Emigración y exportaciones agrícolas subsidiadas

14/01/2019
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Hace unos días, el Ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, comentaba que su política de fronteras cerradas a los emigrantes ilegales, había salvado muchas vidas, porque ante la incertidumbre de   poder desembarcar en Europa había disminuido el número de personas dispuestas a pagar las elevadas sumas que exigen los traficantes de emigrantes que los amontonan en   pateras que los llevan a pocas decenas de kilómetros de la costa para que allí los recoja algún barco de esos organismos humanitarios destinados a recoger a  los emigrantes  clandestinos de las  pateras , para transportarlos a la seguridad  de un puerto europeo y de ese modo  se completa así el viaje por el se pagó  al armador de la patera. Esa insólita colaboración marítima entre negociantes que lucran con la emigración clandestina de seres humanos y el altruismo filantrópico no siempre funciona y muchas veces el mar cobra víctimas. El silogismo de Salvini es impecable: al haber menos seguridad de ser desembarcados en puerto europeo,   habrán menos personas dispuestas a pagar por un transporte caro en que se corren riesgos mortales. Salvini dijo también otra cosa que apunta a resolver la raíz del problema de la emigración africana que antes absorbía la prosperidad de la Libia de Gadaffi: del mismo modo Europa debe ayudar a que mejoren las condiciones de vida en África. Sería una solución parecida a la que propuso el pensador ginebrino Sismondi en 1830 cuando escribió   contra el tráfico de esclavos.  Sismondi observó que los esclavos africanos  eran  el principal producto de exportación de los reinos  africanos afincados cerca de la costa atlántica y que,  con frecuencia, ocurrían  guerras entre los reinos del África subsahariana  en  las que  se capturaban prisioneros que luego eran vendidos como esclavos, de ese  modo las guerras se convertían en una  cruel fuente de ingresos de divisas extranjeras con las cuales pagar las importaciones. Los esclavos, de ese modo, eran parte del comercio internacional para unos  países escasos de otros productos de exportación  Según Sismondi,  ese infame comercio podía  acabarse  explotando los abundantes  recursos naturales  de África con tecnología e inversiones europeas  que diesen empleo y  fabricasen mercancías  exportables.

En África, como en la mayor parte del mundo en desarrollo, la agricultura es la base de la actividad económica. Por ello los elevados subsidios a la agricultura en Estados Unidos y en Europa incentivan una sobre producción, cuyo excedente es exportado a bajo precio, algo que abarata los precios de las mercancías de origen agrícola en los mercados nacionales e internacionales.  Los subsidios crean precios irreales que a veces no cubren los costos normales de producción. Esa exportación de productos agrícolas subsidiados, tienen un efecto desastroso en todas las economías basadas en la agricultura   de los países en desarrollo y no solo en África. Un  ejemplo  de eso lo tenemos  con el subsidio norteamericano  al algodón.

Había una vez, 4 países africanos que eran exitosos productores y exportadores de algodón: Benín, Burkina Faso, Chad y Mali; ahora sus campos están despoblados y las ciudades hacinadas, por culpa de los subsidios   al algodón. Esos 4 países se cansaron de denunciar y pedir en la Organización Mundial del Comercio -OMC- el cese de esos subsidios norteamericanos, sin obtener ninguna concesión de parte de los Estados Unidos; hasta que entró en escena Brasil y los denunció formalmente como ilegales, algo que   demostró, ante un panel de la OMC, que sentenció que las exportaciones norteamericanas de algodón estaban subsidiadas en un 80%, muy por encima del nivel tolerado. Este fallo a favor de Brasil, no alivió el mal que padecían los 4 productores africanos de algodón; porque Estados Unidos, en lugar de eliminar unos subsidios que tal vez tenían otro objetivo no comercial,   ofreció compensar a Brasil extendiendo sus subvenciones también   a los productores brasileños de algodón.

Hoy día no es hacia Estados Unidos sino hacia Europa donde va el flujo de emigrantes que provocan los subsidios norteamericanos a la exportación de su algodón. No es concebible que los funcionarios de la Europa de Bruselas vayan a quejarse contra Estados Unidos en la OMC del daño colateral que causan los subsidios norteamericanos al algodón; en parte porque en Bruselas consideran la llegada de emigrantes africanos como una bendición inesperada que favorece la creación de una Europa sin identidad propia: Multicultural y multiétnica más joven para que produzca una base tributaria con la cual mantener las pensiones y el estado de bienestar.

La Europa de Bruselas también hace lo suyo para destruir la agricultura africana. La llamada CAP- Common Agricultural Policy- incentiva con subsidios una producción agrícola que supera con mucho la capacidad de consumo europeo. El excedente es exportado a precios muy por debajo del costo que arruinan con una competencia desleal a los productores de otros países.

El azúcar es un ejemplo europeo de una distorsión del precio internacional. Europa, gracias a los subsidios, es el principal exportador de azúcar, aun cuando sin los subsidios no debiera poder exportar ni una tonelada, porque produce azúcar de remolacha que es una fuente ineficiente. Esa distorsión viene de las guerras napoleónicas cuando el bloqueo británico no dejaba llegar a Europa el azúcar de caña proveniente de las colonias tropicales. El azúcar era y es muy importante para la industria alimentaria europea. Por ello Napoleón tenía gran interés en que se pudiese producir en Europa. Fue así como en enero de 1812, cuando Benjamin Delessert, descubrió el modo de producir azúcar de la remolacha en un laboratorio ubicado en las afueras de Paris, Napoleón apenas se enteró fue personalmente a felicitarlo y con gesto teatral se quitó del pecho su medalla de la Legión de Honor para condecorar a Delessert. Aunque fuese una solución para la Europa de Napoleón, el azúcar de remolacha es una forma costosa e ineficiente de producir azúcar, que no podrá nunca competir con el azúcar de caña. Sin embargo, dos siglos después del bloqueo inglés  a la Europa Napoleónica,  la Europa  de Bruselas continúa subsidiándola y lo que es peor exportándola, compitiendo deslealmente y haciendo caer el precio del azúcar en el mercado internacional, con lo que disminuye las ganancias legítimas  de los productores de azúcar de caña, que debieran ser los únicos exportadores. El azúcar de caña  es un cultivo  que bien podría dar empleo y rentabilidad en las planicies  del África tropical a millones de esos emigrantes que ahora,  huyendo de la miseria, arriesgan sus vidas intentando cruzar en patera el Mar Mediterráneo.  Abandonar la producción de azúcar de remolacha, no va a ser fácil. Porque cada una de esas distorsiones económicas irracionales que abundan en la PAC enriquece a beneficiarios muy influyentes en Bruselas. La idea de abandonar los subsidios al azúcar de remolacha y usar esos fondos para producir azúcar de caña en África pudiera ser un paso en la dirección que señala Salvini para restañar la inmigración ilegal que proviene del África subsahariana. Porque la migración que proviene de Oriente sólo necesita que Estados Unidos deje de bombardear y destruir toda la infraestructura civil durante las guerras que ha iniciado en esas atormentadas regiones.

La masa de emigrantes que marchó desde América Central y cruzó por México hasta la frontera sur de los Estados Unidos también tiene su origen en los subsidios que estimulan las exportaciones agrícolas de Estados Unidos.

A principios de este siglo, Estados Unidos presionó a los países de Centroamérica para que firmasen en 2004   conjuntamente un tratado de libre comercio llamado CAFTA, que abría las fronteras a las exportaciones agrícolas subsidiadas de los Estados Unidos. Estas exportaciones se triplicaron en 3 años y provocaron en Guatemala y Honduras la desaparición del cultivo del arroz. La disminución de otros cultivos provocó la emigración en masa de los campesinos, primero hacia las capitales respectivas, donde la falta de trabajo provocó una alta desocupación que incidió en un aumento de la inseguridad y actividades criminales que han convertido las ciudades en sitios muy peligrosos, infectadas con pandillas de delincuentes juveniles, llamadas “maras” que reclutan jóvenes obligándolos a cometer asesinatos con amenazas y violencias. Es para proteger a sus hijos de ese ambiente peligroso que ha creado  el impacto de los subsidios agrícolas norteamericanos  que familias enteras  provenientes de América Central han marchado a pie hasta la frontera de Estados Unidos con México,  justo allí donde el Presidente Trump quiere erigir una muralla  permanente para impedir a esos desdichados el acceso a la seguridad y tranquilidad que la exportación de productos agrícolas  subsidiados por Estados Unidos han destruido en sus países de origen.  

Almería 26/12/2018




 

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