Nuevas formas de oposición en Colombia
- Opinión
Gustavo Petro es el primer político latinoamericano que plantea con claridad y contundencia el cambio de la matriz productiva basada en el extractivismo minero-energético (petróleo-carbón) y la promoción de energías limpias con soporte en fuentes de energía renovables (solar y eólica). Lo hace en el marco de la economía capitalista pero atacando las causas estructurales que destruyen la naturaleza y generan el cambio climático. Lo más interesante es que lo ha realizado con relativo éxito, posicionando su visión y nuevas temáticas en la agenda político-electoral.
Además, su propuesta incluye la industrialización de las materias primas y la democratización de la propiedad de la tierra con herramientas de mercado (gravando con impuestos a grandes latifundios improductivos). Su objetivo es construir una economía moderna, con alto desarrollo tecnológico y participación masiva de los productores urbanos y rurales existentes (grandes, medianos y pequeños) y de los profesionales y emprendedores que en la actualidad tienen un limitado campo de acción, teniendo que migrar muchos de ellos al mundo desarrollado.
Se puede afirmar que la acción política de este político colombiano y sus colaboradores, teniendo en cuenta sus antecedentes en el M19, su trabajo a lo largo de los últimos 27 años cuando se derogó la Constitución de 1886 y se aprobó la de 1991, como parlamentario y Alcalde de Bogotá (2012-2015), y las referencias teóricas1 que el mismo Gustavo Petro ha planteado que le sirven para formular su proyecto político, se ubica en el marco de la superación de los “progresismos latinoamericanos” sin desechar sus avances y experiencias.
Se podría definir como un “progresismo liberal del siglo XXI” (no socialista) que enfrenta los problemas estructurales de una sociedad pre-moderna como la colombiana y un capitalismo salvaje como el actual, con el desarrollo de las fuerzas productivas y del conocimiento, y la democratización de la sociedad con base en la movilización y participación ciudadana, sin necesidad de “estatismos absorbentes”, “asistencialismos paternalistas” o procesos vanguardistas que terminan en “ideologismos autoritarios”. Es indudable que es un camino nuevo al que todavía le falta resolver su relación con el Estado “heredado” y las formas organizativas “desde abajo”, pero avanza en la dinámica del hacer y el aprender.
Hay que felicitar a Gustavo Petro por el trabajo realizado y los resultados obtenidos; no obstante, se deben e identificar aspectos negativos, limitaciones y errores. Nada hay perfecto en la vida.
La preponderancia del imaginario y lo simbólico
Partimos de una primera conclusión de lo ocurrido el 17 de junio: Con la imagen de una izquierda cercana o parecida a la izquierda de América Latina, a excepción de Uruguay, es muy difícil, casi imposible, elegir un presidente de la república en Colombia.
Lo paradójico es que Petro construyó un programa muy diferente al de toda la izquierda sudamericana. Entonces… ¿qué ocurrió?
La explicación es sencilla. Aunque su propuesta es diferente, su estilo o forma de hacer política es igual o similar a la de la izquierda y los gobiernos “progresistas” latinoamericanos que pasan por un evidente declive o estancamiento. Sus formas de acción política se pueden asimilar a las de Chávez, Correa, Lula, Evo e incluso a las de Castro y Ortega. Por ello, todos sus contradictores se dedicaron a meter miedo con base en su supuesto caudillismo, mesianismo y populismo. Y, la verdad, les funcionó, en gran medida.
No obstante, el candidato de la Colombia Humana también cometió algunos errores que reforzaron el miedo (real o inoculado) al proyecto de Petro. Veamos:
No se deslindó a tiempo de Maduro; lo hizo muy tarde y, por ello, dejó un sabor oportunista casi pasándose al otro extremo.
Lo mismo ocurrió con la propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente ANC que sonó a “amenaza”; la propuso sin necesidad y, después, obligado por las circunstancias, le tocó desprenderse de ella.
Es importante anotar que la ANC es una fórmula constitucional y legal para reformar la Constitución Política que fue injustamente estigmatizada hasta por quienes se dicen demócratas en Colombia. Ello ocurrió por la forma como Maduro utilizó recientemente ese mecanismo en Venezuela para violar su propia Constitución y tratar de legitimar su dictadura por medio de una Constituyente que no reforma ni constituye nada; solo es un ardid para que una pequeña cúpula burócrata-militar se mantenga en el poder, como en verdad lo hacen (goo.gl/mjfV2w).
Fue también un error proponer la compra de tierras al magnate industrial Carlos Ardila Lulle. Había que tener en cuenta varios detalles importantes: Son tierras productivas así sean de un monocultivo cuestionado por su acción depredadora del medio ambiente; detrás de los ingenios azucareros existen varias cadenas productivas en donde participan medianos productores de caña; empresas de mantenimiento de vías, diques y desagües; transporte de la caña y de los trabajadores; proveedores de insumos, herramientas y repuestos; y, la cadena del dulce y del etanol. Los obreros y corteros de caña (afros y no afros) no están interesados en volverse granjeros. Muchos vieron detrás de esa propuesta a los pueblos indígenas que aspiran a ampliar su territorio. Y, claro, grandes terratenientes y políticos de todos los sectores (tradicionales y alternativos) utilizaron esa imprudencia para desgastar a Petro no solo en el Valle del Cauca sino a nivel nacional. Lo acusaron de ser un “expropiador camuflado” y un chantajista.
La sumatoria de esos y otros errores, que fueron también utilizados por Sergio Fajardo (Coalición Colombia de “centro”) para crecer entre el 13 de marzo y el 27 de mayo, obligaron a Petro en la segunda vuelta a aceptar el “apoyo” temeroso y oportunista que le dieron los “verdes”, teniendo que echarse en sus espaldas esas torpes y pesadas “lápidas de la ley” (mockusianas).
En la práctica, el 17-J enfrentó el miedo a Uribe contra el terror a Petro; y ganó el segundo. A pesar del enorme avance de la Colombia Humana quedó en el imaginario colectivo y de una parte de la sociedad colombiana, la “figura socializante” del candidato Petro. En cualquier otro país no sería mucho problema pero en Colombia, con los antecedentes de una izquierda armada como las Farc, no es la imagen ideal para un proyecto político con vocación de gobierno y poder.
Necesidad de un nuevo tipo de oposición
A partir de ese hecho incontrovertible, es necesario resolver el problema de cómo hacer una oposición que permita posicionar a la Colombia Humana como el proyecto político que “por ahora no es gobierno” (dixit Petro) pero que se prepara para gobernar. Se trata de acumular fuerza política para ser la cabeza del Estado en las próximas elecciones, manteniendo el fervor popular y juvenil acumulado pero mejorando su imagen ante otros sectores sociales que buscan formas nuevas de acción política. Es lo que mostró este ejercicio reciente.
Es muy importante que quede en la retina de la gente la idea de que –a pesar de las diferencias con el nuevo presidente Duque– no se actuará como un obstáculo a su gobierno siempre y cuando sus acciones beneficien a los colombianos. A la vez, demostrar que se tienen propuestas viables para resolver los problemas de nuestro país y de nuestro pueblo. Claro, sin renunciar a la oposición vertical cuando sus iniciativas afecten negativamente a los diversos sectores de la población.
Sería como si la Colombia Humana y sus aliados se constituyeran en una especie de “Gobierno en la Sombra”, pero no para hacer oposición tradicional sino para impulsar sus propuestas en todos los escenarios institucionales y extra-institucionales; que los candidatos a alcaldes y gobernadores acojan la esencia de su programa y construyan bases organizadas en municipios y departamentos. Sería una acción de carácter propositivo sin renunciar en ningún momento a lo logrado hasta ahora. Es una forma de oposición no contestataria y de alto contenido estadista.
Esa forma de actuar obliga a muchos de los dirigentes de la Colombia Humana a estudiar y entender las propuestas de Petro con sentido práctico y adaptándolas a las diversas realidades y complejidades de las localidades y regiones.
En cuanto a la movilización social es mejor que la desarrollen los movimientos y organizaciones con total autonomía, ojalá superando el síndrome de las negociaciones insulsas que solo les sirven a los gobiernos para ganar tiempo y engañar. Como ocurrió con las Farc.
Las nuevas realidades de Colombia, América Latina y el mundo nos obligan a innovar. “O inventamos o erramos” dijo y enseñó Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. Es hora de hacerlo.
Popayán, 21 de junio de 2018
E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado
1 Las referencias teóricas que Gustavo Petro ha planteado son: en el tema económico están autores como Nicholas Georgescu-Rogen, Jeremy Rifkin, Thomas Piketty y Paul Mason; en filosofía Michel Foucault y Slavoj Zizek; en teoría política Tony Negri y Boaventura de Souza Santos; y en ideario político colombiano Rafael Uribe Uribe, Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán y Jaime Bateman Cayón.
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