Birmania: Los rohingya rumbo al naufragio

02/02/2017
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Desde hace más de veinte meses la gran prensa ha comenzado a seguir el drama de los rohingya, la minoría musulmana del norte de Birmana, despojada de cualquier derecho por las autoridades del país, que se niega a admitirlos como nacionales, a pesar de que llegados desde Bangladesh, se instalaron en el antiguo estado de Arakán la actual Rakhine, en el oeste de Birmania, entre los siglos VII y VIII.

 

La violencia ejercida contra esta minoría, aproximadamente un millón de personas, no solo por las autoridades birmanas, sino por grupos extremistas budistas como el 969, precipitó, como pasa periódicamente con la minoría rohingya, a abandonar los campos de concentración donde son internados, y lanzarse por cualquier medio fuera de Birmania.

 

Algunos lo hacen a pie, cruzando impenetrables selvas rumbo a la frontera de Laos o Tailandia, mientras otros grupos, los más numerosos en esta nueva oleada migratoria, se aventuran en precarias embarcaciones al mar de Andamán, ubicado entre el sur de Birmania y el sureste del golfo de Bengala, al oeste de Tailandia y al este de las islas de Andamán, que le dan nombre. Su profundidad media es de novecientos metros y su fosa más profunda llega a los tres mil ochocientos. El mar de Andamán es surcado por variadas especies de tiburones y está sometido a permanentes tormentas entre ellas la temporada de Monzones, que hacen muy difícil y arriesgada la navegación.

 

Pero ni los peligros de la selva, ni del mar, parecen ser mayores que la furia que la sociedad birmana ejerce sobre ellos. Incluso cuando ya están fuera del país.

 

A principio de este último enero un grupo de operarios rohingya, que trabajaban en una empresa de software en Kuala Lumpur, capital de Malasia, una sociedad de mayoría musulmana, fue atacado a golpes de machetes, lo que dejó cuatro rohingya muertos y tres heridos. En 2014, miles de trabajadores birmanos de origen rohingya, dejaron el país debido a una oleada de ataques que se produjeron entre junio de 2013 y septiembre de 2014, con un saldo de 250 muertos.

 

La policía malaya, cree que miembros de las diferentes filiales del Daesh, que operan en el sudeste asiático, Jemaah Islamiya de Malasia o Abu Sayyaf de Filipinas, entre otros se encuentran reclutando militantes entre los 200 mil rohingya que llegaron a Malasia huyendo de la represión en Birmania. Durante 2016, Estado Islámico, incrementó su actividad en Indonesia, Filipinas y Malasia.

 

En diciembre, una célula del Daesh, fue detenida cuando preparaba un envío de armas a la isla indonesia de Sulawesi, específicamente a la región de Poso, considerada un santuario de integristas musulmanes.

 

El grupo además planeaba, instalarse en la provincia birmana de Rakhine, donde se asienta la mayoría rohingya, para abrir un frente de combate contra el gobierno birmano.

 

Un presunto ataque contra tres puestos fronterizos birmanos, que habrían dejado una decena de militares muertos, por parte de un grupo de rohingya, con el fin de robar las armas, en octubre último, desencadenó una nueva ola represiva del Tatmadaw o el ejército birmano. Desde entonces masacres, torturas, desapariciones y violaciones masivas, contra los campos de “refugiados” donde se concentra la minoría musulmana se han denunciado de manera constante.

 

Tras esos ataques las autoridades de Naipyidó, la capital de Birmania, acusaron a los rohingyas de tener vínculos con el Daesh y declaró una “campaña antiterrorista”, que causó más de cien muertos y miles de refugiados.

 

Organismos internacionales ya han alertado que cuanta más represión se practique contra la minoría musulmana, mayor será la posibilidad de que los grupos wahabitas consigan incorporar a los rohingyas, a sus filas.

 

A pesar de que existen filmaciones en que se ven a efectivos birmanos practicando torturas contra miembros de la minoría, las autoridades gubernamentales niegan las denuncias.

 

La comisión dispuesta por el Gobierno de Aung San Suu Kyi, que esta dirigida por el vicepresidente Myient Swe, un duro general retirado, ha finalizado la investigación sin ninguna comprobación de las torturas practicadas contra los rohingyas.

 

Una olvidadiza nobel de la paz

 

La Consejera de Estado Aung San Suu Kyi, a cargo de varios ministerios como el de Exteriores, Energía, Educación y la Oficina de la Presidencia, de hecho la personalidad política con más poder dentro de la estructura de gobierno, el partido Liga Nacional para la Democracia, y a la sazón Premio Nobel de la Paz 1991, a la que se le han dedicado libros y películas, por su lucha contra la dictadura birmana, parece haber olvidado a los rohingyas, desde que se ha asumido el poder en marzo pasado.

 

En noviembre del año pasado el jefe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en la localidad costera bangladeshí de Cox's Bazar, donde ya se encuentran refugiados miles de rohingyas, John McKissick denunció a las autoridades locales, de estar llevando, un plan sistemático de “limpieza étnica” alentada desde el gobierno de Naypyidaw.

 

McKissick volvió a culpar al Tatmadaw, de la “cacería” iniciada tras los ataques a los puestos fronterizos de octubre. Según imágenes satelitales en posesión de Human Rights Watch, se distinguen unas 1200 casas incendiadas en poblados rohingyas, entre octubre y noviembre últimos.

 

Estos verdaderos progroms, han producido, según denuncian las autoridades de Bangladesh, que unos 30 mil rohingya hayan escapado de las operaciones del Tatmadaw, en dirección a Bangladesh, donde ya son 50 mil los refugiado rohingyas. “Pese a nuestros esfuerzos para evitar su entrada, miles de desesperados ciudadanos birmanos, incluidos mujeres, niños y ancianos, continúan cruzando la frontera”, anunció el Ministerio de Exteriores de Bangaldesh.

 

Otros miles esperan atascados en la frontera, al tiempo que las autoridades de Dacca, obligaron a una veintena de embarcaciones cargadas de refugiados, que se dirigían a Bangladesh a volver a aguas birmanas.

 

El Gobierno de la señora Aung San Suu Kyi, se niega, como el resto de los birmanos, a llamar a la comunidad rohingya por su nombre. Denominándolos como “inmigrantes bengalíes”, ha vedado el acceso a la prensa y a miembros de diferentes oenegés a las zonas donde se vive la crisis, por lo que se depende solo de la “información” oficial sobre los sucesos.

 

Además ha sido suspendida desde octubre toda ayuda humanitaria, de la que dependen más de 200 mil entre los que se encuentran unos 4 mil niños con alto riesgo de morir por desnutrición.

 

La situación han provocado innumerables manifestaciones en países musulmanes de la región como Malasia, Indonesia, Bangladesh. Al tiempo que las autoridades birmanas denuncian que son los rohingyas, quienes queman adrede sus casas para llamar la atención internacional.

 

Según algunos analistas para la Nobel de la Paz, que nunca ha reconocido la causa de la minoría musulmana de su país, se encuentra en una situación límite frente a este hecho.

 

Durante los 25 años de dictadura militar se le ha insuflado a la sociedad un fuerte sentimiento islamofóbico, sumados los bolsones golpistas dentro del poderoso Tatmadaw, Suu Kyi se encuentra en una posición incómoda para intentar intervenir en la crisis rohingya. Además hay que tener en cuenta que el Ejército combate en el Estado de Shan, en el centro del país, contra una alianza de cuatro guerrillas el Ejército de Independencia Kachin (KIA), las milicias de la minoría Taang y los Kokang y los paramilitares del Ejército de Arakan, lo que agrega más presiones a Aung San Suu Kyi.

 

Además esta última semana, la señora Suu Kyi sufrió un duro golpe, tras el asesinato de uno de sus principales asesores legales en cuestiones musulmanas. El abogado Ko Ni, fue asesinado el domingo 29 en el aeropuerto de Rangún cuando retornaba de Indonesia donde había participado de una conferencia justamente sobre la violencia contra la minoría Rohingya. Familiares y amigos del abogado asesinado denunciaron que había recibido amenazas de muerte por parte de grupos nacionalistas budistas.

 

La cuestión Rohingya, sin duda interesa a muy pocos, un millón de personas a esta altura de la historia es perfectamente descartable por lo que el naufragio definitivo de la comunidad Rohingya es solo una cuestión de tiempo para que suceda y mucho menos para que se olvide.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

 

https://www.alainet.org/fr/node/183265?language=es
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