En Bolivia los que ponen los cadáveres y sangre son los pobres
- Opinión
Para no alargarme a toda la época republicana, me referiré a la época movimientista después de la revolución de 1.952, y pues en esta revolución violenta se derrotó al ejército y a las oligarquías extranjeras. Quiénes se enfrentaron al poder fueron indios, obreros mineros, carabineros pobres y clases medias pobres. Cientos de muertos y heridos para cambiar el curso de nuestra historia. En seguida, como son las camaleónicas clases medias y altas, se adueñaron de ese proceso revolucionario y la prostituyeron a su favor: burocracia, corrupción, pactos con los Estados Unidos y división de los sectores empobrecidos que hicieron la revolución. Los sectores indígenas y campesinos, que no tienen lógicas occidentales en el manejo del poder, funcionan por reciprocidades y agradecimientos. Es decir, por reciprocidad firmaron el pacto militar campesino con el MNR y sus sectores militares movimientistas. Y lamentablemente los sectores clasemedieros utilizaron esos pactos en contra del movimiento obrero minero, mucho más radicalizados en aquel momento, enfrentándolos abiertamente en política e incluso de manera armada, pues ambos sectores estaban armados por la derrota del ejército. Los muertos y la sangre de esta época como siempre eran de pobres. Los oportunistas y camaleónicos de clases altas y medias no derramaron ni una gota de sangre.
En las dictaduras militares que se inician en 1.964, cuando Barrientos traiciona al oligarca Estensoro del MNR, son también pobres los que se enfrentarán manipulados desde el poder, vía corrupción con las milicias movimientistas y las llamadas barzolas que eran grupos de choque de mujeres movimientistas, en contra de obreros, universitarios de izquierda y clases medias pobres abiertamente en contra de las dictaduras. Otra vez, son pobres los que ofrendan su sangre y vida en estos procesos políticos de dictaduras. Las burocracias de clases altas y medias no derramarán sangre ni por asomo, pues sus veletas políticas siempre les mantienen detrás de los dictadores de coyuntura. Cambiar de camiseta es el deporte preferido en sus costumbres de sobrevivencia política.
Cuando la recuperación de la democracia a finales de los años 80, la sangre que se derramó como tradición de entrega fue de los más pobres: indios, obreros, mineros y clases medias pobres de las ciudades. Y en las épocas neoliberales siguió ese derrotero sangriento de nuestra historia clásica: los muertos siempre fueron indios, mineros, obreros. El rito de sacrificio de pobres de este país no cambió. Las burocracias de clases medias y altas siguieron nomás viviendo bien, porque los muertos les pertenecen a los pobres y marginados de este país que en eso nada cambia.
En estos procesos de cambio tampoco cambia esa historia tradicional del sacrificio de sangre, de pobres, marginales e indios. Lamentablemente los que se enfrentan son pobres contra pobres, indios contra indios, obreros contra obreros, clases medias pobres contra ellos mismos. Otra vez, o rara casualidad, no hay muertos oligarcas, ni muertos de clases medias ni altas. Esta rara obsesión de la historia en Bolivia: de sacrificar pobres, no es sólo casualidad, es un profundo fenómeno de desprecio social de quiénes siempre han conducido la república, porque son lógicas coloniales impregnadas en los comportamientos sociales invisibles y racistas, de las clases medias y altas. Comportamientos que se acomodan en todos los tiempos, como lógicas poderosas racistas y pigmentocráticas adueñándose de los distintos discursos de coyuntura. Pues ver hoy a oligarcas y representantes de poderosas familias coloniales, que son más masistas o evistas que todos juntos no es raro, nada raro cuando uno revisa la historia de los últimos 50 años. Porque los muertos y la sangre no los pondrán ellos, sino otra vez los más pobres y despreciados de esta historia tradicional.
Los conflictos de Potosí, más allá de las coyunturas políticas siempre oportunistas como crueles, repiten esas profundas lógicas señoriales de las oligarquías “bolivianas”, porque los que se enfrentan son otra vez pobres, marginales, clases medias pobres, contra indios pobres, mineros pobres. Nada casual como rito oligárquico colonial. Los discursos ya no tienen sentido porque sólo encubren esas lógicas profundas señoriales y racistas. Los muertos serán otra vez pobres y marginales; esperemos que eso no se produzca. Pero la posibilidad en este país racista es alta, porque a las oligarquías camaleónicas bolivianas les encanta sacrificar pobres, en nombre de sus discursos siempre coyunturales y cambiantes, como estrategias de sobrevivencia en el manejo de poder y económico desde las gloriosas épocas coloniales. Las reciprocidades del mundo indígena otra vez son utilizadas de manera cruel y manipulada, contra otros indígenas y pobres. Así la historia tradicional no cambia. Sólo las cáscaras y las pintas, sólo el folklor de quiénes tienen en sus manos las decisiones y algunos destinos clásicos de este país.
Sí, me gustaría también ver muertos oligarcas, de clases medias altas. Enfrentamientos entre extranjeros cambas y extranjeros de La Paz. Y que los apellidos de los muertos sean exóticos y extranjeros. No los mismos de nuestra historia: mamanis, quispes. Los muertos de este país siempre son quechuas, aymaras o guaraníes. Nunca los Marinkovich o los Paz o los De Sánchez de Lozada. Porque los apellidos y los colores de piel dicen mucho de lo que es la historia de ocupación en Bolivia, y la muerte no está bien repartida ya que no se ha terminado con eso de ciudadanos de primera, de segunda y de tercera. El precio de vivir en nuestra patria es demasiado alto para nuestros pueblos originarios, que somos y seguimos siendo ciudadanos de tercera, frente a los blancoides y mestizoides de las cúpulas coloniales que se designaron ser ciudadanos de primera. Pues bien, ¿qué prueba más para seguir nuestros propios derroteros milenarios y propios? Tan claro como el agua, tan nítido como el sol.
La Paz, 26 de julio de 2015.
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