Cognitariado: la nueva clase trabajadora en Colombia

11/08/2015
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Uno de los temas principales, en boga de los círculos intelectuales y de influencia sindical colombiana en la última década, ha sido sin duda las altas tasas de informalidad que el país experimenta, que en la actualidad bordean el 49,6% según el informe del DANE para el trimestre marzo-mayo 2015.

 

Mucho se comenta sobre la desindustrialización que el país ha venido sufriendo a raíz de los tratados de libre comercio; de la dependencia de las rentas estatales de los hidrocarburos, que ha terminado por convertir a Colombia en una víctima económica de lo que se denomina “enfermedad holandesa” y del crecimiento desbordado de las importaciones.

 

Sin embargo, más allá de las crudas cifras relacionadas con el empleo y el subempleo, es poco profunda la discusión sobre la proletarización a la que se han visto expuestos un gran número de profesionales, técnicos y tecnólogos expresada en salarios poco acordes a su formación académica.

 

Formación académica, profesiones e ingresos salariales del cognitariado

 

Este amplio conglomerado social, en su mayoría perteneciente a los estratos 2 y 3, se sitúa en las capas medias de la población y está conformado por jóvenes entre los 20 y los 40 años de edad cuyos ingresos fluctúan entre 1 y 4 salarios mínimos. Generalizando de más, comparten un factor en común: la inestabilidad de trabajar bajo contratos cortos de prestación de servicios.

 

Los diversos estudiosos del tema en otras latitudes denominan a esta amplia franja social bajo las etiquetas de “precariado” o “cognitariado” a las cuales cual definen como la versión moderna del proletariado conocido a lo largo del siglo XX.

 

Esta nueva clase trabajadora (NCT en adelante) estudia en claustros privados, en su mayoría de rango medio y en institutos de capacitación laboral, que muchas veces  devienen en universidades.

 

La precarización cognitiva de estos centros de formación se resume en la famosa frase “educación para el trabajo” que engloba el enfoque de este tipo de establecimientos, los cuales cumplen a cabalidad con capacitar trabajadores que realizan labores de orden operativo para satisfacer las necesidades del mercado del trabajo.

 

La calidad curricular de estas instituciones, en donde se forman quienes hacen parte de la NCT, refleja fielmente como la brecha entre las universidades privadas de elite (Los Andes, Rosario, EAFIT, Javeriana) y las intermedias, muchas de ellas de “garaje” y de mucho menor costo, son la radiografía de un modelo educativo actual que allana el terreno para que se configure un distanciamiento vertiginoso entre una nueva burguesía cognitiva y el cognitariado al que pertenecen la gente del común.

 

Dicha diferencia formativa inevitablemente ha mutado, a pasos agigantados, en una brecha abismal de ingresos que se traduce en acumulación de riquezas en manos de unos pocos a costas de la explotación intelectual/operativa de miles de personas.

 

Este grupo poblacional no solo está conformado por quienes tienen estudios técnicos y profesionales. En el también tienen cabida esa gran cantidad de personas con post-grados, maestrías y magisters quienes sufren la devaluación de sus títulos en el mercado laboral traducido en salarios que cada vez más tienden a la baja (erosión salarial).

 

El “cognitariado” en sí conforma esa NCT de la cual hacen parte miles de colombianos que residen en grandes y medianas ciudades del país quienes interactúan con las herramientas tecnológicas dominantes (el mundo de las TICs) al servicio de un creciente mercado de servicios concentrado cada día más por actores ligados al gran capital y al sector financiero nacional y transnacional. 

 

Entre las decenas de carreras y menesteres de diversa índole que el cognitariado arropa en su seno lleno de matices, se encuentran los diseñadores gráficos, web e industriales; los contadores, los ingenieros de sistemas y creadores de software; los publicistas y personas ligadas al mundo del marketing; las ocupaciones afines al mundo de la aviación y el turismo así como las relacionadas con el ámbito de la salud, por mencionar algunas de las más relevantes.

 

La antigua relación fordista, que tenía lugar en una industria en donde los trabajadores recibían un salario por su mano de obra ha quedado en la obsolescencia para darle paso a un capitalismo cognitivo en el cual los trabajadores ya no ofrecen solo su mano de obra sino su estandarizado conocimiento a cambio de salarios y condiciones laborales similares a los de los empleados de las viejas fábricas. 

 

El cognitariado colombiano y la política

 

Autores como Guy Standing, Jeremy Rifkin o Franco Berardi han logrado caracterizar y enmarcar a esta creciente franja global como actor principal de la tercera revolución que ha transformado los procesos productivos, el concepto y formas de propiedad así como reinterpretado la antigua conceptualización que se tenía sobre mayorías sociales en las sociedades del siglo XXI. 

 

En el caso colombiano, es evidente el debilitamiento del Estado como organismo capaz de cohesionar a la sociedad para convertirse en el garante de los derechos de los y las ciudadanas. Lo anterior, ha permitido a los agentes del mercado y a las clases políticas que detentan el poder fraccionar, desestructurar y enajenar al conjunto de la clase media nacional. Lo colectivo ha perdido relevancia en el sentido común de la gente que conforma la NCT. 

 

Los efectos del neoliberalismo, aplicado en Colombia desde principios de los años noventa, ha calado profundo en la psiquis de la cada vez más dispersa clase asalariada.

 

La crisis de representatividad del liberalismo-conservatismo, se ha convertido en el espacio político ocupado por expresiones políticas conniventes con el statu quo, las privatizaciones, el anti-sindicalismo y la destrucción de la cuestión pública situadas en la centro derecha, quienes han crecido electoralmente al convertir el tema de la corrupción en quizás el eje temático central más preocupante para las personas que habitan en las grandes urbes. 

 

Paradójicamente, gran parte de los electores que acuden a las urnas para votar por referentes de esta línea política de la que hacen parte Antanas Mockus, Enrique Peñalosa, Claudia López o Daniel Raisbeck entre muchos otros, pertenecen a esa clase media joven y empobrecida que recurre al crédito como única opción para sacar adelante sus aspiraciones educativas.

 

Lo que parece toda una contradicción es en sí una realidad difícil de ocultar: una proporción considerable de quienes conforman el cognitariado preponderan el recambio de élites y de formas de hacer política por encima de los cambios estructurales que transformen el Estado, su concepción y su función.

 

Una ventana de oportunidad: el cognitariado como actor político protagónico

 

En otras latitudes, este diverso y heterogéneo cúmulo poblacional ha sido el actor principal de expresiones ciudadanas como los “indignados", génesis de la agrupación política Podemos en España, "Ocuppy Wall Street” en Estados Unidos y las revoluciones recientes en el mundo árabe. 

 

En contraposición a ese amplio sector de la NCT que vota por el popular “mockusianismo ético”, existe otra proporción significativa del cognitariado más preocupada  por replantear la centralidad temática hacia asuntos de índole social. Esta franja busca, consciente o inconscientemente desde su percepción, abrirle paso a una nueva realidad política que permita configurar unas nuevas mayorías que pongan en jaque el modelo económico y de poder excluyente que amenaza con perpetuar la desigualdad en Colombia.

 

Este bloque, que alimenta el magma de lo que se denomina alternativo, democrático o simplemente “tercería”, ha sido el actor principal de los cacerolazos urbanos en solidaridad con los campesinos de Boyacá y Nariño (2013); el protagonista de la lucha por una educación superior gratuita y de calidad representada por la MANE (2011) y el elector principal de figuras de opinión como Gustavo Petro, Iván Cepeda, Ángela María y Jorge Robledo entre otros.

 

La superación de la partitocracia existente, la irrupción de nuevos actores políticos que trasciendan lo institucional, el recambio dirigencial, la proliferación de nuevos movimientos sociales y la construcción de nuevos discursos convocantes y propositivos, permitirán seducir a la NCT, en su mayoría despolitizada y pasiva, para que logre adquirir un rol protagónico en los procesos de cambio social y cultural que el país necesita.

 

Es poca la información que existe en Colombia sobre la NCT nacional, por lo que se hace urgente ahondar en estudios que avancen no solo en definir o caracterizar a este inmenso segmento poblacional. Desde el Estado, en el corto plazo, es menester avanzar en la formulación de políticas públicas que hagan posible dar pasos significativos en la formalización e inserción laboral de este cada vez más numeroso e inconforme segmento social.

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Felipe Pineda Ruiz, publicista, activista social, colaborador de la Fundación Democracia Hoy. Miembro de la plataforma política Somos Ciudadanos.

www.redsomosciudadanos.com

Twitter: @pineda0ruiz 

 

https://www.alainet.org/fr/node/171656?language=es
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