Orígenes modernos

El estúpido argumento del “Choque de Civilizaciones” como justificación imperialista

10/02/2021
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Foto: ANSA
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Es cada vez más común que observemos, en el occidente, argumentos supuestamente “filosóficos” de base “mística”, en que la “tradición” reinventada (o imaginaria) supera las formaciones concretas de las sociedades reales y confunde a sectores importantes de la opinión pública y de las sociedades civiles de países enteros.

 

El trumpismo, en la matriz del Imperio, no inventó la mayor parte de las demencias de la extrema-derecha, pero las canalizó, impulsándolas en la imaginación de una América “pura”, compuesta por herederos de “puritanos peregrinos” (https://www.uol.com.br/universa/colunas/maria-carolina-trevisan/2020/10/02/trump-nao-condenou-supremacistas-brancos-e-mandou-recados-a-extremistas.htm). La estupidez de los “red necks” se suma a la manipulación grosera de las legiones de electoras del cinturón bíblico y las distinguidas formas de conservadorismo que defienden, de manera incondicional, el apartheid israelí y la presencia de Estados Unidos en el Gran Medio Oriente. Los orígenes recientes del argumento de defensa de la “civilización judaico-cristiana” se mezclan con la prepotencia imperialista en el Mundo Árabe, con la islamofobia y hasta con el moderno antisemitismo. En este artículo y en los siguientes haremos un debate aportando una contribución para lo desmonte desalas mentiras.

 

El “vacío de Occidente”

 

Desde el final de la Guerra Fría existe un “vacío” en Occidente (https://www.facebook.com/monitordooriente/videos/848668545930550). La disputa que culminó con la victoria de Estados Unidos, sus aliados estratégicos (los países anglosajones) y los Estados miembros de la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN, sigla en inglés), habría establecido un parámetro de “una civilización universal” por sobre las demás. Cuando el Imperio se denominaba como “mundo libre”, era la “libertad de creer y emprender” que el bloque defendía, y demarcaba el límite de la matriz “civilizatoria” posible de ser definido. Otra afirmación común en el postguerra y décadas siguientes venía de la “libertad individual” como valor absoluto por encima de las relaciones solidarias.

 

Es pura tontería la falsa contraposición entre libertad individual y bienestar colectivo. Tal argumento opera sólo como una justificación para la real ausencia de empatía en sociedades donde la correcta afirmación de individuo e individualidad se confunde con individualismo y “sálvese quien pueda”. Ese vacío generaría una sensación de, en un primer momento, tener la necesidad de desarrollar una tesis de avance civilizatorio como contrapunto a la liberalización de la economía y la integración forzada de la globalización capitalista.

 

En el segundo momento, en el post 11 de septiembre de 2001 y concomitante al avance de los “emergentes”, un sector más extremo de la derecha eurocéntrica se vio frente de una realidad (https://www.reuters.com/article/otan-china-atencao-idbrkbn28a26r-obrwd?edition-redirect=uk). La División Internacional del Trabajo (DIT), con la constante y progresiva migración de la manufactura al eje Asia-Pacífico, sumada con la capacidad de crear excedentes de poder del Estado chino, más la retomada de control de los recursos estratégicos por el aparato de seguridad de Rusia, crearon las condiciones para un desarrollo eurasiático impensable en el inicio de la década de 1990.

 

Rusia, Gran Bretaña y EUA

 

A finales de la década de 1980 e inicio de la siguiente, acompañando la crisis, decadencia y la dilapidación del patrimonio público bajo el control estatal en la antigua Unión Soviética (URSS) y sus países satélites, fue ascendiendo una difusión alucinada e irresponsable de “filósofos”, como Alexander Dugin.

 

La desesperación apoderándose de una sociedad, antes ordenada y con formas de control colectivo, fue el combustible para que gente de ese calibre pudiera hacer un idilio idealizado de base “proto-ariana”, con el alias de “tradicionalismo” (no confundir con el tradicionalismo gaucho, de otro origen y sin relación alguna con este concepto citado). Como agravantes, la primera Guerra de Chechenia (1994-1996), los traumas de la derrota en la invasión a Afganistán y la geopolítica del Cáucaso ayudaron a la propaga de este especie de cruzada bizantina (https://dialogosdosul.operamundi.uol.com.br/brasil/59628/uma-breve-genealogia-da-era-da-sandice-que-assola-a-politica-brasileira) y, de hecho, islamofóbica. Infelizmente, Dugin sigue sembrando una legión de idiotas (confusos, perdidos y peligrosos) que, de forma intencional o involuntaria, confunden sus posiciones con la política externa rusa en la era Putin. Cualquier semejanza con la demencia cínica de Steve Bannon y Olavo de Carvalho no son coincidencia (https://www.monitordooriente.com/20200506-bandeiras-de-israel-nos-atos-da-extrema-direita-um-debate-de-fundo/).

 

Mientras la “Trinidad Maldita” (FMI, Banco Mundial y OMC), conforme la correcta designación del economista sur-coreano Ha Joon Chang, nada hacía para proteger las estructuras productivas en sociedades con pleno empleo en el Este Europeo y ex-URSS, en Estados Unidos y Gran Bretaña avanzaban dos formas distinguidas de los temores de la globalización.

 

En Reino Unido (que no es objeto de debate de ese artículo), los múltiples herederos del degenerado Oswald Mosley (http://www.encontro2016.rj.anpuh.org/resources/anais/42/1470676707_arquivo_comunicacao-anpuhrio2016-hatebritain.pdf) eran masa de maniobra del Partido Conservador, con sus creencias realistas (loyalists) y desarrollando una creciente xenofobia islamofóbica contra la inmigración procedente del Sur de Asia (persiguiendo especialmente a los paquistanís). La masificación de esta forma de extrema derecha británica ratifica de forma que se diluye en el Brexit (la salida de Reino Unido de la Unión Europea en referéndum de noviembre de 2015), complementando las privatizaciones de la era Thatcher y la destrucción del empleo formal, especialmente el industrial, en los territorios de las islas bajo la tutela británica.

 

Junto a la estupidez “duginista”, la defensa de los tiempos pasados y la idea de “purificación cultural”. En términos materiales concretos, desde el periodo de post-guerra hasta el gobierno conservador de Margaret Thatcher, realmente Inglaterra y los países de las islas bajo el mismo reino vivieron una situación de bienestar social (con la mitad del PIB inglés orientado al mundo del trabajo) con la excepción de la provincia de Irlanda del Norte. Ya la antigua Unión Soviética y sus países satélites habían alcando una excelente condición de distribución de la renta, aunque ello no se haya traducido en garantía de derechos y poder político. El pleno empleo como derecho universal dio una sensación de estabilidad. La “nueva era” trajo inseguridad, desempleo, desesperación y millones de personas ávidas por la manipulación grosera y fantasiosa. La islamofobia moderna en territorio europeo (incluyendo la parte europea de Rusia) crece mucho en este periodo. La posición tanto anti-árabe como contra la liberación de Palestina ya estaban arraigadas a través del accionar de los grupos mediáticos occidentales.

 

La suma del peor de los mundos culmina con la invasión de Irak en Kuwait con el aval de la embajada estadunidense en Bagdad. Trampa lista, lo obvio acontece. El Consejo de Seguridad de la ONU condena la aventura militar de Saddam Hussein desesperado y decadente. Los EUA lideran una coalición financiada con promesas de contratos de explotación de petróleo y abundantes recursos sauditas. En la justificación para la coalición encabezada por Estados Unidos también estuvo formada por “un pueblo del libro”. La dinastía de los Saud, además de apoyar el wahabismo sin pudor, también dio base para la profusión de la alianza pentecostal sionista, reducto electoral del conservadorismo masificado en todo el continente americano.

 

La década de 1990 asistió a un avance de los sistemas de creencias “tradicionales” en todas sus versiones. Hoy, el FBI anuncia el riesgo de terrorismo doméstico supremacista como principal amenaza a la democracia y las elecciones indirectas en el país. La base electoral de la extrema derecha estadunidense sólo hizo crecer en los últimos treinta años, revelando el poder de la falacia como forma de manipular las frustraciones que trae la globalización capitalista. Como dijimos antes, Donald Trump, Steve Bannon y Robert Mercer (sus gurúes de la “guerra cultural”) actualizaron el lenguaje del odio y delirio, impulsando las “tradiciones” imaginarias con la típica osadía de viciosos en juegos de azar y dueños de casinos (https://istoe.com.br/steve-bannon-guru-da-extrema-direita-e-preso-por-fraude-2/).

 

Combatir y desmontar el conjunto de tonterías masificadas en América Latina – justamente a través de la colonización cultural eurocéntrica – va a llevar tiempo y costar trabajo. Tal como la liberación de la Palestina y la expulsión de los imperialistas del Gran Medio Oriente, se trata de una bandera incondicional e irreductible.

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Artículo originalmente publicado en el Monitor Medio Oriente (Brasil), sección em Portugués (www.monitordooriente.com )

 

Bruno Beaklini (Bruno Lima Rocha Beaklini), de origen árabe-brasileño, es politólogo y profesor de relaciones internacionales y periodismo, y es columnista del Monitor del Medio Oriente. Contactos: Twitter @estanalise / email: blimarocha@gmail.com

 

https://www.facebook.com/blimarocha / www.estrategiaeanaliseblog.com / t.me/estrategiaeanalise (Telegram) y https://www.youtube.com/channel/UCweS5s_1c0AvbXe5_iXYjKA (canal de Youtube)

 

Crédito de la foto: ANSA

 

Link da foto: https://istoe.com.br/steve-bannon-guru-da-extrema-direita-e-preso-por-fraude-2/

 

 

https://www.alainet.org/fr/node/210917?language=en
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