Rafael Urdaneta: el más leal bolivariano

23/10/2019
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El 24 de octubre toda Venezuela y las naciones bolivarianas, deberían recordar con amor y agradecimiento a un hombre extraordinario, ejemplar servidor público, militar revolucionario, uno de nuestros más insignes libertadores. Fue el más leal soldado de Bolívar, su amigo sincero y su reivindicador, cuando en la propia Caracas lo execraban. Él fue quien dijo en los inicios de la Campaña Admirable en La Grita el 18 de mayo de 1813: “si con dos hombres basta para emancipar la Patria, pronto estoy a acompañar a Usted”. Y vivió para honrar esa promesa.

 

También fue quien informó –con el corazón compungido- en diciembre de 1830: “¡colombianos! Agobiado por el peso del dolor, me esfuerzo, no obstante, por cumplir con el más triste de mis deberes como magistrado, como ciudadano, como amigo. ¡Os anuncio que ha cesado de existir el más ilustre entre todos los hijos de Colombia, ¡el Libertador, ¡el Fundador de tres Repúblicas, el inmortal Simón Bolívar! Después de haber agotado hasta las últimas heces el cáliz de la amargura que le ofreció la suspicacia de algunos conciudadanos suyos, ha pasado a la región de las almas, dejando un vacío inmenso en Colombia, en América, en el orbe civilizado”.

 

El 17 de diciembre de 1842, es Rafael Urdaneta quien comanda la parada militar con motivo de la traída de los restos del Libertador a Caracas, acto del cual fue principal promotor y organizador en su condición de primer presidente de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Los más claros conceptos de la personalidad de El Libertador los emitió su querido compañero de armas: “Es necesario advertir que el general Bolívar actualmente no pertenece sólo a Colombia; él es un ente que pertenece ya a todo el mundo. Su nombre es ya propiedad de la historia, que es el porvenir de los héroes”.

 

Cuando algunos lisonjeramente sugerían coronar a Bolívar, Páez entre otros, le increpó: “¿cree usted que este sería el modo por el cual él consintiese en un poder que lo rebaja?”.

 

Bolívar no fue menos generoso al expresarle el 27 de octubre de 1814 a su amigo y admirado camarada: “Con la más grande satisfacción he sabido que usted ha salvado el ejército de Caracas, con lo cual ha salvado usted las esperanzas de la República…yo le doy a usted las gracias en nombre de Venezuela, que si vuelve a ser liberada deberá a usted este beneficio”. Tal cual fueron los hechos sucesivos.

 

El Libertador reconoció siempre el cúmulo de talentos y virtudes que poseía Rafael Urdaneta, por eso le encomendaba las tareas más complicadas, las que exigían mayor prudencia y sabiduría. El colonialismo cultural que aún reina seguirá ignorando la historia profunda y verdadera de nuestro pueblo. Mientras más ignorancia y más relajo, más ganancias y menos dignidad. Rescatar hoy a Urdaneta, como venimos rescatando a Bolívar, y reivindicar las luchas de nuestros pueblos originarios, así como los valores de nuestro ser nacional, son en este momento una necesidad vital para la pervivencia de la nación latinoamericana. Los imperios viejos y los nuevos no se suicidan, al contrario, se empeñan en eternizarse y crecer. La dominación cultural es la antesala de toda opresión imperialista contra los pueblos idiotizados.

 

Urdaneta representa en la etapa actual de la lucha bolivariana, la lealtad con el líder, con la causa, y la entrega desinteresada, la actitud ética y el patriotismo a todo riesgo. Es el ejemplo que requerimos para levantar las defensas que impidan una aventura del alocado imperialismo en decadencia contra la patria de Bolívar.

 

El 20 de julio de 1810 Urdaneta está en Bogotá. Allí se encontraba desde 1804, cuando su tío Martín lo llevó con él para que continuara su formación. Lo había colocado como Oficial III de la mesa de guerra de las cajas reales, donde destacó por su “exactitud e inteligencia”, como opinaron sus superiores al recomendar para él un aumento de salario y de rango.

 

Faltaban tres meses para que cumpliera los 22 años ese día que Bogotá replicó la voz caraqueña que había resonado el 19 de Abril declarando independencia del dominio español. Urdaneta no necesitó que nadie lo invitara, no hizo falta arengarlo para que se sumara a la revolución: él ya estaba convencido y presto para ser el “más constante y sereno soldado” de la patria.

 

Parco en el hablar, recio y tímido; 1,78 metros de verticalidad principista. Organizador, líder y solidario, exhibió constantemente un talento especial para lograr victorias con escasos recursos y enfrentar las dificultades con estoicismo. Desarrolló una pericia singular para asumir los peligros.  Dirigió su primera batalla en 1811, contra el realista gobernador de Popayán Miguel Tacón, y la ganó, como el 80% de todas las que protagonizó como jefe.

 

Su ascenso militar fue espectacular: saltó de civil a Teniente, luego a Capitán de Batallón en Cundinamarca, a Sargento Mayor del Batallón 3º de la Unión, a Teniente Coronel y Comandante del 3er Batallón de Línea de las Provincias Unidas de Nueva Granada; vence en Cúcuta a los centralistas cuando la división trajo la sombría polémica fratricida entre patriotas. Urdaneta estuvo entre los pioneros federalistas, quienes derrotados por las fuerzas de Nariño que enarbolaban el mando central, se sumaron al unitario esfuerzo republicano para enfrentar al verdadero enemigo colonialista.

 

1812. Las fuerzas de Monteverde, el terremoto de Caracas y las debilidades internas del movimiento independentista, provocan la caída de la I República.  Simón Bolívar llega refugiado a Cartagena. Pronto las noticias sobre la presencia del ilustre caraqueño llegan a oídos del patriota maracaibero, que ansía conocerle y juntarse a él para arrancarle al cielo las utopías. Simón tiene 29 años, Rafael 24, son dos jóvenes revolucionarios, la historia de glorias apenas comenzaba. Sus sables se encargarían de escribirla.

 

El instinto telúrico del hijo del Lago Maracaibo, le empuja a buscar a ese “gemelo transformador”, hermanados en la venezolanidad, para constituir la alianza necesaria, el “encuentro de los iguales”, en palabras de Alfredo Maneiro. Acude presuroso y emocionado a encontrarlo. Lo alcanza en San Cayetano y se produce la alquimia amistosa que nos dio Patria para la eternidad.

 

Urdaneta no va con las manos vacías. Lleva a su tropa, la misma con la que ya tiene bien ganado un precoz prestigio militar. Lo aman como jefe, porque lo saben leal, humanista y vencedor. No descuida detalles. Mantiene a sus soldados bien apertrechados, alimentados y moralizados. Su pericia en administración de guerra le viene desde el primer empleo y de lecciones familiares con el tío Martín que lo llevó a la bella Bogotá. 

 

Entre Bolívar y Urdaneta nace una de las más hermosas amistades de nuestra historia, un tesoro que ambos cuidaron con celo y regaron con la marmolea solidez de las convicciones. El año de 1813 comienza con la victoria patriota en Cúcuta. Allí combatieron juntos por primera vez los dos amigos Simón y Rafael; triunfaron, por supuesto. Ya Urdaneta ostentaba una presea en esa ciudad y de seguro contó Bolívar con sus consejos para ganar la plaza.

 

Urdaneta gana el mando del 5to Batallón como Coronel Comandante y, aún subordinado a la línea de mando neogranadina, reconoce la jefatura de Bolívar y se adelanta a conjurar los obstáculos que ya por entonces le coloca Santander a la gesta independentista. Es cuando Urdaneta le escribe a Bolívar la preciosa esquela que en La Grita levantó los ánimos al ejército bolivariano: “General: si con dos hombres basta para emancipar la Patria, pronto estoy a acompañar a Usted”.

 

Urdaneta suma sus avales, que no son pocos, el más preciado su inmaculado prestigio militar y político, para agrupar otros comandantes neogranadinos con sus tropas y recursos, alrededor de la causa bolivariana. Este apoyo inestimable del zuliano hizo posible la Campaña Admirable que los llevó triunfantes a retomar Caracas y restablecer la República. Están juntos en Trujillo cuando el Decreto de Guerra a Muerte. Urdaneta se restea con la estrategia y sale junto a su entrañable amigo Atanasio Girardot, honorable cundinamarqués que regó con su sangre la unidad inquebrantable de los pueblos bolivarianos. Vencen en Carache y en Mesitas de Niquitao. Se distinguen en Barinas, Araure y San Carlos. Es cuando José Félix Ribas expresa que “su serenidad en medio del fuego es digna de recomendación”.

 

En julio de aquel año 13, asciende a Comandante del 5to Batallón con instrucciones de unirlo al 3ro que ya él comandaba. Infiltra al enemigo, lo distrae, usa la sorpresa, vaya que salió hábil este civil trasmutado en jefe militar al influjo de la conciencia patriótica.

 

Asciende a Teniente Coronel efectivo. Gana en Pegones y Taguanes. Va delante abriendo el paso a Bolívar para que avance sobre Caracas, la cual retoman el 6 de agosto bañándose de gloria. En la ruta, por las montañas andinas de Mérida, Bolívar llamó a sus huestes Ejército Libertador; y así la ciudad bonita de los páramos lo bautizó a él como Libertador.

 

Tras derrotar a Monteverde en Bárbula, Bolívar asciende a Urdaneta a Brigadier de los Ejércitos de Venezuela, y al encomendarle avanzar sobre occidente, arenga a las tropas diciéndoles: “contáis con el intrépido Brigadier Urdaneta, vuestro mayor general, quien os conducirá a la victoria en los campos… por donde marchéis”.

 

Llegaron los días terribles de Boves y Morillo. En San Carlos, Urdaneta está acechado por la gente que se ha puesto del lado del canario realista; en esta circunstancia, Bolívar le ordena que acuda a defender a Valencia a riesgo de que allí se perdería la República. Con tan solo 250 fusileros, resiste a 3.000 hombres del enemigo, hasta la llegada del Libertador con los refuerzos que les dieron la victoria.

 

También en la primera Batalla de Carabobo luchan juntos venciendo a Boves; pero éste se desquita en La Puerta haciendo desboronar la II República. Se produce el repliegue hacia el Oriente, donde Bolívar sufre traición y amenaza de ejecución, logrando apenas salvarse, es rescatado, y parte al Caribe.

 

En el ínterin, Urdaneta, sin noticias de Bolívar, aislado del resto del ejército, solo con las tropas a su mando en San Carlos, apela una vez más a su agudo instinto militar, y decide replegarse hacia Cúcuta, tomando la ruta de Barquisimeto y Mérida por donde habían entrado triunfantes. En el camino se le unen otros comandantes con sus tropas, armas, pertrechos y suministros, salvando una fuerza importante del ejército patriota.   

 

Bolívar, al enterarse del hecho, escribió el 27 de octubre de 1814: “Usted ha salvado el ejército de Caracas con el cual podemos decir que ha salvado Usted las esperanzas de la República…que, si se libera de nuevo Venezuela, deberá a Usted este beneficio”.

 

Asciende a General en Jefe del Ejército del Norte. Se reencuentra con Bolívar y rescatan Tunja y Bogotá de manos realistas. En enero de 1815 ya es General de División.

 

Las fuerzas de Pablo Morillo se imponen en Cundinamarca. Las intrigas arden en la Nueva Granada. Las hostilidades de sus detractores llevan a Bolívar a salir de Cartagena y refugiarse en Jamaica.

 

Urdaneta va al Llano. Estando en Guasdualito, recibe la buena nueva del desembarco de Bolívar por Oriente y acude presuroso a acompañar a su amigo y jefe Libertador. Cuántas vidas, incluida la del Libertador, salvó esa lealtad de Urdaneta; que de tanto salvar salvo hasta la Patria.   

 

Rafael Urdaneta también hizo grandes aportes como político y gobernante. En 1818 fue nombrado Gobernador de Angostura. Trabajó muy duro en dotar a las nacientes repúblicas de institucionalidad democrática. Como Presidente del Consejo de Gobierno llama a elecciones para legitimar el mandato, y juega un papel estelar en la organización del Congreso de Angostura que creó Colombia y abrió paso a la III República, de inspiración bolivariana.

 

En 1824 lo designan Intendente del departamento Zulia, que integraba las provincias de Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo. Le reportaba directamente a Bolívar. Organiza el Batallón Zulia con rigurosa meticulosidad, para entregarlo al Libertador que ya iniciaba la Campaña del Sur para liberar al Perú. Sus soldados van a la orden de Antonio José de Sucre, son los que loa el poeta Udón Pérez y canta la grey zuliana: “Y en Tarqui y Ayacucho vibraron su clarín”.

 

Asume con entusiasmo su rol de gobernante, promoviendo la educación pública, la alfabetización de la tropa, campañas de vacunación, promueve la creación de periódicos, mejora las redes telegráficas y crea la primera biblioteca pública de la región. Todo esto en medio de una gran penuria económica por los azotes de las guerras. Le mortifica el grado de pobreza que encuentra en sus comarcas, la miseria en que viven las mayorías; reclama recursos para atender estas urgencias.

 

Urdaneta no descuidó las obras públicas, al contrario, resultó un entusiasta emprendedor de proyectos innovadores, como la canalización de la barra del Lago para el fomento de la navegación, y la introducción de los barcos a vapor para dinamizar el comercio de los productos que salen y entran por el puerto maracaibero.  Y si no logró mucho más –su intendencia duró un año apenas- fue por la inoportuna enfermedad que lo volvió a aquejar, apartándolo de sus funciones ejecutivas. Es el mismo Urdaneta al que Bolívar confió el gobierno en sus ausencias y momentos postreros.

 

Entonces las nuevas generaciones bolivarianas tenemos que mirarnos en el espejo de Urdaneta para saber cuáles son los valores que deben guiar nuestra acción. Él es la ética y la lealtad que necesitamos para ser invencibles. La corrupción es un cáncer que carcome las entrañas de la sociedad, actúa con sigilo, se camufla, como el camaleón se trajea para las ocasiones, y vulnera las defensas morales de las naciones. Los hijos de Bolívar y Urdaneta deben vencer a este mal. El afán de lucro, la ambición material, son antagónicas al proyecto bolivariano.

 

La Doctrina de nuestros héroes es el trípode formado por el anticolonialismo, la igualdad social y el buen gobierno, que siguen siendo las causas más loables y altruistas que abrazan las mejores almas del género humano. Bolívar y Urdaneta son la antítesis del imperialismo. Eran ya en esos tiempos remotos del siglo XIX, el Hombre Nuevo del que habló el Che a mitad del siglo XX. Ellos dejaron las comodidades y sus propias riquezas anteriores las dilapidaron en pro de la gesta inmensa que nos legaron. Es harto conocido el “testamento” urdanetiano donde dejó una descendencia de once vástagos en la ruina y aún exigió que fuesen devueltos a la administración nacional los mendrugos que sobraban de sus viáticos en la última tarea que la patria le encomendó.

 

Todos sus sacrificios por hacernos libres, soberanos e independientes para siempre, no fueron en vano, y esa causa está en plena ebullición en los actuales tiempos revolucionarios que recorren las tierras de Nuestra América. Esos anhelos de los gemelos transformadores Bolívar y Urdaneta (tendríamos que decir trillizos para no olvidar al Gran Mariscal de Ayacucho), anhelos de independencia, igualdad y libertad, justicia y desarrollo integral, equilibrio universal, son tareas impostergables que las nuevas generaciones deben sostener con tenaz convicción.

 

Nuestros héroes se reivindican en la voz soberana de la Venezuela Bolivariana que clama junto a los pueblos hermanos de Nuestra América, que cesen las invasiones imperialistas en cualquier parte del planeta; que detengan las írritas medidas unilaterales de Estados Unidos contra el pueblo de Venezuela; que cese el bloqueo criminal contra Cuba; que se retiren todas las bases militares gringas y cesen las maniobras guerreristas en América Latina y El Caribe; que se descolonice nuestro mar antillano con la independencia de Puerto Rico, y otras islas que claman soberanía frente a los viejos imperios europeos. Es parte de la agenda que Urdaneta y Bolívar tienen pendiente: prestamos nuestra voz para que se escuchen sus proclamas.

 

También hacen votos, sinceros y amorosos, por la paz de la vieja Nueva Granada, la tierra que ellos dos libertaron y le dieron nombre y bandera, con los sueños, las palabras y la creatividad mirandinas. Votos por la victoria del diálogo franco, la dignidad y la justicia social en la Colombia atormentada por la opresión oligárquica imperialista; cese de las interminables masacres de gente humilde. Es la orden del Presidente Rafael Urdaneta que emana de su legado amoroso para la Colombia que ayudó a fundar y llegó a dirigir por el camino de la honestidad e independencia.

 

Nuestro Rafael Urdaneta mira al Zulia, a su provincia de Maracaibo, de la que fue gobernador dedicado y exitoso, la mira con luz del Catatumbo, cuando entre las sombras presentes su brillo se dispara; la mira y quiere mejores derroteros para sus patios de mamones y guayabas, sus bosques de curaríes y cujíes, sus bandadas de perdices, consoneritas y rabitolargos. Quiere mejor destino para su Lago amado, donde jugó de niño en las playas y potreros del hato familiar en El Carmelo de La Cañada.

 

Clama por la cultura raigal, que se valorice el arte de múltiples expresiones de su pueblo virtuoso; el hijo de vasco y portuguesa, asimilado por la magia del paisaje y el embrujo del espíritu lacustre a la estirpe local, justo como fue toda su vida, se escandaliza que aún en estos tiempos hayan soldadescas disparando contra los pueblos que luchan por los sueños que inspiraron a los libertadores.

 

Yo le rindo Gloria Eterna al General Rafael Urdaneta: el más leal bolivariano.

 

 

 

 

 

 

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