“Mis soldados que no cometieron ningún delito”

08/10/2015
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Por cualesquiera lados que se le observe, la declaración del titular de la Secretaría de la Defensa, formulada el día 6 a Santos Mondragón, de Noticieros Televisa, resulta ominosa porque convierte una petición institucional en un asunto personal, relativo a su trayectoria y hasta lo que él llamó “mi prestigio”.

 

Veamos. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, formado a solicitud del gobierno de Enrique Peña Nieto, hace meses que solicita le permitan conversar con los integrantes del 27 Batallón de Infantería que el 26-27 de septiembre de 2014 estaban de servicio, para dilucidar el papel que jugaron aquella noche que cimbró a México y a porciones influyentes de la aldea global. En particular cuando abundan testimonios de estudiantes de Ayotzinapa y familiares de los heridos, muertos y los 42 hasta ahora considerados desaparecidos, y que apuntan a la participación de varios soldados.

 

A tal petición institucional y hecha con el menor ruido mediático posible, el general secretario contestó por medio de Televisa –¿La de “los soldados del PRI”? O: ¿Los ahora generales que dicen “hacemos presidentes?–, lo que sigue:

 

“(…) no puedo permitir que interroguen a mis soldados que no cometieron hasta ahorita ningún delito (…) ¿qué quieren saber? ¿Que qué sabían los soldados? Está todo declarado, yo no puedo permitir que a los soldados los traten como criminales o los quieran interrogar para posteriormente hacer sentir que tienen algo que ver y no apoyarlos, esa es mi posición y de ahí creo que no puedo ni debo salirme, porque perdería mucho de lo que soy (...) No tienen por qué declarar los soldados, primero porque no hay señalamiento claro de un involucramiento, nosotros solamente respondemos a las autoridades ministeriales mexicanas (…) No tengo nada que esconder, no he cometido nada, así que va por delante mi prestigio también”.

 

Si el ciudadano Salvador Cienfuegos Zepeda no distingue entre lo que es una petición y una acusación al Ejército y del que por cierto no es dueño aunque pretenda actuar como tal, y las confunde con un asunto personal, pues coloca el serio problema en términos muy complicados y hasta irresolubles. Las posibilidades de diálogo son nulas.

 

Envolverse en las banderas del Ejército y poner por delante “mi prestigio también” puede ser que conmueva a los que desde la información y el comentario más que respetar a las fuerzas armadas y sobre todo a sus generales y almirantes, les temen por sobradas razones. No otra cosa indica que ante juicios tan intolerantes como desatinados los analistas y críticos brillen por su ausencia.

 

Y bueno, hasta un soldado raso comprende muy bien que el que nada debe, nada teme.

 

Incluso el secretario de Gobernación ofreció al Grupo de Expertos que presenten sus preguntas a la desacreditada Procuraduría General de la República para que ésta reciba las respuestas de los soldados.

 

Peña Nieto dijo al alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que su gobierno está decidido a encarar los retos en materia de derechos humanos, pero reconoció que “en México, como ocurre en todo el mundo (sic), existen desafíos en lo que hace a las garantías individuales de las personas”. Y el jordano Zeid Ra’ad Al Hussein brindó su apoyo al trabajo de la CIDH y aconsejó lo obvio: “En lugar de matar al mensajero, enfoquémonos en el mensaje. Todos estamos de su lado. Todos queremos ayudar a México.”

 

 

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https://www.alainet.org/fr/node/172921
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