Autocrítica, la gran ausente del Informe

04/09/2015
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Autocrítica es la gran ausente en el III Informe de Gobierno a lo largo de la hora con 55 minutos y mil 500 invitados de Enrique Peña Nieto, utilizados y redimensionados por los propietarios de los medios, donde algunas de sus voces, rostros y plumas son llamados comentócratas, aunque ellos prefieren presentarse como ciudadanos de a pie –¿con autos de lujo, blindados y chofer?– y niegan ser líderes de opinión, pero asumen actitudes que los empatan con los hombres y mujeres del poder, con sus modos de vida y de operación.

 

Ausente la autocrítica, algunos pretenden explicarla con la enorme dificultad para que “un presidente” sea autocrítico. Acaso tenga razón Leo Zuckermann para el caso mexicano, pero valdría la pena voltear hacia el Suchiate para comprender los costos de la intransigencia y la corrupción presidenciales cuando colma la paciencia de la ciudadanía y ésta abandona el miedo. Todas tienen un límite como también muestra Honduras, las dizque “repúblicas bananeras” dan lecciones al vecino del norte que “está predestinado” a ser una de las 10 economías más grandes de la aldea global.

 

Cierto es que Peña Nieto hizo mención a los hechos de barbarie en Iguala de hace un año y sin que “la verdad histórica” de su maestro y procurador Murillo satisficiera al movimiento por Los 43, también a la fuga del capo que no mencionó por su nombre (Joaquín Guzmán) y la Casa Blanca de las Lomas que Virgilio Andrade justificó y otros actos de corrupción, pública y privada, que son el aceite para que funcione el desgastado sistema de dominación, mientras las mayorías no aprendan y asuman las lecciones de los vecinos del sur.

 

No importa cuántas palabras dedicó el esposo de Angélica Rivera a los sucesos mencionados, de los que excluyó los asesinatos a cargo de soldados en Tlatlaya, estado de México, y presuntamente en Michoacán, Jalisco… Pero se dio tiempo y espacio para agradecer a los suyos el apoyo decidido, sin comprender que respetar los ámbitos privados es lo más saludable para el quehacer público, pero nadie aprende en cabeza ajena, y menos cuando el “respetable” lo ovacionó en este punto y 20 veces más por cualesquiera motivos.

 

Lo que importa es que en el mensaje leído en Palacio Nacional –en costosa ceremonia cuando anuncia austeridad–, no aparecieron las medidas para afrontar las arbitrariedades y sus causas que generan “molestia e indignación” y que tienen a EPN en con el más bajo apoyo en 20 años. Y un creciente nivel de impugnación ciudadana que gira más torno a la descalificación y menos alrededor de las reivindicaciones por los severos problemas que padecen en las condiciones de vida y de trabajo millones de mexicanos. Incluidos los dos millones que en 2013-14 engrosaron la pobreza moderada y los apenas 100 mil que salieron de la extrema, después de una inversión multimillonaria que en dos décadas no logra abatir la pobreza extrema, mientras otros países conquistan avances sustanciales.

 

Y ante un panorama de más oscuros que claros, otro decálogo que no entusiasma ni a los autores, la defensa dogmática de un rumbo que hoy es sólo un decisivo capítulo del emprendido en 1982. Y las promesas de no endeudar más al país cuando ya lo hizo, pero párrafos adelante está el anuncio de los instrumentos de deuda para financiar la infraestructura física de la educación, sin molestar a los grandes beneficiarios de la corrupción educativa. Así, dio la razón a los que advierten sobre la privatización de la educación.

 

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