clases contra la burguesía, subvalorando a la diversidad subjetiva social, aún se está pagando en los efectos de esa desindicalización provocada por la desregulación y deslocalización productiva de la que hasta la economía y la política chinas se están beneficiando. La politización antisistémica de una diversidad de sectores sociales excluidos, desde los campesinos, las etnias, la diversidad de género y de opción sexual, los desplazados (emigración local e internacional), y el inmenso porciento de desempleados y subempleados actual, ha propiciado el auge de la integración mediante los movimientos sociales. Quizás este sea un síntoma “impuro” de posibles convulsiones sociales anticapitalistas. Y lo de impureza no es un retruécano:
2. La autoproducción burguesa históricamente se manifiesta por una “homogeneidad”, pertenencia pseudo-legitimada y “disciplinariedad socioclasista”, que interpreta a todo lo que se ubique fuera de ella como dispersión social prescindible. Tal autoproducción no concibe a la diversidad como una fuerza social. En tanto propietaria secular de los medios de producción y controladora de las relaciones sociales idem, gestó a partir de sus intereses en la reproducción que impone una frontera “ardiente” denominada “clase media”; a la que es perentorio actualizar mediante observación crítica. Dilucidada desde las normas del keynesianismo como “inamovible” o permanente, hoy se confirma como una herramienta social que la plutocracia imperialista puede zarandear según sus intereses inconfesables. Así es que, en la medida en que la actual crisis sistémica global se complica aún más, los sectores de esa “clase media” en casi todos los espacios comienza a ser tragado por el vandalismo financiero y la “falta de liquidez” de los bancos que la proveen de crédito (inventó angloestadounidense en su perfeccionamiento para el esquilme) hasta caer en el foso ciego de las hipotecas que volatilizan casas, bienestar materiales, jubilaciones y planes de asistencia e inversión social. Resulta interesante porque esa diversidad excluida en proceso de integración está acusando la mejor y a su vez peor de las “obesidades”. Hubo “bienestar social” en Europa occidental hasta que el acopio capitalista descubrió que la tendencia parasitaria en la acumulación de capital era el alivio efectivo contra sus pérdidas en la inversión social; que, de paso, puede expeditarle:
3. Desde control absoluto sobre la producción de conocimientos, del saber, el poder suficiente con que socializar a nivel global a las dificultades e insustentabilidad social como endémica de los procesos que se salen, a se asumen al margen de su sistémica. Y así, alimentar al entuerto de que las revoluciones sociales, tal y como se interpretaban en el siglo veinte son perspectivas “post”; porque las mayorías a despolitizar “nacieron” sin derecho legatario sobre la propiedad de los medios de producción. En Cuba, en medio del proceso de rectificación radical del modelo socialista para una transición sustentable posible, se ha visto y escuchado algunos “clase media”, soñando y orando por herencias “milagrosas” provenientes del “paraíso” burgués, que los salven de las dificultades materiales; o siguieron tales espejismos meter la garra en el erario público en pos de un rentismo que olvida convenientemente a la guerra político económica angloestadounidense que acosa a la Isla desde hace más de medio siglo. Es también un modo de exigir “pureza” incruenta a la transición socialista posible. E ir convirtiendo a la lucha de clases en un tareco inservible; desde los procesos migratorios ventajosos hacia la Florida –que cuesta decenas de miles de muertos al resto de Latinoamérica y el Caribe.ii Aquí la el grado de cultura política pertinente (socialista) se dispersa en los efectos de la imbecilidad cultural y política que expande el capitalismo durante su expansión histórica. “Salir” o “irse” en vez de comprometerse con los asuntos y problemas sociales en el enfrentamiento contra ese “embargo” genocida no puede implicar a una negociación por ablandamiento político para que “todos” puedan interactuar en pax ciudadana; teniendo en cuenta que la susodicha alergia revolucionaria a favor del purismo en la factibilidad de un cambio social inviable deba permitir que la mayoría que en la diversidad de puntos de vista, termine, al fin, de cansarse, comiencen a “vaciar” demográficamente los espacios anticapitalistas; o peor, den paso al abismo del retroceso histórico. De ahí la relevancia del contenido que esa producción desconocimientos desde la plutocracia capitalista.
4. Las únicas guerras y conflictos válidos, son los que se suscitan entre grupos y países ubicados en la periferia capitalista, o al margen de su centralidad, como esencia de ese principio de atomización política y cultural. El imperialismo depende como del agua de las confrontaciones entre los “demás”, como un modo de mantener activo a su poder interventor, que le permita dilucidar como la mayoría “sobrante” debe eliminarse a sí misma, mantener en alza a su complejo militar tecnológico de producción de armas; y controlar que esa insustentabilidad social de las revoluciones y los cambios radicales anticapitalistas se mantenga cada vez más lejos de una “pureza” posible. En cada país posee una avanzadilla de “clase media” o (ultra) derecha disponible con que garantizar a la inseguridad social necesaria a sus intereses; que de porción de un proceso revolucionario, esté dispuesta a mutar en desestabilizadora y genocida.
5. Desde el “axioma” de valor de cambio por sobre el valor de uso: todo tiene un precio; y todos tiene un precio. El asunto está en la destreza durante el prorrateo. Cualquier cosa es comprable; cualquiera se vende. Potencialmente cualquier persona o cosa puede pasar a significar capital durante el acopio parasitario de plusvalía. Desde tal entuerto, no hay factibilidad posible para el cambio social radical socialista que “carece” de “pureza” alguna, porque vale nada en el mercado bursátil.
6. Se debe alertar que la producción de una alternativa revolucionaria por anticapitalista para el cambio social radical es una obra colectiva. Y desde la experiencia colectiva, sostenida en la acción práctica; a partir de los debates colectivos, críticos y autocríticos. No hay programa de emancipación posible sin avance efectivo en la emancipación humana. Observando críticamente, a la teoría de la organización revolucionaria y sobre todo a la teoría del Estado, durante la etapa de esa producción es imprescindible dilucidar la diferenciación entre poder político y orden (organización-administración) social. Un partido político no “gobierna”, eso es un entuerto de la dominación burguesa para que su autoproducción excluyente interactúe con la reproducción social sin contraloría popular. En tanto vanguardia social, la política se empodera a través del pueblo políticamente organizado en su contraloría popular sobre el Estado.
7. Es sobre las contradicciones antagónicas entre el capital y el trabajo en las que el sujeto revolucionario ha de volcar su práctica política y teórica destinada a la conquista del poder; a través del grado de cultura política socialista por anticapitalista pertinente.
8. El debate sobre el sujeto revolucionario, a partir de ese grado pertinente de cultura política, es el debate sobre la crítica (marxista) de la economía política burguesa, y sobre la teoría de las clases sociales; de su lucha permanente.
9. Es perentorio actualizar el concepto de sujeto revolucionario teniendo en cuenta que el trabajo explotado (el sujeto colectivo), se organiza radicalmente como sujeto cuando su conciencia se hace efectiva en la interacción entre la experiencia auto/organizativa, y las luchas políticamente guiadas contra el Estado burgués, para su sustitución por el Estado del pueblo políticamente organizado en empoderamiento democrático. Durante esta dinámica, la teoría juega un papel insustituible, que se agranda mientras prospera el proceso de masas y se debilita si este retrocede. Los errores en la praxis revolucionaria están saturados de “seborucos”.
10. Ha pasado que grupos de intelectuales de la izquierda revolucionaria durante un descenso del clímax en la lucha de clases, sufren la misma esclerosis que la teoría en su conjunto. Tales grupos pueden “habitar” espacios de resentimiento personal de quienes se sienten incomprendidos o marginados, de desplazados por emergentes más “tibios”, de aduladores inorgánicos, burócratas oportunistas en su simulación cogidos infraganti; o en alguna forma del arribismo “seboruco” que aparenta estar sumergido en exceso de trabajo con que huir en dirección contraria a dicho clímax. Lamentablemente, el mercado de temporarios al servicio de los intereses imperialistas está compuesto, en proporción no desdeñable, de auto-retirados del compromiso político de izquierdas, que acusan a los procesos de cambio anticapitalista de “impuros”. La continuidad en la lucha de clases radicaliza a la teoría; que no deviene en fuerza material hasta que no resurja la lucha de clases cuando una organización revolucionaria que ha sobrevivido en los peores momentos logra introducirlos pedagógicamente entre las clases y los pueblos oprimidos.
Gil de San Vicente, desde Samir Amín reflexionó acerca de:
"la vaguedad de los análisis y definiciones que se hacen sobre lo «nuevo» en el capitalismo, novedades que afectarían a las clases sociales, a la lucha de clases, a los denominados movimientos sociales, a los partidos políticos, a las formas ideológicas, a la revolución informática, a la producción «inmaterial» o «no material», a la economía del conocimientos; [...] el término «post» oculta generalmente una dificultad para designar una «proposición positiva» de la realidad que dice estudiar: post-capitalismo, post-modernismo, post-industrial. Afirma sin tapujos que: «La moda que acompaña al discurso sobre la sociedad post-industrial se ha apresurado a declarar “superados” los conceptos de clase y de lucha de clases» [...] «La economía ha sido siempre “cognitiva”, pues la producción siempre ha implicado la puesta en práctica de saberes, incluso en el más primitivo de los cazadores recolectores de la prehistoria»"iii
Es ineludible que la escala del saber dispone lo pensable y lo impensable mediante gestión de la burocracia como casta sostenida por el poder del sistema burgués y su propiedad sobre la producción privada de ideología. La alergia de referencia, entonces, es inducida.
Desde el litoral oeste de la Habana revolucionaria, socialista.
i Samir Amín dilucida a la cultura política como un producto a largo plazo de la historia que toma una forma específica en cada país; y precisa que las sociedades: “tienen culturas políticas diferentes porque la cultura política es una construcción histórica. Es la combinación de las luchas sociales, de clases, en el interior de las sociedades y de las formas de integración de esta sociedad en el capitalismo mundial. Esto ha creado culturas políticas que tienen su especificidad. A partir de este hecho la gestión política del sistema mundial por el imperialismo colectivo es imposible. [...] Por consiguiente, la gestión política de este sistema se ha convertido en algo imposible por medios normales. [...] La clase dominante de Estados Unidos necesita construir en un tiempo muy breve un sistema que llamo «tributario», una correlación de fuerzas que les permitiría saquear al resto del mundo mediante la violencia política y militar”. Entrevista realizada por Isabel Monal en 2003. Entrevista publicada en el libro Por la izquierda I.
ii No es nuestra intención “meternos” con el derecho irrectricto de cualquier persona a viajar o vivir dónde le plazca; sino llamar la atención de que existe una relación innegable por demostrada entre la generalidad de tales movimientos y sus implicaciones con la dominación imperialista a través de las relaciones sociales de producción capitalista. (NA).
iii Iñaki Gil de San Vicente. “Clases y pueblos. Sobre el sujeto revolucionario”. http://marxismocritico.com/2014/03/18/clases-y-pueblos-sobre-el-sujet...
https://www.alainet.org/fr/node/86042
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