Monsanto: poder detrás del trono

Mercado mundial aparente y provincianismo real

16/06/2013
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  • Opinión
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Como prueba y expresión del autismo planetario que vive Argentina en particular y la “República Unida de la Soja”[1] en general, los debates de hace apenas un mes entre los gobiernos ruso y estadounidense sobre la progresiva extinción de las abejas ha sobrevolado nuestras ausentes cabezas, como si la fumigación aérea que se ha enseñoreado en “el país de la soja” hubiese hecho ya efecto adentro de ellas.
 
En efecto, Putin acaba de ponerle un ultimato a EE.UU. conminando a su gobierno a que disponga medidas contra los gigantes de la ingeniería genética que se han ido adueñando de la agroindustria sobre la base de semillas transgénicas.
 
Los dirigentes rusos declaran estar más que preocupados por la desaparición manifiesta de abejas. Se estima que en EE.UU. han desaparecido masivamente. Y lo mismo se reconoce en diversos mapeos europeos. Suponemos que los rusos han registrado algo similar.
 
Dando prueba de su capacidad de reacción (ya veremos de dónde proviene tanta “capacidad”) Monsanto ha hecho públicos dos “acontecimientos”: en primer lugar ha comprado la compañía que investiga (¿aba?) la desaparición de abejas. La empresa se denomina (¿aba?) Beeologics y estaban empeñados en crear un medicamento antivirósico puesto que habían llegado a la conclusión de que las abejas están desapareciendo masivamente por la pérdida del sentido de orientación (que hace que en lugar de un 100% o un 99% a veces no lleguen a un 6% de retorno) provocado… por un virus.
 
Otras investigaciones que trabajan sobre el mismo problema, la extinción galopante de abejas, dudan de la existencia de semejante virus (y por lo tanto del valor, de la posibilidad, de un agente antivirósico) porque abonan otra pista: alteraciones sufridas por las abejas provenientes de… agrotóxicos. Que existen en el polen de las flores que liban las abejas y que las desorientan. Y por lo tanto, el avance de la agroindustria con su consiguiente “paquete tecnológico” con venenos incluidos sería el causante directo del abejicidio. Gran parte de tales agrotóxicos son producidos, en el mundo entero, por Monsanto (“escoltado” por Syngenta, Bayer, Dupont y un corto etcétera).
 
La pregunta del millón es: ¿a santo de qué Monsanto pudo tener interés en comprar Beeologics? No podemos creer en un repentino interés por reconocer las causas de la pérdida masiva de abejas mientras se les acrecienta “maravillosamente” el éxito del agribusiness mediante contrarreformas agrarias y acaparamientos de tierras en prácticamente toda la periferia planetaria, incluidos los gobiernos títeres ultraliberales o los progresistas del Cono Sur americano. Más bien nos tememos alguna jugarreta para desviar el interés o la investigación, actividad “laboratoril” en la que este consorcio tiene experiencia.
 
En segundo lugar, ni corto ni perezoso, mientras deglute a Beeologics, Monsanto ya ha ofrecido la “solución” ante las “disfuncionalidades” tecnológicas: un nuevo eslabón tecnológico, como si los desarrollos tecnológicos fueran parte de la solución y no del problema que tenemos cada vez más en todo el planeta.
 
Esa solución, aunque cause vergüenza ajena decirla, son robots, abejas robots. En rigor, minidrones que se encargarían según los calenturientos think tanks de Monsanto de polinizar como si fueran los insectos alados que polinizan por los menos el 75% de las plantas del mundo desde hace millones de años.
 
Observe el sufrido lector que “la solución” ofrecida reconoce tácitamente el biocidio; el exterminio de especies, en este caso animales, y de enorme trascendencia para la vida planetaria en general (reproducción del reino vegetal) y la humanidad en particular…
 
Pero además, basta pensar en el despliegue energético de una abeja, agitando sus alas y llevando y trayendo polen y néctar. “Aviones” que no pesan ni un gramo…. y ahora piense, lector, en lo que pesarán los minidrones que harían ese trabajo, y su consiguiente gasto energético, no ya en los millones de flores de un campo sino en los billones, trillones de flores que en la Tierra existen. Ciertamente, conociendo a Monsanto, todos estiman que las abejas-robot tendrían un solo fin: mantener los cultivos agroindustriales, es decir que la extinción de abejas significará la pérdida de polinización para bosques, praderas, cordones fluviales, costas, zonas de montaña, y el largo etcétera de que está compuesta, todavía, nuestra biosfera.[2]
 
Llamativamente, el verdadero escándalo de la desaparición de abejas, que también se registra en el sur americano −hay testimonios de apicultores−  no ha entrado en los circuitos informativos habituales, ni televisivos ni gráficos, ni Ka ni antiKa…
 
Pero la crisis de las abejas es apenas una faceta de las últimas “movidas”  de Mon-santo. Este año, particularmente ha registrado varios otros asuntos, a cada cual más preocupante que el anterior aunque en nuestras latitudes  platenses apenas si han llegado a la tapa de los diarios o a los zócalos televisivos. “Nuestro” ministro de Agricultura, Norberto Yahuar, más precisamente denominable como embajador de Monsanto en Argentina, no ha entendido necesario atender tales cuestiones…
 
El presidente Obama, con su función al servicio de los poderes corporativos, y tal vez previendo la resistencia creciente a los productos transgénicos, ha “avanzado” en su complicidad con la expansión monsantiana de venenos en el planeta. A fines de marzo de 2013, el 26, firmó con fuerza de ley  una Protection Act  que impide cualquier tipo de demandas ante empresas productoras de semillas transgénicas que sobrevengan por los resultados que den tales semillas.  
 
Una verdadera ley de Irresponsabilidad Social Empresaria.
 
Una verdadera ley mafiosa. Donde el “productor” se protege, mejor dicho es protegido de antemano, por el poder “público” eludiendo toda responsabilidad sobre lo que pone en el mercado. Si hasta ahora teníamos un capitalismo “voraz e insaciable”, como se lo suele tipificar, ahora se trata, además, de un capitalismo impune  que no necesita escabullirse a causa de daños por sus obras. Está defendido de antemano.
 
La irresponsabilidad asumida y el “todo vale”  de estas “disposiciones” la hacen equiparable a aquellas otras decisiones presidenciales como la de Richard Nixon en 1970 cuando los dólares pierden la última atadura con el oro, como si fuera la última prenda en un proceso de strip-tease.
 
Es contra esa “protección” del agente de Monsanto en la Casa Blanca que los dirigentes rusos han  reaccionado.
 
Pero Monsanto parece estar permanentemente a la ofensiva. Seguramente que sabe con qué bazas juega. La pandilla de Obama se caracteriza por haber reclutado “generosamente” personal de Monsanto para su Casa Blanca.[3] El periodista estado-unidense Jon Rappoport ha hecho un relevamiento muy significativo de cómo Oba-ma fue “armando” su dream team:[4] en puesto clave del Ministerio de Agricultura, Tom Vilsack, el gobernador de Iowa, mascarón de proa del Governor’s Biotech-nology Partnership [Liga de gobernadores partidarios de la ingeniería genética]; como hombre de confianza en la FDA [Dirección Nacional de Alimentos y Medica-mentos, órgano “madre” del supuesto control sobre lo que ingieren los nortea-mericanos] el que Rappoport califica “zar” de las cuestiones de seguridad alimen-taria −Michael Taylor− quien ha usado profusamente las “puertas giratorias” pasando de Monsanto a gobiernos y de gobiernos a Monsanto repetidas veces en las últimas décadas. Porque los gobiernos pasan, pero Monsanto queda; el representante para el comercio agrícola ha sido Islam Siddiqui, un ya viejo y conocido lobbysta… de Monsanto, claro.
 
Un personaje que fuera hasta recientemente clave en el equipo de Obama, la mujer que gorgojeara tan festivamente al enterarse del asesinato atroz y pato-teril de Gadafi, Hillary Clinton, ha trabajado por años para un bufete que ha repre-sentado… a Monsanto. Y la jueza de la Corte Suprema de EE.UU. designada por Obama, Elena Kagan, fue en su actividad abogadil defensora de Monsanto…
 
Monsanto tiene más “eventos transgénicos” aprobados durante la presidencia de Obama, que bajo ninguna otra, igual que la era K en la más reciente historia transgénica argentina…
 
La runfla que nos muestra Rappoport es altamente significativa: Bill Gates[5] y George Soros son grandes accionistas de Monsanto. Y nos informa que la presidencia Obama tuvo antes un único contribuyente mayor que estos multimillonarios: Goldman Sachs. Sobran las palabras.
 
Precisamente por sentirse tan fuerte, Monsanto no parece perdedor ni siquiera en escaramuzas como la que acaba de descubrirse, en Oregon, EE.UU. Plantaciones de trigo transgénico que, ahora se sabe, venía siendo cultivado desde hace años.
 
Hecho significativo, puesto que el trigo transgénico ni siquiera está legalizado (Monsanto tuvo que suspender sus intentos de introducirlo en el mercado por la resistencia muy generalizada alrededor del año 2000) aunque desde hace aproximadamente un año ha vuelto a anunciarlo, pero figurando todavía en la etapa de “aprobaciones legales”; por eso lo de Oregon resulta medio un misterio: la existencia en cantidades apreciables de un trigo que no se consideraba podía existir ha despertado estupor y la reacción, apoyada por más y más investigaciones que revelan los peligros, nada leves sino bien graves del suministro de plantas transgénicas a diversas especies, ha disparado la alarma.
 
Se ha producido una verdadera corrida de los mercados trigueros, aunque “por casa” “todo bien”. Tampoco ante esto, la sociedad argentina y sus circuitos mediáticos, parecen haber reaccionado. Ni los medios K ni los antiK parecen enterados (salvo las previsibles “noticias” que puedan haber aparecido en página par a una columna, bien abajo y con letra chica), pese al carácter público de la info. Observe el lector que Japón, Rusia y Corea del Sur, por ejemplo, han suspendido TODAS sus compras de trigo a EE.UU. En Europa, países como Hungría han decidido incluso la quema de cultivos de trigo presuntamente transgénico (algo que el país ya había efectivizado, en 2011, con maíz transgénico).
 
Pero aquí seguimos en el-mejor-de-los-mundos agrícolas.
 
Y la imagen de un Atila hipermoderno y altamente tecnologizado se ajusta como el guante a la mano sobre “nuestros” campos. Mientras, en avisos radiales, por ejemplo, los asesinos de la naturaleza hacen propaganda invocando “mulitas inteligentes” (Nidera) que adoptan la tecnología salvadora. ¡Mulitas que están desapareciendo junto con el resto de la fauna y flora de los monocultivos industriales! En todo caso, el ecocidio salva no mulitas sino dólares, campestres o ka…
 
- Luis E. Sabini Fernández es docente del área de Ecología y DD.HH. de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, periodista y editor de Futuros.
 


[1]  Con ese nombre, publicitarios y “creativos” de las transnacionales con Monsanto a la cabeza, que están en pleno operativo planetario de apropiación de los alimentos de la humanidad, han definido territorios, sojales, cada vez más masivamente, expandiéndose en el corazón de América del Sur; buena parte de Argentina, Bolivia, Uruguay, Brasil y prácticamente por todo Paraguay.
[2]  Véase Celeste Fassbinder, “De terror: Monsanto lanzará abejas robot mientras amenaza toda vida eliminando abejas naturales”, BWN Argentina, 3 jun. 2013.
[5]  Quien ha hecho públicas sus preocupaciones “demográficas”, sólo que si a la vez se lo ve tan ligado a una empresa que ha convertido a los alimentos en “un arma de destrucción masiva” (atinada definición de Paul Nicholson, de Vía Campesina), los afanes por “frenos” demográficos toman un tinte más que sombrío…
https://www.alainet.org/fr/node/76804?language=en
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