Tormenta perfecta

01/02/2016
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Foto: OtraMirada inflacion peru
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La tecnocracia económica peruana se encuentra entre la espada y la pared. La subida del dólar – ya como tendencia - ha revivido al fantasma de la inflación, pues dada la estructura productiva nacional, consumir en el Perú es casi lo mismo que importar.

 

Frenar el alza de los precios - luego de tantos años del dogma “metas de inflación” seguido a raja tabla por el Banco Central de Reserva (BCR) - requiere medidas como elevar la tasa de interés de referencia y otras decisiones de política monetaria y bancaria que controlen este problema por el lado de la demanda. De hecho el BCR ya ha empezado a aplicar algunas de ellas y todo indica que se va a jugar en ese terreno.

 

Lo malo es que al hacer eso en un contexto de crisis económica, donde la inversión privada ya no crece, se estaría empujando el carro directo a la recesión. Encarecer el crédito hace que los peruanos consuman e inviertan menos. Qué útil que sería para este tipo de apuestas una banca de fomento, pero hace tiempo que nos deshicimos de ella.

 

Peor aún, hay dos factores de distinta naturaleza que complican más el asunto. De un lado, el fenómeno del niño que ya está afectando el precio de la papa, la zanahoria, el tomate y otros tubérculos y vegetales de producción local. Y de otro, la persistente caída de los precios de los metales y la salida de capitales de corto plazo, que han hecho un forado cada vez mayor en la balanza comercial (después de años de superávit); y han profundizado el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos respectivamente. De allí que las cuentas externas podrían requerir que el Perú empiece nuevamente con un ciclo de endeudamiento externo (en dólares); y que además, se considere un pecado subir el salario mínimo pues eso elevaría aún más la brecha externa. Esa es la trampa de ser primario-exportadores y adictos a importaciones. Y en esa lógica no queda más que el ajuste.

 

Si a eso sumamos que grandes grupos empresariales nacionales como Gloria, Interbank, Alicorp, entre otros, ostentan una no menor deuda privada en dólares (siendo sus ingresos en soles), tarde o temprano van a necesitar ayuda pública y el escenario se complica. No solo porque se socializan las pérdidas entre todos los peruanos como hemos visto en el pasado (Banco Popular, Banco Wiese, etc.), sino porque eso puede derivar también en un ajuste de carácter laboral, conocido como “desgrase” empresarial, que pone a trabajadores formales en la calle.

 

Sin duda, el MEF y el BCR la tienen muy complicada porque o enfrentan la inflación recesando más la economía, o deciden arriesgar, devaluar mucho más el sol para controlar las importaciones, pero a la vez subiendo salarios y pensiones a fin de reactivar el consumo de alimentos, al tiempo que meten candela a la inversión pública y privada en el agro, en obras de infraestructura, etc. y nos persignamos todos a ver qué pasa.

 

Porque para los millones de peruanos que hacen “el mercado” diariamente, la subida del pollo (que come trigo importado), los fideos, el aceite, el arroz y otros productos de primer orden en la dieta familiar, significa sentir la crisis directamente en sus bolsillos y en su mesa, con lo cual este lío deja de ser solo una discusión entre economistas y expertos, y se traslada a la preocupación concreta de la gente.

 

En el futuro cercano y luego de más de diez años de expectativa social en el “exitoso” modelo peruano, no es descabellado pensar que la desesperanza pueda generar espacios para la desestabilización de la ya crítica gobernabilidad del país.

 

Si eso es así, ojala al menos sirva para dejar atrás el famoso piloto automático y pasar a pensar en serio en un relanzamiento económico que supere la fragilidad que implica ser en gran medida exportadores de piedras cuyos precios no fijamos, y que además son recursos no renovables.

 

Quienes tienen el mando de la gestión económica, en especial quienes conduzcan el gobierno que empezará a fines de julio de este año, van a tener que hilar muy fino y con mucho cuidado para ver si el barco de la economía peruana sale a flote en medio de esta tormenta perfecta.

 

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