Producción de sentido

21/04/2013
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Muchos padres se quejan del desinterés de sus hijos hacia las causas altruistas, solidarias, sustentables. Tienen la impresión de que una parte considerable de la juventud sólo busca riqueza, belleza y poder. Y que ya no se mira en líderes volcados hacia las causas sociales, al ideal de un mundo mejor, como Gandhi, Luther King, Che Guevara y Mandela.

¿Qué le hace falta a la nueva generación? Le faltan instituciones productoras de sentido. Hay que imprimirle sentido a la vida. Mi generación, la que cumplió los veinte años en la década de 1960, tenía como productores de sentido a las iglesias, a los movimientos sociales y a las organizaciones políticas.

La Iglesia Católica, renovada por el concilio Vaticano 2°, suscitaba militantes imbuidos de fe e idealismo, por medio de la Acción Católica y de la pastoral de la Juventud. Queríamos ser hombres y mujeres nuevos. Y crear una nueva sociedad, fundada en la ética personal y en la justicia social.

Los movimientos sociales, como la alfabetización por el método Paulo Freire, nos desacomodaban, nos lanzaban al encuentro de los estratos más pobres de la población, educaban nuestra sensibilidad hacia el dolor ajeno causado por estructuras injustas.

Las organizaciones políticas, casi todas clandestinas en tiempo de la dictadura, nos inyectaban conciencia crítica y un cierto espíritu heroico que nos fortalecía ante los riesgos del combate al régimen militar y a la injerencia del imperialismo usamericano en América Latina.

¿Cuáles son hoy las instituciones productoras de sentido? ¿Dónde se puede adquirir una visión del mundo que desentone de la multividencia neoliberal centrada en el monoteísmo del mercado? ¿Por qué el arte es considerado como mera mercancía, tanto en su producción como en su consumo, y no como creación capaz de suscitar en nuestra subjetividad valores éticos, perspectiva crítica y apetito estético?

Las nuevas tecnologías de comunicación provocan el surgimiento de redes sociales que, de hecho, son virtuales. Y ahogan a las redes verdaderamente sociales, tales como sindicatos, gremios, asociaciones, grupos políticos, que aproximaban físicamente a las personas, les infundían complicidad y las reunían en diferentes modalidades de militancia.

Ahora el intercambio de informaciones y opiniones supera el intercambio de formación y las propuestas de movilización. Los megarrelatos están en crisis y se muestra poco interés por las fuentes de pensamiento crítico, como el marxismo y la teología de la liberación.

Sin embargo, como se decía antes, nunca las condiciones objetivas han sido tan favorables para operar cambios estructurales. El capitalismo está en crisis, la desigualdad social en el mundo es alarmante, los pueblos árabes se rebelan, Europa se incomoda con 25 millones de desempleados, mientras que en América Latina crece el número de gobiernos progresistas, emancipados de las garras del Tío Sam y suficientemente independientes, hasta el punto de haber elegido a Cuba para presidir la Celac (Conferencia de Estados Latino-Americanos y Caribeños).

Actualmente va adquiriendo fuerza un desorden entre lo que se ve y lo que se quiere. Hay multitud de jóvenes que sólo apetece un lugar al sol, sin darse cuenta de las espesas sombras que les tapan el horizonte.

Cuando no se desea cambiar el mundo, se privatiza el sueño modificando el pelo, la ropa, la apariencia. Cuando no se intenta derribar muros, se hace un tatuaje para marcar en el cuerpo su escala de valores. Cuando no se inyecta utopía en las venas, se corre el peligro de inyectarse drogas.

No fuimos creados para ser ovejas en un inmenso rebaño retenido en el corral del mercado. Fuimos creados para ser protagonistas, inventores, creadores y revolucionarios.

¿Cuándo Hércules podrá reventar las cadenas de Prometeo y evitar que el consumismo prosiga comiéndole el hígado? “Prometo lograr que esperanzas ciegas vivan en el corazón de los hombres”,  escribió Esquilo. ¿Dónde beber esperanzas lúcidas si las fuentes de sentido parecen estar resecas? Parecen, pero no desaparecen. Las fuentes siguen ahí, a ojos vistas: la espiritualidad, los movimientos sociales, la lucha por la preservación ambiental, la defensa de los derechos humanos, la búsqueda de otros mundos posibles. (Traducción de J.L.Burguet)

- Frei Betto es escritor, autor de la novela “Minas del Oro”, entre otros libros. www.freibetto.org/>    twitter:@freibetto.

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