Encomiéndate a San Expedito

20/05/2016
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Mis amigos hispanos no me creen cuando les cuento que en Chile somos tan apañaos que inventamos un santo para los milagros urgentes. En una época de comunicaciones instantáneas, de localización al segundo, de imágenes que te valen madre pero que recibes en plan “está sucediendo, lo estás viendo”, es impensable pasar años rezando, implorando, rogando, prendiendo velas y pagando mandas por un resultado improbable.

 

En los países chafas, para obtener un pinche crédito tienes que llenar papeles, disponer de un salario, aportar garantías, mostrar tu patrimonio. Aquí no: te llaman diez veces por la mañana y otras tantas por la tarde para anunciarte que –sin haberlo pedido– ya te han pre-aprobado un crédito que no necesitas. Si vas al Banco Chile puedes obtener miles de millones de avance de caja en una sencilla reunión de negocios con Luksic, el ejecutivo de cuentas de Caval.

 

Ya ves, tenemos ventajas comparativas que el mundo nos envidia casi tanto como a Alexis, Vidal y Longueira y tenemos que aprovecharlas. De ahí que te aconseje encomendarte a San Expedito, nuestro santo Marmicoc, que debiésemos invocar siempre: de la gratuidad en la Educación al puente Cau Cau, pasando por la reconstrucción de Alto Hospicio.

 

He aquí la explicancia. Hace algunas semanas te conté que la FED, liderada por la inenarrable Janet Yellen, tenía una suerte de piduye con el aumento de las tasas de interés. Cuando Janet se hizo cargo del coso, hacía 13 años que la FED no aumentaba los tipos.

 

Como la tasa directriz había llegado a cero, y a pesar de la virguería de las tasas negativas (te pagan por pedir plata prestada), la FED no tenía mucho que hacer. Los siete enanitos, más los integrantes del Comité de Política Monetaria, se reunían, jugaban al cacho, apostaban a las patas de los caballos, se enviaban whatsapps unos a otros, resolvían sudokus, se rascaban los huevos… pero se aburrían cosa mala.

 

En eso estaban cuando a Janet se le ocurrió una genialidad, una chispeza: abriendo grandes los ojos le espetó a sus coleguis: “¿Y si subiésemos las tasas de interés?” Un silencio expectante invadió la sala, se miraron unos a otros, y al cabo de algunas tosecillas nerviosas y dos o tres carraspeos no faltó el boludo que hizo la pregunta de rigor: “¿Qué interés?” La tasa directriz, respondió Yellen. No, dijo el boludo, me refiero a qué interés tiene subir las tasas de interés.

 

Janet se rajó con un razonamiento de economista. Helo aquí.

 

Es verdad que los efectos de la hilera de crisis no han desaparecido, dijo. Las crisis tampoco. Por eso, hasta ahora sólo hemos amenazado con subir las tasas. En fin, amenazado tal vez no: sugerido, insinuado, dejado entender, hecho alusiones. Al principio los mercados se lo tomaban en serio. Una simple referencia a la eventual subida de los tipos provocaba un efecto mariposa, a butterfly effect para que me entiendas. Como el liderazgo y la competitividad aconsejan anticipar, los mercados anticipaban. Subía el dólar, bajaban los precios de los commodities, se tensaban los spreads, resurgían las ansias de high yields, se inquietaban los free riders, recogían cañuela los especuladores del carry trade… la total.

 

¿Y ahí? Osó preguntar uno de los siete enanitos…

 

Yellen prosiguió su volada: Ahora… si anunciamos una subida de tasas… cuando los mercados terminan de cagarse de la risa regresan al business as usual, no pasa nada, nadie nos toma en cuenta, ‘huevadas de la FED’, dicen, those silly f… bastards.

 

Stanley Fisher, vice-presidente del Comité de Política Monetaria, interrumpiendo Modern Warfare III versión Smart-phone, contra-atacó:

 

“Ya… pero nada aconseja subir los tipos: hemos tirado dólares por la ventana y la recuperación económica no viene, la inflación no aparece por ningún lado, el desempleo persiste, los salarios no suben, la confianza… Ah… la confianza sigue desconfiada… en resumen, una subida de tipos podría enviar una señal equivocada, the wrong signal… O si prefieres, la estaríamos cagando en 3D…”

 

Es en este tipo de situaciones que se reconoce a los verdaderos líderes con carisma, competitividad y resiliencia. Yellen, caustica, retrucó: “Propongo una subidita pequeña, chiquitita, un cuarto de punto, la nada misma, un 0,25% que no le hará daño a nadie, pero… los mercados se darán cuenta que ahora la cosa va en serio. Y si la cagamos, añadió, al menos tendremos la posibilidad de… bajar los tipos, cosa que ahora no sucede”.

 

Los viejitos presentes en la reunión admiraron una dialéctica digna de los teóricos de antes de la Gran Catástrofe, se rindieron a una lógica implacable, salieron a mear –la próstata no perdona– y al regresar aprobaron la temeraria proposición de Janet Yellen. El Acta del meeting no lo pone, pero yo te lo cuento en aras de la indispensable transparencia: en el WC los viejitos se concertaron diciendo: si queda la cagada… le echamos la culpa a Janet Yellen y chao pescado. Así terminó la reunión.

 

Lo que pasó después ya lo sabes: a pesar de la estricta, rigurosa e incesante vigilancia de los expertos y los think tanks, la subida de tipos de diciembre pasado pilló a todo el mundo con los pantalones abajo. La incipiente reactivación de la economía planetaria se desinfló como las reformas de Bachelet, y volvimos a fojas cero.

 

Si no me crees y fuese el caso vencer tu implacable desconfianza, te ofrezco un comentario fresquito de la célebre revista financiera The Economist:

 

“Los miembros del Comité de Política Monetaria de la Reserva Federal estuvieron ansiosos, durante la mayor parte del año pasado, por subir a menudo las tasas de interés. Tenían ganas de una subida en septiembre pasado, pero echaron pie atrás cuando la volatilidad de los mercados amenazó con dañar la recuperación económica de los EEUU. En diciembre se las arreglaron para aprobar la primera subida, y a comienzos del año 2016 los miembros del Comité se sentían como gallo con Viagra; Stanley Fischer, el vice-presidente, proclamó que sería un año con cuatro subidas de tasas. Pero… los mercados pasaron los dos primeros meses del año en algo parecido al pánico, y aquí estamos, a fines de mayo con la única subida de tipos, la de diciembre pasado.”

 

Lo malo es que estos mendas empezaron a aburrirse de nuevo… La FED les pagó una suscripción a Netflix, les compró la versión HD de Games of Thrones… y no hay caso. Las partidas de brisca rematada ya no les apasionan ni siquiera con apuestas de four dimes. Por consiguiente… están pensando en otra subida de tasas, pequeñita, chiquitita, una nadería, para junio.

 

Prevenido quedas y haz lo que te digo: encomiéndate a San Expedito…

 

©2016 Politika | diarioelect.politika@gmail.com

 

https://www.alainet.org/fr/node/177591

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