Tal como dice Atilio Borón en un reciente artículo titulado Hipótesis y conjeturas sobre el Socialismo del Siglo XXI, “las perspectivas de construir nuevas variantes de socialismo parecen hoy a punto de disiparse casi por completo, o al menos postergarse por unos cuantos años”. Incluso “ciertos sectores extraviados de la izquierda” y pregoneros de la derecha ya hablan de un “fin de ciclo progresista”, queriendo con ello desmoralizarnos a los que nos mantenemos firmes en la batalla por la construcción de una alternativa socialista.

Varias son las razones que da Boron para tratar de explicar las razones de este repliegue del impulso transformador. En primer lugar, el rol jugado por los medios y el terrorismo mediático, amedrentando a la población sobre los males que sobrevendrán ante la insistencia de seguir marchando por el “camino equivocado”, a la vez que agigantan los problemas cotidianos y ocultan los muchos logros de los gobiernos revolucionarios.

En segundo lugar, los desaciertos desde el propio gobierno y la incomprensión de los momentos electorales que nos toca enfrentar constantemente (el 6D lo enfrentamos como un acto de democracia burguesa y no nos dimos cuenta de que lo que enfrentábamos era un acto de guerra).

En tercer lugar, la permanente conspiración de las embajadas norteamericanas directamente y/o a través de los partidos de derecha locales y de cientos de ONG’s financiadas por la NED y a USAID, que incluye campañas de desprestigio de nuestros líderes y la “guerra económica”, de la cual Venezuela es la principal si bien no la única víctima, y que genera desabastecimientos, largas colas de los consumidores para adquirir productos de primera necesidad y ataques especulativos contra la moneda.

A esto se agrega, el ya mencionado agotamiento del boom de las commodities producido por la persistencia de la crisis general del capitalismo y la manipulación de los mercados; y quizás lo más decisivo: nuestra incapacidad para neutralizar la ofensiva comunicacional del enemigo, que pasa por no haber podido desarrollar una correcta política de comunicaciones.

Hasta el presente, no hemos sabido contrarrestar eficazmente la ofensiva de la derecha, ni en los medios tradicionales ni en las redes sociales. Y sin una adecuada comunicación política lo mucho y bueno que hacen nuestros gobiernos queda sepultada bajo una campaña de mentiras, tergiversaciones y descalificaciones fomentada por los oligopolios mediáticos, manipulando el sentir y la percepción de grandes sectores de la opinión pública. Es urgentísimo, pues, elaborar, en conjunto, una estrategia continental de comunicación para librar en mejores condiciones y con mayor eficacia la batalla de las ideas, que es el núcleo fundamental de la batalla política.

03 de mayo de 2016

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