Daesh busca refugio en el sudeste asiático

13/06/2017
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Daesh en Filipinas
Foto: HispanTV
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Se cumplen tres semanas de la toma de la ciudad filipina de Marawi (Ver: Filipinas: Daesh por un lugar en el mundo) por parte del grupo Abu-Sayyaf (Padre de la Espada), el grupo wahabita, que junto a la organización Maute, representan al Daesh en ese país del sudeste asiático.

 

Tras el ataque y la pronta respuesta de las fuerzas de seguridad, el presidente Rodrigo Duterte, que se encontraba de visita en Moscú, impuso en la isla de Mindanao, la ley marcial.

 

Durante estos últimos 21 días, un número indeterminado de muyahidines ha mantenido a raya, ya no solo al ejército y la aviación filipina, sino también a los efectivos   estadounidenses de la base Zamboanga del Comando de Mindanao Occidental (Wesmincom).

 

Según el coronel Edgard Arevalo, portavoz de las Fuerzas Armadas Filipinas (FAF), son cerca de 200 los terroristas y 58 los miembros la FAF que han muerto, desde el 22 de mayo, día de la toma de la ciudad Marawi, capital de la provincia de Lanao del Sur, en la sureña isla de Mindanao.

 

Si bien desde antes de la toma de Marawi, se calculaba en unos 1500 los miembros del grupo integrista en Filipinas, se ha detectado en estas últimas semanas, ya no solo el ingreso al país de combatientes de naciones cercanas como Malasia e Indonesia, sino también hombres llegados de Arabia Saudí, Yemen y Chechenia, que podrían llegar a ser muyahidines desplazados de Siria e Irak, con alto nivel de entrenamiento. Para la toma de Marawi, según datos de la inteligencia filipinas, se dispusieron de unos 400 militantes locales y cerca de 50 extranjeros.

 

Con esta operación Daesh, pretendería no solo tomar Marawi, sino además dos o tres ciudades cercanas, con el fin aislar la zona del resto de país y declarar a la isla de Mindanao Wilayat o provincia Islámica.

 

Mindanao, por ser el lugar de la minoría musulmana de Filipinas, ha sido prácticamente dejada de lado por todos gobiernos cristianos que se han sucedido en Manila, capital del país, convirtiéndola de hecho en la región más pobre de Filipinas, generando en la población de la isla un resentimiento y resistencia larval contra el poder central.

 

La primera fase de la maniobra no resultó como estaba planeada por las wahabbistas, porque coincidió con un operativo de fuerzas de seguridad que tenían la información de la presencia de Isnilon Hapilon, el comandante de Abu Sayyaf  y emir del sudeste asiático, se encontraba en algún barangay o barrios de Marawi, desbaratando así las primeras fases de la toma.

 

Aunque el presidente filipino Rodrigo Duterte, negó enfáticamente la asistencia de efectivos norteamericanos, Washington confirmó que había proporcionado apoyo a las FAF, para batir los últimos bolsones de resistencia wahabita en Marawi. Además el Pentágono asistió con vigilancia aérea con aviones P-3 Orion, escuchas electrónicas, asistencia en comunicaciones y entrenamiento.

 

Si bien Filipinas y Estados Unidos han sido históricamente importantes aliados, el actual presidente, quien hace un año llegó al poder, había prometido en su campaña expulsar toda presencia militar norteamericana del país.

 

Según las autoridades de Manila, si bien todavía resta eliminar algunos focos de resistencia terrorista, que están siendo hostigados desde el aire por tres aviones OV-10 Bronco, la ciudad estaría prácticamente reconquistada.

 

Este último lunes se ha visto después de tres semanas, izar la bandera de Filipinas en el centro de la ciudad en coincidencia con el 119 aniversario de la independencia.

 

La enorme mayoría de la población, unas 200 mil personas, lograron huir de la Marawi en los primeros días de combate, aunque se estima que cerca de 2 mil todavía permanecían en manos de los terroristas y entre 100 y 150 civiles habrían resultado muertos, aunque se sabe que bajo las ruinas de muchos edificios bombardeados, posiblemente se encuentren muchos más cuerpos.

 

Son varias las razones para que los terroristas  hayan podido resistir tantos días al asedio del ejército y la aviación filipinas: es que muchos de los muyahidines o bien son oriundos de la zona o tienen lazos de parentesco y amistad con pobladores locales, lo que les ha permitido  a lo largo de este último año preparar lugares de refugio y almacenamiento de armas, además de que el área de la ciudad,  prácticamente montada sobre un lago, está rodeada de terrenos anegadizos, lagunas y bañados, que hacen muy difícil el tránsito de unidades militares.

 

En estos últimos días las acciones de la aviación de Manila se ha concentrado sobre las mezquitas de la ciudad, se estima en unas cincuenta, que se cree han sido los refugios elegidos por los terroristas. Mientras que las autoridades insisten en que Isnilon Hapilon, líder de Abu Sayyaf y los hermanos Omar y Abdullah Maute, continúan dentro de Marawi encabezando la resistencia.

 

Por el mar y como aceite

 

El temor que por el mar y como el aceite se puedan propagar las consecuencias de esta operación sobre Marawi, sacude hoy a los países vecinos de Filipinas. La perfecta organización de los miembros del Daesh en el país y la constatación del arribo de combatientes desde las guerras de Medio Oriente, ha puesto en alerta máxima al resto de los países de sudeste asiático.  En los últimos días de la batalla de Marawi, se ha detectado, por ejemplo, la presencia de unos cuarenta combatientes provenientes de la vecina Indonesia, el país con más población musulmana del mundo con cerca de 204 millones de fieles.

 

Tras la toma de Marawi, el procurador general de Filipinas, José Calida, advirtió que lo sucedido en la isla de Mindanao: “ya no es una rebelión de los ciudadanos filipinos. Se ha metamorfoseado en la invasión de terroristas extranjeros, con la intención de extender las acciones a otras zonas del sudeste asiático”.

 

Se entiende que la decisión de profundizar la siempre latente intensión independentista de la isla de Mindanao, donde se asienta la mayoría de la comunidad musulmana de Filipinas, no ha sido en este caso una disposición de miembros locales del fundamentalismo, sino que la orden ha emanado directamente del Abu Bakr al-Bagdadí o Califa Ibrahim, líder y fundador del Daesh, a quien por estos días la prensa está dando nuevamente por muerto, tras un bombardeo en Mosul.

 

Las estimaciones de al-Bagdadí se fundamentan en que las condiciones objetivas del sudeste asiático, son notoriamente propicias ya que hay una importantísima comunidad musulmana en Malasia, Singapur, Brunei, Indonesia, Tailandia y Filipinas; además son regiones acostumbradas a guerras y revoluciones, que ya han pasado por conflictos en su momento de corte marxista y nacionalista. A ello se suman las características geográficas pues, al ser territorios (a excepción de Tailandia) insulares, selváticos y montañosos, las operaciones de los ejércitos regulares son mucho más difíciles.

 

Los dos atentados suicidas del 24 de mayo en la capital de Indonesia, Yakarta, que mataron a tres policías y dos civiles, fueron reivindicadas por el Daesh y son,  sin duda,  una muestra de apoyó a sus hermanos que combaten en Marawi.  Aunque con diferentes nomenclaturas el terrorismo wahabita tiene presencia en ese país desde el 2002.

 

Previendo los resultados de las diferentes alianzas que operan sobre “su territorio” en Siria e Irak, desde marzo de 2016, Daesh ha cambiado los métodos de reclutamiento, estimulado a sus seguidores a integrarse en los grupos ya existentes del sudeste asiático. Incluso ha comenzado a desviar hombres y recursos a organizaciones como Jemaah Islamiyah que opera desde 1993 en Indonesia, vinculada desde siempre a al-Qaeda, que produjo resonantes atentados como el de Bali en 2002, dejando más de 200 muertos. Cabe destacar que grupos armados del integrismo musulmán han tenido presencia en todos esos países y organizaciones como Ansar al-Khilafa o Mujahidin Indonesia, desde los ochenta o antes, han pugnado por establecer un estado teocrático de inspiración wahabita, fundado por veteranos de la guerra afgano-soviética y que en el presente han actuado en los conflictos de Medio Oriente. Estos grupos han enviado contingentes de hombres no solo para participar sino fundamentalmente para conseguir un aprendizaje para trasladarlo   a sus respectivos países de origen. Se estima que por Siria e Irak han pasado más de 2 mil hombres del sudeste asiático, y que muchos de ellos hoy estarían combatiendo en Marawi.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

 

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

https://www.alainet.org/fr/node/186146
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